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Colonialismo
Musculosos afeminados y ansiedades coloniales: la cultura física como arma anticolonial en Bengala
A finales del siglo XIX, Sarala Devi, la sobrina de Rabindranath Tagore, premio Nobel de Literatura y autor del himno nacional indio y bangladeshí, se encontró con un relato corto de Rudyard Kipling sobre la Revuelta de los Cipayos de 1857 en la que narraba la humillante decapitación de un oficial bengalí tras haber huído de su puesto al estallar el motín. En un arranque de ira, Devi escribió a Kipling: “Te reto a que vengas y luches con cualquiera de nuestros hombres. Tienes cinco años para entrenarte con el arma de tu elección. En cinco años, nuestro campeón luchará contigo con dicha arma” (The Scattered Leaves of My Life: An Indian Nationalist Remembers, Routledge, 2017).
Sin embargo, un compañero le recomendó no enviarle la misiva y en su lugar, utilizar ese tiempo para entrenar a una tropa de hombres jóvenes y luego retar a Kipling en duelo. Así, Devi fundó un akhara, un gimnasio en el que la juventud bengalí entrenaba y se formaba políticamente para luchar contra el Imperialismo británico. Este proyecto marcó un precedente en las asociaciones revolucionarias bengalíes, las cuales utilizarían la cultura física como reclamo para las masculinidades indias y como forma de resistencia anticolonial.
La Revuelta cipaya y la masculinidad perdida: el babu afeminado
La historiografía de las últimas décadas ha reconfigurado la imagen del Imperio británico como ente todopoderoso y cada vez más historiadoras concluyen que la entidad colonial era una estructura desorganizada, caótica y convencida de su vulnerabilidad frente a la población indígena. En el caso de la India Británica, sería la Revuelta Cipaya de 1857 la que transformaría los discursos y políticas coloniales y los dotaría de una “ansiedad estructural”.
Tras su llegada a India a principios del siglo XV, la Compañía de las Indias Orientales, fundada como una empresa comercial con protección del Estado británico, estableció su propio ejército a mediados del siglo XVII. Dichas tropas estaban constituidas en su gran mayoría (7:1) por soldados indios, denominados cipayos. Sin embargo, el racismo estructural en el ejército colonial británico hacía que las condiciones de trabajo fueran desiguales para las tropas indígenas, quienes recibían un saldo menor y no podían escalar en la cadena de mando, reservada para oficiales británicos. Esto creó un ambiente de tensión y descontento que impedía el buen desempeño del ejército.
La gota que colmó el vaso llegó en Marzo de 1857, cuando soldados bengalíes recibieron la noticia de que sus cartuchos de munición habían sido embadurnados en grasa de cerdo y ternera. Es importante entender que la inmensa mayoría de estos eran musulmanes o hindúes, religiones que prohíben el consumo de cerdo y vacuno respectivamente, y los cartuchos debían prepararse con la boca. En Mayo de 1857, cipayos amotinados mataron a sus oficiales y capturaron Delhi, asesinando a hombres, mujeres y niños europeos. El sentimiento anticolonial era tan aparente en el resto del territorio que la rebelión se expandió de forma espontánea por toda la India, involucrando a diversos sectores y clases sociales.
La rebelión fue reprimida en 1858, sin embargo, la rapidez de su ignición y posterior extensión hizo que tanto la sociedad colona como la estructura política de la India británica considerase el motín como una “vasta conspiración”, opinión que fue extendida a través de distintos medios de comunicación y culturales coloniales. La ansiedad por la aparición de una nueva revuelta pasó a formar parte de la imaginación colectiva colonial, sumiendo a la India Británica en un estado de ansiedad cronificado que el historiador Kim Wagner denomina ansiedad estructural.
Estos miedos empujaron a la autoridad colonial a incorporar a la clase media Bengalí —denominada bhadralok— a sus bajos niveles administrativos (Colonial Masculinity. The ‘manly Englishman’ and the ‘effeminate Bengali’ in the late nineteenth century’, Manchester, 1995). El funcionario colonial A. O. Hume clamaba que la India se encontraba en “peligro inminente” de sufrir otro levantamiento y las clases medias indias eran necesarias como cortafuegos de cualquier intento de sedición (Allan Octaviam Hume: ‘Father of the Indian National Congress, Londres, 1913). Sin embargo, la entidad colonial fue víctima de su propio juego. Si bien la bhadralok había sido incorporada a su estructura administrativa para evitar sedición, la repentina cercanía de la población indígena a la institución hizo que se activaran nuevos mecanismos de ansiedad y alarma que produjeron la propagación del estereotipo del babu afeminado.
La figura del babu afeminado existía desde principios del siglo XIX como figura satírica para referirse a la nueva burguesía urbanita India. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo pasó a describir a las clases medias Bengalíes que habían recibido educación británica. Uno de los más famosos precursores de dicho discurso fue el historiador Thomas Macaulay: “La organización física del bengalí es debilucha hasta llegar a la feminidad. Vive en un continuo baño de vapor. Sus objetivos son sedentarios, sus apéndices delicados y es lánguido de movimientos. Durante mucho tiempo ha sido pisoteado por hombres de raza más fuerte y poderosa. Coraje, independencia, franqueza, son cualidades antitéticas a su constitución y ser. Su mente es análoga a su cuerpo. Para las acciones que requieren resistencia masculina es débil hasta rozar la inutilidad”.
La autoridad colonial India construía al hombre bengalí como débil y afeminado, especialmente en comparación con el hombre blanco inglés, para desempoderar a los nuevos administradores coloniales y justificar el proyecto colonial. Es decir, la figura del babu se había convertido en una ansiosa respuesta colonial que buscaba desempoderar a una parte de la población indígena que ahora podía competir con hombres británicos en las oposiciones al servicio civil.
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Es irónico pensar que esas mismas herramientas y discursos desempoderantes inspirarían a todo un movimiento nacionalista anticolonial en Bengal. De hecho, fueron los nacionalistas bengalíes los que utilizarían la recuperación de una masculinidad supuestamente perdida por sus interacciones con la Autoridad Colonial como uno de los motivos centrales de su movimiento político. Sarala Devi es un claro ejemplo de dicha lucha.
Sarala Devi Chaudhurani nació en el seno de una familia bhadralok en Jorasanko, Calcuta, en 1872. Es conocida como la primera mujer lider del movimiento nacionalista (Early Feminists of Colonial India. Sarala Devi Chaudhurani, Rokeya Sakhawat Hossain, Oxford University Press, 2002). Al igual que el resto de sus compatriotas bengalíes, también había internalizado el discurso que construía al hombre bengalí como pasivo y afeminado. Y estaba determinada a cambiarlo: “Decidí que mi primera misión sería transformar a los debiluchos bengalíes en robusts hombres, como sus compatriotas de Punjab, Maharashtra, etc. Y eso no era todo. Tenía que hacer algo conseguir que los hombres bengalíes se despojaran de su mentalidad pusilánime. Ver el mórbido miedo con el que nuestros hombres se enfrentaban a un Europeo de piel blanca era particularmente mortificante. Debemos erradicar esta horrible vulnerabilidad de las mentes de nuestros compatriotas. Así, ideé un plan de acción, tenía que ser combativa ¡Algo al estilo boxeo británico versus una pelea de puñetazos India!“ (The Scattered Leaves of My Life: An Indian Nationalist Remembers, Routledge, 2017),
A Devi no le podía importar menos impresionar a los colonos. Según ella, lo que hacía débiles a los bengalíes era su supuesta incapacidad para derrotar a los británicos y por ello estaba decidida a mejorar el físico y mente bengalí. Este “plan de acción” empezó con la apertura de un akhara o club de cultura física dirigido a la juventud bengalí. En este gimnasio se impartían clases de lucha cuerpo a cuerpo, boxeo, disparo de armas de fuego, lanzamiento de cuchillos y esgrima, entre otros. Uno de los profesores que aparece nombrado en muchas de las fuentes es Murtaza “un caballero musulmán” que se especializaba en dar clases de garrotes indios y habilidades con la espada. Sin embargo, el akhara de Sarala no era un gimnasio ordinario, sino un lugar donde la juventud era entrenada tanto física como políticamente para encabezar la lucha armada en contra de las fuerzas coloniales.
Tan popular se volvió el club, que varios akharas empezaron a aparecer por todo Bengal. La imagen colonial que los bhadralok habían internalizado viéndose como femeninos, cobardes y físicamente ineficientes, sumado a una cultura física ya existente en el territorio, hizo que los jóvenes se abalanzaran a la idea de mejorar sus condiciones físicas y recuperar su hombría.
Estos clubes de servicio social y ejercicio físico que entendían la cultura física como forma de patriotismo nacionalista se convirtieron en la principal forma de organización política en Bengal durante finales del siglo XIX/principios del XX (Serving the nation: cultures of service, association, and citizenship, Oxford University Press, 2005) De hecho, fue el akhara de Sarala el que inspiró al revolucionario Pulin Behari Das a empezar su propio “club”. Es más, Das llegó a convertirse en una de las principales figuras del Anushilan Samiti, el movimiento militante anticolonial más longevo de la historia de la provincia de Bengal, y una de las organizaciones revolucionarias más poderosas de la British India del siglo XIX.
El AS era una asociación anticolonial clandestina que se presentaba ante el Gobierno de Bengal como una organización estudiantil de carácter social cuyo objetivo era enseñar lucha cuerpo a cuerpo y esgrima para mejorar el desarrollo físico de los jóvenes bengalíes. (BL, Letter from F. W. Duke, to Secretary of India, Proceedings of Home Department, IOR/L/PJ/6/973, File 4289, Oct 1909). Algunas de las acciones del AS fueron el asesinato de varios altos cargos coloniales mediante el uso de explosivos como cartas bomba, el robo a instituciones coloniales, a la vez que realizaban servicios de tipo social como a alimentar a las víctimas de hambruna. La ironía de todo esto es que fueron las propias ansiedades estructurales del aparato imperialista las que tuvieron un rol primario en la movilización del nacionalismo bengalí y de su resistencia armada.
Siempre nos han mostrado al imperio Británico como una entidad todopoderosa y efectiva, casi omnipotente, pero nuevas historiografías nos muestran que, de hecho, la autoridad colonial y oficiales coloniales se sentían asustados y constantemente amenazados. Es interesante entender que, al igual que la masculinidad, el proyecto colonial es una idea de omnipotencia imposible, la cual está empapada de ansiedad y fragilidad. En el caso de la India, la cultura física sirvió como herramienta de desafío colonial y de movilización política que, en parte, fue facilitada por las políticas ansiosas del propio gobierno colonial.