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Cine
Al rescate de la Emma Cohen cineasta
Puede que asociéis a Emma Cohen a algunos de los filmes que hizo en las décadas de los años 70 y 80, antes de apartarse paulatinamente de las pantallas: entró al cine por el teatro y fue musa fugaz primero del underground barcelonés trabajando con Jorge Grau o Gonzalo Suárez y luego del fantástico español de los primeros 70 (en la estupenda Al otro lado del espejo de Jesús Franco, por ejemplo) antes de actuar con Colomo o Garci e iniciar una larga y fructífera vida en común, en la que el trabajo y el amor fueron a menudo la misma cosa, junto a Fernando Fernán Gómez.
Lo que menos gente sabe es que Emmanuela Beltrán Rahola, que nació en Barcelona y se llamó así antes de ser brevemente Emma Silva y luego Emma Cohen, no solo fue actriz en películas de Fernán Gómez como ¡Bruja, más que bruja! o El viaje a ninguna parte sino que este rol se invirtió en ocasiones, actuando el uno en los cortos de la otra. Además, también fue escritora y collagista.
En los principales diccionarios de cine español, los cortos dirigidos por Cohen son apenas una serie de títulos que pueden leerse a renglón seguido y ni siquiera las monografías sobre la historia del cortometraje en España o sobre cineastas pioneras van mucho más allá
Sus trabajos detrás de la cámara, a excepción del último de ellos, “María de las noches”, episodio que inauguró en 1989 la serie de TVE Delirios de amor y que puede verse en su repositorio digital, eran hasta hace poco prácticamente invisibles. En los principales diccionarios de cine español son apenas una serie de títulos que pueden leerse a renglón seguido y ni siquiera las monografías sobre la historia del cortometraje en España o sobre cineastas pioneras van mucho más allá. Esta circunstancia hizo del breve ciclo que pudo verse en enero en la Filmoteca de Catalunya y en Filmoteca Española algo parecido al hallazgo de un tesoro largo tiempo enterrado.
Son, en total, ocho piezas: seis cortos rodados entre 1969 y 1980 —La primera historia de Bartio, La plaza, Quería dormir en paz, La Chari se casa, ¡Yo que sé! y El séptimo día del sol— , el segmento “Tiempos rotos” de la película colectiva de 1980 Cuentos eróticos y el citado episodio de Delirios de amor.
Sobre los tesoros que alberga la casa con jardín en la periferia madrileña que Emma Cohen compartió con Fernán Gómez hasta la muerte de este en 2007, y la película que está ultimando su nieta, la también cineasta Helena de Llanos, Jose Durán Rodríguez ya escribió un texto para El Salto en 2017. De Llanos, que ha comisariado el ciclo de cortometrajes y supervisado su restauración, compartió alegrías y confidencias con la actriz y cineasta durante sus últimos años de vida y heredó a su muerte en 2016 no solo la vivienda sino también una ingente cantidad de material escrito y gráfico de sus abuelos.
Culturas
Los tesoros por descubrir de Fernán Gómez y Emma Cohen
Fue al descubrir todavía en vida de Cohen La Chari se casa, conmovedora y exultante muestra de cine directo que registra unas nupcias gitanas, cuando De Llanos empezó a rastrear los demás cortos y trabajos para la televisión de su abuela. Los negativos originales en 35 milímetros se hallaban desperdigados entre los archivos de Filmoteca Española y de la Filmoteca de Catalunya, que se ha encargado de restaurar y digitalizar las piezas con la colaboración de algunos de los productores con los que Cohen trabajó, entre los que están Pere Portabella, Augusto M. Torres o Núria Espert.
Los rasgos que caracterizan el cine de Emma Cohen son su empático interés por otras formas de vivir en sociedad o al margen de la misma, la preponderancia de las subjetividades femeninas y un deseo de experimentar con el lenguaje cinematográfico
En el documental, también conocido bajo el título Boda gitana, que es el que aparece en pantalla, se advierten tres de los rasgos que caracterizaron a la Emma Cohen cineasta: su empático interés por otras formas de vivir en sociedad o al margen de la misma, la preponderancia de las subjetividades femeninas y un deseo de experimentar con el lenguaje cinematográfico del que quizá se contagió en su temprano contacto con los miembros de la Escuela de Barcelona. En este caso, la voluntad de alterar la percepción del espectador se concreta en el uso de una segunda banda de sonido en la que la novia, confrontada a posteriori con el material montado, comenta de forma espontánea las imágenes del día de su boda.
El alegre alborozo de los festejos se torna de pronto en incomodidad: somos testigos del ritual gitano del ajuntamiento, durante el cual se introduce un pañuelo en la vagina de la novia para comprobar si es virgen, condición necesaria para que pueda celebrarse el enlace. Según relató Helena de Llanos en el coloquio posterior a la proyección en la Filmoteca de Catalunya, al llegar a esta escena filmada en plano fijo desde la cabecera de una cama en una habitación pequeña y atestada, la novia perdió brevemente el conocimiento las dos veces que Cohen le mostró la grabación y tan solo pudo articular palabra la segunda vez, soltando algún improperio que evidenciaba su mal trago a la vez que cuestionaba la naturaleza del ritual.
El jardín de senderos que se conectan
Fechada en 1977, La Chari se casa se ubica cronológicamente en la sección central de una filmografía atravesada por el mismo anhelo de libertad y exploración que llevó a Emma Cohen a irse de casa y abandonar la carrera de Derecho para dedicarse al teatro y al cine tras conocer de primera mano el mayo francés del 68. Si nunca dio el salto al largometraje no fue porque no lo tuviera en mente: en una entrevista concedida en 1979 al programa Vostè pregunta de TVE Catalunya, Cohen decía que tras rodar siete cortos se sentía sobradamente preparada para dirigir un largo, e incluso revelaba su deseo de adaptar a Mercè Rodoreda. Pero no le llegó la oportunidad.
También en esa entrevista, la cineasta describía La primera historia de Bartio, su enigmático primer corto, como la historia de “alguien que busca cosas, que encuentra otras y que camina y camina buscando la verdad”. Y lo cierto es que esa figura del que se aventura a la intemperie vertebra unas películas repletas de pasadizos que las comunican tanto temáticamente como a través de imágenes que se espejan: por ejemplo, la falta de expectativas y el entumecimiento doméstico que cercan en clave surrealista a Julieta Serrano en ¡Yo que sé! derivan en la sed de calle y cuerpos de María de las noches, cuya protagonista tampoco encuentra consuelo alguno en la televisión.
Un sencillo movimiento de cámara, en esta última película, contiene la política (y la poética) del espacio público de Cohen: María (Vicky Peña) comprueba su reflejo en un escaparate antes de lanzarse a la noche cuando un hombre maduro pasa y la increpa por detrás; con el silencio y el desdén por toda respuesta a la mirada fiscalizadora masculina, se saluda afectuosamente con una prostituta travesti que espera clientes junto a sus compañeras y sube a un taxi, conducido también por una mujer.
En el luminoso El séptimo día del sol, su último cortometraje propiamente dicho, es la cadenciosa voz de Fernán-Gómez la que escruta a una muchacha que corre por los alrededores agrestes de Cadaqués. Es este un paisaje de la infancia de la cineasta, que ya lo había filmado en La primera historia de Bartio, donde por momentos la cámara se deslizaba por las rocas o la hierba como si quisiera arrancar a volar.
Las páginas de Ese vago resplandor, la última novela de la autora, publicada en 2011, retoman el universo madrileño de María de las noches de la mano de la artista vagabunda Julia Proteus. Este personaje le sirve a Cohen para rememorar fragmentos de su propia vida y para plasmar por escrito su fascinación por quienes se ven arrojados a la calle, ya presente en algunos de sus primeros cortos, como la miniatura absurdista La plaza y el sensible retazo de vida de Quería dormir en paz. Cabe preguntarse si la clocharda que deja escapar el metro y a la que la misma Emma Cohen da vida en la breve secuencia de enlace que precede a “Tiempos rotos”, su episodio para el filme colectivo Cuentos eróticos, no es ya una encarnación primigenia de Julia Proteus.
En esta pieza en la que Ana Belén y Alicia Sánchez protagonizan un lúdico despelote el sonido es esencial para trasponer el peso de los recuerdos. Y Ana Belén grita un “¡estáis todos muertos!” que rima de una forma extraña con el mensaje que Bartio confía a una botella en el primer corto de la cineasta, informando de que ha llegado y no está muerto. Como si en el tránsito entre la España del 69 que aguardaba el fin de la dictadura y los efervescentes años de la Transición (Cuentos eróticos es de 1980) se hubiera perdido algo. La esperanza, quizá, de poder cambiarlo todo.
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En los resueltos caminos de la realidad se formó un sendero que pocas y pocos se atrevieron a transitar.
Ella fue una de ellos.
Si es así, que despierte la Bestia, y se nos coma a todos; pero ella. A ella me refiero.
TodOs digo, porque ella lo descubrió; que nuestro masculino venía de "un" neutro adaptado. Y que se "binaría" cuando el enunciado no estaba claro, como al principio que he puesto "pocas y pocos", así se distingue.
Muchas gracias.
Besos.