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Culturas
Los tesoros por descubrir de Fernán Gómez y Emma Cohen
El 21 de noviembre se cumplen diez años del fallecimiento de Fernando Fernán Gómez y 71 del nacimiento de Emma Cohen. La pareja, y la casa que compartieron, protagoniza un trabajo poco habitual: una película de ficción muy documentada que está pergeñando su nieta, Helena de Llanos.
Esta es una historia cargada de magia. La que desprende una casa, el espacio en el que se desarrolla. La de la relación, también mágica, que dos personas tejieron a lo largo de casi cuarenta años. Y la de una película que, cuando esté terminada, aceptará gustosamente ese calificativo.
Presentemos ahora a los protagonistas.
El 21 de noviembre se cumple una década de la muerte de Fernando Fernán Gómez, coloso de las artes escénicas, el cine y las letras en España. Ese mismo día, Emma Cohen soplará 71 velas por su cumpleaños, allá donde esté. Escritora, actriz —¿recuerdan a la Gallina Caponata de Barrio Sésamo? Ella era quien estaba dentro; también participó en la histórica representación de Marat-Sade de Peter Weiss dirigida por Adolfo Marsillach en 1968— y revolucionaria, conoció a Fernán Gómez en 1970 durante el rodaje de la película Pierna creciente, falda menguante. Desde entonces formaron un tándem personal y profesional.
Helena de Llanos (Madrid, 1983) es la nieta de Fernán Gómez y Emma Cohen, aunque, como ha dicho en alguna ocasión, no lleva el apellido de uno ni la sangre de la otra.
Y la casa, el escenario de esta historia mágica, es un chalé de varias alturas, con jardín y huerto, que la pareja adquirió a mediados de los años 80 para poder vivir en el campo sin alejarse demasiado de la gran ciudad.
De Llanos recibe a El Salto en la misma puerta de la finca, donde fijó su residencia en el verano de 2016 tras el fallecimiento de Emma Cohen. “Ella decidió que la casa fuera para mí y me lo comunicó bastante antes de irse. Fue una gran alegría cuando me lo dijo pero también significaba que ella no estaría, así que lo olvidé hasta el día que me vine a vivir aquí, cuando comenzó un viaje completamente nuevo”, describe.
Ese traslado le ha supuesto, además de un “cambio absoluto”, vivir entre los numerosos libros, documentos, manuscritos y pequeñas obras de arte domésticas que la pareja creó y acumuló durante años. También entre los recuerdos, muy presentes. “Es todo el tiempo una mezcla de melancolía y disfrute permanente —explica— porque está lleno de sorpresas, como si hubieran dejado cosas por cajones y las vas encontrando. Es tan divertido y estimulante, y aprendo tanto, que aunque sea muy duro vivir rodeada por sus cosas sin ellos, resulta de mucho disfrute. Hay días que pienso qué coño hago aquí y otros que dónde voy a estar mejor”.
En ese proceso de acostumbrarse, le echó una mano el pasado: “Es una casa que siempre he asociado a la diversión. Lo que ellos siempre me transmitieron, una casa de mucha gente, de muchas risas, de jugar a interpretar entre ellos dos. Ya antes de vivir aquí tenía la sensación de que el abuelo no se había ido y ahora tengo la misma sensación: que los dos están aquí de múltiples maneras. Me gusta seguir sintiendo que es su espacio”.
Aunque De Llanos apenas vio a su abuelo durante los últimos años porque vivía fuera, conserva una memoria muy fresca de su relación con él. “Era escasa pero continua, de pequeños veníamos cuatro o cinco veces al año y pasábamos el día entero aquí. Era la casa de los abuelos mágicos, de juego permanente. Como niños, era flipante”. Lo que más recuerda de su abuelo es su olor —“yo pensaba que era el olor de lo pelirrojo”— y la suavidad de su piel. La última vez que le vio, rememora, conversaron en silencio con las manos entrelazadas.
En los últimos nueve años, ya sin él, estrechó mucho el vínculo con Emma Cohen y con la casa, mediante frecuentes visitas en las que “venía aquí a cuerpo de reina: a ver a mi abuela tres, a escucharla, a ver películas y leer con ella, a que me contara sus fascinantes historias desde mayo del 68 hasta ahora. Una mujer de la que he aprendido muchísimo”.
De esos momentos y confidencias compartidas surgió y creció la idea de hacer una película. De Llanos trabaja en el audiovisual, donde ha desarrollado documentales de carácter autogestionado y participativo, sin actores ni actrices profesionales, sino con gente no habitual de estos ambientes, como colectivos de mujeres o chavales.
En 2014, animada por Cohen, comenzó la investigación para hacer un documental sobre su abuelo, pero el proyecto giró tras la muerte de ella y la mudanza a la casa. “He pasado de hacer un trabajo sobre ellos a vivir en su espacio y estar rodeada del escenario de la película 24 horas. Les estoy conociendo a unos niveles que no conocía antes. Emma ha pasado a ser un personaje central de la película y asumí que mi persona también tiene que estar en la historia, al principio era un trabajo de investigación pura”.
Lo que quiere ahora con la película, “una ficción muy documentada” cuyo guión está avanzado y espera rodar en mayo de 2018, es contar una historia de trabajo y amor “entre dos personas, mis abuelos Fernando y Emma, que supieron quererse muy bien y de una manera muy libre”.
Para ello emplea abundante material de archivo de cine, literatura y teatro, gran parte del cual se conserva en la casa y es desconocido, y en el que ella está buceando. “La película es un viaje, mi viaje, al interior del universo creativo de Fernando y Emma”, resume. Su mayor dificultad, reconoce, está siendo transitar “esa línea sutil entre hacer una terapia audiovisual que me sirva a mí o contar una historia que merece la pena contar”.
Junto a la película, De Llanos también tiene en mente constituir un archivo de acceso público con ese material que va encontrando y clasificando en la casa. Textos inéditos, fotografías, guiones de trabajo, la cartilla de afiliación a la CNT durante la Guerra Civil, cartas de admiradores, premios, el baúl de Carola —la madre actriz de Fernán Gómez—, que le están revelando la inmensidad de la persona que fue su abuelo y del trabajo que llevó a cabo en vida.