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Carta desde Europa
Locura metódica
Si se efectúan concesiones al Reino Unido, ello podría servir a otros Estados como precedente para obtener concesiones.
Director emérito del Max Planck Institute for the Study of Societies de Colonia.
No puede dejar de sorprender lo extraña que resulta la reacción de París, Berlín y Bruselas ante la intención británica, basada en el voto popular, de abandonar la Unión Europea. Los medios continentales, aduladoramente partidarios de la misma, están obsesionados con las bizarreries y las excentricidades de las política británica en torno al Brexit. Un objetivo favorito de estos medios son los intentos protagonizados por la actual primera ministra británica, desgarrada entre las diversas facciones de su partido, la oposición y el país en general, de construir una mayoría que respalde su acuerdo con la Unión Europea.
En muy raras ocasiones, si es que logramos detectar alguna, encontramos una palabra de respeto por una lideresa política temerosa de que su país se fracture por la convocatoria de un segundo referéndum que ella intenta evitar incluso al precio de verse retratada como una ridícula metepatas. Tampoco encontramos reconocimiento alguno de la notable transparencia del proceso democrático británico.
Las opciones en liza compiten a la luz del día en un Parlamento en el que la jefa del gobierno tiene que enfrentarse cara a cara con el líder de la oposición, forzada a contestar cuestiones que se encadenan en intensos diálogos con los representantes electos de la nación. ¡Cuánto hubiéramos agradecido que Frau Merkel se hubiera hallado expuesta a interrogatorios públicos de este tipo cuando todavía ejercía el poder, siendo como es una política que brilla por sus ambigüedades calculadas para comprar tiempo, expresadas, además, en un lenguaje intencionalmente fofo prefabricado por un enorme equipo de ventas formado por analistas electorales y especialistas en grupos de discusión!
La fecha de la partida del Reino Unido de la Unión Europea se conoce desde hace dos años. Tiempo suficiente, podríamos pensar, para intentar mantener al país en el club europeo iniciando reformas reales en pro de una sistema de cooperación intraeuropea menos centralista, menos rígido, en lugar de optar por la coerción. Haber comenzado por hacer concesiones razonables sobre la política migratoria podría únicamente haber sido el truco. O, de eludirse esta opción, se podrían haber iniciado los preparativos para efectuar una separación pacífica, como la acaecida en la década de 1990 entre Chequia y Eslovaquia.
Los derechos de los ciudadanos británicos y europeos que viven respectivamente en la Unión Europea y el Reino Unido podrían haber sido acordados; las normas sobre el tráfico aéreo y los procedimientos y tarifas aduaneros podrían haber sido objeto de acuerdo. Nadie sabe si los partidarios de la línea dura presentes en el partido de May habrían logrado sabotear este planteamiento, pero el hecho es que no se ha hecho intento alguno de explorar esta vía.
También podríamos haber pensado que la industria alemana, un grupo de presión poderoso donde los haya, persuadiría al gobierno de su país para que le asegurase un acceso seguro a uno de sus mayores mercados de exportación. Nada se hizo tampoco en este sentido. Únicamente ahora que un “Brexit duro” se halla a las puertas comienzan a contemplarse propuestas prácticas, la mayoría de las cuales, sin embargo, se insertan en un contexto de escenarios de pesadilla: en el Reino Unido por un gobierno que intenta construir una mayoría para su tratado con Bruselas y por el lado europeo como un intento realizado en el último minuto para que la opinión británica bascule contra el propio Brexit.
¿Por qué ha sucedido esto? ¿Por qué esta increíble irresponsabilidad por parte de la Unión Europea y de sus principales potencias, en particular Alemania y Francia? Su prioridad esencial, que hasta la fecha se ha impuesto a todo otro tipo de consideraciones, es mantener la disciplina sobre el resto de Estados miembros de la Unión Europea, muchos de los cuales tienen quejas similares a las británicas respecto a la “integración europea” en su forma actual.
La Comisión conserva la esperanza de que, mediante la humillación de los británicos (y en el mejor de los casos obligándoles a confesar sus pecados y a volver a la Iglesia no reformada), otros serán disuadidos de intentar otro amotinamiento
Si se efectúan concesiones al Reino Unido, ello podría servir a otros Estados como precedente para obtener concesiones. A la postre, el proyecto del súper Estado europeo, todavía profundamente arraigado en Bruselas, así como los diversos diseños imperiales de Berlín, París o del “núcleo europeo” franco-alemán correrían el riesgo de tener que ser finalmente aparcados. El tratamiento europeo del Reino Unido en estos momentos no representa sino un desesperado intento de salvar de su destrucción un diseño político periclitado.
Se trata de una apuesta de envergadura económica, política y cultural por parte de una clase política en declive unida en torno a un superestatismo neoliberal que ha sobrevivido a sí mismo: una apuesta efectuada no solo sobre las espaldas del pueblo británico, sino también sobre las del resto de los pueblos de Europa. La esperanza de que, mediante la humillación de los británicos (y en el mejor de los casos obligándoles a confesar sus pecados y a volver a la Iglesia no reformada), otros serán disuadidos de intentar otro amotinamiento.
Recientemente, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea consideró si el Reino Unido podría, en caso de que así lo deseara, retirar su decisión de abandonar su pertenencia a la Unión Europea. La Comisión Europea sostuvo que ello debería ser imposible, dado que, si así fuera, otros Estados miembros se sentirían animados a iniciar procesos de abandono de la Unión Europea en el curso de los cuales negociarían concesiones que, una vez obtenidas, les permitirían cancelar posteriormente los procedimientos de salida. Pura locura, podríamos pensar, pero dotada de sistema. Como Hamlet, un atento observador de un Estado decadente, expresó celebérrimamente: “Aunque esto sea locura, no podemos negar que existe método en la misma”.
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