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Carta desde Europa
Insubordinación por todas partes
El BCE en particular, dirigido por el viejo neoliberal italiano Mario Draghi, ya ha enviado sus advertencias al gobierno italiano y a sus votantes. ¿Quizá espera que retornen sus derrotados caballos de batalla neoliberales Monti y Renzi?
Director emérito del Max Planck Institute for the Study of Societies de Colonia.
La esperanza nunca muere o, al menos, vende cara su muerte. En un acto de insubordinación internacional, el nuevo gobierno italiano ha anunciado que su presupuesto contempla un déficit del 2,4% del PIB. Esta cifra se añadirá a la deuda pública italiana, que alcanza el 131% del mismo y se sitúa en el segundo puesto de las registradas en la Eurozona, tan solo por detrás de la de Grecia. En un primer momento, el nuevo gobierno italiano había contemplado un idéntico déficit para los tres próximos años, pero posteriormente “los mercados” se impacientaron, el spread (prima de riesgo) aumentó y Bruselas fue presa del pánico. Italia, por favor, no nos hagas la vida aún más difícil. Así que los italianos hicieron saber que el próximo año estaba todavía lejos, que los presupuestos se aprueban únicamente para un ejercicio y que el crecimiento económico producto del gasto desencadenado por el déficit reduciría la deuda pública en cuatro puntos porcentuales en un plazo de tres años (si debemos creer las estimaciones). Un gran suspiro de alivio.
En estos momentos, el presupuesto ha sido condenado por la Comisión Europea, el FMI y el Banco Central Europeo, y ha sido objeto de atención por las funestas agencias de rating. ¿Concluirán estos organismos que ha incumplido las normas? A la postre, se mostrarán reacios a decirlo tan claramente para no permitir que los “populistas” que gobiernan Italia lancen y ganen una campaña “antieuropea” en las inminentes elecciones al Parlamento Europeo del próximo año. Juncker, el inveterado fontanero al frente de la Comisión, ya ha apuntado al perdón. Por otro lado, si él y sus colegas institucionalistas no desean ponerse en ridículo, no pueden aceptar públicamente la revuelta de Italia contra la austeridad. Después de todo, un mayor gasto financiado mediante el déficit puede hacer la deuda italiana insostenible. ¿Quién garantizaría después que los todopoderosos “mercados” recuperasen su dinero? Además, cuando el valor de los títulos financieros italianos decline tras la venta de los mismos por los inversores, los bancos italianos que han invertido en ellos pueden tener problemas.
En consecuencia, el BCE en particular, dirigido por el viejo neoliberal italiano Mario Draghi, ya ha enviado sus advertencias al gobierno italiano y a sus votantes. ¿Quizá espera que retornen sus derrotados caballos de batalla neoliberales Monti y Renzi? Pero Draghi no debe jugar demasiado fuerte. Si propicia que “los mercados” piensen que Italia puede que verse obligada a recurrir a la quiebra, estos podrían entrar en pánico y Draghi ya no será capaz de hacer “todo lo que sea necesario” para defender al euro. Por otro lado, “los mercados” pueden apostar a que el BCE y Alemania encontrarán los modos de rescatar secretamente a Italia para así proteger a los bancos alemanes, franceses e italianos y su apuesta puede mantener el coste del crédito para Italia lo suficientemente bajo como para ser manejable.
Pero, ¿pagará Alemania si lo peor se convierte en lo absolutamente peor? También aquí nos encontramos con insubordinación. Schäuble, el tirano del Eurogrupo, ha abandonado el gobierno, pero Merkel se halla debilitada y muy probablemente a punto de concluir su ciclo. Su partido está perdiendo votos, muchos a favor de Alternative für Deutschland, y es difícil imaginar que pueda convencerlo de que apoye una nueva, necesariamente gigantesca, operación de “rescate”. En el cuadro también están presentes el SPD, todavía socio de coalición, y su ministro de Finanzas, que cree en el presupuesto equilibrado igual de firmemente que Schäuble. El hecho de que su partido pueda hallarse en estos momentos en su lecho de muerte parece no importar. Quizá en un acto de heroico esfuerzo Merkel decida expulsar al SPD de la coalición y reemplazarlo por los Verdes, que atestiguan su europeísmo prometiendo “solidaridad” alemana con los países que sufren bajo la moneda común germánica. Pero, ¿serán capaces de imponer su voluntad como socio minoritario de la CDU/CSU?
Entretanto, las cosas continúan disgregándose. Macron se halla casi tan debilitado como Merkel y sus grandiosas ideas sobre la reforma europea se hallan sumergidas por la crisis italiana y el próximo fin de la canciller alemana. ¿Un ministro de Finanzas de la Eurozona con un Parlamento para la misma y un presupuesto propio para generar “inversión” en cualquier punto de Europa todavía por determinar? Olvidémoslo. Otra crisis griega, se oye por ahí, está cociéndose, afectando esta vez —¡sorpresa, sorpresa!— al sector bancario del país. Y el Brexit se aproxima inexorable sin que nadie sepa qué tipo de acuerdo puede ser aceptable para los partidarios de la línea dura en Bruselas y al mismo tiempo ser aprobado por el Parlamento británico. Insubordinación por todas partes.