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Crisis climática
La crisis climática también afecta a tu salud
Mientras la emergencia sanitaria derivada de cuestiones como la contaminación medioambiental se hace cada vez más palpable, en todos los foros mundiales se discute sobre el crecimiento económico eterno, en lugar de centrar las políticas en reducir el aire nocivo.
Desde que la iniciativa Fridays for Future fuera impulsada por la activista sueca Greta Thunberg en agosto de 2018, miles de concentraciones en defensa de la responsabilidad climática se han organizado a lo largo y ancho del planeta. El 27 de septiembre estas acciones culminaron en una huelga mundial que pretendía trasladar a las instituciones la necesidad de ponerse manos a la obra en la lucha contra el cambio climático, lo que pasa inexorablemente por declarar la emergencia climática. De no comenzar a tomar medidas de inmediato las consecuencias serán catastróficas en muchos aspectos, incluida la salud global.
Ya por 2009, una comisión de expertos de la revista médica the Lancet y el University College London declaró que el cambio climático es la principal amenaza para la salud del siglo XXI. Hoy en día, los efectos directos e indirectos del cambio climático en la salud individual y poblacional son cada vez más palpables. Por efectos directos entendemos los debidos al incremento de la mortalidad inmediata secundaria al mayor número y gravedad de eventos catastróficos, como inundaciones, sequías o incendios. Los indirectos se manifiestan como cambios a largo plazo en los sistemas sociales y ecológicos e incluyen la falta de acceso a agua potable, el aumento de la contaminación atmosférica y mayor gravedad de los brotes de enfermedades infecciosas, entre otros.
Un estudio de 2012 estimó que el 23% de las muertes a nivel global estaban relacionadas con el ecosistema, de las cuales en niños por debajo de 5 años se podrían prevenir hasta el 26%. Por ejemplo, sólo en el periodo entre el año 2000 y el 2016, la población expuesta a olas de calor extremas aumentó en 125 millones, causando directamente 38.000 muertes en personas mayores de 65 años. Por otro lado, un reciente estudio cuantitativo de la Organización Mundial de la Salud sobre efectos del cambio climático en la mortalidad, estima que entre 2030 y 2050 se producirán 250.000 muertes más cada año. En relación a la contaminación ambiental, el aumento de la mortalidad ya es constatable. En 2013, el 87% de la población mundial vivía en zonas con una calidad del aire que no alcanza los estándares de la OMS. Las enfermedades cardiorrespiratorias secundarias a esta contaminación provocan 7 millones de muertes cada año (1 de cada 10). Otro organismo internacional, el Banco Mundial, pronostica que más de 100 millones de personas podrían volver a estar en situación de pobreza extrema para el año 2030, con el impacto en la salud que eso implica.
En cuanto a enfermedades infecto-contagiosas, la incidencia del dengue ha aumentado un 6% desde 1990, y para 2030 más de 150 millones de personas estarán en riesgo de malaria por la expansión del hábitat del mosquito vector. El aumento de la temperatura también afectaría a las cosechas, disminuyendo un 6% las de trigo y un 10% las de arroz por cada grado, lo que contribuye a que se considere la desnutrición como el mayor impacto que tendrá el cambio climático en la salud poblacional. Esto afectará especialmente a la infancia: 7,5 millones de niños más sufrirán desnutrición en 2030, de los cuales en 4 millones estará catalogada como severa.
Una de las condiciones más olvidadas es la salud mental, que se verá afectada tanto por efectos directos como indirectos del cambio climático, incluyendo el impacto psicológico de las pérdidas económicas a consecuencia de las catástrofes, pérdida de cosechas y relación con aumento en las tasas de suicidio de trabajadores rurales, desplazamiento forzado y migración, y secuelas físicas de los efectos directos, entre otras causas.
El cambio climático afectará principalmente a países empobrecidos y a comunidades vulnerables como migrantes, mujeres o personas con diversidad funcional
Todo ello afecta profundamente a nuestro sistema económico, social y político, haciendo que el concepto de determinantes sociales de la salud cobre mayor importancia a la hora de entender las consecuencias de este cambio de paradigma. La evidencia corrobora que el cambio climático afectará principalmente a países empobrecidos y a comunidades vulnerables incluyendo migrantes, mujeres o personas con diversidad funcional. Empeorarán todos los aspectos de la salud, desde la salud mental pasando por enfermedades crónicas, infecciosas hasta lesiones directas de catástrofes como decíamos previamente.
El principal punto recomendado por la OMS para combatir estas cifras es “aumentar la resiliencia de sistemas sanitarios”, sobre todo en países empobrecidos. Nadie discute la lógica de la recomendación, sin embargo el concepto de resiliencia en este contexto resulta cuanto menos paradójico: parece que el foco de mitigación debe ser el aguante de servicios sanitarios ya extremadamente vulnerados en vez de centrar la estrategia en disminuir las causas deaumento de la temperatura global. Suena a responsabilizar a sociedades vulnerables de la“preparación” que puedan tener para hacer frente a estas circunstancias, en lugar de exigir la rendición de cuentas a los países más industrializados, que son los principales responsables de esta catástrofe.
Greta Thunberg recalcó la semana pasada que mientras la gente sigue sufriendo y muriendo, de lo único que se habla en los foros políticos es de crecimiento económico eterno. La realidad es que para combatir la catástrofe climática hace falta un cambio estructural de este sistema económico basado en el crecimiento asintótico; esa es la única manera de que los efectos a corto plazo en la salud poblacional no sean devastadores.
Dentro de la reflexión sobre el sistema que queremos debemos plantearnos qué tipo de sistemas sanitarios queremos, qué entendemos por salud, qué importancia queremos darle a la salud pública y comunitaria y cómo podemos trabajar desde lo interdisciplinar para llegar a una sanidad universal ecologista y equitativa. Debemos cuestionarnos de base nuestro modelo de desarrollo y nuestra civilización. En un momento de nihilismo de cara al futuro cercano como en el que nos encontramos ahora, tenemos una última oportunidad para trabajar desde el compromiso social, la lucha y la creatividad.