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Crisis climática
De árboles, coches y tranvías
Estamos en plena crisis ecológica a nivel global. Tenemos por delante una gestión muy complicada de nuestras relaciones con nuestro entorno a nivel planetario. En este contexto, es más importante que nunca lo glocal, es decir, pensar globalmente y actuar localmente.
Si pensamos globalmente, apoyándonos en datos científicos, debemos darnos cuenta que el petróleo y el gas barato llegarán a su fin de aquí a 2030 (sí, has leído bien). Esta carestía energética dificultará la extracción, el transporte y la purificación de minerales ricos en elementos claves para la economía actual y su electrificación (fosfatos, uranio, litio, manganeso, tierras raras, etc.). Por lo tanto, a la disminución de la oferta energética se le sumará una disminución de materiales claves a nivel socio-económico. Esto implica, por ejemplo, unido al cuello de botella tecnológico de la recarga y la duración de las baterías, que un escenario en el que el parque automovilístico actual se sustituya por coches eléctricos es pura ciencia ficción. Los coches eléctricos solo llegarán a unos pocos entre quienes, muy posiblemente, no estés tú. Además, por poner otro ejemplo, la producción, transporte, instalación y mantenimiento de dispositivos de energías renovables para producir electricidad a escala industrial también se verá afectada por la carestía energética y de materiales claves.
Al mismo tiempo, si todo continúa como hasta ahora, alrededor del año 2030 será demasiado tarde para frenar el cambio climático. Es decir, el calentamiento global se autoalimentará, más allá de lo que hagamos, camino de una fase de calentamiento brusco que golpeará especialmente fuerte al sur de la Península Ibérica. Estamos en una emergencia climática y, en general, ambiental.
Pensando científicamente, más allá de mitos, bulos, fatalismos y autoengaños tecno- optimistas, las ciudades son claves para actuar localmente en este escenario global. Es en las ciudades donde se concentra, por ahora, la mayor parte de la humanidad. La actuación glocal metropolitana debería ir en dos direcciones: la mitigación, es decir, intentar solucionar las problemáticas ambientales, y la adaptación, es decir, hacer frente a dichas problemáticas para minimizar sus efectos negativos.
Los alcaldes y alcaldesas deberían estar plantando masivamente árboles en las calles para secuestrar carbono atmosférico
Respecto a la mitigación, alcaldes y alcaldesas de grandes ciudades deberían, por ejemplo, estar tomando medidas drásticas para reducir las emisiones contaminantes, incluyendo los gases de efecto invernadero. Al mismo tiempo, deberían estar plantando masivamente árboles en calles y nuevas zonas verdes para secuestrar carbono atmosférico. No tiene sentido seguir diseñando las ciudades para los coches cuando dentro de pocos lustros circularán pocos vehículos privados por las calles de nuestras ciudades. Los ayuntamientos deberían dar ejemplos que inspiren a la ciudanía para construir y vivir ciudades más amables. A su vez, la ciudadanía debería presionar políticamente a los gobiernos municipales para que actuaran, al tiempo que actúa independientemente. Afortunadamente, hay ejemplos, aunque insuficientes, de ciudadanía autoorganizada en este sentido.
Ecologismo
Ecología Un estudio universitario alerta de que el 23% de las zonas de Sevilla no tienen árboles
De cara a la adaptación a la crisis ecológica, también hay que inundar nuestras urbes de vegetación que filtre partículas contaminantes y regule el clima urbano, disminuyendo el efecto “isla de calor” de las ciudades. Vegetación que sea hábitat de biodiversidad urbana que, por ejemplo, regule posibles plagas de mosquitos que traerán enfermedades catalogadas hasta ahora como “tropicales”. En este sentido, es importante tener claro que un árbol grande no es lo mismo que uno, dos o tres árboles jóvenes. Un árbol maduro ofrece más servicios ecosistémicos y con mayor intensidad que los jóvenes.
Aterrizando en mi área metropolitana, el Ayuntamiento de Sevilla ha disfrazado de “verde” y “ecológico” el proyecto de un nuevo tranvía que llegará hasta el Centro Comercial Nervión Plaza y eliminará más de 120 árboles maduros de la mediana de una gran avenida. Árboles que se quitarán para no reducir el espacio dedicado a los coches. Se trata de un proyecto que sigue santificando el uso de coches privados, incluyendo la construcción de un costoso túnel. Un proyecto para insistir en los peores errores de diseño urbanístico del siglo XX y que muestra que el Alcalde de Sevilla no ha aprendido nada de la experiencia bioclimática de la Expo92.
Un proyecto de “tranvía verde” al servicio de las grandes empresas constructoras que costará más de 31 millones de euros. La alternativa es sencilla y mucho más barata, por lo que podría extenderse a más superficie. Solo habría que escuchar a los movimientos sociales para encontrarla: no eliminar ningún árbol, sino plantar más árboles que se sumaran a los ya existentes, ampliar la superficie de carriles bici y las zonas peatonales con pérgolas vegetadas, eliminar espacio para los coches (carriles de circulación y aparcamientos), colocar fuentes y otros puntos con agua, instalar pasos de peatones elevados en badenes y otras estructuras que disminuyen la velocidad de los coches, e instalar carriles para uso exclusivo de buses eléctricos. Pero para empezar a diseñar una ciudad del siglo XXI hay que poner a las personas por delante de los beneficios de las constructoras. Hay que pensar glocalmente.