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Bienes comunes
Por una ciudad más saludable: La Casa Invisible como activo de salud
Frente a un modelo que medicaliza la vida y mercadea con ella, comunidades como la que conforma la Casa Invisible son capaces de generar espacios para mantener el bienestar y sostener los cuidados
Lo saludable está de moda: refrescos, batidos, alimentos y prácticas que nos venden como saludables en un intento del capitalismo de mercantilizar cualquier esperanza de vivir una vida mejor. Lo participativo no se queda atrás: desde las instituciones se llenan la boca hablando de participación por aquí, participación por allí, aunque en la mayoría de los casos se limite a una consulta con algunas asociaciones que viven de las subvenciones de las propias instituciones. Todo aún demasiado lejos de lo que significa realmente la participación: democratizar la vida y elaborar las políticas que nos afectan.
En la mezcla de estos dos términos, “saludable” y “participativo”, han ido surgiendo, tanto desde lo institucional como desde lo privado, propuestas con las que subirse a este carro. Campañas que hablan sobre contaminación, caminabilidad, equidad, etc. Todas ellas muy “participativas” y “saludables” en el nombre, cuando sólo han sido lavados de cara que no han propuestos cambios estructurales.
Por ejemplo, el plan Municipal Málaga Saludable 2016-2020 es el documento sobre el que trabaja el Ayuntamiento de Málaga. En teoría, debería ser ambicioso si su intención es la de mejorar la salud de la gente que vive en nuestra ciudad. Sin embargo, ya en su introducción, deja clara la falta de voluntad para abordar cambios de calado que puedan generar mejores condiciones de vida y da por perdida cualquier posibilidad real de abordar los problemas de salud de nuestra ciudad desde una perspectiva colectiva.
Y en medio de toda esta apropiación de lo participativo y lo saludable, nos encontramos con la noticia de que el Ayuntamiento de Málaga quiere cerrar la Casa Invisible. Pero, ¿qué tiene que ver el cierre de un centro social (ocupado, autogestionado) con la salud de la ciudad? Es irónico, justo es reconocerlo, que las excusas para cerrar la Casa Invisible sean precisamente criterios de salud pública: insalubridad del agua, riesgo de derrumbe o de incendios... Mejor haría el ayuntamiento en plantear a las claras la voluntad de acallar espacios culturales libres y la gran cantidad de intereses económicos detrás de este edificio público en un centro abandonado durante años.
Citando un trabajo de la Escuela Andaluza de Salud Pública, “un activo de salud puede definirse como cualquier factor (o recurso), que mejora la capacidad de las personas, grupos, comunidades, poblaciones, sistemas sociales y/o instituciones para mantener y conservar la salud y el bienestar así como para ayudar a reducir las desigualdades sanitarias. Estos activos pueden operar a nivel personal, de grupo, de comunidad y/o de población como factores de protección (o promoción) para amortiguar el estrés diario”.
Precisamente la Casa Invisible es un espacio en el que se tejen redes de resistencia y de apoyo mutuo de mil formas diferentes. Se convierte en un local de ensayo para jóvenes artistas frente a una escena cultura mercantilizada y precarizada; acoge a un grupo de consumo en esa difícil tarea de comer cercano y sostenible; es casa de colectivos que defienden y luchan por los derechos humanos (Welcome Refugees, la PAH), es espacio de reunión y empoderamiento para jóvenes feministas (Café Feminista)...
Pero es que además la Casa Invisible es un espacio seguro, declarado abiertamente libre de violencias machistas o xenófobas. Pero no porque se limite a aplicar la legislación vigente, sino porque lleva a cabo un trabajo pedagógico y de prácticas diarias, de discusión y reflexión. Somos capaces de imaginar un mundo libre de violencias porque ya hemos conocido y trabajado en espacios seguros.
Este es uno de los casos que mejor encaja en la definición de lo que es un activo en salud. Por mucho que se empeñen en destruirla tirando de excusas peregrinas como la potabilidad del agua, el riesgo de incendios o la posibilidad de accidentes. Con la Casa Invisible pasa como con las familias, que son capaces de tensionarse y utilizar todas sus herramientas para sacar a flote y mantener vivo y saludable al miembro que lo necesite.
Pues nosotras necesitamos a la Casa Invisible porque es nuestra familia, la que nos mantiene sanas y seguras. Es el lugar en el que generar una comunidad para cuidarnos unas a los otras, es un activo de salud fundamental en la red de apoyo de muchas vecinas del centro, mayores y niñas. Nos permite vivir una vida más sana, más feliz y, en definitiva, mejor.
La Invi se queda.
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Cuando entra el beneficio personal y el lucro, no podéis vender que sea "ocupado y autogestionado" porque no es complicado ver una élite que dirige La Casa Invisible y luego acaba en partidos políticos, porque no es tan abierta como dice ser, porque cuando ha interesado estos aspirantes a filántropos no han dudado en pactar con el PP para mantener su espacio en nombre de un altruismo falso. Lo positivo, es que estamos viendo como a Málaga Ahora -y otros- se le cae la careta, haciendo más por un edificio en ruinas (veáse en sus redes sociales, carteles y promoción) que por el resto de Málaga.
La única opción es expropiar a esa gente, que de ocupas tienen poco porque han estado con el beneplácito del PP, y que ese espacio sirva DE VERDAD a todos los malagueños haciendo las cosas bien y sin esa mafia detrás. Después de sanearlo, claro.