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Antitaurinos
La pasión taurina no puede lidiar con el tiempo
El cariño del recuerdo de unos abuelos taurinos contra la indignación ante el sufrimiento de un toro en la plaza, año tras año, con motivo de fiestas de la vendimia de Logroño. Mientras el sobresfuerzo del Ayuntamiento para promocionar la tauromaquia deja en evidencia su preocupación por el aumento del rechazo que provoca.
Tú, tan alegre y divertida, tan cariñosa… Tan frágil y fuerte a la vez. Tú, tan enamorada de tu tierra, tan riojana. Tan amante de las fiestas, de la verbena y de las tradiciones que compartías con los tuyos. Y la vida, tan dura a veces. Ella perdía su amargor en esos días de pañuelos y aplausos, de orquestas y de cantos. Tú, que adorabas aquella fiesta que rememoraba los bellos momentos de la infancia en los que tu padre te llevaba sobre los hombros para que no perdieras detalle, aprendiste a revivir la esencia de los tuyos cada vez que veías ese enorme circo de gradas y la arena. El dolor ahí no te correspondía. Era la fiesta del caballero elegante con bordados de oro, capa y espada, que luchaba contra la enorme bestia. Un monstruo negro como el carbón y de enormes cuernos que recordaba al mismísimo diablo. Hombre contra bestia, caballero contra dragón. Todo envuelto en lujo y gloria. Y tú, que al terminar disfrutabas de la euforia de los tuyos esperando la salida joven guerrero triunfal, aprendiste que aquello era de lo mejor de la vida. Romanticismo puro que iluminaba tus ojos. Años después la vida te presentó a aquella que ocupaba el puesto más importante en la plaza, pero que mientras estaba allí a ti no te hacía daño, y os llevó a tus recuerdos y a tí con ella; no sin antes atravesar mi pecho con su fría mano y romperme el corazón.
Yo, que crecí intentando adaptarme a esa pasión que contradecía mis principios básicos, me liberé entendiendo que tu amor hacia mi no tenía más objetivo que darme la fuerza para luchar contra lo que considero injusto. Ese era el AMOR dado, que nada tiene que ver con el que uno se da a sí mismo alimentando el ego, o ese que muchos confunden con pasiones que escapan a la razón y desvirtúan la realidad negando evidencias demostradas por la ciencia, como por ejemplo, que el toro sufre.
Intentasteis recrear aquellos preciosos recuerdos en mi, pero por “desgracia” los días de pañuelos y aplausos, de orquestas y de cantos, se me volvieron amargos. La algarabía no impedía que pudiera seguir sintiendo y escuchando algo que me destrozaba por dentro. Ese toro no era el diablo, abuela; era una vida que luchaba por salvarse.
Antiespecismo
Juan Ignacio Codina: “El antitaurinismo no es una simple moda”
El periodista y doctor en Historia Contemporánea Juan Ignacio Codina explica en Pan y Toros que los argumentos contra la tauromaquia y a favor de los animales ya eran esgrimidos hace siglos por destacadas personalidades de la filosofía, ciencia, letras, religión y política.
Recuerdo lo imponente que era la antigua plaza de toros de Logroño con ese precioso estilo musulmán, los lustrosos toros en las cuadras que desprendían un fuerte olor a bosta, el sonido de los clarines punzando mi cerebro. Recuerdo los toros, las vaquillas y los becerros. Sus ojos, sus miradas de incertidumbre, su respiración nerviosa. Uno de estos últimos me marcó para siempre. Jamás en mi vida, y eso que he crecido en el medio rural y he visto matanzas a porrón (como decimos aquí), he visto algo tan horrible como lo que le hicieron a aquella pequeña criatura. Sus órganos internos salían al exterior mientras los músicos intentaban tapar sus alaridos. Lo peor no fue eso, sino ver esas sonrisas en la cara de la gente de las gradas, a mi izquierda, a mi derecha, arriba y abajo; y no comprender esa locura. Ese fue el primer día que no me taparon los ojos en una plaza. Tendría siete años.
Años después, en las fiestas de San Mateo, era normal para los adolescentes aguantar toda la noche de “empalmada”, tomarnos un chocolate con churros y acudir a las vaquillas. Íbamos por varios motivos: demostrábamos ser guays por aguantar despiertos, veíamos a los del “insti”, eran gratis y no había sangre. Pero de todo te cansas y sobretodo nosotros, los millennials, que empezamos a madurar a la vez que internet. Obtuvimos una nueva fuente de desarrollo en forma de imágenes y datos.
Ahora, a mis treinta y uno, cuando pensaba que todo iba evolucionando, llegan las fiestas de este año y el frustradísimo intento del Ayuntamiento de Logroño por recuperar aquellos gloriosos años de la tauromaquia. Una campaña exagerada hasta los límites, grotesca, y con olor a rancio y desesperación. Autobuses Jiménez (autobuses urbanos, PLM, etc) ofreciendo transporte gratuito a la plaza de toros a menores de 25 años y rotulando sus vehículos con temática taurina, cientos de entradas regaladas, marquesinas con el lema “Con los toros por la cultura” para que los niños acudan a los toros, o una exhibición de “valores” de mano de Urdiales en el Espolón donde si llegan a poner un poco más grandes las banderas de España tapan todo el escenario. Además, me entero de que en las dos semanas anteriores a las fiestas, en lugar de dar los temas correspondientes, algun profesor de primaria ha decidido que sus alumnos de 10 años redacten y expongan trabajos sobre toreros, plazas, etc. Esto no lo vimos ni en los 80 ni en los 90, lo vemos ahora.
Entiendo ese romanticismo taurino y la desesperación ante ese final que se vislumbra cuando nos fijamos en la mayoría de países del mundo desarrollado. Pero una cosa es que lo hagas por tu cuenta y otra que hagas uso del dinero de todos los ciudadanos. Ciudadanos a los que se les está recortando servicios básicos. Y les llamo románticos por su lenguaje, por su pasión ciega y por esa forma en que ven al toro como un ser de cuento de hadas; por su noción antigua del bien y del mal, y por esa necesidad de exponer la superioridad más que demostrada del hombre. Por su uso de las palabras “amor”, “respeto”, “arte” o “cultura”, a las que les han aplicado un significado tan diferente al real, que hasta parece que usan antónimos. Tan de cuento que tapan la realidad como lo hacen los capotes, cuyo color fue elegido para disimular la sangre; o como el picar o poner banderillas como parte del rito y cuyo final no es otro que evitar un paro cardíaco y alargar la agonía del animal durante el tiempo que sea necesario. Tan, tan de cuento como que el toro ataca a lo rojo cuando en realidad ni siquiera ve de frente ya que los herbívoros tienen visión lateral para guardarse los costados de posibles ataques de depredadores. Tan románticos que creen que sin ellos un animal (raza creada por el hombre) se extinguiría, sin darse cuenta de que cientos de especies se extinguen al día. Gallos de pelea, perros de pelea, toros de lidia. Ojalá no tuviéramos que volver a oír hablar de estos animales nunca más.
Hace cuatro siglos, en noviembre de 1610, Logroño fue el escenario atroz de la última quema de brujas de la Inquisición. Fuimos los últimos en darnos cuenta de que los cuentos de hadas y las brujas no existían. Seis mujeres inocentes fueron quemadas vivas en la Plaza Mayor, actual plaza del Mercado. Hoy son “seis toros, seis” durante los seis días de San Mateo. Seis, seis, seis… Sería una pena demostrar al mundo que seguimos siendo los últimos en enterarnos.
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Perdón que repita un comentario que he puesto en otro comentario, pero el tema me parece importante.
Toros no. En eso estamos de acuerdo la mayoría de la gente, y más pronto que tarde la tauromaquia van a desaparecer porque no va a ir ni el Tato. Pero esto de los toros es el chocolate del loro. ¿Para cuándo manifestaciones pidiendo la prohibición del carnivorismo? Estas asociaciones "animalistas" me parece a mí que son "disidencia controlada", protestan contra el maltrato animal pero poquito, solo contra lo más brutal y a la vista de todos, pero de los cientos de millones de seres vivos que los carnívoros y piscívoros hace asesinar -la mayoría ni siquiera tendrían el valor para matar ellos un pollo y destriparlo para comérselo. Hipócritas- después de haberlos tenido viviendo una tortura "de baja intensidad" permanente en granjas y piscifactorías desde que nacieron, ni Pamplona. Alguna concentración con 4 chavales mostrando fotos de lo que pasa en los mataderos -¿"amigo" carnívoro, sabías que ese cerdo que te has cenado fue destripado vivo, que las pinzas eléctricas no los matan, sólo los atontan?-, que me parecen muy bien, pero dan más pena que otra cosa.
Más contundencia y menos gestos para la galería, que salvar a unos cuantos miles de toros esta muy bien, pero la mayoría de los animales objeto de la violencia y la explotación humana no están en los ruedos sino en los estantes de los supermercados.
Entiendo perfectamente como te sientes porque yo también vivo en una constante pesadilla imaginando el brutal sufrimiento por el que pasan todos esos seres a los que como dices acertadamente la vida que tienen hasta su muerte, y la manera de matarlos es el mayor de los infiernos. Dicho esto creo que la tauromaquia además de ser también extremadamente cruel tiene otra parte perversa que es la del disfrute de los que le causan tan terrible tortura al toro, así como de los que lo presencian, y por ello también causa la atrofia de la empatía y de la sensibilidad de los que acuden a tan triste espectáculo. Mas aun si los que lo ven son menores. Es decir, que este tipo de espectáculos embrutece y provoca una involución social, que dificulta llegar a ese mundo deseado por muchos en el que el sufrimiento provocado por la humanidad termine.
Antes de ponerte a escribir me gustaría que dejaras de vivir en tu mundo y tocases los pies en la tierra. Primero reflexiona de lo que escribes y antes, infórmate. ¿Alguna vez has cuidado a algún bravo? Como seguro que no llegas a tanto, mejor cállate.