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Análisis
¿Qué está pasando en Alemania? Cultura y universidad: la modernidad hecha pedazos
La historia de represión y cancelación de las expresiones de apoyo por la causa palestina en Alemania es larga. Así como entender el marco de los acontecimientos del 7 de octubre requiere de una mirada más amplia respecto a la política sistemática del Estado de Israel de colonización y exterminio del pueblo palestino, es preciso señalar que la escalada represiva de Alemania no hace sino intensificar una política, clara y contundente, ya presente en este país. “Esta tormenta es lo que llamamos progreso”, decía Walter Benjamin, y el tambaleo de los pilares de la modernidad civilizatoria está ya en seis en la escala Richter. Un par de ejemplos nos servirán para ilustrarlo.
Análisis
Análisis ¿Qué está pasando en Alemania? Estado, memoria y sustracción de derechos civiles
En marzo de 2023 se prohibía un homenaje a las víctimas de la Nakba convocado por organizaciones políticas tanto palestinas como judías. La respuesta a la prohibición fue una intervención artística en el barrio de Neuköln, escenario también de manifestaciones desde el pasado 8 de octubre, que se saldaría con 170 personas detenidas y otras muchas condenadas a pagar cuantiosas multas por sostener una bandera palestina. Este sería el germen de una iniciativa entre trabajadores de la cultura y del mundo del arte llamada “Tenemos que hablar”, en la que nos detendremos más adelante, y que en los últimos meses está emitiendo algunos de los discursos críticos más potentes desde la propia ciudad de Berlín.
Otro ejemplo, que se remonta a 2017, es la resolución parlamentaria contra BDS (la campaña, activa a nivel internacional y presente también en el Estado español, por el boicot, la desinversión y las sanciones a los sectores económicos y empresariales vinculados al régimen sionista), que, si bien no ha llegado a ser ilegalizada (aunque algunos activistas se han enfrentado a juicios por antisemitismo), cuenta en Alemania con muy mala prensa, incluso entre grupos de izquierda. Este señalamiento tiene consecuencias materiales, como que las asociaciones así señaladas no puedan optar a subvenciones, espacios o cualquier otro recurso público.
Hemos visto cómo, en los primeros días tras el 7 de octubre, el aparato político-mediático-securitario trataba por todos los medios de condenar, reprimir y silenciar las protestas y no se hacían esperar las prohibiciones explícitas (manifestaciones, banderas palestinas, kufiyas, algunos eslóganes). También, que las protestas en Sonnelalle no se paraban, sino que, frente a la sistemática denegación de permisos, se decidía organizarlas sin convocantes, como concentraciones espontáneas y automáticas todos los días a la misma hora en el mismo lugar. Mientras, se iban creando otras agrupaciones que comenzarían a organizar manifestaciones masivas ya legalizadas, con un papel destacado de tres agrupaciones de base en Alemania: Palestinespeaks, Jüdischestimme y Jewishbund, y la alianza Global South United, que se forma con el propósito de superar los intentos de desarticulación de las protestas.
La asistencia masiva a la manifestación del 28 de octubre logrará frenar, por fin, el hostigamiento policial de convocatorias anteriores
Para entender la progresión de los acontecimientos, valga como referencia el 17 de octubre: ese día se producía un incidente en una escuela, donde un/a profesor/a golpeaba a un/a estudiante por llevar un símbolo de apoyo a Palestina. Se convocó una concentración al día siguiente cuyo lema era “Contra el racismo en nuestras escuelas” sin ninguna mención a Palestina. La concentración también fue prohibida y la policía disolvió a las pocas personas que nos encontramos allí. No había nadie de la comunidad educativa. Ni estudiantes, ni padres ni madres del alumnado. Eran las cuatro de la tarde. A las seis tenía lugar una nueva concentración “automática” en Sonnenalle. No es la única, estamos aún en octubre y la política de prohibición sigue en marcha, así que jugamos al gato y al ratón y las concentraciones pequeñas se producen en paralelo. Otro grupo se concentra delante del Ministerio de Asuntos Exteriores. Me escribo con una amiga, le digo: “De aquí nos han echado ya”; me responde: “A nosotras nos van a desalojar pronto”. Insisto: es octubre, y somos muy pocas.
Entonces empiezan a celebrarse en todo el mundo manifestaciones masivas y también en Berlín se logra romper el cerco de silencio y represión. La asistencia masiva a la manifestación del 28 de octubre logrará frenar, por fin, el hostigamiento policial de convocatorias anteriores. Desde ese momento, la coalición de organizaciones convocará cada semana una manifestación unitaria de miles de personas en la capital alemana. El silencio de la población blanco-alemana, en contraste, empieza a ser ensordecedor.
Los medios siguen negando e invisibilizando las protestas por el cese del bombardeo. Volveremos sobre la autoorganización de la protesta más adelante, pero vamos a detenernos en dos sectores clave de este retablo: el sector cultural y la universidad, dos casos paradigmáticos para retratar el nivel represivo (negacionista y censor) del gigante europeo. En tanto que las manifestaciones masivas no se detienen y las expresiones de protesta se van contagiando tímidamente a otros sectores, como el estudiantil y el cultural, las políticas de cancelación y represión no se hacen esperar.
En las primeras semanas tras el 7 de octubre, las instituciones culturales y educativas se habían sumergido en la nebulosa de condena del terrorismo y de apoyo a Israel, esperando que la tormenta pasase pronto mientras las bombas seguían cayendo sobre Gaza. Pero la tormenta no cesó, y el estupor estudiantil empezó a tornarse, primero tímidamente, en voces de protesta. Esa timidez inicial tiene que ver, claro, con el miedo. El miedo general de nuestro tiempo y el miedo inculcado en una cultura de obediencia. Pero, superada una primera barrera de invisibilidad, se cayeron las máscaras de progresismo democrático sostenidas como bandera propia por las instituciones universitarias.
La celebración de actos de apoyo y solidaridad, reuniones, charlas o actos culturales brillaban por su ausencia en las primeras semanas, a pesar de haberse roto el cerco a las protestas en las calles. Hay miedo a las represalias. Serán grupos autoorganizados del espectro de los movimientos sociales los que empezarán a organizar eventos de apoyo, proyecciones y encuentros, mientras el sector cultural y el mundo del arte permanecían en silencio. Hay dos iniciativas de estos sectores que desobedecerán ese silencio. La iniciativa que nombrábamos más arriba, “Tenemos que hablar”, y el espacio Oyoun.
“Tenemos que hablar” es una iniciativa de artistas y personas del sector cultural que habían comenzado a reunirse para hablar de los problemas de censura, amenaza y cancelación que sufre el sector cultural en la ciudad de Berlín. Tras los acontecimientos del 7 de octubre, deciden organizar una concentración llamada “We still need to talk”. La protesta tiene lugar el 10 de noviembre. En ella, una serie de intervenciones pone el foco en la cultura censora y racista del Estado alemán frente a la libertad de expresión y, sobre todo, en el compromiso de la cultura con la defensa de los derechos humanos. Es una protesta pública, pero también es un acto de autocuidado y reconocimiento mutuo en un sector atomizado por las lógicas dispersivas del mercado.
Por su parte, el espacio Oyoun es un espacio cultural independiente y sin ánimo de lucro que se autodefine como “espacio para la discusión crítica, experimentación reflexiva y solidaridad radical con perspectiva queer feminista y migrante” y que había sufrido ya ataques por convocar eventos o actos sobre racismo antipalestino en tiempos anteriores a octubre de 2023. Ese hostigamiento ha ido a más. En una carta abierta de principios de noviembre, Oyoun explicaba que a partir del 6 de noviembre el Senado de Cultura de Berlín tomaría medidas para cerrar el centro cultural Oyoun. El motivo: un acto de “duelo y luto” en Oyoun el 4 de noviembre de 2023 organizado por Voz Judía por una Paz Justa en Oriente Próximo, ganador del Premio de la Paz de Göttingen. El Senado de Berlín pidió a Oyoun que cancelara el acto porque tendría “demasiada carga política”. Oyoun decidió solidarizarse con Voz Judía (Jewish Voice) y se negó, alegando un juicio subjetivo y arbitrario por parte del Senado. Los medios de comunicación siguieron hostigando al espacio, y el Senado de Berlín, manteniendo una línea sobre lo que es “tolerable” que resulta incomprensible sin tener en cuenta la propia construcción alemana respecto a lo que es memoria, trauma, luto o sensibilidad. Y de los intereses políticos y económicos que la atraviesan.
A pesar de todo, entre el 14 y el 16 de diciembre Oyoun convocó una serie de eventos de apoyo a Palestina y de defensa del espacio a los que acudieron más de trescientas personas. En una de las intervenciones que tuvieron lugar, una persona no alemana dijo: “Es que las que les estamos defendiendo su democracia somos las personas migrantes”, dando cuenta de la abrumadora mayoría de componente migrante en las movilizaciones, no solo en apoyo a Paestina, sino en defensa de la libertad de reunión y de expresión).
La prensa también jugará un papel de acoso permanente durante las siguientes acciones emprendidas: en especial, la huelga de estudiantes
Oyoun cuenta con 32 personas empleadas y becarias que perderán su empleo próximamente debido a la suspensión de la ayuda del Senado de Berlín. Este es un ejemplo, no el único, de la presión que el sector cultural está recibiendo en Alemania. Mas conocidos son los casos de la cancelación del premio a Adania Shibli en la feria de Francfurt o de la Fundación Heinrich Boll.
Por otro lado, están las instituciones educativas.
La UdK es la universidad de las artes de Berlín. El 10 de octubre la UdK de Berlín declara su solidaridad con Israel luego de los ataques de Hamás. Un pronunciamiento unilateral, que incluye la bandera de Israel en su web. El pronunciamiento remite a su vez a una carta del propio consejo rector en la misma línea y del Servicio de Intercambio Académico Alemán (DAAD), con el mismo discurso. Han pasado dos días desde el ataque de Hamás y la universidad lo tiene claro. Los estudiantes no han reaccionado aún. Algunos, de origen palestino y sirio, portan kufiyas, y tienen miedo. El 27 de octubre, la universidad emite una carta llamada “Retos de la universidad ante el conflicto de Oriente Próximo” dirigida a todos los rectores y decanos de las universidades estatales de Berlín. El tema de la carta es la toma de medidas y el marco jurídico contra el antisemitismo en las universidades. Se basa en la definición de antisemitismo de la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto (IHRA) en la forma ampliada por el Gobierno Federal alemán, una definición no exenta de crítica por parte de académicos y muchas organizaciones judías por parcial y confusa respecto a lo que es antisemitismo y antisionismo o mera crítica al estado de Israel, y una de las bases de la protesta Strike Germany, que referiremos más adelante. Reproducimos aquí algunos fragmentos como muestra de esa carta:
“Por ello, me preocupa aún más que se haya enfrentado en parte a comentarios antisemitas en respuesta a su solidaridad con Israel. [...] Por lo tanto, me gustaría aprovechar esta carta para llamar su atención sobre el marco jurídico existente, que está a su disposición en caso de tales incidentes. [...] En caso de incidentes en las universidades que sean relevantes desde el punto de vista penal, intervendrán las autoridades policiales competentes. [...] En caso de incidentes que no entren en el ámbito de los delitos penales, pero que pongan en peligro el funcionamiento pacífico de la universidad, es responsabilidad de la dirección de la universidad ejercer sus facultades”.
El “funcionamiento pacífico” de la universidad, entiéndase, no se ve alterado por un ataque indiscriminado de un Ejército contra población civil o porque haya estudiantes de origen sirio o palestino que se sientan amenazados por el ambiente supremacista y por las acusaciones de antisemitismo. El “funcionamiento pacífico” se ve alterado, segun el rectorado, por “comentarios antisemitas”. No banalizamos aquí el antisemitismo en Alemania (AfD tiene una estimación de voto de más de un tercio en varias regiones para las inminentes elecciones), sino el uso torticero del término en la interpretación alemana de la política, la memoria, el Estado de derecho y los derechos humanos. Sensibilidad selectiva, superioridad moral y racismo intrínseco institucionalizado en lo que se presenta como sede del pensamiento crítico, la universidad de las artes.
Análisis
Starmer vs. Corbyn: de los usos políticos del antisemitismo
El 30 de octubre una iniciativa estudiantil redacta una declaración al respecto de las implicaciones de la posición oficial de la UdK y en respuesta al pronunciamiento del rectorado. Entre otras cosas, los estudiantes demandan: “Que la universidad exprese claramente que reconoce la humanidad de los palestinos, y que reconozca públicamente el daño que su posicionamiento ha causado y puede causar en el futuro a los estudiantes afectados. Que la UdK haga llegar al Gobierno alemán, encabezado por el canciller Olaf Scholz, un llamamiento para un alto el fuego inmediato y para que Israel levante su bloqueo sobre Gaza, permitiendo un acceso seguro y sin obstáculos a recursos esenciales, como agua, alimentos, combustible y suministros médicos”.
Esta declaración y estas reivindicaciones fueron redactadas por el Grupo de Trabajo Interseccional Antidiscriminación de la UdK, fundado en 2020 durante el levantamiento popular de Black Lives Matter.
La universidad no dio una respuesta concreta a estas demandas.
Ante esta falta de respuesta, pero también ante el creciente clima de islamofobia dentro y fuera de la universidad, se inician acciones de solidaridad y protesta del estudiantado. En su mayoría se trataba de estudiantes árabes (palestinos y de otros países) y otros estudiantes no blancos y, en menor medida, estudiantes de origen judío y alemanes. La primera tuvo lugar el 13 de noviembre. Fue una acción performativa anunciada como acto de conmemoración y duelo por las víctimas de Palestina. En ella un grupo de estudiantes se sentaron en el pasillo principal de la facultad, vestidos de negro y con las manos pintadas de rojo, representando “Sangre en sus manos” por la complicidad del Gobierno alemán en las acciones de Israel en Gaza, y leyeron los nombres de varios miles de víctimas que para entonces ya se contabilizaban dentro de la población civil gazatí.
Una semana después Norbert Palz, rector de la universidad, concedió una entrevista que desencadenó una oleada de atención mediática en la que se criminalizó, se difamó y se acusó a los estudiantes que participaron en la acción de antisemitas, violentos o radicales de izquierda; en algunos diarios ni siquiera se les nombraba como estudiantes, solo como Israel Hasser (haters contra Israel). Una veintena de artículos se hacían eco del supuesto odio antiisraelí del estudiantado por esa acción pacífica. Entre ellos destaca una entrevista en Zeit Magazine en la que estudiantes alemanes y al menos una docente acusan a sus propios compañeros (no alemanes) de antisemitismo; en otros, se acusa a personas externas a la universidad de agitadores y de participar e incluso coordinar las acciones (entre ellos, Udi Raz, de Jüdische Stimme), o se habla de acciones contra el bombardeo como acciones pro-Hamás o antisemitas. Ningún medio se hace eco de la posición del estudiantado organizado. Al contrario, va en aumento el descrédito de áreas como los estudios antirracistas y poscoloniales por parte del rector, que los tacha de antidemocráticos e ideologizados, en un claro señalamiento que anuncia una sentencia: en la universidad alemana estos estudios están ahora en entredicho por la interpretación que este país hace de la visión no alemana del mundo. La prensa también jugará un papel de acoso permanente durante las siguientes acciones emprendidas: en especial, la huelga de estudiantes.
El 30 de noviembre, comenzaron las huelgas intermitentes, de carácter pacífico y con previo aviso a la universidad, que se han estado organizando cada miércoles en la UdK. Paralelamente, el estudiantado berlinés comienza a conectarse con estudiantes organizados de otras universidades. Surgen así @notinourname_fu, @notinourname_huberlin, @notinourname_udk.
La respuesta no se hace esperar. El 7 de diciembre se emite el Plan de Acción contra el Antisemitismo y la Hostilidad hacia Israel de la Conferencia de Ministros de Educación. Este documento mantiene la línea de “consternación e indignación” ante las expresiones de “antisemitismo” y “de apoyo” a Hamás y contra “nuestros amigos israelís” y es una suerte de reiteración a lo largo de cuatro páginas de su apoyo incondicional a Israel y a los “programas de investigación relacionados con Israel”. El texto consta de ocho parágrafos. Siete de ellos llevan la palabra “antisemitismo” en su título. El octavo habla de “abrir espacio para el diálogo pacífico” y “crear foros para el debate intercultural e interreligioso”.
El 14 de diciembre se realiza una acción de @notinourname_fu en la que se ocupa una sala de conferencias, que culmina con la entrada de la policía para desalojar violentamente a los estudiantes. Igualmente, entre el 18 y el 22 de diciembre se realizan acciones coordinadas por @student_coalition_berlin, entre ellas el evento “Decolonise universities, students united for a free Palestine”. Más recientemente aun ha surgido la iniciativa Strike Germany desde el sector tanto académico como artístico y cultural como gesto de insumisión a la censura de las instituciones culturales alemanas.
Hasta aquí el mero relato de algunos hechos en el ámbito universitario que hiela la sangre (o la hace hervir) mientras el acoso de estudiantes alemanes pro sionismo a los actos de protesta también ha ido en aumento. Resulta desconcertante y aterrador. Decía Bifo recientemente en un artículo en este mismo medio que “hoy en día reina en Alemania un conformismo comparable al que imperaba en 1933”; lo dice señalando el triunfo de una línea política que, aunque de extrema derecha, bien sirve para describir la situación actual de la fracasada Europa. Y dice también: “El genocidio que Israel ha desencadenado tras el pogromo del 7 de octubre es el punto de no retorno de una fractura que enfrenta al Norte global contra el Sur global, es decir, al supremacismo blanco contra el heterogéneo conjunto que conforma a este último”. Merece la pena mirar cómo está respondiendo ese Sur global, y cuáles son las prácticas, necesariamente internacionalistas, que nos pueden salvar del horror, o sea, del conformismo, la inacción y la deshumanización.
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