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Análisis
La catástrofe de Chido no es solamente natural, es también política
Después del paso del ciclón Chido en Mayotte, la gestión del gobierno francés muestra que si los vientos de más de 220 km/h son destructivos, lo son también las políticas neocoloniales que operan en el Océano Índico.
En Mayotte, el departamento ultramarino francés, acontece una catástrofe humanitaria, social y climática. Chido dejó la isla ubicada entre Madagascar y Mozambique devastada: el 70% de los habitantes resultó afectado por daños materiales. A viernes 27 de diciembre, el balance humano provisional era de 39 muertos, pero socorristas movilizados en el territorio estiman que podrían alcanzar hasta 60.000 muertos. A esta cifra podrían sumarse los miles de vidas que están en peligro por la falta de acceso a sanidad y electricidad y la escasez de agua potable provoca un riesgo posible de epidemia de cólera.
Mayotte es el departamento más pobre del Estado Francés: el 77% de los habitantes vive bajo el umbral de la pobreza
Sin embargo, la amplitud del mayor desastre que ha vivido la isla en 90 años no se puede entender sin hablar de la precariedad de la población y de las infraestructuras. Mayotte es el departamento más pobre del Estado Francés: el 77% de los habitantes vive bajo el umbral de la pobreza, cuatro de cada diez personas viven con sueldos estimados en 160 euros al mes. Además casi ocho de cada diez niños viven en la pobreza extrema. Según un estudio del Instituto Nacional de Estadística y de Estudios Económicos (INSEE) en 2017, cuatro viviendas sobre diez fueron consideradas construcciones frágiles.
El 70% de los habitantes se vio afectado por daños materiales. El barrio de chabolas más grande de Francia, Kawéni, donde habitaban 20.000 personas, está bajo los escombros. Las pérdidas humanas y materiales que ha provocado la catástrofe deben ponerse en perspectiva del contexto en el cual ocurrió. En una entrevista de AFP, un habitante de la isla, Moussa Hamidouni declaró: “Mayotte está muerta”. ¿Pero quién ha matado a Mayotte?
¿Quién mató a Mayotte?
Para varios políticos del gobierno francés, la respuesta es clara: la inmigración. Tres días después del desastre, el ministro del Interior, Bruno Retailleau escribió en X: “Mayotte no puede reconstruirse sin abordar la cuestión migratoria con la mayor determinación”. Durante su visita en la isla, Emmanuel Macron anunció su voluntad de “reconstruir” Mayotte y “reforzar la lucha contra la inmigración clandestina, al mismo tiempo que restauramos escuelas, reconstruimos viviendas, reconstruimos hospitales”. Francois Bayrou, primer ministro, declaró: “Las chabolas no son nuestras compatriotas, sino inmigración ilegal”.
Apenas una semana después del desastre, el debate político se enfoca en la inmigración y la inseguridad. Antes de declarar el duelo nacional, se decidió imponer un toque de queda en el territorio para prevenir posibles robos. ¿Tiene sentido limitar la libre circulación cuando una parte de la población ni siquiera cuenta con una vivienda?
Varios testigos relatan que la distribución de ciertas ayudas, como el reparto de agua potable y de comida se hace bajo la condición de la presentación del DNI. La lucha contra la inmigración condiciona la ayuda y el diseño de las políticas implementadas en la isla. Es el caso desde 1995, cuando se instauró el visado Balladur, un visado de entrada en Mayotte para los habitantes de las otras islas del archipiélago. Ha sido acompañado de una progresiva militarización del control de las fronteras. Según un informe del senado francés, entre 1995 hasta 2015, han muerto 10.000 personas en el mar que separa Mayotte del resto del archipiélago.
La reciente lucha contra la inmigración y la precarización de la población
A esto se suma el lanzamiento de dos operaciones policiales, en 2023 y 2024 respectivamente: la operación Wuambushu y Mayotte, place nette. Ambas tenían tres objetivos: reducir la delincuencia, expulsar a los inmigrantes ilegales y destruir los barrios de chabolas. Desde sus inicios en mayo de 2023, han sido ampliamente criticadas por varias organizaciones, como es el caso de la Comisión Nacional Consultiva de los Derechos Humanos, que había instado a los políticos a abandonar el proyecto de Wuambushu, considerando que esto podría implicar una vulneración de los derechos fundamentales de los extranjeros y agravar las tensiones sociales presentes en el territorio.
El balance de las dos operaciones ha sido el arresto de más de 100 jefes de banda, la reconducción a las fronteras de más de 5.000 extranjeros y la destrucción de más de 1.300 viviendas frágiles. Al 60% de las familias afectadas se les ha propuesto una vivienda temporal de tres meses, pero la mayoría han rechazado. Según la Liga de Derechos Humanos en Mayotte, la mayoría de las personas desahuciadas viven en peores condiciones que antes de las operaciones.
Toda una parte de la población se ha negado a acudir a los centros de acogida durante el desastre, por miedo a ser reprimidos
Los desahucios y la precarización de una población ya frágil son la consecuencia directa de las intervenciones. Pero más allá, se ha generado un sentimiento de inseguridad y de desconfianza en la población local. Esto se ha evidenciado claramente durante el pasaje de Chido: toda una parte de la población se ha negado a acudir a los centros de acogida durante el desastre, por miedo a ser reprimidos. “Muchos pensaron que era una trampa que les habían tendido (...) para recogerlos y sacarlos del país”, declaró a la AFP Ousseni Balahachi, enfermera jubilada.
Esta obsesión migratoria está directamente ligada a la historia de Mayotte, la única isla francesa en el archipiélago de las Comoras.
Mayotte, la excepción francesa
Mayotte pertenece al archipiélago de las Comoras que fue colonizado por el estado francés en 1841. En 1946, pasó a ser un territorio ultramarino. De conformidad con el principio del derecho de los pueblos a la autodeterminación, en 1974 se organizó un referéndum para la independencia de las cuatro islas principales: Gran Comora, Anjouan y Mohéli votaron a favor de la independencia, mientras que Mayotte expresó su deseo de permanecer francesa con un 64% de votos por el 'no'.
Este “no” se explica por varios factores. A lo largo de su historia, las islas han tenido una organización política y un desarrollo histórico distintos, lo que ha generado una marcada heterogeneidad cultural en cada territorio. Durante la colonización, y hasta 1958, es la ciudad de Dzaoudzi, ubicada en Mayotte, la capital del archipiélago. Una parte importante de la población de Mayotte percibía, por tanto, el riesgo de perder su influencia frente a las otras islas, más grandes y pobladas, en caso de alcanzar la independencia.
El gobierno francés decide tomar en cuenta los resultados por cada isla, violando la norma internacional que estipula el respeto a las fronteras coloniales, y oponiéndose a la decisión de la Unión Africana y de la ONU. De ello se desprende una situación inestable, Mayotte quedó bajo un estatuto especial y la comunidad internacional no reconoce la legitimidad de la soberanía francesa en el territorio. Hay que esperar a 2011, para que el proceso sea finalizado y Mayotte se convierta en el 101º departamento de Francia.
No obstante, el hecho de que Mayotte sea la excepción francesa en uno de los archipiélagos más pobres del mundo genera una fuerte presión demográfica en el territorio: en 2019, el INSEE recalca que el 48% de los habitantes son inmigrantes que vienen en su mayoría de las otras islas de las Comoras. Son entre 140.000 y 150.000 personas. De esta población, se estima que un tercio de las personas están en situación irregular. Además, Mayotte tiene un crecimiento demográfico superior a cualquier otra región francesa, varias mujeres vienen dar a luz en la isla para que sus hijos sean considerados franceses: en 2021, se registraron 10.610 nacimientos, dentro de las cuales 7.400 son mujeres de las Comoras.
Para Antoine Math, especialista de las políticas sociales, centrarse únicamente en la inmigración es una manera de desviar la atención de los problemas económicos y sociales de la isla. Escribe en el libro Mayotte, tierra de emigración masiva: “De este modo, se ignora el sufrimiento social que padece la inmensa mayoría de los mayotenses y se silencian sus aspiraciones, permitiendo que las decisiones que les afectan sigan tomándose lejos de ellos, sin contar con ellos”.
Reconocer la gestión neocolonial de Mayotte es fundamental para entender la amplitud del desastre y crear una conversación política real
La imposible crítica de Francia
De la historia de Mayotte nacen dos retóricas falsas que aparecen cada vez que se forman críticas a la gestión de la isla por parte del gobierno francés.
La primera sostiene que Mayotte es francesa únicamente desde 2011, lo que justificaría su subdesarrollo y la necesidad de paciencia hacia un Estado que no ha estado presente en la isla durante muchos años. La segunda afirma que, dado que Mayotte eligió permanecer como territorio francés, no debería criticar las instituciones francesas.
Una idea subrayada por las recientes declaraciones de Macron durante su visita a la isla para gestionar la crisis, donde exclamó: “¡Si esto no fuera Francia, estaríais 10.000 veces más en la mierda!”. Con este argumento, parece imposible cuestionar las acciones del gobierno francés. Pero reconocer la gestión neocolonial de Mayotte es fundamental para entender la amplitud del desastre y crear una conversación política real que permita construir Mayotte mano a mano con la población local y no en contra de ella.