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Agricultura
El regadío imparable: el olivar ya supera las 900 mil hectáreas, un 8% más que hace cinco años
En España, los campos productivos se beben el 79,1% de toda el agua disponible. Entre 2018 y 2021, de cada 100 litros, casi 80 se destinaron a la agricultura a través del regadío, según datos del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico (MITECO). Del resto, un 15,03% corresponde al abastecimiento urbano (incluido el de los turistas) y un 5,8% a la industria.
El olivar es, por lejos, el cultivo que más agua demanda, el 24,5% del total. Este año, la gallina de los huevos de oro de la agricultura española ha superado por primera vez las 900 mil hectáreas de riego, un incremento de 3,5% respecto al 2023 y de 8% en comparación con hace un lustro (2019).
El año pasado, el olivar contabilizó 2.788.060 hectáreas, de las cuales 1.912.496 eran de secano y 874.564, de regadío. La cifra total se elevó en 39.000 hectáreas (2.827.147) en 2024
El dato aparece en los datos provisionales de la Encuesta sobre Superficies y Rendimientos de Cultivos (ESYRCE) de 2024, publicada en estos días por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA). En el informe, realizado en todo el territorio nacional entre los meses de mayo y septiembre de 2024, mediante observación directa por técnicos especialistas, se destaca el crecimiento del olivar, en todas sus categorías (mesa, doble aptitud y almazara), en detrimento de cultivos herbáceos, leguminosas, cereales y tubérculos, que caen respecto al 2023.
El año pasado, el olivar contabilizó 2.788.060 hectáreas, de las cuales 1.912.496 eran de secano y 874.564, de regadío. La cifra total se elevó en 39.000 hectáreas (2.827.147) en 2024. Casi todo el incremento ha ido a parar al regadío, que hoy totaliza 905.588 hectáreas. Según esta encuesta, la superficie agrícola en España es de 50.598.124 hectáreas, dividida en tres grandes grupos: secano (46.820.066), regadío (3.699.257) e invernaderos (78.801). Los frutales no cítricos son el segundo grupo de cultivos con más superficie de riego, 439 mil hectáreas.
Andalucía es la comunidad que cuenta con una mayor superficie regada con 1.052.584 hectáreas. Le siguen Castilla-La Mancha (585.600), Castilla y León (452.372 ha) y Aragón (415.439 ha)
Respecto a otras planillas, sobresale el crecimiento del aguacate y el mango, dos cultivos tropicales que demandan mucha agua, expandidos, sobre todo, por Andalucía, una de las regiones con mayor déficit hídrico de la península. El incremento en cantidad de hectáreas -más de 30 mil en la actualidad- ha sido del 40% y 30%, respectivamente. Más del 90% de estos dos cultivos se produce en sistemas de regadío.
Andalucía es la comunidad que cuenta con una mayor superficie regada con 1.052.584 hectáreas. Le siguen Castilla-La Mancha (585.600), Castilla y León (452.372 ha) y Aragón (415.439 ha). Entre estas 4 regiones suman el 66% de la superficie regada del país.
“El potencial productivo que supone el regadío tiene como contrapartida el uso de un volumen importante de agua (en torno al 80 % del volumen total de usos del agua) en un país con territorios donde ésta es escasa”, admite el MITECO
Al posar la lupa sobre Castilla-La Mancha, se dimensiona la expansión de los cultivos que necesitan riego. En 1996, según datos oficiales de esta comunidad, había 353.801 hectáreas de regadío. Es decir, un 65% de aumento en menos de tres décadas. El propio MITECO reconoce en su Estrategia Nacional de Lucha contra la Desertificación los impactos negativos del regadío. “El potencial productivo que supone el regadío tiene como contrapartida el uso de un volumen importante de agua (en torno al 80 % del volumen total de usos del agua) en un país con territorios donde ésta es escasa”, se admite en ese documento.
En abril, en una entrevista a Datadista, el secretario de Estado de Medio Ambiente, Hugo Morán, reconocía que el gran reto en materia hídrica es el de “reducir superficie de regadío y la presión sobre el agua, manteniendo la producción”.
“Con el modelo de regadío que tenemos ahora mismo, hay determinados territorios en los que hemos superado la capacidad de respuesta. Esperar a que sea el cambio climático el que nos enfrente a esa cruda realidad es complicado”, reflexionaba. Y agregaba: “Todas las cuencas en estos momentos están sobrepasadas en demandas. La preservación de la calidad y cantidad de agua de nuestros acuíferos viene a ser la mejor garantía para no tener al país sometido a una situación crítica por riesgo de abastecimiento. Son el ahorro de agua para nuestros hijos”.
Reducir casi un millón de hectáreas de regadío hasta 2040
A finales de septiembre, Greenpeace presentó un informe con el impacto que tendrá la reducción prevista de disponibilidad de agua en las próximas décadas (2030-2100) sobre la agricultura intensiva e industrial, teniendo en cuenta las previsiones meteorológicas y de aumento de la demanda, detalladas en el tercer ciclo de planificación hidrológica (hasta 2027).
La conclusión es que la emergencia climática hará que, antes de 2040, sea necesario reducir en casi un millón las hectáreas de riego actuales en España. “En el marco de la emergencia climática, gestionar el agua es crucial. Las cifras son claras: de seguir como hasta ahora, llegaremos a un colapso hídrico”, explica Julio Barea, responsable de la campaña de Agua de esta organización ecologista.
Para Greenpeace es crucial una reducción del 20-25 % del regadío, lo que, en términos de superficie, supone una reducción de entre 650 mil hectáreas y casi un millón en los próximos 15 años
Según los datos oficiales y públicos, España tendrá entre un 4,04% y un 6,88% menos de agua de aquí al año 2040 y, aún así, paradójicamente, las demandas previstas por los planes de cuenca de tercer ciclo arrojan más de 4.000 hm3 de exceso. “Y todo eso sin tener en cuenta otras variables que agravan, y mucho, el problema, como que las peores previsiones en la realidad están siendo superadas, también que existe mucho regadío ilegal no contabilizado (cerca de un millón de pozos ilegales) y que buena parte del riego lo “perdemos” en exportación, en desperdicio alimentario, en excedente agrario, en macrogranjas”, advierte la investigación.
Por tanto, para Greenpeace es crucial una reducción del 20-25 % del regadío, lo que, en términos de superficie, supone una reducción de entre 650 mil hectáreas y casi un millón en los próximos 15 años. La reducción, según esta ONG, debe enfocarse a las grandes explotaciones (fondos de inversión, empresas del agribusiness), así como a aquellas que, por su cultivo, obtienen altas dotaciones por hectárea y, por lo tanto, no se adaptan a las condiciones climáticas actuales (regadíos en superintensivo de frutos secos, superintensivo de olivar y aguacate entre otros).
Agricultura
Reducir el regadío para luchar contra la desertificación y la sequía
Sobre dónde eliminar, se propone empezar por las zonas tensionadas -sobre acuíferos en mal estado cuantitativo y químico- y también en zonas vulnerables a la contaminación por nitratos. Unas 516.803 hectáreas. Otra medida pasa por “congelar totalmente la inversión en nuevos regadíos en todas las cuencas”. “Para todo esto, es necesario que el Gobierno establezca una hoja de ruta de reducción de los regadíos incluyendo en la planificación el cambio climático”, pide Greenpeace.
La paradoja hídrica de la modernización
Pese al diagnóstico del ecologismo, de científicos y del propio MITECO sobre la reducción del regadío, el Gobierno, con el pulso del MAPA, sigue apostando por la política de modernizar los sistemas de riego para hacer frente al déficit hídrico, un proceso que España puso en marcha a comienzo de siglo con una inversión acumulada de más de cinco mil millones de euros.
A nivel técnico, la modernización de regadíos consiste en pasar de sistemas de aplicación de agua en parcela mediante gravedad (inundación y surcos) a sistemas tecnificados de tipo goteo y aspersión. Todos los planes hidrológicos incluyen esta “eficiencia” como principal medida de adaptación al cambio climático y como “política ambiental” que contribuye a mejorar el estado de las masas por el supuesto ahorro de agua.
Son muchas las voces expertas que denuncian “el fraude ambiental” de una “política económica sectorial” que aporta ventajas productivas, pero que no reduce el consumo de agua
Sin embargo, son muchas las voces expertas que denuncian “el fraude ambiental” de una “política económica sectorial” que aporta ventajas productivas, pero que no reduce el consumo de agua. La Fundación Nueva Cultura del Agua (FNCA), formada por los científicos hídricos más prestigiosos de España, lo explica de esta manera: la modernización puede reducir el uso de agua, pero casi siempre aumenta el consumo. La “falsa sensación de ahorro” se da, justamente, al confundir uso de agua y consumo de agua.
El primer término hace referencia al volumen de agua recibida a través de una toma que es extraída de una masa de agua (un río, un acuífero), parte del cual puede retornar a la cuenca. Por su parte, el consumo de agua es la parte usada que no retorna a la cuenca.
Los científicos llaman “paradoja hidrológica” al incremento del consumo de agua debido a la mayor eficiencia del riego modernizado
“En el regadío este no retorno se da porque una gran parte de este agua se evapora. Este agua ya no retorna a la cuenca, ya no la puedes volver a reutilizar, está perdida, consumida para siempre”, señala Ricardo Aliod, profesor de Ingeniería Hidráulica y del Riego en la Escuela de Agrónomos de Huesca, titular en la Universidad de Zaragoza y miembro de esta fundación.
Los científicos llaman “paradoja hidrológica” al incremento del consumo de agua debido a la mayor eficiencia del riego modernizado. El Tribunal de Cuentas Europeo (TCE) en su informe “Uso sostenible del agua en la agricultura: probablemente, los fondos de la PAC favorece un consumo de agua mayor”, trazó el mismo diagnóstico: la tecnología está aumentando el consumo de agua.
Semanas atrás, un centenar de científicos internacionales publicaron el Atlas de la Sequía, la radiografía más completa sobre uno de los “peligros más costosos y mortales del mundo”, que va camino de afectar a 3 de cada 4 personas en 2050
En materia de regadíos, el TCE denuncia que los incrementos de eficiencia en el uso de agua -política para justificar la financiación pública en los planes de modernización de la Política Agraria Común (PAC)- “no suponen generalmente mejora del estado de las masas de agua”. “La mejora de la eficiencia en la modernización de regadíos puede reducir el uso, pero aumenta el consumo de agua debido a la paradoja hidrológica y el efecto rebote. Incrementar la eficiencia del riego puede reducir el retorno del agua superficial a los ríos, lo que disminuye los caudales permanentes que son beneficiosos para los usuarios intermedios y los ecosistemas sensibles”, reza el informe en el artículo 77.
Semanas atrás, un centenar de científicos internacionales publicaron el Atlas de la Sequía, la radiografía más completa sobre uno de los “peligros más costosos y mortales del mundo”, que va camino de afectar a 3 de cada 4 personas en 2050. En el apartado sobre los sistemas de riego en la agricultura mundial, el informe pone de ejemplo a España de cómo la eficiencia/modernización del regadío puede acabar ocasionando un mayor consumo de agua.
“Tradicionalmente, aumentar la eficiencia de los sistemas de riego mediante tecnologías de conservación del agua ha sido promovido como una forma de reducir el consumo de agua agrícola y al mismo tiempo aumentar tanto la productividad como los ingresos. Sin embargo, evidencia científica sustancial muestra que el aumento de la eficiencia del riego rara vez promueve la conservación del agua”, advierten los autores del Atlas. Detallan que una reciente revisión global de más de 160 estudios de casos que han implementado tecnologías de mayor eficiencia de riego encontró que el consumo de agua aumentó en el 83,2% de los casos.