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15M
No merezco vuestro indulto
Sería de rigor democrático, de pulcritud política, que los aires progresistas que se trae este Gobierno de coalición sellaran todo este periplo histórico como es de justicia: con una amnistía, una reparación o un reconocimiento.
El 15 de junio fue el aniversario de una de las acciones más destacadas del ciclo de luchas derivadas del mayo de las plazas del 2011. En esos días, los llantos del Govern catalá no venían provocados por sus tiras y aflojas con el Estado español, sino por lo que la prensa bautizó como “El asedio al Parlament”. Crearon y orquestaron un clima temeroso, victimista y lacrimógeno que nos dejó sentadas a 19 personas en el banquillo de la Audiencia Nacional. Se tomaron en serio el estallido del descontento así como el salto cualitativo de la voluntad popular que se organizó en las puertas de la Ciutadella para frenar la aprobación de un gran paquete de recortes sociales —viniendo ya de las tijeras del Govern tripartit d'esquerres—. La imagen del president Artur Mas llegando en helicóptero tenía todos los ingredientes sensacionalistas necesarios para sepultar los únicos hechos probados en la sentencia provocados por aquellas “hordas de violentos”: una gabardina pintada con spray y 15 minutos de retraso del pleno.
Las noticias falsas no son solo de 2020 ni de Vox. Quien esté interesado o no se acuerde de los acontecimientos tiene material escrito de sobra, y es muy interesante para entender algunos de los tejidos del desarrollo político y legislativo de la última década. De todas formas, permitidme que comparta algunas reflexiones para adentrarnos en esta trama de nuestra historia más cercana:
En esos días no existía el Procès… pero sí CiU, partido muleta del Régimen del 78; el independentismo no llenaba las calles ni su lado conservador tenía fuerza; y paulatinamente se sentaron las bases de la relación causal entre los recortes (anti)sociales y el patriotismo sobrevenido. En esos días, ciertos líderes catalanes hoy encarcelados, así como un amplio sector que grita ahora “Llibertat presos polítics”, hicieron todo lo posible, junto al sindicato fascista Manos Limpias, para que se nos juzgara en Madrid. Todavía sentían que el Parlament de Catalunya era una Alta Institución del Estado español. Y no contentos con nuestra absolución, volvieron a hacer todo lo posible para que el Tribunal Supremo nos condenara finalmente a ocho de los 19 absueltos: sentencia nº 161/2015.
Las demandas punitivistas actúan como un búmeran: el concepto de “intimidación ambiental” creado contra nosotros fue uno de los argumentos que influyeron en el encarcelamiento de los Jordis
No hizo falta la repetición de ningún juicio, los mismos hechos probados que nos dejaban en libertad se reinterpretaron con el objetivo de encarcelarnos tres años. El rencor no es buen compañero, la venganza en política no es seria y la justicia divina no existe; de ahí que no me alegre del destino de esos presos políticos catalanes y sí de que la conciencia por la libertad y contra la represión o de que los tejemanejes jurídico-policiales hayan crecido en estos nueve años. Sin embargo, aprendamos que las demandas punitivistas al poder siempre actúan como búmeran: el concepto de “intimidación ambiental” creado contra nosotros ha sido uno de los argumentos que influyeron en el encarcelamiento de los Jordis.
En esos días, Fernando Grande-Marlaska todavía no había dado el salto a la política oficial como ministro de Interior, sino que seguía ejerciendo de juez independiente. Era tan soberano él que nos ha sorprendido a todos que el matrimonio haya sido con el PSOE y no con el PP. Fue el presidente del tribunal que no solo tumbó las pruebas periciales presentadas por la policía catalana, sino que cuestionó la legalidad de estas. Fue el presidente del tribunal que consideró que no había nada grave por lo que condenar a los acusados y que, además, resultaba “obligado admitir cierto exceso en el ejercicio de las libertades de expresión o manifestación si se quiere dotar de un mínimo de eficacia a la protesta y a la crítica”. El talante conciliador, mesurado, paciente e incluso cariñoso de Grande-Marlaska fue de la mano de su voto particular —e independiente, por supuesto— en el que defendía la condena por el delito contra las altas instituciones del Estado. Desde esa experiencia me lo puedo imaginar negándose a investigar torturas en Euskadi con voz suave y tono pacificador.
En esos días, Gonzalo Boye, Jaume Asens y Benet Salellas, entre otros, fueron nuestros abogados —y lo seguirán siendo cuando la actualidad así lo requiera—. El primero no imaginaba ser en el futuro el escudero de Puigdemont, el segundo no era diputado de En Comú Podem en el Congreso y el tercero no había pasado tampoco por la política institucional catalana representando a la CUP. El acelerador de la Historia aún no estaba funcionando: ni existían gobiernos en el exilio, ni partidos que instrumentalizaron la causa de los indignados, ni candidaturas municipales populares que quisieron jugar fuerte en un terreno encharcado.
En esos días, ir con la cara tapada era sinónimo de vandalismo y hoy es de seguridad sanitaria.
Esas ocho personas condenadas a tres años porque así lo obligaba el momento pedimos un indulto que aún está por resolver. De la misma manera, nuestro caso pasó también por el Tribunal Constitucional, que suscribió la condena del Supremo, y nos encontramos a la espera de que el de Estrasburgo se pronuncie.
En todo momento, hasta el final, hemos defendido que volveríamos a participar de una acción masiva en contra de los recortes sociales. Y según están yendo las cosas quizá sea necesaria su repetición
Os recuerdo que esa petición de indulto, última carta para no pisar la cárcel, nunca fue acompañada de su condición obligada de arrepentimiento. En todo momento, hasta el final, hemos defendido que volveríamos a participar de una acción masiva en contra de los recortes sociales. Y según están yendo las cosas quizá sea necesaria su repetición.
¿Merece un indulto mi condena, que sentencia que el único hecho probado es que, “entre las personas que le rodeaban y coreaban los lemas de la manifestación, se hallaba D. Ciro Morales Rodríguez, siempre a la espalda” del diputado D. Ernest Maragall i Mira? ¿Merecen un indulto las condenas de mis compañeros si el único tribunal que nos ha juzgado nos absolvió? No, no lo merecemos. Indultar es perdonar, y nosotros no hicimos nada por lo que disculparnos; más bien al contrario.
Sería de rigor democrático, de pulcritud política, que los aires progresistas que se trae este Gobierno de coalición sellaran todo este periplo histórico como es de justicia: con una amnistía, una reparación o un reconocimiento. Y más cuando varios de los sillones ministeriales nacieron de todo lo que os acabo de relatar. Pero sé que estoy haciendo un brindis al sol. Primero, porque Grande-Marlaska está ahí; segundo, porque debería confiar entonces en la dignidad, el compromiso y la determinación de Unidas Podemos; y tercero, porque “la separación de poderes…”, porque “no hay fórmulas legales…”, porque bla, bla, bla, porque deben pasar 50 años para que estas sentencias —y muchas otras más— se reconozcan como lo que son: casos represivos de laboratorio estatal contra cualquier atisbo de ruptura social.