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Violencia policial
Assa Traoré: “Frente a la violencia policial, Francia debe levantarse y decir no”
Hace dos años, el joven Adama Traoré fallecía en una comisaría varias horas después de su arresto por la fuerza. Desde entonces, el comité Verdad y Justicia para Adama lucha con el objetivo de que el Estado francés asuma sus responsabilidades. Este sábado 21 de julio organizó una gran marcha contra la violencia policial. Habla Assa Traoré, portavoz del Comité y hermana de Adama.
El 19 de julio de 2016, varias horas después de su arresto por la fuerza, Adama Traoré era declarado muerto en el patio de la comisaría de Persan (Val-d’Oise). Manos esposadas por la espalda, cara al suelo. Ese día debía celebrar sus 24 años. Las circunstancias en las que este joven de Beaumont-sur-Oise perdió la vida siguen siendo problemáticas. El procurador evocaba entonces una “infección grave” para explicar su muerte, después una “patología cardíaca”, omitiendo la presencia de un síndrome de asfixia —sin duda provocado por la compresión de su tórax por tres policías— reportado en los dos informes de autopsia.
Los hombres jóvenes de nuestros barrios son vistos como nocivos, son señalados con el dedo desde muy pequeñosDesde entonces, la investigación abierta para “las causas de la muerte”, “violencia por persona depositaria de la autoridad pública habiendo causado la muerte sin intención de provocarla” y “no asistencia a persona en peligro” patina. El martes 17 de julio, los expertos médicos acaban de obtener un nuevo retraso para ofrecer su informe sobre las circunstancias de la muerte. Porque si la muerte de Adama por asfixia está confirmada, su origen sigue por determinar. Igual que las condiciones en las que el cuerpo del joven fue descubierto.
Este sábado 21 de julio, el comité Verdad y Justicia para Adama organizó un acto en la ciudad de Beaumont-sur-Oise “para acabar con este sistema de opresión”. Reporterre se encontró con Assa Traoré, hermana de Adama y una de las portavoces del comité.
¿Por qué este acto del sábado?
Porque hace dos años que mataron a mi hermano. Y hace dos años que pedimos justicia y verdad para Adama. No se ha hecho justicia, los policías no han sido acusados, el Estado no ha asumido su responsabilidad.
Esta lucha nos afecta a todos. Desde hace tres semanas, hacemos una gira por todos los barrios de Île-de-France, para que marchemos juntos. Lo que pasa en nuestros barrios le puede pasar a todo el mundo. Hoy, ya no es la familia Traoré la que demanda justicia y verdad para Adama, es Francia entera.
¿Qué lo hace un combate nacional?
Mi hermano es un Adama entre otros, asesinado por el sistema, asesinado por los policías con cobertura del Estado, con técnicas de inmovilización que están prohibidas en varios países europeos. Nuestro estado concede a los policías permiso para matar. Se ha vuelto a probar en Nantes hace algunas semanas, con la muerte de Aboubakar Fofana [joven muerto por un disparo en un control policial]. Todo eso debe parar. No tienen derecho de decidir cuándo debemos vivir o morir.
Tanto si las aprobamos como si no, las leyes nos afectan, y las leyes represivas nos afectan en primer lugar en los barrios populares. Los hombres jóvenes de nuestros barrios son vistos como nocivos, son señalados con el dedo desde muy pequeños. Para los policías, nuestros hermanos no están siquiera humanizados. Así que se les puede escupir, tutear… se establece una relación de violencia. ¿Y qué viene después? Se les viola y se les mata.
Francia no debe seguir siendo espectadora, debe levantarse y decir no. La pena de muerte fue abolida, ya no hay derecho de vida y muerte sobre nadie. Pero nuestras vidas no valen menos que las de otros, nuestras vidas merecen ser vividas. La policía debe cambiar su forma de actuar, muy violenta e indisciplinada.
¿Ves una evolución en la práctica de los policías, principalmente desde el cambio de gobierno?
La misma policía de los policías [la inspección general de la policía nacional] ha reconocido 17 muertos en operaciones en 2017. Hay por lo tanto más de un muerto al mes, aunque sin duda hay más, porque estos son únicamente los contabilizados por la policía. El cambio de gobierno no ha cambiado nada. Cuanto más se avanza, más represivo es el Estado. Y eso da miedo.
Mientras el Estado deje hacer, la violencia policial continuará. Mi hermano es la prueba de ello: desde hace dos años, no se ha oído a los policías, no se les ha inquietado. ¿Qué debemos decir a la juventud francesa? Hoy la policía puede matarnos sin que pase nada. Llevamos la lucha por mi hermano de la forma más calmada posible, pero va a llegar un momento en el que la juventud francesa no podrá contenerse más. Ya no tenemos confianza en la justicia.
¿Cómo has recibido la recepción y aclamación de los futbolistas franceses, de los cuales la mayor parte salieron de los barrios populares, por Emmanuel Macron?
Está bien que hayamos ganado, también los africanos influyen mucho en la victoria. Pero cuando el presidente lanza “Viva la república y viva Francia”, aclamando a todos estos jugadores, cuando escribe “Esto es Francia”, yo le respondo: no, esto no es Francia. Mi hermano también formaba parte de Francia. Su vida no vale menos que la de estos futbolistas. Vienen de los mismos barrios, tienen el mismo color de piel. Mi hermano no ha hecho ganar a Francia, pero Francia le mató. Entonces no hagamos como si no existiera nada más que estos jugadores, como si Adama Traoré, Aboubakar Fofana y tantos otros no hubieran existido. Emmanuel Macron honra a los futbolistas, pero no ha habido un homenaje para Aboubakar Fofana. Recibe a los futbolistas en el palacio del Elíseo, pero él no nos ha recibido una sola vez.
Mis dos abuelos hicieron la guerra 39-45 para liberar el país, lucharon por la República y por la libertad, y esta misma República les ha quitado a su nieto
¿Tienes la impresión de que la solidaridad con la lucha por Adama se desarrolla fuera de las banlieues?
Sí, la lucha por Adama es una lucha unificadora. Está claro que salió de una fuerza local, primero es una lucha nuestra, en el territorio de Beaumont. Pero desde hace dos años se ha convertido en nacional. Se nos invita en toda Francia, en las ciudades y en lo más recóndito de las zonas rurales, e incluso en otros lugares, en Kenya, en Alemania, en Italia. La lucha por Adama no tiene color, no tiene fronteras, no tiene afiliación: en tanto que ser humano, no se puede seguir siendo espectador de la violencia y de la injusticia.
También nosotros hemos tenido que apoyar otras luchas porque eso es también la lucha por Adama. Al lado de los estudiantes, las enfermeras, los carteros, los ferroviarios, las limpiadoras.
¿Qué vínculo haces entre esas otras luchas sociales y la vuestra?
Todos tenemos delante nuestro el mismo gobierno que quiere hacer aprobar las leyes sin escuchar a su pueblo. Todos nosotros estamos en este mismo estado antidemocrático, donde nuestras voces no cuentan, donde las leyes se aprueban queramos o no. Y tenemos el mismo sistema represivo enfrente de nosotros. Sólo que en nuestros barrios está allí desde hace mucho tiempo y es más violento.
¿Cómo ves la violencia cometida en Notre-Dame-des-Landes [contra los opositores a la construcción de un aeropuerto], en Bure [contra los opositores a un vertedero nuclear] o contra los movimientos sociales? Se escucha a menudo que las banlieues serían una especie de “laboratorio” de la violencia policial...
Cuando los policías vienen a nuestros barrios, es como si estuvieran en campos de entrenamiento. Vienen a entrenar sobre cuerpos humanos. Somos los primeros en ser tocados, es por eso que el mayor número de muertos se encuentra entre los negros y los árabes. Pero es la misma violencia policial que en otros lugares. Rémi Fraisse [joven que murió por la explosión de una granada aturdidora en la resistencia contra la construcción de la presa de Sivens] también murió a causa de la policía. Otros han perdido un ojo, una mano en la ZAD, un pie en Bure.
¿Qué habría que hacer para detener este sistema represivo?
Hay que derribar el sistema. Para construir un sistema que nos pertenezca, un sistema igualitario, justo, democrático, que respete a su población. Y concretamente, nosotros queremos que todas estas técnicas de inmovilización utilizadas por las fuerzas del orden sean prohibidas. Hay que desarmar a estos policías que matan con impunidad, y que luego nos dicen “No lo hemos hecho a propósito”. Y hay que revisar la formación de los policías, para que no lleguen a los barrios estando preparados para golpear y humillar.
¿Qué entiendes por revolución?
Toda Francia debe levantarse, todas las personas oprimidas deben salir a la calle y derribar el sistema. Derribar esta mala Francia, y poner de pie una buena Francia, que no mate, que no golpee, que escuche. Mis dos abuelos hicieron la guerra 39-45 para liberar el país, lucharon por la República y por la libertad, y esta misma República les ha quitado a su nieto. No es normal. Ya hubo revoluciones, debemos tener el valor, como en 1789 o en 1968, de levantarnos. Si nos levantamos y vamos todos juntos a la calle, somos más fuertes.
Carta abierta de Assa Traoré al presidente Emmanuel Macron
Publicada el 18 de julio de 2018.
Señor presidente de la República, señora ministra de Justicia,
Dentro de unos días, mi hermano menor, Adama Traoré, habría cumplido 26 años.
Antes del 19 de julio de 2016, jamás hubiera creído que en mi vida necesitaría dirigirme a ustedes.
Antes del 19 de julio de 2016, pensaba con fuerza que los valores que me son queridos, la igualdad, el acceso al derecho y a la justicia para todos, eran una prioridad para nuestra República, no podían estar limitados a ciertos individuos y ciertos lugares.
Antes del 19 de julio de 2016, yo me negaba a creer que hay vidas que cuentan menos que otras.
Jamás hubiera imaginado, señor presidente de la República, señora ministra de Justicia, que mi hermano pequeño, Adama Traoré, moriría como murió: como un perro, yaciendo sobre el asfalto ardiente de la comisaría de Beaumont-sur-Oise. Por nada, sin nosotros, su familia, sus allegados. El día de su cumpleaños…
Fue hace dos años.
El 19 de julio de 2016, Adama llevaba pantalones cortos, un sombrero de verano en la cabeza, paseaba su sonrisa en bicicleta por las calles de la pequeña ciudad donde todos nosotros hemos crecido, Beaumont-sur-Oise. Despreocupado y, feliz por celebrar, por la noche, sus 24 años. Se había vuelto a hacer su carnet de identidad, el ayuntamiento había avisado ese mismo día que el documento estaba listo, él había previsto ir a recuperarlo. Un día como cualquier otro, en resumen.
Hasta que los policías se cruzaron en el camino de mi hermano pequeño. Y todo tembló. Adama huyó, convencido de que los agentes iban a detenerle, ya que no tenía encima su carnet de identidad. Carrera-persecución. Caza al hombre. Placaje ventral. Asfixia. Malestar. Pulso acelerado, respiración acelerada. De golpe. Arrancado del mundo, Adama. Terminada, su vida.
No pido nada, señor presidente, señora ministra de Justicia, de lo que ustedes no sean los garantes. La justicia. El derecho de saber qué le pasó a mi hermano
¿Por qué esta muerte en Francia, en 2016, en una comisaría? ¿Cómo puede ser?
¿Un arresto que salió mal, un accidente, un error? No, nada de todo eso, señor presidente, señora ministra de Justicia.
Se trata de la vida de mi hermano pequeño, preciosa como la de todo individuo, como las suyas, como la mía. De un drama, que también es el suyo. La vida de Adama, cuestionada desde su adolescencia por incesantes y humillantes controles, se encontró una última vez, sin fundamento, entre las manos de los agentes de la fuerza pública. Los cuales se arrogaron el derecho de entregar a mi hermano a la muerte, ahogándole, no ayudándole, viéndole morir con esposas en los puños, por el suelo, a sus pies.
No pido nada, señor presidente, señora ministra de Justicia, de lo que ustedes no sean los garantes. La justicia. El derecho de saber qué le pasó a mi hermano. El derecho de comprender qué condujo a su muerte. Que se implemente todo para la manifestación de la verdad. Nada que no se nos deba, como el procurador de la República de Nantes ha sabido recordar, a propósito de la muerte de Aboubakar Fofana, muerto con 22 años este 3 de julio por una bala disparada en el cuello por un CRS [policías de las Compañías Republicanas de Seguridad]: “Un asunto particularmente grave, dado que un hombre joven de 22 años ha perdido la vida. Éstas son circunstancias dramáticas que nos obligan hacia su familia, que está en el derecho de esperar una investigación profunda”.
Nos constituimos en parte civil con mis hermanos, mis hermanas, nuestras madres. Actuamos entonces, perdón por recordárselo… en calidad de víctimas. En este carácter, la ley exige que estemos asociados al desarrollo del procedimiento.
Asociados estamos. Pero, desde hace dos años, nada se desarrolla.
Desde hace dos años, tenemos las espaldas anchas. A pesar de los mensajes judiciales, ensuciando la memoria de Adama (la invención de una infección, de un problema cardíaco, de un exceso de consumo de alcohol o de drogas); a pesar de estos vergonzosos intentos de justificar lo injustificable, la muerte de mi hermano pequeño, nos mantenemos firmes. Tenemos confianza.
Desde hace dos años, esperamos que los policías sean al menos interrogados, si no acusados respecto a “las circunstancias dramáticas” en las cuales mi hermano de 24 años perdió la vida. Sin embargo son los únicos que saben: ¿Cómo fue arrestado Adama? ¿Cómo fue perseguido Adama? ¿Cómo fue Adama sujetado en el suelo? ¿Cómo fue Adama asfixiado por todo su peso? ¿Por qué Adama fue conducido a la comisaría en vez de al hospital? ¿Por qué Adama estaba inconsciente al salir de su vehículo? ¿Por qué los servicios de socorro lo encontraron en el suelo, esposado? ¿Cómo murió bajo sus ojos?
Estas preguntas no son solamente las de una familia que considera que la verdad es una salida del duelo. Son también las suyas, las de todo un país que debe comprender cómo es posible morir con 24 años en una comisaría de Francia, en el siglo XXI, por nada. Los principios fundamentales de los que ustedes son los garantes les obligan. La vida de Adama Traoré, ciudadano francés, no valía menos que otra. Su muerte merece respuestas.
Fuente: Reporterre
Traducción: Eduardo Pérez