We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Urbanismo
La riada del desarrollismo
“Aquel día me llamó la atención el color del sol, un color sepia extraño, que no he vuelto a ver nunca más”, así detallaba Anna Martín, vecina del humilde barrio de la Brillantina d’Aldaia, el cielo premonitorio de un fatídico lunes 14 de octubre de 1957 cuando a la edad de 9 años le pasó por encima la riada del Túria que también hirió gravemente otras poblaciones en su paso por Alfara, Vinalesa, Tavernes Blanques, Almàssera, Alboraia, Alaquàs, Xirivella, Bonrepós, Torrent, Picanya, Paiporta, Alfafar, Massanassa, Catarroja, Albal, Beniparrell y València.
Un recuerdo grabado a fuego en la memoria de esa niña aldayera que permaneció escrito en las paredes del Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad (MUVIM) hasta que la exposición Agua, barro y silencios cerró las puertas al público el pasado 14 de octubre después de tres meses conmemorando con documentación multimedia el 60 aniversario de la catástrofe que, según el régimen franquista, se cobró la vida de 81 personas, causó numerosos daños materiales y supuso unas consecuencias urbanísticas que todavía arrastra la comarca de L'Horta en su vertebración territorial.
No fue la única riada. Entre 1932 y 1957 se registraron 22 desbordamientos del Túria, 11 crecidas y 15 noticias de inundación en el Cap y Casal que, según afirma el doctor ingeniero de caminos y profesor de urbanismo en la UPV, Joan Olmos, en el artículo “Río y ciudad, el caso de Valencia”, se vieron agravadas por “la importante carga de sedimentos que el río aporta a la llanura costera en cada episodio de desbordamiento, la deforestación por la explotación de tierras de interior y la pérdida de cubierta vegetal y de suelo en la cuenca, circunstancias que redujeron la capacidad de infiltración de los suelos y favorecieron fuertes picos de crecidas”.
La riada
El documental 14 de octubre de 1957: el día que hablaron las piedras (2007), codirigido por los periodistas Vicente Peris y Sergi Tarín, narra con detalle cómo se desarrollaron los hechos climáticos: “Dos desbordamientos del Túria en apenas 12 horas, producidos no por la cantidad de lluvias sino por la localización, que se concentra en la parte media y baja de la cuenca, aguas bajo el embalsamiento de Benaixeve. Una riada impresionante pasa por Vilamarxant, Riba-roja, Manises, Quart de Poblet i Mislata. Finalmente, a la 1:30h del 14 de octubre, la inundación llega a València, el segundo golpe de agua bate la ciudad doce horas después, hacia las 14h del mismo día. Una nueva inundación que sepultó València con el barro que arrastró desde la Calderona las ramblas de Artaz y la Castellarda. Esa segunda revenida fue más destructiva, toda la huerta quedó inundada”.
El productor del documental y director de InfoTV, Juli Esteve, comentó el pasado 21 de marzo las dificultades que encontraron para financiar la investigación durante la proyección de la pieza en el ciclo documental en defensa del territorio bajo el título “La València sud: el port, el Pla Sud i l’Albufera”, organizado por la plataforma Horta és Futur-NO a la ZAL y la Filmoteca de València. Así mismo lo reconoce Sergi Tarín, a quien le hubiera gustado “tener más tiempo y dinero para haber profundizado”.
Pese a todo, el trabajo audiovisual recoge gran cantidad de documentación, voces expertas y sobre todo la memoria viva de las damnificadas por la riada del 57, fundamentalmente recopiladas en los barrios de la Mare de Déu del Carme de Beteró y la Fontsanta, planeados y edificados desde cero para acoger refugiadas que habían perdido su casa.
Así es que los meses y años posteriores a la crisis humanitaria que se vivía en toda la comarca valenciana estuvo plagada de irregularidades y corruptelas que fueron silenciadas y que embrutecieron las acciones de solidaridad entre los pueblos. Comenzando por las cifras, la tragedia humana fue mucho más grande de lo que el régimen franquista oficializó en su momento y la opinión pública interiorizó: al recuento total de las 81 personas muertas habría que añadir centenares más que perdieron la vida en el mismo fondo del río Turia.
En la posguerra y la autarquía, miles de familias campesinas en situación cercana a la esclavitud y represaliadas por el franquismo se vieron abocadas a emigrar a ciudades como València y a instalarse en condiciones infrahumanas en barracas en el cauce del río, aprovechando el agua para plantar huertas de autoconsumo -más de 800 en la década de los 50-. De hecho, en el documental de Tarín y Peris se habla de documentos que recogen parcialmente esta situación y que permiten aventurar la existencia de casi 10.000 personas viviendo en el río. La conocida como Riada de las barracas de 1949, la gran desconocida, lo devastó todo. De nuevo, solo son reconocidas oficialmente 40 muertes.
En el artículo “Materiales inéditos para el estudio de la riada del Turia en València” se afirma, a pesar de que el escenario de la riada del 57 varía respecto a la del 49 a causa de la prohibición de construir barracas, que “el poblamiento entre los pretiles del río continuaba siendo motivo de preocupación entre las autoridades por su exposición al peligro de inundación”. Asimismo, en el almanaque de Las Provincias de 1957, está recogida la crónica que “refería la existencia de cerca de 80 barracas”.
Antonio Sanchis, superviviente de la riada del 57, con 14 años vivía con su familia en el bajo de la calle de Roteros nº12 del barrio de Ciutat Vella, a menos de cien metro del puente de Serrans, y cuenta que, cuando las aguas llegaron a los 3,20 metros de altura, tuvieron que ser rescatados por el techo de la casa, roto a hachazos por los vecinos del piso superior. Además, recuerda que en el río “desde Campanar hasta Natzaret vivían a trocitos en barracas” y añade que “con un trozo de uralita y una madera tenían suficiente”.
La escorrentía de 3.800 m3/seg que llegó a la ciudad de València provocó un desbordamiento brutal que destruyó las barriadas populares del margen izquierdo del río Turia —Campanar-Marxalenes-Camino de Morvedre—, anegando parte del centro histórico y su tramo final, debido a la infraestructura portuaria, inundó el norte de los Poblados Marítimos -El Grau, la Malvarrosa, el Cabanyal- y, al sur, el barrio de Natzaret, derribando casas y produciendo una serie de rupturas del terreno en las playas.
“Cuando nos avisan la noche del 14 de octubre, solo nos da tiempo a subir a la azotea de la casa y ya empezamos a ver animales, muebles y personas bajar con el agua”, rememora Faustino Fernández, vecino de Natzaret. “Me lancé al agua con una cuerda para abrir las dos puertas de casa y crear una corriente para que no tumbase la precaria construcción”.
Los días posteriores son un caos total, también para Faustino: “El segundo día empieza a llegar la ayuda al puente de Natzaret, al que llegan los camiones del ejército y dividen a las familias entre heridos, mujeres, niños y hombres; en ese momento me separo de mi familia”. El ejército toma la ciudad y la divide por sectores, se inicia la batalla del barro.
Llevan a Faustino a una casa particular de acogida, donde le sirven un plato de arroz que le sabe a gloria: aún no había comido nada desde la riada, a excepción de un pato que recogió por la propia riada en la azotea de su casa de Natzaret, que quedó inhabitable por la fuerza del agua. Finalmente se reencuentra con los suyos en la Casa de la Misericordia, donde pasan dos años en unas pocilgas que “asearon un poco” junto a veinte familias más. Hoy, a los 75 años, Faustino Fernández vive en el barrio de la Fuensanta, en la salida oeste de la ciudad, en una de las 880 casas de 64 m² en bloques uniformes de cuatro pisos —690 viviendas sociales— que le asignaron en abril de 1959, organizados en torno a una iglesia flanqueada por un par de hileras de locales comerciales y un centro escolar. No olvida el pago de 50 años de alquiler —75/100 pesetas al mes— que ha necesitado para ser propietario.
Un plan para el sur de València
La Confederación Hidrográfica del Júcar encargó un estudio a Antonio García Labrandero con tres alternativas para retomar la idea de desviar el Turia y, como se señala en el documental, se escogió la más faraónica y la que minimizaba al máximo las posibilidades de que volviese a ocurrir un desbordamiento: el Plan Sur.La solución costó 3.000 o 4.000 millones de pesetas del 59 y no existe ningún estudio sobre la obra que afectó a 280 hectáreas de huerta productiva, casas, patrimonio y vidas, ni sobre sus adjudicaciones y costes. Según explica el ingeniero Joan Olmos, la Solución Sur consiste en “un nuevo cauce de unos 12 km de longitud y 175 metros de cajero, capaz de desaguar 5.000 m3/s en una nueva desembocadura, tres kilómetros al sur del existente” y relata que “las obras comenzaron en 1964 y finalizaron —sin completar el programa inicial, que incluía otras infraestructuras de saneamiento hidráulico— en 1973”.
El debate público o académico en torno a la cuestión es prácticamente nulo, salvo honrosas excepciones como las jornadas del Colegio de Ingenieros de Caminos de València en 1992, consideradas como la primera reflexión pública y en cuya organización el propio Olmo estaba implicado, de las que se extrajeron interesantes conclusiones como que “los profesionales del urbanismo creen que el interés hidráulico del Plan Sur quedó pronto relegado a un segundo plano por el excesivo protagonismo de los planes de carreteras y los ingenieros de tráfico”.
Para Olmos, si bien en principio el proyecto tenía una concepción estrictamente hidráulica, “poco a poco fue sirviendo de excusa para abordar otras cuestiones de carácter territorial”. Hay que tener en cuenta que el planteamiento urbanístico del momento era otro y que, como recalca en su artículo: “El Plan Sur trastocó ese esquema de objetivos modestos, y así, en 1966 se aprobó un nuevo plan comarcal, mucho más ambicioso en sus propuestas de crecimiento, contagiado por el triunfalismo económico del momento, para adaptarlo a la citada Solución Sur”.
Vídeo: Adolfo Rincón de Arellano, alcalde de València (1958-1969), explica las consecuencias del Plan Sur y los proyectos que nunca llegaron a realizarse como la autopista por el antiguo cauce del río.
Muestra de la creciente preponderancia del vehículo privado y el urbanismo desmesurado en una ciudad que todavía se hallaba muy vinculada a la huerta fueron los intentos de urbanizar los ahora espacios protegidos del Saler y la Albufera, incluso el intento de construir una autopista por el antiguo cauce del Turia. Todo apunta a que el estancamiento de los recursos económicos y las protestas vecinales de los 70 contribuyeron al abandono de estos proyectos.
Aun así, la dinámica territorial de València inaugurada desde la Solución Sur es evidente y, 71 años después, continuamos viendo cómo una serie de infraestructuras que la ciudad no quiere tener cerca acaban abocadas al sur, un efecto llamada del que instituciones como el Puerto de València se benefician.
Memoria viva
Anaïs Florin, artista visual doctoranda en Bellas Artes, y Alba Herrero, antropóloga ambiental, son las encargadas de llevar a cabo el proyecto en curso “Ara vindran les màquines. Relatos subalternos de la Valencia Sur”, una iniciativa que pretende recuperar la memoria de las personas que sufrieron los efectos de la Solución Sur, mediante sus testimonios, archivos domésticos —como fotografías— y mapas; y contribuir así a poner en el centro los relatos que el discurso dominante convirtió en inferiores. El proyecto está becado por el Consorcio de Museos Valenciano y será presentado el año 2019.
“Estamos contrastando qué es lo que cuentan las personas que fueron expropiadas al silencio característico de una dictadura con cómo se construye el relato del Plan Sur en los medios de comunicación, cómo se utiliza el drama de la riada para justificar la Solución Sur, la más invasiva y cara de las tres planteadas, y cómo se vivió en las pedanías y partidas expropiadas esta realidad”, comenta Florin, quien destaca los antiguos habitantes de la Torreta o Sant Antoni, cercanos a la pedanía de Castellar-el Oliveral.
“Vivíamos en la Torreta, era una niña de 12 años, recuerdo la casa familiar como un lugar idílico, sencillo, humilde y totalmente autosuficiente; ahora nada de esos existe porque todo estaba en medio del nuevo cauce del río”. Empar Puchades, presidenta de la asociación de vecinos y vecinas del Castellar-el Oliveral, piensa en las 80 familias del extinto barrio de la Torreta, cuando todas recibieron la carta de expropiación un año antes de empezar las obras del Plan Sur, cuando su abuela se escondía para llorar.También critica que en València nadie se enteraba de nada: “Tenían que reunirse en secreto”. Entonces era pequeña pero afirma que, en contra de la opinión generalizada, el Plan Sur tuvo una resistencia: “Sabotearon las máquinas, prendieron fuego a los bidones de gasolina, incluso a mi padre se lo llevó la Guardia Civil una madrugada y, cuando volvió, se notaba que le habían pegado”. “Estuvimos tres años luchando y presionando; nos cortaron la carretera para dejarnos incomunicados —rememora Puchades—. Comenzaban las obras allí donde podían, para ir al colegio teníamos que subir el terraplén de lo que son ahora las paredes del cauce, y con las máquinas dañaban las cosechas”. Las imágenes de las carreras para tumbarse en el suelo delante de las máquinas no se le quitan de la cabeza: la tensión constante, el acoso continuo.
Empar Puchades actúa para impulsar un debate y una reflexión que, hasta ahora, ha faltado porque, argumenta, “todavía es una herida abierta”. A parte de su trabajo en los movimientos vecinales, es miembro del colectivo Per l’Horta y ha colaborado activamente en campañas como Horta és futur, donde se presentaron en 2015 más de 15.000 alegaciones contra la revisión del PGOU de València de Rita Barberá hasta conseguir paralizarla. También en la actual Recuperem la punta, aturem la ZAL, que propone desurbanizar la Zona de Actividades Logísticas del Puerto, 716.000 m² expropiados violentamente y en desuso desde hace 20 años, para reparar las injusticias cometidas con las vecinas de La Punta y conectar con un corredor verde el antiguo cauce del río con El Saler y la Albufera.
Urbanismo
La riuà del desarrollisme
La tragèdia del 57, que deixà 81 morts segons les autoritats, fou utilitzada com excusa per a desenvolupar un urbanisme agressiu a l’Horta Sud de València.
“Aquell dia em va cridar l’atenció el color del sol, un color sépia estrany, que no he tornat a veure mai més”, així detallava Anna Martín, veïna de l’humil barri de la Brillantina d’Aldaia, el cel premonitori d’un fatídic dilluns 14 d’octubre de 1957 quan a l’edat de 9 anys li va passar pel damunt la riuada del Túria que també va ferir greument altres poblacions al seu pas per Alfara, Vinalesa, Tavernes Blanques, Almàssera, Alboraia, Alaquàs, Xirivella, Bonrepós, Torrent, Picanya, Paiporta, Alfafar, Massanassa, Catarroja, Albal, Beniparrell i València.
Un record gravat a foc i flama en la memòria d’aquella xiqueta aldaiera que romangué escrit a les parets del Museu Valencià de la Il·lustració i de la Modernitat (MUVIM) fins que l’exposició Aigua, fang i silencis tancà les portes al públic el passat 14 d’octubre després de tres mesos commemorant amb documentació multimèdia el 60 aniversari de la catàstrofe que, segons el règim franquista, es va cobrar la vida de 81 persones, nombrosos danys materials i unes conseqüències urbanístiques que encara arrossega la comarca de l’Horta a la seua vertebració territorial.
No fou l’única riuada. Entre 1321 i 1957 es van registrar 22 desbordaments del Túria, 11 crescudes i 15 notícies d'inundació al Cap i Casal que, segons afirma el doctor enginyer de Camins i professor d’Urbanisme a la UPV Joan Olmos en l'article “Río y ciudad, el caso de Valencia”, es veren agreujades per “l’important càrrega de sediments que el riu aporta a la plana costanera en cada episodi de desbordament, la desforestació per l'explotació de terres d’interior i la pèrdua de coberta vegetal i de sòl en la conca, circumstàncies que van reduir la capacitat d'infiltració dels sòls i van afavorir forts pics de crescudes”.
La riuà
El documental 14 d’octubre del 1957: el dia en què parlaren les pedres (2007), codirigit pels periodistes Vicent Peris i Sergi Tarín, narra amb detall com es desenvoluparen els fets climàtics: “Dos desbordaments del Túria en a penes 12 hores, produïts no per la quantitat de les pluges sinó per la localització, que es concentra en la part mitjana i baixa de la conca, aigües avall de l'embassament de Benaixeve. Una riuada impressionant passa per Vilamarxant, Riba-roja, Manises, Quart de Poblet i Mislata. Finalment, a la 1.30h del 14 d’Octubre, la inundació arriba a València, el segon cop d’aigua bat la ciutat dotze hores després, cap a les 14h del mateix dia. Una nova inundació que va sepultar València amb el fang que arrossegà des de la Calderona les rambles d’Artax i la Castellarda. Aquella segona revinguda fou més destructiva, tota l’horta quedà anegada”.
El productor del documental i director d’InfoTV, Juli Esteve, va comentar el passat 21 de març les dificultats que van trobar per finançar la investigació durant la projecció de la peça al cicle documental en defensa del territori sota el títol “La València sud: el port, el Pla Sud i l’Albufera", organitzat per la plataforma Horta és Futur–NO a la ZAL i la Filmoteca de València. Així mateix ho reconeix Sergi Tarín, a qui li haguera agradat “tindre més temps i diners per haver aprofundit”.
Malgrat tot, el treball audiovisual recull gran quantitat de documentació, veus expertes i sobretot la memòria viva de les damnificades per la riuada del 57, fonamentalment recopilades als barris de la Mare de Déu del Carme de Beteró i la Fontsanta, planejats i edificats des de zero per acollir les refugiades que havien perdut la seua casa.
Així és que els mesos i anys posteriors a la crisi humanitària que es vivia a tota la comarca valenciana van estar plagats d’irregularitats i corrupteles que foren silenciades i van embrutir les accions de solidaritat entre els pobles. Començant per les xifres, la tragèdia humana va ser molt més gran del que el règim franquista va oficialitzar al seu moment i l’opinió pública va interioritzar: al recompte total de les 81 persones mortes caldria afegir centenars més que van perdre la vida al mateix llit del riu Túria.
En la postguerra i l’autarquia milers de famílies camperoles en situació propera a l'esclavitud i represaliades pel franquisme es veuen abocades a emigrar a ciutats com València i instal·lar-se en condicions infrahumanes en barraques al llit del riu, on aprofiten l’aigua per plantar horts d’autoconsum —més de 800 en la dècada dels 50—. De fet, al documental de Tarín i Peris es parla de documents que recullen parcialment aquesta situació i permeten aventurar l’existència de quasi 10.000 persones vivint al riu. La coneguda com Riuada de les barraques del 1949, la gran desconeguda, ho va devastar tot. De nou, oficialment són reconegudes només 40 morts.
A l’article “Materials inèdits per a l'estudi de la riuada del Túria a València” s’afirma tot i que l’escenari de la riuada del 57 varia respecte a la del 49 a causa de la prohibició de construir barraques, que “el poblament entre els paredons del riu continuava sent motiu de preocupació entre les autoritats per la seua exposició al perill d’inundació”. Així mateix, en l'almanac de Las Provincias de 1957, està recollida la crònica que “referia l’existència de prop de 80 barraques”.
Antonio Sanchis, supervivent de la riuada del 57, als 14 anys vivia amb la seua família al baix del carrer de Roters nº 12 del barri de Ciutat Vella, a menys de cent metres del pont de Serrans, i conta que quan les aigües arribaren als 3,20 metres d’altura van haver de ser rescatats pel sostre de la casa, trencat a destralades pels veïns del pis superior. A més a més, recorda que al riu “des de Campanar fins Natzaret vivien a trossets en barraques” i afegeix que “amb un tros d’uralita i una fusta hi tenien prou”.
L’escorrentia de 3.800 m3/seg que arribà a la ciutat de València provocà un desbordament brutal que destruí les barriades populars del marge esquerre del riu Túria —Campanar-Marxalenes-Camí de Morvedre—, negant part del centre històric i al seu tram final, degut a la infraestructura portuària, inunda al nord els Poblats Marítims —El Grau, la Malva-Rosa, el Cabanyal— i al sud el barri de Natzaret, derrocant cases i obrint un seguit de trencs a les platges.
“Quan ens avisen la nit del 14 d’octubre, només ens dona temps per pujar al terrat de la casa i ja comencem a veure animals, mobles i persones baixar amb l’aigua”, rememora Faustino Fernàndez, veí de Natzaret. “Em vaig llançar a l’aigua amb una corda per obrir les dues portes de casa i crear un corrent perquè no tombés la precària construcció”.
Els dies posteriors són un caos total, també per Faustino: “Al segon dia comença a aplegar l’ajuda al pont de Natzaret on arriben els camions de l’exèrcit i divideixen les famílies per ferits, dones, xiquets i homes; en eixe moment em separe de la meua família”. L’exèrcit pren la ciutat i la divideix per sectors, s’inicia la batalla del fang.
Porten Faustino a una casa particular d’acollida on li serveixen un plat d’arròs que li sap a glòria: encara no havia menjat res des de la riuada a excepció d’un ànec que arreplegà a causa d'aquesta al terrat de la seua casa en Natzaret, la qual quedà inhabitable per la força de l’aigua. Finalment es retroba amb els seus a la Casa de la Misericòrdia on passen dos anys en unes porqueres que “van endreçar un poc” junt a vint famílies més. Hui, als 75 anys, Faustino Fernández viu al barri de la Fontsanta, a l’eixida oest de la ciutat, en una de les 880 vivendes de 64 m² en blocs uniformes de quatre pisos —690 habitatges socials— que li van assignar en abril del 1959, organitzats al voltant d’una església flanquejada per un parell de fileres de locals comercials i un centre escolar. Ell no oblida el pagament de 50 anys de lloguer —75/100 pessetes al mes— que ha necessitat per ser el propietari.
Un pla per al sud de València
La Confederació Hidrogràfica del Xúquer va encomanar un estudi amb tres alternatives a l'enginyer Antonio García Labrandero per reprendre la idea de desviar el Túria i, com es diu al documental, es va triar la més faraònica i que minimitzava al màxim les possibilitats de què tornara a ocórrer un desbordament: el Pla Sud.
La solució costà 3.000 o 4.000 milions de pessetes del 59 i no hi ha cap estudi sobre l’obra que afectà 280 hectàrees d’horta productiva, cases patrimoni i vides, ni sobre les adjudicacions ni els costos. Segons explica l’enginyer Joan Olmos, la Solució Sud consisteix en “un nou llit d'uns 12 km de longitud i 175 metres de caixer, capaç de desaiguar 5.000 m3/s en una nova desembocadura, tres quilòmetres al sud de l'existent” i relata que “les obres van començar al 1964 i van finalitzar —sense completar el programa inicial, que incloïa altres infraestructures de sanejament hidràulic— al 1973”.
Per a Olmos, si bé en principi el projecte tenia una concepció estrictament hidràulica, “a poc a poc va anar servint d'excusa per a abordar altres qüestions de caràcter territorial”. Cal tindre en compte que el planejament urbanístic del moment era un altre i que, com recalca al seu article: “El Pla Sud va trastocar aquell esquema d'objectius modestos, i així, en 1966 es va aprovar un nou pla comarcal, molt més ambiciós en les seues propostes de creixement, contagiat pel triomfalisme econòmic del moment, per a adaptar-ho a la citada Solució Sud”.
Vídeo: Adolfo Rincón de Arellano, alcalde de València (1958-1969), explica les conseqüències del Pla Sud i els projectes que mai van arribar a realitzar-se com l'autopista per l'antic llit del riu Túria.
El debat públic o acadèmic al voltant de la qüestió és pràcticament nul, llevat d'honroses excepcions com les jornades del Col·legi d’Enginyers de Camins de València el 1992, considerada la primera reflexió pública i a on el propi Olmos estava implicat en la seua organització, es van extraure interessants conclusions com que “els professionals de l'urbanisme creuen que l'interés hidràulic del Pla Sud va quedar prompte relegat a un segon terme per l’excessiu protagonisme dels plans de carreteres i els enginyers de trànsit”.
Mostra de la creixent preponderància del vehicle privat i de l’urbanisme desmesurat a una ciutat que encara estava molt vinculada a l’horta van ser els intents d’urbanitzar els ara protegits espais naturals del Saler i l’Albufera, inclús l’intent de construir una autopista per l’antic llit del Túria. Tot apunta a que l’estancament dels recursos econòmics i les protestes veïnals dels 70 van contribuir a abandonar aquestos projectes.
Tanmateix, la dinàmica territorial de València encetada des de la Solució Sud és evident i 71 anys després continuem veient com una sèrie d’infraestructures que la ciutat no vol tindre prop acaben abocades al sud, un efecte cridada del qual institucions com el Port de València se'n beneficien.
Memòria viva
Anaïs Florin, artista visual doctoranda en Belles Arts, i Alba Herrero, antropòloga ambiental, són les encarregades de dur a terme el projecte en curs “Ara vindran les màquines. Relatos subalternos de la Valencia Sur”, una iniciativa que pretén recuperar la memòria de les persones que patiren els efectes de la Solució Sud, mitjançant els seus testimonis, arxius domèstics —com fotografies— i mapes; i contribuir així a posar en el centre els relats que el discurs dominant convertí en inferiors. El projecte està becat pel Consorci de Museus Valencians i serà presentat l'any 2019.
“Estem contrastant què és el que conten les persones que foren expropiades al silenci característic d'una dictadura amb com es construeix el relat del Pla Sud als mitjans de comunicació, com s'utilitza el drama de la riuada per justificar la Solució Sud, la més invasiva i cara de les tres plantejades, i com es visqué a les pedanies i partides expropiades aquesta realitat”, comenta Florin, qui destaca als antics habitants de la Torreta o Sant Antoni, propers a la pedania del Castellar-l’Oliveral.
“Vivíem a la Torreta, era una xiqueta de 12 anys, recorde la casa familiar com un lloc idíl·lic, senzill, humil i totalment autosuficient; ara res d’això existeix perquè tot estava al mig del llit del nou riu”. Empar Puchades, presidenta de l’associació de veïns i veïnes del Castellar-l’Oliveral, pensa en les 80 famílies de l’extint barri de la Torreta, quan totes van rebre la carta d’expropiació un any abans de començar les obres del Pla Sud, quan la seua àvia s’amagava per plorar.
“Vàrem estar tres anys de lluita i pressions; ens tallaren la carretera per tal de deixar-nos incomunicats —rememora Puchades—. Començaven les obres allà on podien, per anar a escola havíem de pujar el terraplé del que són ara les parets del llit, i amb les màquines feien mal a les collites”. La imatge de les carreres per tombar-se a terra davant de les màquines no se li’n va del cap: la tensió constant, l'assetjament continu.
També critica que a València ningú s’assabentava de res: “Havien de reunir-se en secret”. Aleshores era menuda però afirma que, en contra de l’opinió generalitzada, el Pla Sud tingué una resistència: “Van fer sabotatges a les màquines, pegaren foc als bidons de benzina, inclús al meu pare se l’emportà la Guàrdia Civil una matinada i quan tornà es notava que l'havien colpejat”.
Empar Puchades actua per impulsar un debat i una reflexió que fins ara ha mancat perquè, argumenta, “encara és una ferida oberta”. A banda del seu treball als moviments veïnals, és membre del col·lectiu Per l'Horta i ha col·laborat activament en campanyes com Horta és futur, on es van presentar al 2015 més de 15.000 al·legacions contra la revisió del PGOU de València de Rita Barberà fins aconseguir paralitzar-la. També a l'actual Recuperem la punta, aturem la ZAL, que proposa desurbanitzar la Zona d'Activitats Logístiques del Port, 716.000 m² expropiats violentament i en desús des de fa 20 anys, per tal de reparar les injustícies comeses amb les veïnes de La Punta i connectar amb un corredor verd l’antic llit del riu amb El Saler i l’Albufera.