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Cuando la crisis del coronavirus golpeó el sector turístico, los megracruceros estaban en su apogeo. El cierre de las fronteras y de los puertos, los confinamientos y las noticias de estas ciudades flotantes convertidas en ratoneras en cuarentena viajando a la deriva sin poder amarrar hicieron el resto: entre marzo y septiembre de 2020, se perdieron 518.000 puestos de trabajo y 23.000 millones de dólares en salarios en todo el mundo. Las imágenes de estas moles de acero y cristal que dejan pequeñas las ciudades del litoral mediterráneo o del Caribe se convirtieron en estampas de cruceros en los desguaces o anclados en alta mar esperando tiempos mejores.
Será de las ramas del turismo que más tarde en recuperarse —llegaron a hacer viajes gratis “para demostrar su seguridad” frente al covid—, pero pocos dudan que tarde o temprano lo hará. Y con la paulatina reanudación de la actividad volverán, aún con más intensidad que antes, unas tasas de explotación laboral difícil de encontrar en otras ramas de la economía.
La tendencia de los últimos años, hasta la llegada del coronavirus, habla de barcos cada vez más grandes, con más viajeros y, proporcionalmente, con menos tripulación por pasajero
Son territorios de excepción, donde la jornada de 40 horas suena a broma, donde la norma es trabajar once horas al día, siete días a la semana, donde no existen apenas momentos de ocio ni separación entre la vida personal y laboral, donde no se pagan las vacaciones ni las bajas médicas ni la seguridad social, donde el uso de banderas de conveniencia impide la acción sindical, una “institución total” en donde no es posible reclamar ni escapar. El estudio Trabajo en cruceros. De la ampliación a la intensificación de las jornadas laborales, escrito por Ángela Teberga, investigadora del instituto de investigación sobre turismo Alba Sud, revela las condiciones de trabajo de las tripulaciones de estos buques turísticos. Para ello, entrevistó a cien trabajadores de estos cruceros entre agosto y noviembre de 2019.
Un sueño hecho pesadilla
El imaginario de un trabajo que te permite aprender idiomas, conocer gente de todo el mundo, tomar un poco de sol marino en los momentos de descanso y ganar un buen dinero a la vez que visitas tus destinos turísticos favoritos, solo se cumple en contadas ocasiones.
En efecto, la alta demanda de personal y el pago en dólares o en euros convierten el trabajo en los cruceros en “una alternativa laboral interesante”, especialmente para personas que viven en países periféricos o que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad, explica la autora del informe. El carácter global de la marina mercante se traslada a los megracruceros y lo primero que nota un turista que pisa estos resorts flotantes es la diversidad de orígenes de la tripulación, una especie de “mini Naciones Unidas”. También puede ser una impresión apresurada.
Son territorios de excepción, donde la norma es trabajar once horas al día, siete días a la semana, donde no existen apenas momentos de ocio ni separación entre la vida personal y laboral, donde no se pagan las vacaciones ni las bajas médicas ni la seguridad social
La jerarquía de la marina militar se traslada también a los cruceros, donde por lo general, subraya el informe, los oficiales son noruegos o italianos; los trabajadores cualificados son europeos occidentales o estadounidenses y el resto de la tripulación, la de menor rango y la que cobra los peores salarios, es asiática, caribeña o de Europa del Este. Hasta el 19% de la tripulación proviene de Filipinas, un país “notablemente conocido como proveedor de mano de obra barata cualificada a precios asequible”.
La violación sistemática de los derechos laborales, en un negocio controlado en un 88% por tres compañías —Carnival Corporation y PLC, Royal Caribbean Cruises Ltd. y Star Cruises—, se basa en el truco de las banderas de conveniencia. Aunque las principales compañías de cruceros son propiedad de Estados Unidos y Suiza, los barcos están registrados en Panamá, en las Bahamas, Bermuda o Malta. La razón es sencilla y pragmática: la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar determina que las normas que se aplican en un buque serán las de su bandera, es decir, del país en el que estén registrados, entre ellas las condiciones laborales. Cuando las compañías eligen un país distinto para aprovecharse de leyes más laxas o inexistentes se habla de banderas de conveniencia, una práctica condenada por la propia ONU en 2017.
Poco ha importado esto a las principales compañías de crucero y esta es la práctica habitual de todas ellas y lleva a múltiples problemas laborales que llevan siendo denunciados desde hace más de una década: explotación e inestabilidad laboral, impago de vacaciones y festivos y un nulo control del impacto ambiental de estos cruceros. La elección de la bandera de conveniencia adecuada puede ahorrar a estas grandes empresas la mitad de los costes laborales por la reducción de los pagos habituales como los impuestos o las cargas sociales.
En 2013, entró en vigor una normativa internacional sobre trabajo marítimo que mejoró la situación, cuenta el informe, pero no ha sido suficiente para terminar con las prácticas de abusos laborales que exprimen a una tripulación cada vez más saturada y explotada.
‘Sweatship’
Diversos estudios previos cifran en 100 las horas semanales medias de la tripulación en los cruceros, a razón de diez o incluso de 14, 16 o 17 horas diarias. Más allá de los casos más extremos, el actual estudio de Alba Sud, realizado en base a cien encuestas, concluye que los trabajadores de los cruceros trabajan una media de 10,8 horas al día y 6,3 días a la semana. Sin embargo, si se considera solo los escalafones mayoritarios y más bajos de la jerarquía de estos buques turísticos la jornada media aumenta a 11,3 horas al día y 6,97 días a la semana. Con casi 80 horas semanales y apenas unas horas de descanso, la mayoría de los trabajadores de los cruceros doblan el máximo de horas permitidas por los convenios marítimos y niegan a la tripulación cualquier posibilidad de ocio o reposo.
La situación de explotación laboral sistemática, según la encuesta realizada en el marco del estudio, ha ido a peor. Para el 56% de las personas entrevistadas se ha producido un aumento de la jornada laboral a lo largo del tiempo.
Las posibilidades de descanso también se ven comprometidas por la falta de un horario fijo y la disponibilidad constante que se deriva de la falta de separación física entre el trabajo y el lugar de residencia. El confinamiento en el espacio del barco, “en el que conviven el trabajo y la vida”, señala esta investigadora experta en turismo, es una de las principales causas de la prolongación de la jornada laboral. El crucero se convierte en un panóptico, una “institución total” donde la administración “tiene control total sobre el espacio y el tiempo de la tripulación” y en donde la “división entre lo público y lo privado es prácticamente inexistente”.
Turismo
Megacruceros, leviatanes del turismo marino
El número de cruceristas se ha multiplicado por 25 desde 1992 en España, y el plan es que siga creciendo. Barcelona es ya el primer puerto de este tipo de buques en el Mediterráneo. Las impactos sociales y medioambientales de estos barrios flotantes, estandartes de la industria turística global cada vez más grandes, preocupan a un importante sector de la sociedad.
No hay dónde escapar. Los entrevistados relatan cómo la jornada laboral invade los tiempos de ocio o descanso: en cualquier momento los pueden llamar desde la administración para que se reincorporen al trabajo. Muchas veces, relata el informe, el tiempo de ocio se utiliza para recuperar las horas de sueño perdidas.
El crucero se convierte en un panóptico, una “institución total” donde la administración “tiene control total sobre el espacio y el tiempo de la tripulación” y en donde la “división entre lo público y lo privado es prácticamente inexistente”
En este esquema, la posibilidad de conseguir una o dos horas libres durante el horario laboral para atender asuntos personales o familiares es algo difícil para el 48% de los encuestados e imposible para el 31% de ellos.
Y si no pueden disponer de este tiempo en los días laborables, tampoco en los que teóricamente son de descanso. En los cruceros, no existe ese concepto de “días libres de 24 horas consecutivas”. En alta mar, da igual el día que sea, todo tiene que funcionar igual, lo que implica que la enorme mayoría de la tripulación no goza de ningún día completo de descanso. A lo sumo, unas horas de asueto, muchas menos en los trabajadores poco cualificados, revela el informe.
Las encuestas realizadas confirman que la jornada laboral es cada vez más larga. Pero eso no es todo. También ha aumento de forma considerable, según el estudio, la carga de trabajo que debe asumir la tripulación en ese tiempo de trabajo. Para el 81% de los entrevistados hubo un aumento de las tareas y deberes laborales.
La tendencia de los últimos años, hasta la llegada del coronavirus, habla de barcos cada vez más grandes, con más pasajeros y, proporcionalmente, con menos tripulación. En la economía de escala de estos gigantes del mar, los megacruceros permiten ampliar las habitaciones, y por lo tanto los ingresos, mientras los costes de explotación y los de la tripulación se mantienen prácticamente estables, explica el informe.
“La construcción y la operación de navíos cada vez más grandes son una tendencia creciente en el mercado de los cruceros. Los buques de gran capacidad son una necesidad del mercado para reducir los costes por unidad”, señala Teberga.
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Hasta que no coman cárcel los empresarios que hacen estas cosas esto no va a parar. La impunidad para quebrantar los derechos de los trabajadores es igual a no tener derechos. ¿De que me sirve tener unos derechos como trabajador si no se obliga al empresario a respetarlos?
¡Contaminad! ¡Contaminad!
¿Sabéis lo que dicen las letras al respecto?:
"Si tu partes un palo con un Hachazo, ese Hachazo se volverá contra ti y te cortará la cabeza".
_Dicho Popular_
Creo que la mejor solución es boitocear estas empresas de cruceros.
Muy buen artículo, gracias a Él Salto por sacar a la luz las pésimas e infernales condiciones laborales que sufren los trabajadores de los mega cruceros.
Y todo ello, si le añadimos la evasión fiscal, la contaminación y el encarecimiento del servicio que generan, llegamos a la conclusión de un turismo corporativista, en manos de un puñado de capitalistas, que ni genera ningún tipo de desarrollo endógeno y que pone en peligro el turismo local y popular, el que realmente cuida y poner en valor el patrimonio cultural de los pueblos.
Por mí, y espero que por muchos trabajadores, no se van a llevar ni un centavo