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Tribuna
Mare Jonio: tenemos un barco
Operación Mediterránea se plantea como un espacio de debate, acción y conflicto en torno a los temas de las migraciones en Italia y en Europa. También cuenta con un barco, el Mare Jonio, para acoger migrantes, refugiados y personas en tránsito.
Resuenan, uno tras otro, los nombres de las víctimas, nombres sin cuerpo que hablan de una multitud de vidas y de historias, estrelladas contra las fronteras de Europa: Asmat -nombres es el título del cortometraje de Dagmawi Yimer, una de las obras más potentes y evocadoras sobre el naufragio del 3 de octubre de 2013. El anonimato es, en el fondo, una de las características que definen a las mujeres, hombres y niños en tránsito por el Mediterráneo, así como por muchos otros espacios de frontera. Rescatar la singularidad irreductible de una existencia es el gesto extremo de resistencia que nos propone Asmat -nombres.
En el quinto aniversario de aquel naufragio, mientras continúan las muertes en el Mediterráneo, botamos al mar un barco, el Mare Jonio. Lo hacemos después de un verano en el que el gobierno italiano ha emprendido una guerra sin cuartel contra las migraciones y contra las ONG, ha cerrado los puertos y ha secuestrado en un barco de la Guardia costera a decenas de refugiados y migrantes.
Al abrigo de miradas indiscretas, la guardia costera libia ha podido dedicarse a devolver a los centros de detención a cientos de personas, mientras otros cientos de personas han muerto ahogadas
La criminalización de las operaciones “humanitarias” ha vaciado el Mediterráneo de presencias molestas, ha ahuyentado a los testigos y ha reforzado el anonimato de mujeres y hombres en tránsito: al abrigo de miradas indiscretas, la guardia costera libia ha podido dedicarse a devolver a los centros de detención —a la tortura, la violencia, la esclavitud— a cientos de personas, mientras otros cientos de personas han muerto ahogadas. Y hay quienes se alegran y cantan victoria.
No ha sido fácil llevar a cabo este proyecto. La plataforma que ha querido llamarse, sin más, Operación Mediterráneo, no es una ONG: quienes han trabajado en la investigación y en la preparación de la embarcación en las últimas semanas no tenían experiencia previa de los mundos con los que han estado trabajando. Pero en los muelles de muchos puertos hemos encontrado personas que nos han ayudado no sólo por razones profesionales, sino también por una solidaridad instintiva, por un gesto de rechazo del desprecio a la vida y al derecho internacional que —sobre todo tras el caso de la nave Diciotti— ha encontrado cada vez más apoyo entre las gentes del mar.
La experiencia y la colaboración de distintas ONG que han intervenido en los últimos años en el Mediterráneo han sido decisivas para nosotros —una de ellas (Sea-Watch) forma parte de la plataforma, mientras que Open Arms se coordinará con nosotros en el mar. Sin embargo, la operación que lanzamos hoy ha tomado buena nota de la criminalización de la intervención “humanitaria” a la que nos enfrentamos. Lejos quedan los días en los que la “razón humanitaria” podía ser analizada como parte de un sistema de gobierno más amplio (de las migraciones en particular). El desafío sólo puede ser radicalmente político. Y se concentra sobre todo en un punto: la afirmación práctica del derecho de un conjunto de sujetos no estatales a intervenir políticamente en un área en la que las “autoridades competentes” incumplen escandalosamente la obligación de tutelar la vida de las personas en tránsito.
En torno a esta cuestión se ha creado la plataforma Operación Mediterránea: una plataforma abierta a la adhesión y la participación de quienes quieran apoyarnos en las próximas semanas (entre otras cosas a través del crowdfunding, que resulta realmente esencial para asegurar la sostenibilidad de un proyecto tan ambicioso como arduo desde el punto de vista financiero). Este punto presenta, desde luego, una importancia fundamental. Pero, más en general, el objetivo consiste en abrir —a través de una práctica— un espacio de debate, acción y conflicto en torno a los temas de las migraciones en Italia y en Europa.
Nos gustaría que nuestro barco se viera atravesado, por mar y tierra, por las movilizaciones que han tenido lugar en los últimos meses —desde Ventimiglia a Apulia, desde Catania a Milán— sobre la cuestión de la migración; nos gustaría que el Mare Jonio se convirtiera en una especie de foro, que lo hicieran suyo miles de mujeres y hombres, que lo llevaran a las plazas y las calles, que a su alrededor proliferaran narraciones sobre las migraciones radicalmente distintas de los gruñidos y los decretos de Salvini: nos gustaría que el barco fuera un instrumento para hablar de otra manera de Italia y de Europa, empezando por las ciudades.
No subestimemos la dificultad del momento. Sabemos que actuamos como una minoría, que nos enfrentamos a una hegemonía hostil sobre los temas de la migración; sabemos que en los últimos meses se ha radicalizado la ecuación entre el migrante y el enemigo (algo a lo que también han contribuido en los últimos años fuerzas políticas que no se definen de derechas), autorizando y promoviendo la difusión capilar en el país de un racismo cada día más agresivo. Pero sabemos también que esa hegemonía puede y debe invertirse, asumiendo los riesgos y el peligro necesarios. La operación que empieza hoy, en una fecha cargada de valor simbólico, es una contribución en esa dirección.
Un barco, escribe C. L. R. James en su gran libro sobre Melville (escrito en 1952 en una celda en Ellis Island, en espera de la expulsión de Estados Unidos por “actividades antiamericanas”), no es en el fondo más que el conjunto abigarrado de los trabajos y las actividades que se desarrollan a bordo, que literalmente le constituyen. Así es, nuestro barco no sería nada sin la pasión y el compromiso de cientos de mujer y hombres, que han trabajado y trabajan no sólo para que el Mare Jonio pueda navegar, sino también para construir y multiplicar nuevos puentes entre mar y tierra. Un barco, escribía también James, “es una miniatura del mundo en el que vivimos”. En nuestro caso, es una miniatura del mundo que nos esforzamos por construir juntos. Y estamos seguros que pronto seremos miles de personas las que compartiremos ese esfuerzo.