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Trabajo sexual
Gentlemen’s club
La fotógrafa Cristina de Middel hizo un experimento: poner un anuncio en un periódico donde ofrecía pagar a los clientes habituales de la prostitución para que posaran frente a su cámara. 50 euros por 20 minutos si enseñaban su cara. 25 euros, si decidían permanecer en el anonimato. Este es el resultado.
Los medios de comunicación y particularmente la fotografía de prensa se han centrado en una única mitad del negocio a la hora de explicar y retratar la prostitución. Si una nave de alienígenas aterrizara en la Tierra y tratara de entender cómo funciona ese negocio solo leyendo los periódicos, llegarían a la conclusión de que está basado en mujeres que se desnudan en cuartos inmundos, nada más.
Con esta serie de fotografías pretendo ponerle cara a la otra mitad del negocio, que permanece invisible y silenciosa: los clientes.
En junio de 2015 decidí colocar un anuncio por palabras en varios periódicos de Río de Janeiro, lugar casi icónico para el turismo sexual y para los reportajes de prostitución. Mi primera ingenua intención era llegar a conocer y a entender qué tipo de hombres son los que frecuentan prostitutas y, en una segunda fase, también invertir los papeles durante una sesión. Así, los hombres que respondieron a mi anuncio estaban dispuestos a vender su imagen y compartir su identidad y experiencias a cambio de dinero en una transacción parecida a la prostitución. Posarían para ponerle cara a la otra mitad del negocio cobrando 50 euros por 20 minutos si enseñaban su cara y 25 euros si decidían permanecer en el anonimato.
Todos los retratos se dispararon en dos hostales ubicados en zonas muy frecuentadas por prostitutas y clientes de prostitución, alquilando una habitación para cada sesión.
La respuesta fue, para mi sorpresa, masiva, y aún a día de hoy sigo recibiendo resuestas de hombres interesados en participar.
Hugo, 70 años. Papá Noel. Soltero y desconoce si tiene algún hijo. Frecuenta prostitutas dos o tres veces al día y normalmente nunca paga. Empezó a ir con ellas a la edad de 12 años y sigue haciéndolo porque piensa que las mujeres están hechas para eso.
Una de las toallas que ponen a disposición de los clientes en los cuartos alquilados por horas en la zona de la Plaza Tiradentes, en el centro de Río de Janeiro. El precio de la habitación son cinco euros por 20 minutos de uso.
Newton, 43 años. DJ. Soltero y padre de dos hijos. Frecuenta prostitutas dos o tres veces a la semana y suele pagar 70 reales (16 euros) por sesión. Empezó a usar ese servicio a la edad de 22 años y sigue usándolo porque no le hace daño a nadie, porque es divertido, no hay sentimiento en juego y porque es una simple transacción comercial.
Daniel, 34 años. Es guardia de seguridad. Casado y padre de ocho niños. Frecuenta prostitutas tres veces por semana y normalmente no paga por sus servicios porque trabajan en el mismo club. Empezó a la edad de 19 años y sigue haciéndolo porque le gusta el placer sin compromiso.
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¿Te has planteado que tal vez alguno de ellos fingiera y solo lo hiciera por dinero?
Muy interesante, pero me quedo con ganas de un poco más de profundidad
Yo también he pensado eso, pero luego me he dicho que quizá la artista 'Cristina de Middel' ha preferido que nostr@s hagamos nuestras propias interpretaciones. Y me gusta. ;-)
Interesante experimento que da la vuelta a los papeles y nos muestra a los "clientes". Gracias