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Pobreza energética
La pobreza energética mata
La desigualdad de género es un factor de riesgo para padecer pobreza energética, una lacra que afecta a más de cinco millones de personas en el Estado español. Aunque el acceso a la energía necesaria para el buen vivir debería ser un derecho, el oligopolio eléctrico y el empobrecimiento de amplios sectores de la población hacen que sea una causa más de injusticia social.
Sí, la pobreza energética mata, y genera procesos depresivos en las personas que la padecen, enfermedades circulatorias y respiratorias y un profundo sentimiento de culpa y aislamiento. Y como vivimos en un sistema profundamente patriarcal en el que la gestión del hogar y lo familiar sigue recayendo de forma mayoritaria en las mujeres, todo esto nos ocurre más a nosotras.
Diferentes estudios en diferentes ciudades, como Madrid y Barcelona, aportan cifras en este sentido. El estudio del caso madrileño, llevado a cabo por Ecologistas en Acción, concluye que un porcentaje importante de los hogares en algún tipo de situación de pobreza, incluida la energética, tienen como sustentadora principal a una mujer. Mujeres jubiladas con pensiones más bajas que los hombres porque su trabajo de cuidados a lo largo de toda la vida no ha cotizado en el mercado; mujeres migrantes que casi en su totalidad se dedican a trabajar en el sector doméstico; y casas monomarentales en las que la sustentadora principal es una mujer, son los tipos mayoritarios de hogares en los que se sufre este tipo de pobreza.
La pobreza energética a menudo se ve acompañada de dificultades para hacer frente a una vivienda digna o a una alimentación adecuada. Asimismo, conlleva un riesgo evidente de exclusión social provocado por la propia situación de vulnerabilidad y por el estigma que comporta. Además, la falta de acceso a los suministros energéticos influye muy negativamente en el desarrollo escolar en la infancia y la adolescencia.
Y cada vez afecta a más familias. Paca Blanco, activista histórica del movimiento antinuclear, lleva dos años recorriendo los barrios de Madrid dando charlas sobre este tema. Nos cuenta que le ha resultado sorprendente que las charlas que a priori pensaba que iban a tener menos público por el tipo de barrio, como en el caso del barrio madrileño de Salamanca caracterizado por ser de clase “alta”, son las que más gente tienen, principalmente señoras mayores pensionistas. Personas que viven en casas antiguas, caracterizadas por un mal aislamiento, que cada vez cuesta más dinero calentar en invierno. Así que en las charlas se afanan en preguntar a Paca consejos para ahorrar, o para bajarse eso de la potencia. “En otros barrios que a priori tienen situaciones de renta mucho más baja, como Orcasitas, van apenas 4 personas. Pero claro, es que en estos barrios la gente ya ha dejado de pagar los recibos o directamente tiene pinchada la luz”, apunta Paca.
La cuestión es que aunque estas señoras sigan a rajatabla los consejos sobre cómo ahorrar energía, seguirán sin poder pagarse una temperatura adecuada en sus casas. La estigmatización de la pobreza lleva a la opinión pública a juicios del tipo “no ahorran” o “consumen por encima de sus posibilidades”; pasando por alto, como recoge Irene García Pijuan en el informe sobre pobreza energética y desigualdad de género elaborado por la Asociación Catalana de Ingeniería sin Fronteras (ESF) centrado en la ciudad de Barcelona, “una perspectiva de derechos que defiende proporcionar a todos y a todas las mismas oportunidades y capacidades o el hecho de que no se condena a las personas acomodadas por el sobreconsumo. En cambio, se nos hace creer que la solución de la pobreza energética es reducir el consumo de familias e instalar potencias mínimas que a veces llevan a tener que hacer equilibrios para llevar a término las necesidades de la vida diaria”. También se pasa por alto el detallito de que los precios de la electricidad en España son los más altos de la Unión Europea y que las eléctricas españolas son líderes europeas en precios y también en beneficios.
“Analizar las causas de la pobreza energética” indica García Pijuan “es imprescindible para proponer soluciones que no deriven en actuaciones puntuales sino que se traduzcan en cambios estructurales”. Es imprescindible pensar en la rehabilitación del parque de viviendas y en la obligación de incorporar criterios de construcción bioclimática en la construcción de nuevas para garantizar la eficiencia energética de las viviendas. Y esto a su vez necesariamente implica acabar con “especulaciones inmobiliarias y con la impunidad y los abusos del oligopolio energético que han redundado en el gran incremento de los precios del gas, la luz y el agua en un contexto de empobrecimiento de la población”.
En lugar de encarar esta situación, lo que está ocurriendo es que las personas afectadas por la pobreza energética cada vez tienen más deudas con las compañías y sufren “un verdadero asedio por parte de las empresas distribuidoras a través de empresas de recobro, que emiten llamadas de manera insistente a lo largo del día para reclamar una deuda impagable” como denuncian las mujeres entrevistadas para el informe de Barcelona, en una realidad que no es exclusiva de esa ciudad. Además, “solo las cinco grandes compañías eléctricas de nuestro país pueden ofrecer las tarifas reguladas por el gobierno”, lo que hace casi imposible que estas familias se atrevan a cambiar sus contratos a compañías distribuidoras que no forman parte de este oligopolio, más pequeñas y con criterios sociales y ambientales.
Este asedio vuelve a recaer en las mujeres. Mientras el hombre está fuera de casa buscando un empleo, son ellas las que tienen que hacer frente al corte del suministro, a las gestiones eternas para que vuelva la luz y a la búsqueda de ayudas sociales. Y también son más las mujeres las que se organizan en plataformas, como la Alianza contra la Pobreza energética, y en grupos para no hacer frente a esto solas. Allí se empoderan y descubren que no es un fallo de ellas, sino que es un fallo del sistema.
Paca Blanco nos sigue contando, “tengo 69 años y una pensión de 600 euros y puedo pagarme la energía porque ahora mismo vivo ocupando una casa y esperando a que me regularice el ayuntamiento esta situación. Si tuviera que pagarme un alquiler, no podría pagar la luz. A lo largo de mi experiencia activista como miembro de Ecologistas en Acción, de la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético y de la PAH, así como mi experiencia vital como pensionista afectada por la pobreza energética he observado que los temas candentes se van poniendo de moda y determinados colectivos se suman a reconocer que es una pena que no tengamos todas derecho a la energía”. Aprovechemos entonces para seguir haciendo ruido. Paca nos invita este sábado a la manifestación que tendrá lugar en Madrid como cierre de la Semana contra la Pobreza energética. “Y también nos vemos el 8 de Marzo!, faltaría más, hay que gritar bien alto que somos ecofeministas y que esto de la energía también nos afecta más a las mujeres”.