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Feminismos
“Las feministas hemos tenido que vivir en la ilegalidad el derecho a tomar decisiones”
Norma Lucía Bermúdez pertenece a la Juntanza feminista de mujeres y disidencias sexuales de Cali, Colombia, un espacio de articulación feminista rural-urbano. La entrevistamos para conocer cómo se preparan para el 8M con la sentencia que despenalizó el aborto aún reciente
¿Cómo os estáis organizando para el 8M en Cali?
Este es un 8 de marzo muy inspirador porque hemos hecho una juntanza más amplia con las mujeres de los territorios de agua, sobre todo con las mujeres rurales de Cali, las que viven en las montañas (los Farallones, nuestra Cordillera Occidental) donde nacen los ríos que llegan y cruzan esta ciudad. Nuestro 8 de marzo ahora tiene una noción muy bella que es la que nos está juntando, que es la noción de cuenca, porque pensamos que es un momento clave para juntarnos alrededor del territorio, un territorio resignificado, ampliado, un territorio que defendemos fuertemente para la vida.
La noción de cuenca nos junta precisamente porque habla de las aguas, pero también de todo lo que nos rodea, de las diferentes aguas: habla del agua que corre, pero también del agua que se evapora, del agua subterránea y del agua que conforma nuestro cuerpo, del agua que se mueve con nuestras emociones. Nos emociona mucho poder pensar en la cantidad de aguas que nos conectan profundamente como mujeres defensoras y cultivadoras de otros modos de vivir y también de todo lo que rodea la cuenca: de las otras especies, de la soberanía, de todo lo que comemos, lo que pensamos. Todo esto nos convoca profundamente a pensarnos que somos mujeres y nos interesa también ser cuencas y ser ríos.
Cuéntanos más esta relación de Cali con el agua.
La relación de la ciudad de Cali con sus ríos es muy contradictoria, porque se poetizan los ríos, se dice “Cali es un sueño atravesado por un río”, pero al mismo tiempo hay una relación absolutamente depredadora de la ciudad, se mira hacia otro lado cuando hay problemas terribles como la minería, como un poblamiento desmedido de los territorios, una mala disposición de los residuos… Aquí han sucedido cosas terribles, como montañas enteras horadadas por la minería, por sacar carbón. Esto ha secado toda una parte de la cuenca del Río Meléndez, que es un río poderoso, maravilloso, que es uno de los principales ríos que llegan la ciudad de Cali y tiene uno de los pedazos de la montaña totalmente seco. Y pareciera que se ve como “qué mala suerte”, les tocó, pero no, es que son siglos de haberlo exprimido y de haberlo agotado.
¿Cómo ha sido esta articulación entre mujeres rurales y urbanas?
Hemos estado de cerca con algunas mujeres rurales con vínculos de amistad, con reuniones, conversando sobre sus quereres y sus sentires. También identificando problemas muy graves que se viven en la ruralidad por la dificultad que hay en acceder a los derechos, por lo legítima que es la violencia de género en estos territorios, la dificultad de acceder a una ruta de atención, por ejemplo, incluso hasta la idea que hay de que nos merecemos la violencia durante generaciones. Entonces, hay cosas culturales que hemos encontrado en estos diálogos con las mujeres rurales que nos llaman poderosamente a la empatía, pero también ahí encontramos saberes inéditos para nosotras.
El diálogo de saberes es muy poderoso, porque no es solamente “vengan las urbanas y salven a las rurales” sino al contrario, las mujeres rurales son depositarias de otra lógica de relación con el territorio
El diálogo de saberes es muy poderoso, porque no es solamente “vengan las urbanas y salven a las rurales” sino al contrario, las mujeres rurales son depositarias de otra lógica de relación con el territorio, con el agua, con las especies, de producción con sus manos. A veces para las mujeres urbanas nuestros tiempos y nuestros ritmos son tan distintos que nos alejan de una relación armónica con la naturaleza. Ha sido muy rico el encuentro, escuchar e ir transformando esta noción de que la mujer rural está como esperando al Estado o al feminismo para que la salve.
¿Es necesaria esta unión entre mujeres diversas en el momento actual?
Creo que es muy chévere el reconocimiento y el respeto mutuo que apenas ahora inicia, porque, aunque hace años de este tipo de vínculos y trabajos, apenas ahora lo estamos haciendo con otras miradas, otras herramientas de comprensión, de diálogo y de trabajo conjunto. Además, sentimos que hay una conexión que necesitamos tanto nosotras con ellas, como ellas con nosotras. En las conversaciones con estas mujeres rurales, todas tienen muy claro que estamos en un momento de transformación y cada una dice desde dónde quiere aportar a esa transformación. Parece como que la tierra nos esté juntando porque necesitamos estar juntas, como que los tiempos nos apremian a juntarnos y a tener ese enfoque de cuencas.
¿Qué habéis conseguido a través de la Juntanza feminista?
Nos parece muy chévere que estamos viviendo un momento de salto de conciencia, pero no estamos dispuestas a que sean otros los que lo den por nosotras, sino que queremos ser parte cada una desde donde está. Y eso es maravilloso porque me permite hacerme la pregunta ¿cuál es la relación mía con esta cuenca, donde estoy parada? No sólo pensar que son las mujeres o la población de la montaña las que tienen que cuidar la cuenca, sino que yo desde aquí desde donde estoy puedo hacer algo por el planeta, puedo hacer algo por la conciencia, puedo hacer algo por la equidad, puedo hacer algo contra un sistema que nos tiene totalmente arrinconado el buen vivir.
Ha habido tantas luchas, tantas estrategias, tanta capacidad de desobedecer, pero también de decirles a ellos “no queremos seguir haciendo esto como unas criminales, esto no es un crimen”.
Y precisamente, como parte de la construcción de este buen vivir al que le venimos apostando desde hace tantos, tantos años, estamos en Colombia celebrando que se logró una sentencia de la Corte Constitucional que despenaliza el delito del aborto hasta la semana 24.
Cuéntanos más sobre esta victoria histórica.
Las activistas feministas, que llevamos muchas décadas, estamos muy emocionadas con esto que ha pasado, porque hemos tenido que vivir en la total ilegalidad el derecho a tomar decisiones y a la autonomía. Y ha habido tantas luchas, tantas estrategias, tanta capacidad de desobedecer, pero también de decirles a ellos “no queremos seguir haciendo esto como unas criminales, esto no es un crimen”. Creo que por un lado está toda esta felicidad y celebración que se da en un momento histórico muy importante de derechización de este continente, tantas ofensivas de estos grupos fundamentalistas, tan anti-derechos, entonces es un momento hasta sorpresivo también.
¿Y cómo ha sido recibida la sentencia de despenalización del aborto en los diferentes territorios?
Esta es una de las tensiones que descubrimos cuando nos juntamos con las compañeras rurales, y es que tenemos agendas muy diferentes, muchas de las mujeres tienen bastante conexión y acervo y es muy importante el papel de la iglesia en sus vidas, y aquí iglesias progresistas casi no hay. Casi todas están en el discurso de lo terrible que es esta sentencia, de que está atacándose la vida, etc. Entonces fue muy interesante que, en una reunión con las mujeres campesinas, una de ellas nos dijo: “En lo rural no nos gusta lo del aborto, no nos gusta el feminismo, no nos gusta lo marica”. Entonces es muy interesante porque mientras ella nos ponía límites, nosotras veíamos esos faros de por dónde es que hay que encauzar la conversa acerca del deseo, acerca de las relaciones…
Ni las campesinas son las pobrecitas, ni las ignorantes, ni las santurronas, ni las feministas son las malas… Ese es un primer nivel bien importante de construcción de confianza, quitar el estereotipo.
Me parece importante porque lo que aparecen son justamente los retos, cómo hablar con las mujeres campesinas que han tenido vetada la palabra sobre su deseo, sobre el placer, sobre los cuerpos, sobre las relaciones sexuales, sobre las diversidades sexuales, de eso no se habla. Y por eso es muy importante hablar de las familias, que es un tema que vamos a hablar en la actividad del domingo de conmemoración del 8 de marzo, es muy importante cómo vamos quitándole los velos y los miedos al feminismo, que va a destruir la familia, sino más bien todo lo contrario, va a reconocer la maravilla de tener familias diversas. Es clave porque también quita mucho de esos mitos que circulan en torno al feminismo, y es bueno humanizarnos y saber que ni las campesinas son las pobrecitas, ni son las ignorantes, ni son las santurronas, ni las feministas son las malas… Ese es un primer nivel bien importante de construcción de confianza, quitar el estereotipo.
Además, Colombia está viviendo un momento de muchos cambios, ¿verdad?
También es muy importante que en Colombia estamos en un momento muy feliz, en un momento preelectoral porque tenemos una candidata presidencial, Francia Márquez, que es una mujer afro, rural, ambientalista, defensora del territorio, es la Berta Cáceres de Colombia. Y da mucha emoción para esta coyuntura y para este 8 en marzo tenerla aquí. Ha habido candidatas presidenciales, pero no con esa emoción de venir de unos sectores históricamente silenciados y discriminados, entonces esto le pone un tono adicional de emoción a este 8 de marzo que es inédito.