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Colombia
La Guardia Indígena Ancestral y milenaria en Colombia
Dicen las mayoras y los mayores, y lo dicen por boca de quien me cuenta, Claudia, una indígena del pueblo nasa: “Mi pueblo nació de la juntanza del agua y una estrella. Uma y Tay (la Tierra y el Sol) se unieron para poder crear los administradores y protectores de la Tierra y dos de esos protectores siguen siendo Até (la Luna) y A (la Estrella). Los truenos y las piedras ya habitaban desde mucho tiempo atrás, mucho más atrás que nosotros, son intocables y han protegido el camino del derrumbe para que lleguen los nasa. Abrieron el camino del rio y llegaron los seres —porque, entre los nasa, no hablamos de hombres y mujeres—. Aquí nacimos y sembramos nuestro ombligo en la Madre Tierra, porque nosotros le pertenecemos a ella, no ella a nosotros. La Guardia Indígena siempre ha existido, no es una cosa de ahora”. Esta cosmología lleva al pueblo nasa a apreciar el mundo como una gran casa (yet), una construcción colectiva con responsabilidades compartidas donde todas las especies forman parte de esa “juntanza”.
Cuentan los nasa que los seres eran vientos y espíritus. Por su naturaleza, chocaban unos con otros y se hacían daño. Entonces tuvieron que ser llamados por los abuelos para que tuvieran una casa y fueran corpóreos. Así es el universo, de este modelo surgen las casas que habitamos: la del sol, la de la luna, la de los animales, las plantas y, desde luego, la casa de los nasa, cuyo fogón es el corazón, las ventanas son sus ojos, la boca, sus puertas, las costillas y columna, sus paredes y piernas. Así aprendieron a vivir en colectividad, sabiendo que cada uno es responsable del otro y que ese otro incluye el respeto y cuidado por el entorno.
Hablo con diferentes líderes y lideresas para este artículo. Claudia me pregunta cuánto sé sobre las Guardias y así aclarar dudas o corregir errores a partir del conocimiento que tengo. “No señor, estás equivocado”, me reprocha cuando mezclo términos y fechas. “Es que hay que sacarles chichones a algunos periodistas con el bastón de guardia porque no escuchan y confunden las cosas”. Y tiene mucha razón, una cosa es el indio y otra nuestra “antropología”, cuya óptica a la hora de acercarse a estos pueblos puede ser, aun sin pretenderlo, errada. Para poder narrar el nacimiento de los pueblos originarios, que tienen profundos conocimientos heredados de generación en generación, el lenguaje debe ser claro, sencillo y comprensible. Existe algo en su ancestralidad que los hace defensores de sus culturas y sus tierras, del lugar al que pertenecen, donde enterraron su ombligo y sembraron su mijo. Defensores natos ante la imposición a sangre y fuego de nuevas culturas, intereses y religiones que, en muchos lugares de nuestra América, hicieron desaparecer esos pueblos y su saber milenario.
El pueblo nasa en Colombia se concentra principalmente en la región de Tierradentro, entre los departamentos del Huila y el Cauca. Algunos se han radicado en el sur del Tolima, en el departamento del Valle, y otros emigraron al Caquetá y al Putumayo. Como muchas otras comunidades indígenas de toda América, durante cientos de años han sido discriminados, atacados, esclavizados, vendidos, incluso tratados como intrusos, desconociéndoles el derecho de ser dueños de sus tierras como habitantes prehispánicos. Exclusión no solamente física, también legal, ya que han sido tratados como menores de edad hasta la proclamación de la nueva Constitución colombiana de 1991. Por ilustrar lo anterior, la palabra “indio” aún es muy utilizada en Colombia para hacer referencia a una persona o sujeto carente de todo tipo de cultura.Dice Eduardo Galeano: “En 1492, los nativos descubrieron que eran indios, descubrieron que vivían en América, descubrieron que estaban desnudos, descubrieron que existía el pecado, descubrieron que debían obediencia a un rey y a una reina de otro mundo y a un dios de otro cielo. Y que ese dios había inventado la culpa y el vestido y había mandado que fuera quemado vivo quien adorara al sol y a la luna y a la tierra y a la lluvia que la moja”. No se equivoca el escritor uruguayo. La cosmovisión indígena es vista como una forma de existencia extravagante, insólita, arcaica, de mundos atrasados frente a los avances tecnológicos, y solamente rescatados por una antropología que, en muchos casos, es invasiva y apabullante, formada por conceptos europeos o por un turismo de pretensiones exóticas.
Esta es Colombia, durante décadas un país sumido en una guerra civil mezcla de múltiples factores: desigualdad social, conflicto armado, luchas agrarias, grandes latifundios, narcotráfico, paramilitares, gobiernos y fuerzas armadas corruptos. Las comunidades indígenas y el campesinado se han llevado la peor parte en un fuego cruzado que ha generado en el país más de cuatro millones de desplazamientos internos forzados y 6042 falsos positivos (como se ha denominado al asesinato de civiles no beligerantes, haciéndolos pasar como bajas en combate en el marco del Conflicto armado interno de Colombia).
El derecho a la libre determinación de los pueblos indígenas y tribales forma parte de la razón del ser y estar de las Guardias Indígenas. La constante violación de los derechos humanos, invasiones y hostigamientos en sus territorios justificarían de por sí su existencia, pero su presencia también tiene que ver con su mijo, el ombligo que enterraron en la madre tierra y el cuidado del ecosistema. Noventa mil hombres y mujeres repartidos en veinte departamentos del territorio nacional velan por sus comunidades en lugares donde no cesan los hostigamientos, el secuestro y el asesinato a sus líderes indígenas, campesinos y afrodescendientes. El número de asesinatos a fecha de siete de septiembre de 2023 asciende a cien personas.
Aunque en Colombia hay en la actualidad un gobierno que apuesta por la paz con dignidad y la protección por la vida, las Guardias se enfrentan a las transnacionales con sus megaproyectos, la minería ilegal con sus mercenarios, los cultivos ilícitos del narcotráfico… Son muchos los enemigos que ejercen una violencia desmedida contra sus comunidades utilizando todo tipo de prácticas, desde las armadas hasta las mediáticas, señalándolas y estigmatizándolas, intentando deslegitimar su labor y sus derechos sobre el territorio. No han escatimado medios a la hora de acusarlas de financiarse a través de actores armados ilegales, equiparándolas a grupos de Autodefensas.
Equivocados estamos al pensar en una Guardia de trazos y rasgos militares o policivos. Superando los rumores infundados y las acusaciones mal intencionadas, ejercen labores humanitarias, como la búsqueda de personas desaparecidas, la liberación de personas secuestradas y detenidas, el acompañamiento y apoyo permanente a los cabildos, la protección de los sitios sagrados y los espacios naturales.
Luz Yadeny, de la Comunidad emberá chamí, me recuerda que la Guardia Indígena no es una cosa de ahora, siempre ha estado, desde nuestros orígenes. Cada semana en su recorrido como primer mando, busca armonizar las comunidades, crear círculos de trabajo (mingas) y centra especial atención en las niñas y niños de su territorio, semilleros de la Guardia que aprenden de sus mayoras y mayores sus leyendas y sus tradiciones, porque saben que son depositarios de un tesoro incomparable: su cultura. Y las mujeres son tejedoras de vida, cuidadoras del territorio, tienen el mandato de proteger, conservar y liderar los espacios para la armonía y equilibrio de la Pachamama. Y es que, si la Madre Tierra no es libre y respetada, tampoco serán libres y respetados sus hijos y sus hijas. Todos vivimos en la misma casa, usted y yo y el jaguar y el leopardo y el maíz y la papa. Todos nos debemos los unos a los otros y tenemos que caminar en armonía, como una canción.
Dice la letra de su himno que trasciende fronteras y se canta en distintos colectivos de apoyo:
“¡Guardia!¡Fuerza! Por mi raza, por mi tierra. Indios que, con valentía y fuerza en sus corazones, por justicia y pervivencia, hoy empuñan los bastones. Son amigos de la paz, van de frente con valor y levantan los bastones con orgullo y sin temor. Pa 'delante compañeros, dispuestos a resistir. Defender nuestros derechos, así nos toque morir”.
Claudia, Yanedy, Geraldine y Luis no bajan la guardia —y nunca mejor dicho—, saben que lo conseguido es solo una parte de lo mucho que falta por consolidar. A las Guardias Indígenas no podrán arrancarles o despojarlos de su memoria de resistencia.
Agradecimiento a:
Luis Alfredo Acosta (Comunidad Nasa), Coordinador Nacional de la Guardia Indígena Nacional. Organización Nacional indígena de Colombia (O.N.I.C)
Claudia Patricia Paja Nene. Representante Indígena nasa perteneciente al territorio ancestral Satamaquigue. 6º cabildo nororiental del Cauca, municipio de Caldono. Resguardo Pueblo Nuevo.
Luz Yadeny Aguirre González (Comunidad emberá chamí). Mando 1º de la Guardia Indígena del Resguardo de Origen Colonial Cañamomo Lomaprieta. Comunidad de Panesso Riosucio Caldas. Pueblo Embera Chami.
Geraldine Manían (Comunidad Yanacona). Guardia Indígena Valle del Cauca.
Artículo elaborado para el proyecto “Trazando hojas de ruta de solidaridad y apoyo” financiado por la AEXCID- Agencia Extremeña de Cooperación Internacional para el Desarrollo de la Junta de Extremadura, en la convocatoria de proyectos Educación para la Ciudadanía Global del año 2022