We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
El Salvador
Las enseñanzas de los Tatas de las comunidades nahua-pipiles de Nahuizalco
En una sociedad en la que se mercantiliza todo y donde todos los seres materiales e inmateriales hemos pasado a ser una mercancía controlada por grandes y pequeños oligopolios, la cosmovisión de los pueblos originarios puede dotarnos de un sentido de pertenencia que, si bien no hemos perdido del todo, si ha quedado dormido en un tanate de tiempo.
Y esto cobra más sentido si cabe, en un contexto, el salvadoreño, donde al mismo tiempo que llueve más que un infante de pataleta, existe una situación de estrés hídrico causada por un expolio sistemático del territorio vía: deforestación, apropiación de los terrenos para el monocultivo agroquímico, construcciones urbanísticas, grandes proyectos turísticos… que genera un déficit hídrico y una alarmante contaminación, que condena a las comunidades rurales, principalmente, a vivir sin agua domiciliar y consumir aguas contaminadas (68% según el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales - MARN).
Y, es ahora y desde nuestro contexto, cuando se hace más necesaria que nunca, la reflexión sobre la oportunidad que nos ofrece la cosmovisión de los pueblos originarios a la hora de interpretar los quejidos de la naturaleza. Unos quejidos que, más que de queja, son de aviso, de enseñanza, marcándonos nuevas veredas para la búsqueda y el encuentro armónico con todos los seres que ocupan su lugar en el cosmos. Enseñanzas y saberes ancestrales que, junto a otras más actuales como por ejemplo el feminismo, nos pueden reconducir hacia el sendero de la Vida.
En El Salvador, a diferencia del territorio vecino de la República de Guatemala y referencia absoluta de la permanencia y resistencia de las comunidades y pueblos prehispánicos, la presencia de los pueblos originarios está prácticamente invisibilizada. Existen, claro que existen y resisten. Con sus comunidades, sus idiomas, sus lugares sagrados, sus espacios para el mantenimiento de la memoria colectiva y una cosmovisión que, si bien no parece muy evidente, resiste en un sincretismo que, pese a todo, y a las políticas de asimilación y exterminio, aparece a nada que los y las tatas te dejen entrar en los umbrales de la memoria individual y colectiva.
Resisten, pese a que la institucionalidad, aliada con el gran negocio neoliberal, hace todo los posible por arrebatarles su espacio físico y cósmico: el oligopolio expansivo azucarero, la expansión urbanística incontrolada, las hidroeléctricas, la explotación maderera y minera, entre otras. Y luchan, y mueren, es decir son asesinados, porque aquí, como en otros lugares de Mesoamérica, luchar, nombrar a aquellos que vulneran nuestros derechos fundamentales, a los que nos roban, y en no pocas ocasiones con la connivencia de la institucionalidad, cuesta la vida. Sólo hay que hacer un análisis crítico del origen y las consecuencias globales que está suponiendo el Estado de Excepción decretado por el Gobierno de Nayib Bukele, ampliado y repetidamente prorrogado en el país. Como denuncia Amnistía Internacional: “Las autoridades salvadoreñas han cometido graves violaciones de derechos humanos de forma sistemática desde que se aprobara un régimen de excepción.”. Un Estado que ha encarcelado sin ninguna garantía procesal a 65.000 ciudadanos y ciudadanas salvadoreñas (abril 2023).
Y, al mismo tiempo que resisten, hacen propuestas, y exigen iniciar un proceso político que les permita ejercer el derecho a determinar de forma libre su “desarrollo”, su forma de organizarse y tomar decisiones sobre su vida y el territorio en el que cohabitan con los demás seres que forman parte de su cosmovisión y espiritualidad.
Y es en este contexto, de una violencia y un racismo estructural extremo, donde ponemos más en valor si cabe la lucha de las poblaciones de la cuenca del río Sensunapan-Banderas por su supervivencia, desde las enseñanzas y saberes de los pueblos originarios y en contraposición a una cultura de guerra y violencia que es la que representa el empresariado, el Estado y sus fuerzas históricas aliadas.
Y conocer, vivir y sentir cual es el punto de partida desde el que las comunidades nahua-pipiles de Sonsonate, desenredan el nudo gordiano de su lucha, desde el que la argumentan. Una oportunidad, no la última pero si la más próxima, para que la ciudadanía salvadoreña, sus representantes y la ciudadanía global también, redescubran un conocimiento que puede acompañar la exigencias y denuncias de las directrices neoliberales hegemónicas y depredadoras en El Salvador, que están poniendo en riesgo la vida.
Sí, porque para las gentes de Sisimitepec y de otros caseríos aledaños con los que tuvimos la oportunidad de convivir, el agua, el río, la quebrada, el nacimiento, sólo tienen sentido en cuanto están vinculados con el resto de los seres que forma parte de la red de la vida. Una red tejida a lo largo del tiempo con tul, considerando que, además, el tul, es uno de los bienes naturales amenazados con los que los nahua-pipil del Sensunapan realizan sus obras artísticas. Y siguiendo a Eduardo Galeano, me niego a definir como artesanía, lo que es sencillamente arte con significación sociocultural que identifica a su colectividad creadora.
Parajes y lugares sagrados que forman parte de la memoria colectiva y que son una responsabilidad colectiva a la hora de conservar y cuidar. Un imperativo, si de lo que se trata es garantizar el equilibrio y con él mantener la Vida. Enseñanzas y aprendizaje de saberes que sirven para proteger y también para sobrevivir. Historias que dan identidad colectiva y que han contribuido a ser resilientes ante la ofensiva continuada de la oficialidad criolla formalizada en las engañosas cartas de independencia de los territorios centroamericanos.
Con la rítmica, sonora y envolvente retórica de los oradores del campo, el tata José Antonio nos sumerge en tres historias interna y espiritualmente vinculadas porque expresan la necesidad de mantener los equilibrios y los riesgos a la hora de usurpar y romper, desde una posición falsa y mezquinamente hegemónica, la quietud cósmica. Historias que nos hablan de seres y animales protectores del río, entendiendo el río como algo más que la suma de sus partes. Un río que es vida, porque tiene vida propia que comparte con el resto de los seres que se vinculan con él.Y es desde este paradigma, lógica y conocimiento ancestral, desde el que entiendo que argumentan su resistencia las comunidades Nahua-pipiles del territorio en la Cuenca Hidrológica Sensunapan-Banderas. Una lógica no cartesiana que suma y nunca resta, a las otras luchas por la defensa del territorio que se hacen desde paradigmas o cosmovisiones diferentes.