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Actualidad
Pol&Pop. La Isla de las Tentaciones. Trabajo, vergüenza y placer en el paraíso
El realitiy show es quizás la creación cultural más genuina del capitalismo tardio -también conocido como neoliberalismo-a-todo-trapo o, para gente más aburrida, la primera década de los dos mil y finales de los noventa-.
El último producto que la televisión de antena legó al mundo es parte de nuestro menú televisivo desde hace 25 años. No es el tiempo suficiente para elevarlos a la categoría de plato tradicional, pero sí para que nuestros paladares se hayan acostumbrado, incluso, lo que es más importante, que hayan surgido ya distintas escuelas y que sus ingredientes/técnicas se hayan mezclado con el resto de nuestra cocina.
En este episodio de Pol&Pop aprovechamos que la joya de la corona de Mediaset, la “Isla de las Tentaciones”, llega a su punto álgido para darle una vuelta atropellada a algunas de nuestras preocupaciones e ideas tentativas sobre el género. Para ello hemos invitado a la periodista Lucía Márquez (@Lululonciens) y a la experta en relaciones de género, Elena Pilcher (@EhhPilcher), ambas, junto a nosotros, ávidas consumidoras de telerrealidad para analizar el fenómeno.
Con la idea de que entender lo que allí sucede nos enseña cosas sobre nosotras mismas (sobre nuestro mundo laboral, sentimental, etc.) analizamos cómo ha evolucionado el género: cómo ha pasado de una pretensión de realidad que hacía palanca con la ingenuidad de los primeros grandes hermanos y triunfitos a una maquinaria autoconsciente, donde les espectadores conocen los arcos argumentales y concursas mejor cuanto mejor eres capaz de escribirte para ti un buen guion con todos los sabores de la épica, el drama, ascenso, caída y redención.
Actividad no demasiado bien pagada, pero que, si sale bien, brinda a les concursantes la promesa aspiracional de avanzar en el cursus honorum del salto a la fama, junto al bolo de discoteca, la publi en instagram y la silla en Sálvame (¿recuerdas la última vez que a ti también te dijeron que dinero, lo que es dinero, no había mucho, pero que likes, de eso te ibas a forrar?).
Considerar, de hecho, el de participante en reality como paradigma del trabajo contemporáneo dice menos de nuestros gustos que del funcionamiento actual del capitalismo. El concursante tiene que exponerse, estar disponible, trabajar con su pareja, pero sobre todo consigo misme, elevarse sobre sus propios estándares, cumplir las reglas por absurdas o contrarias a su bienestar que sean, explicarse a sí misme en los totales y, por encima de todo, convencer a sus jefes y a la audiencia de que lo hacen por vocación, porque quieren vivir la experiencia, crecer como persona, como profesional. Pero nunca -nunca jamás- por el dinero.
Osea, como tú y como yo. En el capitalismo definitivamente demasiado tardío el concursante somos nosotres.