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Pensamiento
Suely Rolnik: “Hay que hacer todo un trabajo de descolonización del deseo”
La pensadora brasileña Suely Rolnik busca más allá del sujeto para apuntar a las “fuerzas del vivo” que pugnan por fecundar semillas de otros mundos. Advierte que si no cambian las subjetividades será imposible avanzar en el ámbito de la macropolítica.
Suely Rolnik (São Paulo, Brasil, 1948) es psicoterapeuta, doctorada en Psicología Social en la Universidad Pontificia de São Paulo, con una tesis sobre la producción del deseo. Esta brasileña que pasó varios años de exilio en Francia lleva una vida indagando en la subjetivación, explorando también, de la mano de Félix Guattari, las micropolíticas.
Esferas de Insurrección: Apuntes para descolonizar el subconsciente (Tinta y Limón, 2019), es su último libro. Hace unos meses vino a presentarlo a Madrid y mantuvo una larga conversación con El Salto durante la cual expuso su original mirada sobre la micropolítica, la colonización del deseo o la politización del malestar. El Brasil de Bolsonaro, la continuidad de la Ingobernable, la naturaleza de los nuevos movimientos sociales o los comunes, fueron algunos de los temas que emergieron durante nuestro encuentro.
Antes de empezar esta entrevista querría aclararte que no tengo formación en teoría psicoanalítica y que no estoy segura de haber entendido del todo tus textos a los que he intentado acercarme desde una mirada intuitiva.
Pues qué suerte que no tengas formación psicoanalítica, tendrías más dificultades para entender. Para leerme no hay que tener una formación en psicoanálisis, filosofía o ciencias sociales, sino vivir las experiencias de las que hablo y autorizarse a reconocer que eso está ahí, que quien escribe es alguien que vive la misma experiencia y que ha intentado ponerla en palabras. Entonces es desde esa resonancia que se leen mis textos.
El hecho es que produces un montón de conceptos con los que creo que hay que ser respetuosa, tener cierto cuidado al retomarlos para no pervertirlos.
Pero en cierto modo, si tú dices “oh, lo capté por intuición”, precisamente es la intuición lo que yo uso para escribir estos textos. Por eso digo que no depende tanto de la formación que una tiene poder leer, entender lo que yo escribo. Claro que distintas formaciones pueden alimentar de formas diversas el pensamiento, generar otras resonancias, palabras que una tiene en cuenta, que pueden servir. Pero yo trabajo desde la intuición y es la intuición la que yo defiendo como origen primero y privilegiado del pensamiento.
Bien, pues abordemos lo que has pensado desde la intuición: hablas de la necesidad de descolonizar y desneoliberalizar el subconsciente ¿qué implica la colonización de nuestras subjetividades?
A cada régimen, a cada contexto histórico, a cada tipo de sociedad corresponde un modo de funcionamiento de la subjetividad. Es la subjetividad lo que da la carne, la consistencia a ese régimen. Lo que intento demostrar, primero, es que este funcionamiento subjetivo es político, ¿por qué es político? Porque es la base existencial de un sistema epistemológico, histórico, cultural.
No se puede transformar, por ejemplo, la distribución de derechos dentro de este sistema, que es el objetivo de la macropolítica, sin transformar también el tipo de subjetividad que le corresponde: pues si las cosas se mueven solo en un nivel sin que se desplacen en el otro, acaban por volver al mismo lugar.
Hablamos de los fracasos de la izquierda y eso me irrita, no es que me deje triste, es que me irrita pues no se trata de fracaso: no hay cómo no volver al mismo lugar si no se interviene en la esfera de las subjetividades. Las experiencias que empezaron hace un siglo y medio — si ponemos la fecha del inicio de estas luchas en el plano macropolítico en la Comuna de París, o en la revolución de Haití— nos mostraron eso: lo que llamamos fracaso no lo es, nos ha permitido tomar conciencia de que hay que avanzar en la esfera de las subjetividades sin dejar la macropolítica, ambas son fundamentales. Se trata de dar pasos, no para llegar al final feliz de una revolución comunista donde todos somos hermanos que se aman, sino avanzar para la efectiva transformación de de este tipo de sistema económico, político y social.
También urges a desapegarse del sujeto
Claro, tiene que ver con qué significa descolonizar el subconsciente, desde dónde podemos definir qué tipo de subjetividad domina en un determinado momento. Por supuesto que debe haber muchas otras cosas para elaborar, pero yo me centré en lo que tiene que ver más directamente con nuestro modo de vivir. Así, las experiencias subjetivas son experiencias muy complejas, pero hay dos esferas de esa experiencia.
El capitalismo está logrando colonizar el conjunto del planeta, es un régimen en el que ya no conseguimos reconocernos. En nuestra experiencia colectiva como sujetos, que tiene que ver con el yo, con la voluntad, con la conciencia, con la experiencia que está estructurada según un repertorio cultural: se trata de la experiencia del mundo como un conjunto de formas, de códigos, de escenarios, de personajes, de una cierta distribución del acceso a derechos… ahí utilizamos la percepción. Pero la percepción, la mirada, no es virgen. Yo te veo y te asocio con una serie de representaciones en mi memoria: me fijo en el color de tu piel, el cabello, la ropa que llevas, tengo en cuenta tu profesión, te relaciono con la editorial que me invitó, con tu periódico que no es cualquier periódico… con este conjunto de cosas puedo ubicarme frente a ti, situarme. Es una herramienta muy importante que nos sirve para vivir socialmente, comunicar. Es lo que podemos llamar cognición y es muy necesaria, pero hay otra experiencia que estamos haciendo al mismo tiempo que ésta, una segunda experiencia que para nosotros —blancos modernos occidentales en el régimen colonial capitalista antropocéntrico logocéntrico— es menos conocida.
Y esa experiencia tiene que ver con entender el mundo en su dimensión de cuerpo viviente. En la biosfera hay muchos elementos entre los cuales están los humanos, como están las cucarachas o las palmeras. En esta experiencia aprendemos la alteridad del mundo no como conjunto de formas si no como un conjunto de fuerzas vivas en disputa formando distintas composiciones que nos producen efectos, como si nos fecundaran.
Para entenderlo uso la imagen guaraní para la garganta, que se dice “nido de palabras alma”. Y si es un nido es porque tiene embriones y si tiene embriones es por que ha sido fecundado. ¿Por qué? Por el aire de los tiempos. No lo ves, pero es eso, esa imagen del mundo como cuerpo vivo que produce en tu cuerpo estados muy fuertes, muy precisos, pero que no tienen palabra, no tienen imagen ni tienen texto. No tienen nada. No es que no sean reales, son absolutamente reales.
Cuando los guaraníes dicen que son semillas de las palabras alma, es porque saben que esos efectos del mundo vivo, esos estados se producen ahí, generan afectos, no en el sentido de cariño o amor, si no en el sentido de estar afectado, son como embriones de otros mundos, de otros futuros, porque son situaciones del vivo, que permiten que la vida se afirme, porque la vida quiere seguir perseverando. Yo digo que esta experiencia es una experiencia fuera del sujeto, no es la mejor forma de llamarlo porque se acaba refiriendo al sujeto, pero la uso estratégicamente, como un concepto que se usa en esta perspectiva filosófica que es extrapersonal, que no sucede dentro del persona.
Cuando tú estás habitado por mil semillas del mundo, semillas de futuro, y por otro lado estás formateada según un cierto repertorio cultural, hay una tensión entre estas dos experiencias.
Entonces, ¿qué pasa? Cuando tú estás habitado por mil semillas del mundo, semillas de futuro, y por otro lado estás formateada según un cierto repertorio cultural, hay una tensión entre estas dos experiencias, en esta tensión hay dos movimientos que se desencadenan, un movimiento que es el movimiento de la vida que tiene que germinar, y el otro movimiento que es un movimiento desde el sujeto que tiene que conservar esta forma porque da mucho miedo la desagregación.
Y ahí, como la vida tiene que eliminar esos estados que producen una especie de mareo, de desestabilización, de malestar, se activa como una señal de alarma brutal, cuando esto te toca, que es la vida que está ahí gritando, dando señales, eso pone a la persona en movimiento, convoca el deseo de actuar, para que la vida recobre un equilibrio. Y que en el caso de la vida humana se trata de un equilibrio emocional, existencial. Es ahí que se definen las distintas políticas del deseo o micropolíticas.
Es decir, la micropolítica no es la política de la experiencia fuera del sujeto. Es la experiencia entre una forma de existencia y lo que está por nacer que transforma esa forma de existencia cuando esa forma de existencia está sofocando la vida. La vida tiene que encontrar otros cuerpos donde estar, donde corporizarse. Y ahí se definen las distintas micropolíticas.
En el plano macropolítico, coexisten distintas macropolíticas: desde las más revolucionarias a las más reaccionarias, es decir desde la máxima voluntad de igualdad de derechos hasta la máxima voluntad de mantener los privilegios y la máxima capacidad para no dejar que se muevan. En el plano micropolítico es distinto, las micropolíticas van de las más activas, las que logran estar a la altura de lo que la vida pide y dejar que esa germinación se haga hasta que se cree el deseo de un cuerpo, de un modo de existencia, donde eso que está buscando paz encuentre su lugar. Eso transforma la realidad.
Luego está lo más reactivo, que es cuando el deseo actúa en la dirección de interrumpir esta germinación porque es una subjetividad que no tolera ningún tipo de cambio, de este modo todo el tiempo se está interrumpiendo un proceso de germinación para reproducir el status quo.
Entonces, lo que define la micropolítica dominante en el régimen colonial capitalista, desde el inicio, con distintos despliegues —ahora estamos en el despliegue financiero-neoliberal— es primero, que estamos reducidos a una experiencia de sujeto, donde la subjetividad está tomada por la desubicación porque ya hay semillas ahí presionando para germinar y porque hay un descontento en la salud, la vida quiere más, quiere distinto, porque así como está no es posible.
Eso se interpreta como algo malo, una enfermedad o una inferioridad, o como algo terrible que viene de fuera, y así uno proyecta hacia fuera la causa de su malestar. Si la culpa de la desestabilización está en mi, si viene de mi inferioridad, voy a intentar mimetizarme, construyendo discursos, objetos, gestos, para mantener la ilusión de que logré organizarme, para equilibrarme. Si mi opción es atribuir el malestar a otro la manera de recuperar el equilibrio es proyectar sobre el otro todo el mal y actuar contra el otro, que es en gran parte lo que está convirtiéndose en micropolítica predominante en este momento: Todo lo que se distancia de un tipo de existencia hegemónica tiene que ser etiquetado como cosa del mal y para erradicar el mal uno lo ataca, primero quizás con un golpe pequeño y así hasta el asesinato.
En base a la disociación del sujeto, frente al miedo que tengo ante la desubicación, ¿qué pasa? Cuando la alarma vital actúa sea cual sea la micropolítica, la función vital se pone en movimiento y el deseo es convocado. Esta potencia vital en su esencia, es una esencia de actuar para crear. Es de este momento de la pulsión vital que el capital se alimenta, en lo más básico, lo más esencial. Es decir, el capital no se alimenta solo de la fuerza vital en su expresión del trabajo, como pensaba el marxismo sino también de la vida misma, del propio desencadenamiento del movimiento vital cuando es necesario crear algo. Es ese movimiento que es desviado del curso de crear algo, de su sino ético, y su fuerza es dirigida en otra dirección que es producir escenarios para inversión de capital y para alimentar el consumo.
Entonces el deseo es pervertido desde el momento de su desencadenamiento. Es como si el deseo estuviera “prostituido”. No es que alguien llegue desde afuera y te diga, ve para allá. Es que tu propio deseo produce esta realidad capitalista sin que te des cuenta. Incluso cuando eres alguien de izquierdas, máximo grado de revolucionario, por eso el deseo o la pulsión vital misma, está colonizada, hay que hacer todo un trabajo de descolonización del deseo.
¿De qué manera una mirada sobre la micropolítica puede ayudar a entender el fenómeno Bolsonaro?
En Brasil, en un un primer momento, yo pensé que el neoliberalismo necesitaba conservadores en el poder, estrategias macropolíticas hechas por conservadores, estrategias micropolíticas de una subjetividad super conservadora, ¿por qué?, para destruir totalmente el Estado de manera que sirva solamente al mercado sin ningún estorbo ni barrera, era necesario mantener en el poder del Estado, conservadores totales, políticos a la antigua, para que hiciesen el trabajo sucio de privatización de todo, de destrozo de la legislación laboral. Diría que esos políticos serían como los sicarios del neoliberalismo, expulsados después de la escena. Por ejemplo, alguien como Temer.
Pero después lo que se ha ubicado en torno a estos conservadores es un ciclo de conservadurismo mucho más bruto, evidente, psicópata, puedes decir casi psicótico. Por ejemplo Bolsonaro, parece que su candidatura empezó a ser construida en 2014 cuando a Dilma la echan, que ha sido una parte de las fuerzas armadas quienes lo han llamado para construir su candidatura. Esa parte de las fuerzas armadas, es la más terriblemente conservadora y violenta, son sectores que incluso durante la dictadura constituían el ala más violenta. Y no es que la dictadura fuera blanda, fue bien dura.
Para que el neoliberalismo pueda consumar su poder global es necesario producir una subjetividad identitaria, conservadora, mantener una parte de la sociedad totalmente tomada, con la subjetividad totalmente disociada de la experiencia vital
Hoy veo que para que el neoliberalismo pueda consumar su poder global, globalitario, como dice un pensador brasileño, es necesario producir una subjetividad identitaria, conservadora. Es necesario mantener una parte de la sociedad, una mayoría totalmente tomada, con la subjetividad totalmente disociada de la experiencia vital, totalmente reducida al sujeto. Como una de las soluciones que asume el sujeto para actuar cuando la vida está desequilibrada, está en crisis, es proyectar sobre el otro la causa, es muy necesario construir ese chivo expiatorio pero permanentemente. Al principio el chivo expiatorio eran los gobernantes del Partido de los Trabajadores, mucho antes de la candidatura de Bolsonaro, en el segundo episodio se empiezan a perseguir elementos en la sociedad, todo modo de existencia que se distinga mínimamente de este modo hegemónico familiarista, paternalista, patriarcal, heteronormativo, nacionalista.
¿Qué implica esto para la sociedad brasileña?
Más allá de proyectar sobre el otro un proceso de malestar, lo que se está autorizando ahora es el pasaje al acto, como se dice en psicoanálisis. Es decir, que no solamente puedes odiar al otro, o decirlo o decírselo, sino que puedes pasar el acto del modo más violento. Dos de las primeras decisiones propuestas por Bolsonaro al entrar como presidente han sido permitir tener armas en casa y dar permiso a la policía para matar. No es que alguien te mande actuar. Desde tu propio deseo, tú lo haces. Entonces, en paralelo, mientras esto pasa como si fuera una especie de momento “hombre de las cavernas” en la sociedad, el capital puede manejar todos los estados, liberar totalmente el terreno para la especulación. Así, lo que en un principio yo pensaba que sería momentáneo, una alianza para limpiar el terreno sin que fuese necesario que se mantuviera en el tiempo, al final no se sabe hasta cuándo durará ni hacia dónde va.
Me has hecho pensar en dos autoras: En Naomi Klein y su doctrina del shock sembrando un campo de desconcierto e indefensión donde el capital puede saquearlo todo sin cortapisa, a la pedagogía de la crueldad de la que habla Rita Segato, apuntando a una fase del capitalismo donde es necesario romper toda empatía, todo vínculo con las personas.
En Brasil el shock fue cuando empieza el proceso contra Lula y el PT, que es el 2012, hace mucho tiempo. Había habido una identificación de gran parte de la sociedad brasileña que está debajo de la clase media con el PT, porque con todas las críticas que podamos tener, es la primera vez en toda la historia de Brasil que realmente las políticas sociales han sacado a una parte de la población de la miseria y eso es incontestable.
La gente ha vivido eso, no es que haya escuchado una ideología sobre eso, ha vivido eso, algo que ha permitido cosas extraordinarias, el acceso a la educación, poder vivir en una casa, comer. Había mucha identificación con el PT y un cierto confort subjetivo: la vida encontró un lugar mejor. Entonces, empiezan a demonizar a Lula, con horas y horas de Glovo hablando de corrupción: eso produce un shock. Fuera de la élite y la clase media, en el resto de la población esto ha producido una crisis subjetiva tan fuerte que, después de un tiempo de esta propaganda, de esta narrativa que se ha estado construyendo, la gente ya no tenía capacidad de memoria de su propia experiencia, de lo que ha sido, y se reorganizaba a partir de la narrativa de la televisión, no reconocía lo que su propio cuerpo ha vivido.
Se produce también la idea —es el momento de la crisis económica internacional— de que desde el 2005 al 2016 todo es atribuible al PT, en la televisión no hay ninguna noticia sobre la crisis internacional, toda la crisis económica, la culpa era del PT. Eso produce una gran crisis subjetiva, tu pierdes totalmente tu suelo, tus parámetros.
Respecto a Segato, yo preferí no usar empatía, pensé en otra palabra y me quedé con resonancia que no es el ideal. No es una resonancia entre ideologías o modos de pensar, sino una resonancia entre experiencias, resonar entre frecuencias de vibración, es algo que habría que conquistar, que no son experiencias del sujeto. Yo más que de empatía hablaría de reconocer el efecto del otro en tu cuerpo, no como una cosa mala sino como una cosa esencial y hacerse cargo de eso, dejar que eso te transforme.
Hablas del saber del cuerpo. ¿Cómo se relaciona la micropolítica activa con esto del saber del cuerpo? ¿En dónde su ubica la resonancia?
Primero, saber del cuerpo: Yo decía que la forma de conocimiento del sujeto es lo que llamamos cognición, la forma de conocimiento desde tu experiencia fuera del sujeto, eso que no tiene palabra, no tiene imagen, podríamos llamarlo intuición. Pero la palabra intuición está tan marcada de inferioridad, como tú cuando dices, “ay disculpa, he leído tu obra desde la intuición”.
Sí, ese saber desde afuera del sujeto siempre está marcado de inferioridad e ignorancia, es por eso también que las mujeres han sido quemadas como brujas, porque tenían eso más desarrollado, —no biológicamente sino culturalmente—. Si yo digo intuición los machos intelectuales dirán: esta mujercita dice pura tontería, no sabe nada. Entonces ¿cómo llamarlo? yo lo llamé saber del vivo o saber del cuerpo o saber etológico porque la etología, que es la ciencia del comportamiento humano y animal, nos enseña mucho de estas otras esferas de nuestra experiencia.
En la macropolítica la gente se junta para cooperar. Parten de una misma posición en la jerarquía social, una cuestión de identidad de clase, o de género, o una posición subalterna en las relaciones de poder. Y se juntan ya con palabras para describir lo que no está bien, con un programa para cambiarlo, inclusive en el marco del estado. En la micropolítica una se junta con los otros, se coopera distinto porque es desde una resonancia, desde el saber del cuerpo, de una resonancia entre los cuerpos, de las subjetividades en resistencia. Lo que está empezando a germinar, frente a un ahogo de las fuerzas, de la vida.
Si digo resonancia esto implica que si nos juntamos un colectivo o nosotras, no sabemos hacia dónde vamos pero sabemos que hay algo muy genial que compartimos, el hecho de ir juntas actualiza este movimiento de resistencia. Lo que yo estaba intentando hacer salió como texto, lo que tú estabas intentando hacer, salió como un tipo de periódico, pero estamos juntas en el mismo colectivo. El texto que sale de mi boca viene de la experiencia de muchos pueblos. No es una experiencia del yo, lo que sale de ahí tampoco es mío porque es mi manera de dar cuerpo a algo que ya son todos los cuerpos. Y es transindividual, no es que sea intersubjetivo, es algo que atraviesa a todas.
Si nos juntamos un colectivo, o nosotras, no sabemos hacia dónde vamos pero sabemos que hay algo muy genial que compartimos, el hecho de ir juntas actualiza este movimiento de resistencia
Por ejemplo si usamos mi libro y nada más, no sirve para nada. Pero si estoy usando este libro en este contexto, tú el periódico, la Segato habla de la pedagogía de la crueldad, la otra de la doctrina del shock, la cosa va ganando cuerpo. Estaba muy de moda la palabra “común”: para mi el común se basa en este plano que es muy distinto de la idea de comunismo (se ríe). No pasa en una esfera macro, aún cuando la esfera macro es muy importante, es algo que pasa en esta esfera micro de un campo común de germinación y que también tiene su experiencia común que se hace posible en la construcción para que la germinación se complete.
Hablas de que los nuevos movimientos sociales crean una innovación prometedora: la capacidad de integrar micropolítica y macropolítica en sí mismos.
Sí, y lo digo teniendo en mente una imagen muy precisa, una experiencia que me lleva a pensar así y que viene de las periferias de las grandes ciudades en Brasil, aunque yo me refiero específicamente a São Paulo porque lo conozco mucho más pero es así en todo el país. Está protagonizado por jóvenes de 14 a 20 años, principalmente mujeres, principalmente implicadas en el movimiento LGTBIQ+ y principalmente negras. Ahí hay un buen ejemplo: desde hace dos o tres años ha habido un movimiento enorme de ocupación de escuelas públicas. Hoy en Brasil la escuela pública es de pobres, total, la clase media va a escuelas privadas. Antes no era así: Yo que vengo de una familia de clase media, inicialmente baja, estudié en la escuela pública y era una excelente escuela.
He ido varias veces a estas escuelas ocupadas, me llamaban para conversar y era impresionante, primero porque hay una invención del modo de existencia, de la sexualidad, de la relación con el género, de la relación con las personas, una corriente de transformación radical, radical en el sentido de ir hasta donde se pueda, sin miedo. Por otro lado había también una forma de organización interna —y eso tiene que ver también con lo micro: cómo se establecen las relaciones, cómo se distribuyen las tareas, cómo se cuida el espacio,— y una inteligencia en sentido macro más tradicional de cómo provocar, cómo responder a las actitudes del Estado, incluso ante la policía en el caso de que intentase desalojar.
Así, tenían una macro conciencia política muy clara, pero también tenían una inventividad para salirse de la cosa heteronormativa, patriarcal, familiarista, increible. Yo me sentía como si estuviese ante otra especie humana. Y eso lo veo como invencible, incluso cuando en medio del proceso desisten y se paralizan, incluso algunos mueren, pero hay algo ahí que es irreversible.
¿Por qué digo irreversible? Porque yo creo que cuando hay un verdadero cambio en las herramientas políticas ya no funcionan como modelo único, por ejemplo, la heteronormatividad, que es un ejemplo bien simple. Entonces, ¿qué es una relación afectivo erótica? ¿Cómo se construye? Cuando te afirmas y vives de maneras muy múltiples, lo que hasta entonces se limitaba a un solo modelo, en el ámbito de la subjetividad no hay vuelta atrás. La realidad puede demorar mucho más tiempo para cambiar, pero si la carne existencial de un régimen pasa por ahí, y si algo se metamorfoseó totalmente, ya no hay vuelta atrás.
Recuerdo justamente que en la Ingobernable te preguntaron por cómo defenderla y contestaste que en realidad esto era un momento, que la Ingobernable seguramente acabaría de alguna forma, pero que habría una continuidad, que algo quedaría para materializarse en otra cosa, como siempre. Era triste y esperanzadora como respuesta. Sin embargo ¿cómo sobrellevar el que nada nos parezca sólido en esta época de incertidumbre?
Estos días conocí a una chica, tras una charla que di en una universidad. Cuando terminé, vino a hablar conmigo y me dijo: “tengo que preguntarte algo muy íntimo, ¿puedo?”. Me habló de suicidio. “¿Me preguntas si he intentado suicidarme?”, le dije. Yo intenté suicidarme una vez, y es porque no morí que estoy acá, en el modo en el que estoy viviendo ahora. Porque desarrollé una creencia en la vida. “¿Fe?”, me preguntó. Sí, fe en la vida. La vida es mucho más experta que el yo.
A partir del momento que tuve la certeza de que la vida persevera y por eso siempre encuentra la manera de seguir, fui desarrollando también esta confianza, y esta paciencia cuando la vida está en peligro. Tenemos que desplazarnos de una confianza en una cierta ideología, una cierta manera de explicar las cosas o una confianza en el yo, —también el yo colectivo— y pasar a una confianza en la vida.
Hablas de brújula ética de la vida (o vital) y brújula moral, ¿qué diferencias hay y qué aportan estos matices?
El sujeto se conduce desde una brújula moral, la brújula tiene la aguja que apunta el camino, y ese camino está formado por un cierto repertorio cultural con el cual nos identificamos y que elegimos para guiarnos. Por ejemplo, nosotras tenemos la brújula moral del pensamiento de izquierdas o feminista. Moral no en el mal sentido de moralista. Es un sistema de valores, lo necesito, me guía en ciertas esferas de la vida, en la toma de decisiones.
Pero fuera del sujeto la brújula no es moral, no se compone de un sistema de valores, palabras, ideas, la brújula es vital en el sentido que es la vida que te alerta de hasta qué punto está sofocada, violentada. O hasta qué punto, al contrario, está floreciendo, pudiendo respirar.
Ese es un criterio de evaluación de las situaciones distinto al criterio del sistema de valores en el que vivimos. Los dos son muy importantes. Yo en África, solo fui a Senegal y hablé con mucha gente. Ellos vivieron una experiencia socialista, pero en su cultura el fuera del sujeto está muy presente. Me dijeron que para ellos la brújula ética es la primera, y después la otra. Si esto hubiese sido así en la URSS, el stalinismo nunca hubiera ocurrido, porque desde la brújula ética nunca se podría asumir eso. Bye bye Stalin.
¿Cómo politizar la vida sofocada? ¿el malestar?
Ay qué linda idea, politizar el malestar. Podemos decir que de un lado está politizar el malestar, del otro lado está patologizar el malestar. Politizar el malestar lo podemos hacer para el mal, que de eso venimos hablando, hay que politizar para el bien. Sabemos que el malestar no es señal de algo malo en el sentido de falta de algo, sino al contrario, es una señal de una salud vital que está reconociendo el malestar para que tengamos la posibilidad de tomar conciencia de que hay que ponerse en lucha, porque la vida está gritando que está siendo sofocada.
Desde el yo, desde el sujeto, uno entiende eso como falta de algo, pero la verdad es que es un exceso de la vida que está siendo sofocada en la forma del presente. Que puede ser la forma de tu propia subjetividad, la forma de tu relación amorosa, no es solo una situación social amplia.
Un ejemplo: desde el punto de vista de la brújula moral el feminismo consiste en luchar contra la desigualdad de derechos, la violencia machista. Desde el punto de vista de una brújula ética, micropolítico, la resistencia a esta relación de género es darse cuenta que existe un malestar, y es porque esta forma de expresión de la feminidad es mortífera. Esa imagen de la novia sobre la tarta, es completamente sofocante, entonces cuál va a ser mi acción —es distinto de la lucha por la igualdad— mi acción va a ser abandonar este personaje, esforzarme para producir otro personaje porque este ya no es posible.
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Me parece que la clave de todo lo que se dijo, esta en la fe, en el amor y los sistemas de valores que hacen perdurar la vida, y sobre ello es que se debiese formular los nuevos personajes subjetivos, siempre precavidos de no se aplastados por los conceptos.