Palestina
Itxaso Domínguez: “Lo que piden los palestinos es el fin de la impunidad de Israel”

En su reciente libro, ‘Palestina. Ocupación, colonización, segregación’ (Catarata, 2022), Itxaso Domínguez aborda el contexto actual de la causa palestina desde un enfoque crítico con el paradigma oficial que habla de un “conflicto” simétrico con Israel.
Itxaso Domínguez.
Itxaso Domínguez. Foto: Fundación alternativas.
15 may 2022 06:00

A la conmemoración de la Nakba, que marca la creación del Estado de Israel y la expulsión de decenas de miles de palestinos de sus tierras en 1948, este año se suman la rabia e indignación de todo un pueblo por el asesinato a manos del ejército israelí de la célebre periodista palestina Shirin Abu Akleh, símbolo mediático en el mundo árabe tras décadas documentando la ocupación y desposesión en Palestina como corresponsal del canal Al Jazeera, así como por las brutales escenas de la policía israelí atacando a la multitud que despedía a la reportera en su funeral en Jerusalén.

Entrevistamos a Itxaso Domínguez, coordinadora del Panel de Oriente Próximo y Norte de África de la Fundación Alternativas y profesora en Estudios Internacionales en la Universidad Carlos III de Madrid, que acaba de publicar Palestina. Ocupación, colonización, segregación (Catarata, 2022). En su libro, la autora aborda el contexto actual de la causa palestina desde un enfoque crítico con el paradigma oficial que habla de un “conflicto” simétrico con Israel, critica el reduccionismo que la acota como un mero “proyecto de estatalidad” y recuerda que en ella interseccionan multitud de opresiones.

Domínguez pone el foco también en la fragmentación territorial política e identitaria sufrida por los palestinos o la crisis del movimiento de liberación y la deslegitimación creciente de sus dirigentes, pero sobre todo incide en su inmensa capacidad de resistencia y lucha tras décadas de ocupación, exilio y desposesión. Además, la autora insiste en que, frente a soluciones simplistas (o complejas, pero impuestas desde fuera), es imprescindible escuchar a quienes ponen el cuerpo en la lucha por la liberación de su pueblo.

Se cumplen 74 años de la Nakba, un año de la última ofensiva de Israel en Gaza, décadas de represión al pueblo palestino. ¿Es el asesinato de Abu Akleh el último ejemplo del silenciamiento sistemático que sufre por parte de Israel?
Incluso si no hubiera intencionalidad de matar, incluso si el plan no era matar a una periodista, desde el año 2000 han muerto, creo, unos 40 informadores (a manos del ejército de Israel); el año pasado destruyeron un edificio en Gaza donde había agencias de prensa, incluidas algunas occidentales… Esto va de silenciar aquellas voces que ayudan a que el resto del mundo vean lo que está ocurriendo en la Palestina histórica.

En los primeros años tras el establecimiento de Israel como Estado, su narrativa estaba legitimada por todo lo que había pasado en Europa, sobre todo, por la Shoa (Holocausto). Además, cuando se estableció el Estado de Israel, el tratamiento que daba a los ciudadanos palestinos era desconocido para el mundo y la Nakba tampoco era conocida para gran parte de la comunidad internacional o los ciudadanos de a pie. Pero poco a poco, con la ocupación, la segunda Intifada y el fracaso del proceso de paz (que por otro lado nunca estuvo destinado a tener éxito), esa legitimidad de origen pasó a verse dañada.

Lo de Shireen ha sido muy grande, porque representaba un símbolo. Durante la Segunda Intifada, los palestinos sabían si en su barrio había toque de queda porque se lo decía ella por la tele… al final la figura del telediario se convierte en la figura de tu día a día, en un símbolo, en una heroína nacional

En los últimos años, Israel está desarrollado una serie de estrategias para encontrar otros asideros en esa narrativa de legitimación, y al tiempo, silenciar a aquellos palestinos, ONGs, periodistas, activistas pro-palestinos, no necesariamente palestinos, dentro y fuera de las fronteras de la Palestina histórica. Lo hacen también a nivel internacional, con campañas de acoso y desprestigio contra quienes osan cuestionar su imagen, acusaciones de terrorismo a organizaciones proderechos humanos…. Pero cada vez es más difícil obviar la realidad sobre el terreno porque ahora hay imágenes de todo.

Lo de Shireen ha sido muy grande, porque representaba un símbolo. Durante la Segunda Intifada, los palestinos sabían si en su barrio había toque de queda porque se lo decía ella por la tele… al final, cuando alguien te narra un elemento tan trasformador para la identidad palestina como la Intifada, la figura del telediario se convierte en la figura de tu día a día, en un símbolo, en una heroína nacional.

Especialmente en el último año, se están apreciando cambios notables en la narrativa sobre la situación en el terreno, en particular con la calificación oficial y generalizada deapartheid” al régimen impuesto por Israel en Palestina. ¿Qué implicaciones tiene a nivel político, jurídico, simbólico...?
Creo que esto representa un punto de inflexión. Pero, tal y como se está viendo, queda mucho por recorrer para que en algún momento la narrativa hegemónica cambie, a nivel oficial, de discurso, por parte de los Estados, que siguen atados de pies y manos por varios principios y uno de ellos es la dificultad de ver que allí pueda existir un régimen de apartheid: significaría admitir que un Estado considerado europeo, blanco, democrático, occidental, está implicado en prácticas de discriminación racial y racista. Esto podía aceptarse con Sudáfrica, porque aunque también eran blancos, estaban en África. Pero Israel es lo opuesto a la percepción que se tenía del gobierno de Sudáfrica.

Del doble rasero sobre lo que es aceptable o no en función del lugar donde se produce la situación de enfrentamiento o injusticia también se está hablando mucho estos meses a raíz de la guerra en Ucrania. Por ejemplo, con la definición de términos cómo “ocupación”, “resistencia” o “autodefensa”, cuándo es legítima y cuándo no.
Sí, existe ese doble rasero en Ucrania respecto al uso de los términos. Hay que tener en cuenta que, uno, lo que pasa en Ucrania... pasa en Europa, y dos, Israel es (considerado) un Estado blanco y europeo, mientras que los palestinos forman parte de un grupo racializado —los árabes— que, como buenos racializados, son salvajes, antidemocráticos, un peligro para los principios de Occidente y sobre todo, un peligro para la supervivencia de Israel.

Ahí radica uno de los principales vectores de la narrativa hegemónica del conflicto, una narrativa que la comunidad internacional ha adoptado sin ambajes: todas las declaraciones que emite la comunidad internacional ponen el énfasis en el derecho de autodefensa y la seguridad de Israel. La fórmula de la UE y otros Estados sobre la solución de dos Estados subraya que Israel debe vivir en seguridad. ¿Y quién define la seguridad de Israel? Solo Israel, nadie más.

Uno de los temas que abordas en el libro es la propuesta de solución de los dos Estados para acabar con el conflicto. Dices que “se ha convertido en un pensamiento circular con vida propia en resoluciones y declaraciones, sin necesariamente ir de la mano de un contenido específico o de una manera de hacer(lo) realizable”. Tampoco tiene en cuenta la realidad sobre el terreno, el proyecto colonial imparable, los deseos de los propios palestinos... ¿Qué otros marcos interpretativos se están proponiendo como solución y estamos ignorando?
Hay un agotamiento, también entre los intelectuales palestinos, respecto a la idea del Estado, porque al final el debate responde a una idea de Estado-nación y, ¿ a qué llamamos nacionalismo, a un nacionalismo europeo? Aquí hablamos de un nacionalismo más indígena, ligado a la tierra y no solo a las instituciones, la lengua o la historia, que es una visión mucho más europea.

Todo está muy centrado en que la solución de los dos Estados es la única viable y aceptable. Pero ¿qué significa? Ya nadie sabe lo que significa en la actualidad.

Creo que habría que centrarse menos en el debate sobre la creación de uno o dos Estados, o quinientos, y más en lo inmediato. Ahora mismo en el terreno hay un apartheid y, también, una fragmentación brutal entre los palestinos. Lo que está claro es que los palestinos ya no quieren oír hablar de uno o dos Estados: esto se ha conviertido en un desvío de atención sobre cuestiones muy importantes, en un significante vacío, que diría Laclau. Todo está muy centrado en que la solución de los dos Estados es la única viable y aceptable. Pero ¿qué significa? Ya nadie sabe lo que significa en la actualidad, y no te hablo solo de lo material, sino de lo realizable. Porque si ahora se creara un Estado palestino, ¿con qué economía lo haría? ¿con qué infraestructura, con qué liderazgo, con qué población...?

La conmemoración de la Nakba recuerda cada año ese ‘desastre’ que supuso la creación del Estado de Israel y la consiguiente expulsión de decenas de miles de palestinos de sus tierras. ¿Por qué sigue costando, tantas décadas después, entender lo innegociable del derecho al retorno?
No es que cueste entenderlo: es que se ha eliminado completamente del discurso oficial sobre el conflicto. El discurso oficial versa sobre un conflicto no nacional que empezó en 1967, con el inicio de la ocupación. No se habla de la Nakba, de 1948, se dice ‘esto es una cuestión de ocupación y en cuanto se acabe la ocupación, va a poder haber una solución de dos Estados’. El marco de los Acuerdos de Oslo, del proceso de Paz de Oriente Próximo, dejó de lado el derecho internacional, lo dejó todo en manos de las partes negociadoras. Y en esas negociaciones, durante los primeros Acuerdos de Oslo, se estableció que la “cuestión de los refugiados”, llamada así y no “derecho al retorno”, iba a ser objeto de negociación.

Luego los llamados Al-Jazeera papers revelaron documentos secretos de las negociaciones en los que se arroja luz sobre cómo el liderazgo palestino había abandonado el derecho de retorno. Esta era una de las principales reclamaciones palestinas rechazadas por Israel, porque el derecho de retorno anularía la propia existencia de Israel como la conocemos en la actualidad, pero también por la comunidad internacional, con el argumento de siempre de que “no es realista”. Se buscaron alternativas, como integrar a los refugiados en los países árabes del entorno, por ejemplo. Que se queden en Líbano y ya les daremos dinero, dijeron... En fin, no ha habido esfuerzos, el derecho al retorno no forma parte de la narrativa hegemónica sobre la base de la cual la mayor parte de personas entienden el conflicto.

Apuntas que “la normalización del discurso de estatalidad de construcción de Estado y la interiorización del paradigma de paz liberal parecen incompatibles con proyectos de resistencia transformadora”. ¿Qué formas y ejes de resistencia se observan actualmente sobre el terreno? ¿Y cómo interaccionan con la solidaridad internacional, de la diáspora o de otros movimientos locales o globales de lucha por la justicia social?
Yo hablaría de resistencias en plural, porque hay tantos tipos de resistencia como palestinos a lo largo y ancho del planeta. Está el sumud, esa estrategia de ser, existir, frente a un Estado que trata de borrarte; también hay un movimiento últimamente que trabaja en los huertos y es una apuesta por producir y consumir producto palestino…, movimientos de mujeres… También en estos últimos años, se está experimentado una recuperación del sentimiento internacionalista, del tercermundismo del periodo anticolonial, adaptándolo al siglo XXI. Aunque en esa época no estaba tan clara la idea de la insterseccionalidad, sí existía. Entonces predominaba esa idea de que no solo Palestina tiene que ser liberada, sino también otros lugares como Argelia, sus liberaciones y las de otros lugares iban de la mano, y también era una cuestión romper con el nuevo orden económico internacional, había que descolonizar la jerarquía internacional.

Hoy, con términos algo destintos, relacionados con contextos actuales, volvemos a cuestionar todos estos estos sistemas de opresión, dominación, jerarquización, racialización y discriminación que intersectan entre sí, y que encuentran microcosmos en Palestina. Palestina está relacionada con muchas otras causas en el planeta, como las indígenas, porque los palestinos son indígenas en el territorio y están siendo sometidos a los mismos mecanismos a los que fueron sometidos los indígenas en América del Norte, América Latina o Australia; anticolonial, porque sufren el colonialismo de asentamientos como lo sufrieron en África o América; con el antirracismo, porque el “apartheid” está basado en principios de racialización: por ejemplo, en revueltas de Ferguson de 2014 coincidieron con una de las guerras sobre Gaza y también vimos ese movimiento de solidaridad, con carteles que decían “Ferguson es Gaza”. Y con el feminismo, con la resistencia de las mujeres, que han sido centrales en la lucha, y aunque el liderzago palestino ha intentado durante décadas erosionar su papel de estas mujeres, haciendo calar el mensaje de que la liberación de las mujeres tendría que esperar a la liberación de Palestina, cada vez más mujeres, activistas de Tala’at, académicas, se niegan a esperar.

La narrativa que se ha perpetuado intenta meter religión y cuestiones esotéricas para explicar algo que es simple y llanamente colonización de la tierra, por mucho que también haya cuestiones históricas a tener en cuenta.

¿Qué le piden activistas y palestinos en general a la comunidad internacional y a la ciudadanía de a pie? ¿Hace falta más valentía, abandonar esa idea de “es complicado” a la hora de posicionarse?
La narrativa que se ha perpetuado intenta meter religión y cuestiones esotéricas para explicar algo que es simple y llanamente colonización de la tierra, por mucho que también haya cuestiones históricas a tener en cuenta. El que dice que ‘es complicado’, o bien no conoce la situación sobre el terreno porque está desinformado, o es que es parte interesada (en que se vea así). Alejarse de la narrativa hegemónica conlleva demonización: antes eras terrorista y ahora eres antisemita. Es un arma que ha utilizado Israel para seguir justificándose y legitimándose: opresión y represión, lo que los activistas palestinos denominan shrinking space (espacio menguante), no vais a poder hablar, es lo que pasa con profesores y activistas, a los que se silencia, también en el extranjero. Para hablar hay que ser valientes.

Sobre qué piden los palestinos, no hay una voz única, pero diría que, principalmente, lo que piden es el fin de la impunidad. La impunidad es lo que permite a Israel hacer lo que lleva décadas haciendo, porque nadie le para los pies, como puede pasarle a Putin en Ucrania y otras partes. Luego, a mí personalmente en ámbitos académicos me han dicho que hable más de la proyectos como la iniciativa ciudadana europea para prohibir las importaciones de los asentamientos israelíes. Y finalmente, lo que una mayoría de palestinos pide es humanización. Que dejen de deshumanizarles.

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