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Coronavirus
Primeras revelaciones de Covid19, el gran alertador
Covid19 ha irrumpido en la cotidianidad de una forma dramáticamente reveladora de la extrema vulnerabilidad del mundo que habitamos.
Un alertador (whistleblower) es una persona que desvela un presunto delito, peligro o fraude a la sociedad civil. Un Snowden o un Assange o, por barrer para casa, alguien como Ana Garrido, la funcionaria que destapó la trama Gürtel. En este sentido, Covid19 ha irrumpido en la cotidianidad de una forma dramáticamente reveladora de la extrema vulnerabilidad del mundo que habitamos. Aireando a la vez muchos de los fallos del sistema, en un momento crítico en el que el confinamiento nos obliga a contemplarlos (y sufrirlos) desde el encierro, el coronavirus ha desvestido la realidad como distopía. En nuestras manos está generar antídotos que nos permitan avanzar por caminos certeros hacia una salida postcapitalista de esta nueva crisis.
Primera revelación: el verdadero virus se llama capitalismo
A brocha gorda y aterrizando los datos en el Estado español, el virus capitalista que nos está matando manifiesta la siguiente sintomatología. Para empezar, una fiebre especuladora que, según datos del TGPJ, ha dejado sin techo a 250 hogares al día, 54.006 en total, en 2019. Dos de cada tres por impago de alquiler. En ese mismo año, y según la Red Europea contra la Pobreza y la Exclusión, 2,5 millones de personas vivían en la pobreza severa, esto es, el 5,4 % de la población. 2019 cerró también, según la EPA, con 13,78 % de la población activa desempleada (cifras similares a las de 2008), tasa que asciende a 30,5 % respecto al paro juvenil. Con una tasa de empleo temporal de 26,1 %, España ostenta, además, el vergonzoso honor de doblar la media europea. Y todos estos tristes números reflejan tan solo el paisaje laboral de las personas que cuentan y se cuentan: fuera queda todo el trabajo, remunerado y no, de la economía informal, de las personas que no tienen papeles, de los trabajos que no se consideran como tales, etc.
Este era nuestro paisaje social antes de la irrupción de Covid19. Hoy, el coronavirus amenaza con un descenso del PIB español cercano al 10% (en los peores momentos del 2008, la caída fue de un 4%), esto es, con una crisis mucho mayor a la sufrida en el 2008.
La pregunta que lanza Astra Taylor desde Estados Unidos, “¿por qué salvar la economía que nos está matando?”, parece más que pertinente
Estando así las cosas, la pregunta que lanza Astra Taylor desde Estados Unidos, “¿por qué salvar la economía que nos está matando?”, parece más que pertinente. Y más que necesario seguir profundizando en los caminos que conducen a una economía capaz de asegurar unas condiciones de vida digna para todos. Teniendo en cuenta la cada vez mayor dificultad de acceder a una renta a través del empleo, ¿cómo dejar pasar la ocasión de exigir una renta básica universal, como una de las principales herramientas de cambio?
Segunda revelación: la independencia y el individualismo son falacias peligrosas
Cuando una pandemia como la que está afectando al mundo entero interrumpe nuestras vidas, todo el montaje patriarcal del individuo que se hace y sostiene a sí mismo, el famoso BBVAH (Blanco, Burgués, Varón, Adulto y Heterosexual) conceptualizado por economistas feministas como Amaia Pérez Orozco Subversión feminista de la economía, se derrumba de forma estrepitosa.
Al blindarse las calles y clausurarse los espacios institucionales donde se socializa la reproducción de la vida (colegios, centros culturales, de mayores, etc.); al colapsarse uno de los últimos bastiones del maltrecho Estado del bienestar como es la sanidad pública; al reducirse nuestra socialidad a los estrechos límites de la composición de los hogares y a las ilimitadas (pero insuficientes, en un sentido material y afectivo de los vínculos) conexiones virtuales, la rotunda verdad de nuestra interdependencia vital se impone: nos necesitamos de forma radical.
Somos seres sociales y todo (el sostén de la vida desde sus necesidades más básicas y tangibles, a sus aspiraciones y deseos más abstractos) pasa por construir relación, por construir común. Por eso en estos tiempos raros de confinamiento andamos multiplicando, hasta la extenuación, nuestros contactos virtuales. Chats, skypes, zooms, jitsis, mumbles o hangouts incendian teléfonos y ordenadores. Queremos escucharnos, vernos, conversar, discutir. Para asegurarnos de que los nuestros andan bien, para confabular políticamente, para organizar la atención a los vecinos, amigas, familiares que están solas, enfermas o sin nada que llevarse a la boca.
La rotunda verdad de nuestra interdependencia vital se impone: nos necesitamos de forma radical
Considerando la mistificación cada vez más nociva de la independencia y sus derivas individualistas, ¿no es este un momento crucial para construir más espacios comunes y reforzar los que ya tenemos? ¿Para crear y sostener entramados comunitarios? ¿Para defender nuestros recursos e instituciones públicos, pero democratizando su gestión para poder impedir su expolio?
Tercera revelación: las casas no pueden seguir siendo mercancía
Ahora que estamos transitoriamente condenadas a permanecer encerradas entre cuatro paredes y un techo, la casa despliega toda su dimensión de bien de uso, de bien básico imprescindible.
En una economía financiera de inversión inmobiliaria como la española, la amenaza diaria sobre la posibilidad de permanecer en nuestras casas y barrios, puede alcanzar, como en el 2008, dimensiones trágicas. Estamos organizándonos para exigir suspensiones al pago de hipotecas y alquileres. Pero no basta. Las medidas de emergencia son absolutamente urgentes, pero no suficientes. Porque cuando pase la epidemia, cuando podamos volver a las calles pero no tengamos ni un chavo, las ya impagables hipotecas y alquileres se nos harán más imposibles aún que antes. Porque aunque no nos gustaría tener que volver a encerrarnos en ellas, es obvio que no podemos consentir que miles de personas sean nuevamente desahuciadas de sus casas.
Esta crisis es una oportunidad única de imponer un política de vivienda que suspenda las prácticas especulativas. Para siempre
Esta crisis es una oportunidad única de imponer un política de vivienda que suspenda las prácticas especulativas. Para siempre. El movimiento de vivienda lleva muchos años poniendo sobre la mesa las medidas a implementar. ¿Vamos a dejar pasar la oportunidad de hacerlas realidad? ¿De obtener, por fin, un parque público decente de viviendas en alquiler, de recuperar las casas de todos ahora en manos de la Sareb, de movilizar las viviendas vacías, de frenar los precios de los alquileres y de reconquistar la prórroga obligatoria de los contratos de alquiler?
Cuarta revelación: la seguridad no es un asunto policial
En una era tan acelerada, la vida antes de Covid19 parece retrotraernos al pleistoceno. La pancarta con el lema Sin miedo que cubrió uno de los edificios de la Puerta del Sol el 15 de mayo de 2011 se difumina en nuestras memorias como los viejos mamuts. La pandemia es, de nuevo, un buenísimo momento para recordar su mensaje.
El número de muertes que no deja de crecer, la severidad de las medidas de distanciamiento social adoptadas, la sensación de vulnerabilidad, física y social, han roto el espejismo de seguridad con el que solemos funcionar psíquicamente en las sociedades europeas. Todo esto ha desatado una legítima preocupación por conocer de la salud propia y de la ajena. Nos inquietamos, además, por las personas y colectivos que sabemos en mucha peor situación que nosotros mismos. Nos desvelamos, por último, por las consecuencias materiales que, preveemos, nos dejará el coronavirus.
La sensación de vulnerabilidad, física y social, ha roto el espejismo de seguridad con el que solemos funcionar psíquicamente en las sociedades europeas
Somos frágiles. Somos finitos. No está de más recordarlo. Pero también es importante no dejarse atrapar por un miedo que disfrace a los otros de amenaza. Muchos mensajes estatales podrían despistarnos en esa dirección. Como no pueden culparnos del origen del virus (como ya hicieran con las deudas hipotecarias) a veces parecen querer responsabilizarnos de su extensión y consecuencias. Así que además de obedecer a rajatabla las órdenes gubernamentales (todo por nuestro bien), se nos invita implícitamente a vigilar a los demás. Si sorprendemos alguna conducta sospechosa, nos vemos, así, autorizados a juzgarla y denunciarla. Una amiga me contaba de vecinos increpando a una persona que vieron por la calle. Otros conocidos sufrieron una visita policial durante una reunión familiar.
Esta es una cuestión muy delicada. Evidentemente proteger lo común es cosa de todos y cada quien ha de hacerse cargo de qué debemos hacer y qué no para atajar la propagación del virus. Pero, ¿de verdad vamos a policiar así nuestros comportamientos? ¿A condenar a los demás sin juicio? ¿A confiar tan ciegamente en las autoridades en vez de romper una lanza por nuestra propia capacidad, como sociedad, de hacer lo que juzgamos correcto?
Quinta revelación: los Estados-nación son un anacronismo letal
Una pandemia en un mundo globalizado es, por definición, un problema internacional. Las medidas para afrontarla deberían adoptar, por lo tanto, la misma escala: cooperar transnacionalmente para profundizar en el conocimiento del virus, en las formas de detectarlo y combatirlo, es vital si se quiere frenar la acción global de su guadaña. Por eso hoy, banalidades nacionalistas (y xenófobas) como la insistencia de Trump en llamar virus chino al Covid19 (aunque ahora ande pidiendo consejos a Xi Jinping sobre las formas de atajarlo); las arengas patrióticas tipo “vamos a demostrar que somos una gran nación y podemos con esto” aderezadas con himnos nacionales y metáforas bélicas; la indiferencia respecto al daño que está causando el coronavirus en países más allá del Norte global o las declinaciones racistas de autoprotección en forma de más frontera o más prevención respecto a las personas racializadas (el racismo antichino de los primeras semanas del virus, por ejemplo) parecen más absurdas, aunque no por ello menos perjudiciales, que nunca.
¿Competencia o cooperación? ¿Nacionalismos o vínculos transnacionales? Cuando el coronavirus descubre un mundo más pequeño que nunca, es preciso recordar que la crisis ecosocial en la que andamos inmersas no la podremos afrontar si no es con relaciones internacionales más justas. ¿No es hora ya de quitarnos de una vez por todas las más que desenfocadas lentes del Estado-nación y de acabar con los regímenes de frontera?
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Sexta revelación. La gestión del coronavirus en el estado español es desastrosa, por las razones que expone el médico Juan Gérvas "Hay que evitar el uso de hospitales, y proceder a desinfectar los mismos, pues podemos sospechar (como en Italia), que han sido y son foco de contagio y de diseminación de la infección, por consecuencia de la falta de medios de protección de los profesionales sanitarios. La respuesta hospitalocéntrica del Gobierno y sus expertos y generales da miedo en la práctica pues es un desastre, un pozo de muertos que se ahonda cada día" https://www.actasanitaria.com/coronavirus-covid-19-el-fin-del-mundo-no-ha-llegado-todavia/
Pues el mismo comentario que el anterior... la izquierda española y su concepto nacionalista, café para todos, todos de derechas y xenófobos... en fin. Pero lo más impirtante de la última reveleción revelada, que tendría que ser todo lo contrario. La globalización no funciona arreglando problemas. No sanitarios ni socieles. Europa esté desaparecida y no se le espera. Realmente los Estados-Nación están más presentes y vivos que nunca, porque de como se distrubuye y se gestionan los recursos de una población concreta ligada a un territorio, depende la vida y medidas que se viven en primera persona. No es lo mismo Portugal que España, ya sea por el momento en que comienza o como se gestiona la crisis. Poder decidir a que estado quieres pertenecer para que tome las medidas necesarias y gestione nuestros recursos parece más importante que nunca.
"¿Nacionalismos o vínculos transnacionales?" ??? ¿Puede haber "vínculos transNACIONALES" sin nacionalismos? Lástima que desde Madrid (concepto) siempre se mire al resto de nacionalismos como peligrosos virus a combatir :/