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Opinión
Libertad con clase o clasismo por pelotas
Fui al cine a ver El buen patrón y según se fundió la pantalla a negro pensé que había sido todo muy rancio y patriarcal. Desconocía que me quedaba aún por ver el making off a la salida, donde unos jóvenes celebraban en una terraza de un bar el triunfo del Athletic en la semifinal de la Supercopa de España, celebrada en Arabia Saudí.
Y es que agasajar a los reyes de Oriente viene siendo una tradición milenaria, aunque sea en tiempos de no cabalgatas. Agua para los camellos y copa para los reyes, intercambio de carbón -ahora petróleo- y juguetes bélicos, como los que las navieras de Arabia Saudí y de Emiratos Árabes venían cargando en el puerto de Bilbao para utilizar con mucha probabilidad contra la población yemení.
Supongo que es más alentador soñar que eres hermano de Muniain o de Djokovic, que ser hijo de Marujita. Es lo que tiene el negacionismo de clase. Sin conciencia, ni lucha, pero con clase, con la del patrón sin duda.
Según Marx, a través de la historia, las personas han tratado de organizarse en diferentes tipos de sociedades bajo la tensión causada por personas pobres y ricas, libres y esclavas. Y este conflicto solo se resolverá cuando se llegue a una sociedad sin clases. Pues bien, parece que hemos elegido el camino rápido, el de la ilusión de creer que, con un lifting de reforma laboral y unos filtros en Instagram, jugamos todas en la misma liga y todas podemos salir volando a refugiarnos en los Emiratos Árabes, cuando la cosa no pinta bien, como han hecho Juan Carlos, el emérito, o Novak, el tenista. Y nuestra felicidad es un gol que se marca el sistema, y nuestra última hora es la deportación de Australia de un tenista que se ha quedado sin sus pelotas.
Una 'caza de brujas', para el presidente serbio, Aleksandar Vucic, que preguntaba al gobierno de Australia por qué maltrataba y humillaba a su tenista, mientras lo mantenía en el Hotel Park de Melbourne, más conocido como el “hotel del terror”, un lugar destinado a las cuarentenas de los enfermos de covid llegados a Australia y a centro de detención donde las personas refugiadas permanecen detenidas entre uno y nueve años, sin que sea un motivo de denuncia o reivindicación de libertad más allá de lo escrito en sus paredes por las personas encerradas allí.
Al igual que Australia, Serbia tampoco se caracteriza precisamente por deparar un buen trato a las personas que recorren su territorio durante la ruta migratoria balcánica. Su puesto de guardián eficaz en la frontera europea oriental es la moneda de cambio en su aspiración a formar parte algún día de la Unión Europea.
Mientras escribo este artículo leo el tuit-diario de Helena Maleno en el que informa de la muerte de cuarenta y tres personas en un naufragio frente a las costas de Tarfaya. Entre ellas, catorce mujeres, tres bebés y veintiséis hombres. Nadie hablará de ellas aunque hayan muerto, víctimas de las políticas migratorias, económicas y comerciales europeas. Como tampoco es noticia la denuncia que Médicos Sin Fronteras hizo hace días sobre la brutal represión a 600 personas refugiadas apresadas en una detención masiva en Trípoli. Su equipo atendió a 68 personas heridas tras el arresto masivo de cientos de personas migrantes y refugiadas en una protesta pacífica en la que pedían protección, reubicación y su evacuación de Libia.
El informe del Monitor Euromediterráneo de Derechos Humanos alerta de que la cooperación entre la Unión Europea (UE) y Libia para hacer retroceder a las personas migrantes se endureció en 2021 e insta a la UE para que garantice que la Guardia Costera de Libia respete los derechos humanos y trabaje para poner fin a todas las prácticas violentas, tanto durante como después de las devoluciones. Y yo me pregunto, ¿no es como pedirle a tu tendero que no te de las peras por las que le acabas de pagar para que te de unas peras? Cosas del mercadeo de fronteras.
Son las mismas fronteras pero atravesadas con clase, la clase rica y libre. De las otras clases mejor no hablamos.
Lo que si me queda claro es que los acuerdos de externalización de fronteras entre Italia y el estado fallido libio, financiados por la UE, provocan violencia y muerte. Los relatos de extorsión y secuestro, las pruebas de las torturas y las violaciones, y los trabajos forzados forman parte del diario de a bordo de las embarcaciones de rescate de las ONG que operan en el Mediterráneo Central.
Son cosas que pasan mientras nuestro Athletic del alma juega la final de la Supercopa a miles de kilómetros de distancia y mientras podemos seguir en riguroso directo el vuelo de Djokovic, como anuncia un conocido periódico deportivo. Son las mismas fronteras pero atravesadas con clase, la clase rica y libre. De las otras clases mejor no hablamos.
Y hablando de libertad con clase, ¿no fue Rosa Luxemburgo la que dijo algo de tener cuidado con dejar a un zorro libre en un gallinero libre? Pues eso, si hablamos de libertad, que no sea a lo zorro.