Opinión
La construcción social de la indiferencia hacia el dolor y la muerte de les migrantes

El régimen europeo de movilidad se va definiendo día tras día en torno a la priorización de la “seguridad” de unas personas frente a la muerte y la exclusión de “otras” mediante la generación de los discursos del odio y la otredad.
Acción Caravana Abriendo Fronteras Gran Canaria
La Caravana Abriendo Fronteras en una acción en memoria de las personas desaparecidas en la ruta canaria, en la playa de las Canteras Mathias Rodríguez

Según el Proyecto Missing Migrants, de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) durante el año 2022, 1632 personas perdieron la vida intentando llegar a Europa por el Mediterráneo, en septiembre fueron 319 las personas fallecidas, y en el mes de octubre ya se contabilizan 67 muertes.

El pasado jueves, 22 personas naufragaron de camino a nuestras costas, denunciaba Helena Maleno, activista, defensora de derechos humanos e investigadora, en su twitter. Esas 22 personas se sumaban a las 138 personas que, según informaba Maleno en sus redes sociales el pasado 1 de octubre, desaparecieron en la ruta canaria en las semanas previas. 160 vidas, sueños e historias que el mar se ha vuelto a llevar tras las olas de la injusticia, la insolidaridad y la desesperación por la llegada al “sueño europeo”. 

Muertes que son consecuencia directa de la política de securitización, externalización y militarización de fronteras, que a través de la doctrina de la “seguridad nacional” fomenta un régimen racista, excluyente, y directamente, mortal. Así, el régimen europeo de movilidad se va definiendo día tras día en torno a la priorización de la “seguridad” de unes frente a la muerte y la exclusión de “otres” mediante la generación de los discursos del odio y la otredad. Ante la falta de un cambio en la gestión y la articulación de políticas migratorias con un enfoque de derechos que faciliten el acceso a vías migratorias legales y seguras, los Estados son responsables de estas muertes por no priorizar la vida de les migrantes.

Para gran parte de la sociedad, las muertes de migrantes en el Mediterráneo no generan movilización, conmoción, dolor y rabia

El derecho humano más esencial, que es el derecho a la vida, se viene vulnerando por los países que forman parte de la “Europa democrática, de la libertad y la seguridad” cuando se trata de personas migrantes. Asistimos a un proceso continuado y generalizado de indiferencia, naturalización de la muerte, egoísmo, y a la par, criminalización de les migrantes y securitización de las fronteras. Para gran parte de la sociedad, las muertes de migrantes en el Mediterráneo no generan movilización, conmoción, dolor y rabia. Los medios enumeran las muertes, si es que hablan de los naufragios, pero lo hacen por lo general como un simple ejercicio estadístico y deshumanizado. No se siente la misma rabia y dolor por les migrantes que proceden de África que por les que vienen de otros lugares. ¿Es la solidaridad de una parte de la sociedad e institucionalidad europea excluyente, racista y clasista? La respuesta nos la ha ofrecido y sigue ofreciendo la historia.

Un día más en la Europa Fortaleza y seguimos preguntándonos: ¿A qué límites de naturalización de la muerte del otro va a llegar Europa? ¿Qué niveles de indiferencia puede alcanzar una gran parte de la sociedad frente a la violencia y la muerte hacia les migrantes? En las fronteras de la Unión Europea mueren cada mes cientos de personas migrantes, las fuerzas de seguridad abusan de la fuerza y autoridad mediante violencia, y frente a ello, la vida en los Estados —en medio de la Guerra entre Ucrania y Rusia, con todas sus consecuencias a nivel migratorio, humanitario, social, político y económico— sigue su cauce, normalizando la muerte de les migrantes.

En aras de intentar construir una sociedad más justa, solidaria, crítica y sensible a la problemática que sufren les migrantes en cuanto al racismo, la xenofobia y a la naturalización de la violencia en su contra, hemos de formularnos unas preguntas básicas. ¿Cómo es posible que semana tras semana se naturalice la muerte de personas migrantes que intentan llegar a la Europa Fortaleza? ¿De qué forma se han naturalizado los discursos de odio, fake-news y las agresiones físicas y verbales contra personas migrantes por parte del discurso hegemónico y los partidos de extrema-derecha en Europa? ¿De qué modo esto se conecta con el pensamiento colonialista? ¿En qué sentido los líderes que fomentan el odio utilizan los discursos para construir la teoría del “enemigo externo” y generar miedo y odio en la sociedad contra les migrantes?

Primero, me remito a las visiones de los sociólogos Immanuel Wallerstein y André Gunder Frank para tratar de aportar una perspectiva que debemos tener en cuenta sobre la situación de les migrantes en Frontera Sur, y el hecho de que las personas del Sur global se vean obligadas a arriesgar su vida —a falta de vías legales y seguras para migrar, que los Estados del Norte están obligados a fomentar en virtud de los Pactos internacionales de DDHH y no implementan— cruzando fronteras.

A la luz de las teorías del sistema mundial capitalista, Wallerstein y Frank, entre otros, remitían a la teoría del “sistema-mundo” y el “desarrollo del subdesarrollo y la teoría de la dependencia” explicando el modo de producción, la articulación entre clase, Estado y mercado. Wallerstein generó el término del capitalismo histórico, que posibilitaba relacionar críticamente el origen de la llamada modernidad occidental con el desarrollo histórico del modelo capitalista. Frank planteaba que los países desarrollados lograron su crecimiento a costa del subdesarrollo y la desigualdad que perpetuaban en las otras naciones mediante el capitalismo. A través de ello se explicaba el desarrollo de los países del Norte de la mano del despojo y expolio de los países del Sur. Es muy relevante en este sentido el concepto de “acumulación de despojo” del geógrafo David Harvey.

Es mediante los procesos de colonización históricos, el imperialismo, el extractivismo y el despojo de recursos naturales ejercido por los países de Occidente en los territorios de Sur, que se explica que el Norte goce de recursos físicos, materiales y económicos para desarrollar la vida y generar las condiciones que fomenten un Estado de Bienestar para sus ciudadanes. El pasado y el presente son innegables, y no hay más que ver la historia y los resultados de la dinámica capitalista e imperialista de Occidente.

Segundo, a la vez que sucedía y sigue sucediendo este despojo —y no sólo mediante la extracción de recursos, sino mediante la colaboración del Norte a la generación de inestabilidad política, inseguridad y violencia de muchos territorios del Sur— los países del Sur se vieron progresivamente mermados. Entendiendo esta dinámica geopolítica y multicausal, podemos comprender y estudiar el hecho concreto de que una persona procedente de Senegal, Cabo Verde, Afganistán, Mali, Palestina o El Salvador —con sus diferencias y complejidades en cada caso, y sin acudir a generalizaciones simplificadoras y vacías de contenido— se vean obligadas a abandonar sus territorios de origen e intentar lograr una vida digna.

El sociólogo Zygmunt Bauman afirmaba que los términos “nosotros” y “ellos” distingue entre dos actitudes muy dispares entre la vinculación emocional y la antipatía; la confianza y la sospecha; la seguridad y el miedo; la colaboración y la competencia

Hablemos de la responsabilidad histórica de los Estados en la protección de les migrantes. Por un lado, a través de la necesaria justicia, acogida y respeto que se debe a les ciudadanes del Sur, que han padecido el robo y la violencia más agresivas en sus lugares de origen. Por otro lado, a la luz de la legislación y jurisprudencia internacional en materia de derechos humanos, que obliga a los Estados a salvaguardar los derechos de les migrantes, vengan de dónde vengan, sin diferenciar si unes son de Europa y otres de África, Asia o Latinoamérica. No hay solidaridad sin igualdad y justicia. No hay justicia si hay discriminación entre a quiénes le facilitamos el permiso y a quiénes se lo negamos, por su color de piel, sus estudios o su clase social. Entonces, entramos en la segunda teoría. Europa tiene un marcado nivel de racismo, clasismo y aporofobia, pues no hay otra forma de definir la exclusión y selección de unes migrantes frente a otres.

Mientras Europa se horroriza por la situación de Ucrania y acoge con programas de orientación e inclusión a miles de ciudadanes ucranianes —como debe ser en virtud de nuestras obligaciones internacionales—, cientos de migrantes africanes desaparecen en nuestras fronteras cada semana ante la naturalización de la violencia y la muerte de una parte de la población migrante. Está claro que el racismo, clasismo y la xenofobia operan como ejes estructurales de la política migratoria europea y española, y que las fronteras no están abiertas para todes, no todes son bienvenides en la Europa Fortaleza, que sí parece abrirse cuando se trata de migrantes con un cierto poder adquisitivo o nacionalidad.

El sociólogo Zygmunt Bauman afirmaba que los términos “nosotros” y “ellos” no solo hacen referencia a la separación de dos grupos particulares, sino a la distinción entre dos actitudes muy dispares entre la vinculación emocional y la antipatía; la confianza y la sospecha; la seguridad y el miedo; la colaboración y la competencia”. Esto significa según la socióloga Catalina Cartagena que “al estar o hacer parte de un grupo, se está inmediatamente fuera de otro. El sentimiento de pertenencia al grupo ‘nosotros’ contiene, al mismo tiempo, un sentimiento de exclusión del grupo ellos”. La otredad como cuestión sociológica se caracteriza como una operacionalización del sentimiento de distinción de un grupo frente a otro. Es mediante ella, a través de la cual, filósofos, sociólogos, activistas y otres, vienen entendiendo que se generan, en cierta parte, los discursos del odio frente a ciertos grupos poblacionales. Como señala la socióloga Cristina Bayón “Se trata de una estrategia de exclusión simbólica y moral que contribuye a culpar al otro de sus propios problemas y de los problemas de la sociedad, a la par que legitima nuestros privilegios y las desigualdades económicas que subyace a la pobreza”.

Así, la generación de la otredad ha sido y es uno de los pilares básicos en los que se sostienen los discursos de extrema-derecha en toda Europa. Se trata de construir una ideología de odio frente a un “enemigo externo” —en este caso les migrantes— y hacerlo responsable de los males económicos, políticos y sociales del Estado, esa estrategia es la que han desarrollado la extrema-derecha europea. De tal modo, la categorización de la persona migrante a través de muchos de los medios de comunicación masivos y cierta parte de la esfera política como “diferente, ajena, extranjera, no-nacional” es lo que fomenta que buena parte de la sociedad perciba a ciertes migrantes como “otres, distintes” y que, por ejemplo, no se solidarice ni se conmueva ante las muertes en el Mediterráneo. Este proceso de construcción de la otredad opera en dos sentidos.

Se asocia la irregularidad administrativa con “ilegalidad”, los medios se llenan de titulares que claman frases como “inmigrantes ilegales” “oleada” o “invasión” que, además de ser completamente discriminatorios, son falsos y potencian el odio

Por un lado, a través de normativas de extranjería como la española, cuyos mecanismos obstaculizan la regularización de les migrantes. La normativa genera por su propia estructura la situación de irregularidad, dificulta la obtención del estatus de “ciudadanes” e igualmente obstaculiza el acceso a derechos para las personas migrantes en las mismas condiciones que las nacionales. La ley, como dijimos, acaba potenciando que las personas devengan en situación administrativa irregular, lo que es perjudicial tanto para les migrantes por las innumerables vulneraciones de derechos que esto ocasiona, como para el propio Estado. En este sentido, es esencial apoyar el trabajo del movimiento de la ILP Legislativa RegularizaciónYA, que pretende llegar a las 500.000 firmas antes del 23 de diciembre para llegar al Congreso y lograr la regularización extraordinaria de medio millón de personas.

Siguiendo con el punto anterior, desde las instituciones, medios y parte de la sociedad civil se asocia la irregularidad administrativa con “ilegalidad”, y los medios se llenan de titulares que claman frases como “inmigrantes ilegales” “oleada” o “invasión” que, además de ser completamente discriminatorios, son falsos y potencian el odio. Primero que, ninguna persona es ilegal, y el lenguaje es simbólico, esencial sociológicamente y nunca es neutral. “Ilegalizar” a una persona por una falta administrativa es contribuir directamente al odio y a la violencia hacia les migrantes, y este proceso de “ilegalización” de unes frente a otres impulsa la exclusión, el sentimiento de diferenciación y la falta de acceso a derechos. Por otro lado, en base a las políticas migratorias del Norte global que han derivado hacia la securitización, militarización y la concepción de la migración como un “problema” a través del discurso de la “seguridad nacional”.

Todo ello potencia la construcción de la criminalización de la migración, de las personas migrantes y genera, en cierta parte, la indiferencia hacia la injusticia, la violencia, la agresión y la muerte. Así, ante la violencia, la pobreza y los conflictos armados, les migrantes que llegan a suelo europeo se encuentran con una Europa cada día más racista, militarizada e indiferente ante el dolor ajeno.

Combatir la otredad, los discursos de extrema derecha y de odio hacia la población migrante ha ser una prioridad, pero no sólo a nivel de la sociedad civil organizada, sino en lo institucional y a través de políticas públicas estatales. Es impulsando políticas migratorias con un enfoque de derechos mediante lo que se puede y debe generar un cambio para construir una Europa más inclusiva, solidaria, justa y menos racista, colonialista, clasista y aporófoba.

En este sentido, debemos tener en cuenta que las escalas del odio y de generación de violencia no operan sólo activamente, sino también indirectamente, a tenor de la normalización de la muerte de las personas migrantes en el Mediterráneo y de la violencia en las fronteras y territorios de la UE. Es urgente una mirada crítica en el interior de las instituciones, un eje que tome responsabilidades y que impulse la deconstrucción del Estado como ente racista, clasista y excluyente, que todavía a día de hoy perpetúa las estructuras colonialistas. Una estructura que sea capaz de proponer políticas justas y que cumplan los estándares regionales e internacionales de derechos humanos. La criminalización de les migrantes y la normalización de la violencia frente a les migrantes son jerarquías que operan conjuntamente en la sociedad y en el Estado, y deben ser combatidas, denunciadas y criticadas estructuralmente a fin de construir en base a la justicia y un enfoque de derechos que respete y se preocupe por las vidas migrantes.

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