Música
PicoAmperio y HipHopAteneu, la actitud de una ‘crew’ intergeneracional

¿Por qué en el pop no existe la expresión de comunidad que hay en el rap? ¿Cómo funciona una crew hip hop intergeneracional? El imaginativo productor santiagués Pedro Cuntin, PicoAmperio, miembro del colectivo HipHopAteneu, tiene algunas respuestas.

Pedro Cuntin, PicoAmperio
Pedro Cuntin, también conocido como PicoAmperio. Foto cortesía de Belén Cordero.
13 sep 2019 06:00

De Pura Mestura a su actual asociación con Laura LaMontagne, Pedro Cuntin, aka PicoAmperio, es un ejemplo vivo del crecimiento musical y personal de un creador abonado a la conciencia underground del hip hop. Desde sus primeras vivencias en una ciudad dormitorio de Santiago como Los Tilos, se intuyen los pasos de una progresión que ya prendió raíces desde su entorno en la infancia. “La afición que tuvieron mis padres por el jazz siempre estuvo presente en mi casa. Esas sonoridades africanas, negras. Los orígenes del hip hop provienen de ahí. En un determinado momento, de haber mamado esa influencia en mi hogar, me di cuenta de que la música que en aquel entonces hacia la peña de mi quinta iba en sintonía con lo que me habían inculcado desde pequeño”, recuerda a El Salto.

De su niñez, empapado en sonoridades de espíritu afro, el autodidactismo se convirtió en el santo y seña para cubrir las inquietudes derivadas de la picazón rap. “En un taller sobre el turntablism, descubrí realmente lo que era hacer scratching. Yo tenía 16 años, con unas pelas que tenía de la comunión me embarqué sin mucha idea de cómo se hacía, y sin un referente concreto. La verdad es que nunca fui una persona que tuviera un ídolo. Este tipo de movidas nunca han ido mucho conmigo, sino más como un rollo en general, que me contagia, que me tira a eso”.

La negación del icono es una de las características centrales de una mentalidad que sortea la sumisión típica de los valores del pop y el rock, donde la adoración del ídolo es el abono del fan(ático) y el sustento del adorado. Desde el otro extremo, uno de los rasgos comunes de toda crew hip hop ajena al mainstream siempre ha sido romper la barrera entre músico y oyente a través de la interacción a todos los niveles, ya sea a partir de colaboraciones, jams y un crisol de alianzas espontáneas. Y, sobre todo, una mentalidad que Pedro Cuntin reconoció como suya al entrar en el HipHopAteneu de Santiago, en 2012.

“El colectivo funcionaba por horizontalidad total. Hacíamos quedadas para tomar decisiones sobre qué proyectos hacer, cosas que nos atañían a todos. El colectivo nació en el año 2000 de la iniciativa de un grupo de jóvenes de la comarca de Compostela ante la necesidad de crear espacio-tiempos para desarrollar proyectos comunes desde una perspectiva no-comercial y autogestionaria en clave hip hop. Y en 2013, hicimos el HHA - XIII ###, un falso directo con los que estábamos en el colectivo. Fue un momento también de apuesta común de todos nosotros: los que hacían grafitis, no solo los que se dedicaban a la parte músical; de gente que entró, salió. Pero básicamente todos eran libres, cada uno se autogestionaba. Era algo mutuo: una representación anti comercial y antiautoritaria de la música. Nadie rapeaba ‘puta’ y frases machistas, por ejemplo. No era un mensaje explícito, cutre tipo ‘puto Rajoy’. Nos parecía un poco ridícula esa forma de hacer hip hop. Al final, nombrar a políticos es muy evidente. Nosotros hablamos de cosas más profundas: de libertad de expresión. Teníamos un pensamiento más anárquico. Sin pretensiones. Un Ateneu hip hop. En eso se basaba, prácticamente”.

Como bien explica: “El HipHopAteneu ya llevaba funcionando, más o menos, desde el año 2000. Se juntaban para hacer rap y grafiti básicamente. Eran peña de otra generación. Me llevaban unos diez años. Estaban ya muy metidos en el rollo anticomercial, tocando en sitios muy alternativos. Nos hemos movido, pero siempre en centros sociales, en okupas”.

Y en viajes como en A Casa Viva, en Oporto: “Esa fue una experiencia muy importante. Allí conocimos a gente de Setubal, que ni siquiera rapeaba en portugués, lo hacía en otros idiomas. Ahí te das cuenta que también hay una subcultura. Allí tocamos Pura Mestura, Furnier. Todos éramos amigos. Yo era el dj de Pura Mestura, y de Furnier. Por aquel entonces ya llevábamos tocando un tiempo juntos”.


Furnier es autor de artilugios de barricada a reivindicar como Pluvio, su inspirador álbum de 2016. El flujo creativo del colectivo prende a través de figuras tan interesantes e inquietas como Rubén Melide, Black Dahlia, Skillfull o Pura Mestura. Una mezcla intergeneracional de grupos que han compartido proyectos y vivencias desde la posición de un movimiento musical tremendamente minoritario en los pulmones de la ciudad santiaguesa, lo cual deriva en que “nuestro ambiente en los sitios donde tocábamos nunca fue hip hopero como tal. En ese aspecto sí que notamos desconexión a cómo te catalogan. Nunca nos sentimos raperos. Hacemos hip hop o música rap, pero no nos veíamos con este rollo de la gorra plana cien por cien. Íbamos vestidos de ancho, pero en cierto momento lo ves como una estética muy banal. En ese aspecto, siempre hemos estado más rodeados de punkis que del ambiente hip hopero. Era cultura de la vida independiente, de hacer las cosas de otra manera. Muy alternativo”.

En pleno 2019, el HipHopAteneu agoniza, pero también motivado por una regla no escrita dentro de la misma apertura de la conciencia hip hop: evolucionar y evadir el típico inmovilismo de otra clase de reuniones en torno a estilos de vida culturales concretos, como los mods, rockabillys y demás pregoneros de la pose estática.

A diferencia de la oda a los principios antiprogresivos, la misma esencia multicultural del hip hop revierte en un viaje sin retorno hacia territorios cambiantes. Inquietudes artísticas que, en el caso de Pedro Cuntin, le han arrastrado a juntarse con una espeleóloga de la trans-cantiga gallega como Laura LaMontagne, con quien está asfaltando carreteras de sonidos hacia la comunión transoceánica de músicas abiertas. O lo que se entiende como la mutación constante como forma de supervivencia. Metamorfosis de la liturgia hip hop ante primos lejanos como el trap. “Las líneas instrumentales entre el hip hop y el trap cada vez se difuminan más”, reconoce Pedro.

“La gente está cada vez más informada. El hip hop se ha quedado con lo mejor de los comienzos, o lo peor. Vete tú a saber. Si retrocedes en el tiempo, todo nace de la misma semilla, el tambor y el canto. Y todo viene del trance, de llevar la mente a otros estados gracias a la música”. Quizá la metáfora más lógica acerca de su excursión sin red por la enredadera del tiempo, y una forma de filosofía vital bajo el credo de la permeabilidad del hip hop underground.

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