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Sorprendente, pero todavía hay quienes creen que las personas que dicen ser de izquierda o militan en la izquierda son, solo por esta circunstancia, “buenas personas”. Por lógica, esto implica que aquellas que piensan políticamente en otros términos, cualesquiera que sean, entran en el grupo de las “malas personas”. Dejen que les diga que no.
A los que estamos curados de espanto, la experiencia nos enseña que hijos de puta los hay en todas partes y que muchos de estos no tienen la más mínima vergüenza torera. En lo cultural, pasa tres cuartos de lo mismo.
La crítica musical, esa que pertenece a las “buenas personas” y todo lo que sigue, es la que, cuando se refería a Rosendo Mercado, antes de no decir nada más, puntualizaba “ah, me cae muy bien, es una persona auténtica”, que quiere decir “bueno, este tío es un horror de pintas y de música, pero parece que ha perseverado, y bah, lo mismo…”.
Música
Prometo estarte agradecido
Tres generaciones de personas, que ni siquiera entramos en la categoría de personas para los cánones de la buena política, la crítica cultural o las capillas musicales, le seguimos desde los años 70 hasta el día de hoy, cuando parece que se retira de los escenarios, dejando una colección de canciones única.
Esta, en particular, de la época de Leño, es el himno de quienes, como yo, estábamos por aquel entonces completamente desubicados, pero sabíamos una cosa: no éramos como los que salían en la tele ni tampoco como los que vivían al otro lado del río. Pero de orgullo de barrio, nada.
Imagino que a los que se les llena la boca con esa tontería del barrio es que nunca han vivido en uno como el mío, que casualmente fue el mismo de Rosendo. Los mensajes de los políticos nos sonaban a chiste, y tampoco teníamos la mínima idea de qué significaba la transición democrática a efectos prácticos, salvo que se parecía sospechosamente al mismo mamoneo de antes. No votamos el referéndum de la Constitución porque éramos unos críos: ya nos sentiríamos defraudados con la conciencia adulta, años después.
Desde los tiempos de Ñú, Rosendo es el artista que mejor ha representado, además de a sí mismo, y mucho mejor que cualquier político y/o artista de “los buenos”, a los chavales y las chavalas que han peleado por salir de un barrio miserable, fuese como espacio físico, mental o ideológico. Sin discursitos en la poltrona recibida por herencia o tuits de veinte duros con generosa nómina al erario público. Que se lo digan al propio Rosendo, que después haberlo sido todo con Leño y unos años de giras extenuantes por festivales rock, en condiciones subdesarrolladas, sufrió años de condena y silencio por culpa de la avaricia de la discográfica, y desde cero hubo de reemprender su carrera. “Agradecido” se tituló el regreso. No se puede tener más clase, ¿qué no?
“Maneras de vivir” salió en single para Chapa Records, dentro de las sesiones de grabación del segundo elepé de Leño, Más madera (1980). Un single raro, no estaba en el disco, porque el trío había acabado harto de los arreglos del productor, Teddy Bautista (esta historia creo que se ha repetido con otros grupos, ¿no?).
La canción, lógicamente, se hizo súper popular cuando la incluyeron en el elepé en directo del 1981, y es una locura cuando Rosendo la toca, en esos miles de conciertos que ha ofrecido desde entonces. Cada vez que suena, todos la cantamos, estemos en casa, en un bar, en el coche. Lo hacen mis amigos y amigas, en un rango de edad entre los 30 y los 60 años, y de vez en cuando también alguna nieta, de las que ahora se dejan llevar por el flow del flamenquito. La coreamos a voces, mientras sacudimos la cabeza y hacemos como que tocamos una guitarra imaginaria; sobre todo, para fastidiar a los más finolis. Lo hacemos con la misma socarronería de quienes la escribieron. Nos sentimos identificados con el estilo chuleta y mordaz de su cantante, mucho más fino de lo que a simple vista parece.
Esta declaración del artista tímido, pero firme y decidido en su decisión de no ser como tú (ni como tú, ni como vosotras), se define en una vida formada por presentes apresurados y futuros absurdos, los de quien de antemano los tiene perdidos y va a tener que pegarse con todo quisque para lograr mantenerse de pie: sin colchones familiares, enchufes de amiguetes, simpáticos oportunistas o divinos caprichos de críticos y empresas seniles. Flojos de pantalón.
“Maneras de vivir” la han versionado varios grupos. Recuerdo el homenaje de Los Suaves y el de Barricada. Miguel Ríos y Aurora Beltrán también la han cantado con Rosendo; prefiero olvidar la campaña publicitaria de cerveza que la utilizó y dio muchísima pena, por no decir algo más impertinente; vamos, que casi me cambio de marca (es la ventaja que tiene esta empresa, se puede permitir el lujo de hacer los spots más bochornosos, sin miedo a perder los clientes).
Mejor vuelvo a mi familia y mis amigos. “Maneras de vivir” está en ellos. En mi madre, que siempre sonríe con esa sonrisa suya de “pero se puede saber qué clase de hija y qué tipos son estos”, cuando la escucha. En el coche de Valentín y la casete con el directo de Leño, en modo autoreverse durante kilómetros. En las noches que pasamos en el bar de Carlos y Miguel, a quien recuerdo todos los meses de agosto. Está en mi hermana Rocío, aunque ella es más de Extremoduro, y los columpios enfrente del campo de la Mina. En la boda de Susana y Josema, donde sonó en lugar de la marcha nupcial. En la barra del bar de Antonio. En el salón de Javi y Eva. En las charlas de Juanito, que se murió a principios de año y a quien Rosendo dedicó otra canción. En Pablo, que antes de morir, escribió la primera parte de una serie para televisión, en la que Lope de Vega dudaba y se quedaba sin saber si las frases que le espetaba el hijo de Sancho Gracia las había escrito Quevedo o bien Góngora:
A lo mejor esto no es constitucional, pero es que me despisto. Creo que no hace falta que lo sea. Es que sigo siendo aspirante a debutante, y me encanta incordiar, no sé si lo habían notado.
Sobre el resto de las canciones, el 90% es subjetiva y cada canción tiene un significado muy determinado para mí. Luego he incluido un 10% que también creo son muy representativas de estos últimos 40 años. Pertenecen al rock y al pop, (sí, muchas guitarras, y “ese” sonido), no hay estilos como la canción ligera o el flamenco, porque así lo he elegido para esta lista, podría ser de otras 40, de rumba o de techno.
Mis dos últimas observaciones: (casi) todas ellas fueron escritas e interpretadas por músicos jóvenes, de no más de 25 años, la mayoría hombres, porque las mujeres han estado en minoría, y pese a los revisionismos de última hora, las canciones que corresponden a la etapa 78-90 son, en general, mucho más combativas, imaginativas y desprejuiciadas que las posteriores. Pero todas hablan de urgencia, reclaman deseo, exhiben contradicciones y rechazos (sí, hay sombras muy alargadas de los modelos extranjeros), son alegre y dolorosamente inteligentes, y por eso brillan.
Música
40 años en 40 canciones
Los cuarenta años de canciones en España bajo el marco constitucional instaurado en 1978 han dado para mucho. O para poco, dirán las voces más críticas. Como la propia Constitución, se apuntará desde la bancada escéptica. Unos y otros pueden elegir su canción favorita de este periodo, votando en la encuesta que se encuentra al final del artículo.
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