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Migración
Los abrazos respirados
Recientemente escuché a mi hermana pedir a un familiar un abrazo respirado mientras se despedía. Recuerdo que, puesto a quien se dirigía es guionista, le sugerí que tomara nota de la expresión porque podía ser un buen título de película, para una secuela postpandémica de Los abrazos rotos, por ejemplo.
Mi hermana entiende por un abrazo respirado aquel que se prolonga, al menos, ocho segundos; el tiempo necesario para una buena respiración. Lo cierto es que después de dos años de pandemia, de abrazos perdidos, de plástico y sustituidos, escuchar la expresión abrazo respirado tiene en sí misma un efecto balsámico. Y es así que aún permanezco abrazada a ella.
A mediados del siglo XIX muchos bebés morían en los orfanatos a causa de lo que llamaban la enfermedad del marasmo. Bebés en apariencia saludables entraban en depresión hasta morir. El pediatra Fritz Talbot comenzó a visitar orfanatos para estudiarlo. La mortalidad era la misma en todos, a excepción de uno en Dusseldorf. Allí observó que una anciana llevaba un bebé a la cadera. Era Anna, la mujer a la que confiaban las criaturas cuando no respondían a los tratamientos médicos. Gracias a la intuición y a la sabiduría de Anna se empezó a comprender la importancia del abrazo y se decidió que cada bebé debía recibir un abrazo varias veces al día. La tasa de mortalidad, de más de un 80% en instituciones de lactantes, cayó a menos del 10%.
En los años 60 el psicólogo Harry Harlow llevó a cabo un cruel experimento con monos. Separó a algunas crías de sus madres y les dio a elegir entre una estructura de alambre con un biberón lleno incorporado y una figura similar a un mono adulto, recubierto de felpa, pero sin biberón. Las crías tendían a elegir el muñeco de felpa en lugar del biberón. El muñeco parecía aportarles seguridad y lo abrazaban sobre todo cuando sentían miedo. Después, Harlow recluyó a algunas crías en espacios cerrados y las mantuvo aisladas de estímulos sociales o sensoriales. Al de un año quedaban en un estado de pasividad e indiferencia, mostraban problemas de sociabilidad, algunos ni siquiera comían y terminaban muriendo.
Después de todo me pregunto si la ausencia globalizada de abrazos sostenida en el tiempo nos habrá conducido a algo así como a una variante de marasmo colectivo y a entregarnos a figurantes de ultraderecha que nos sustraen el alimento con falsos envoltorios securitarios. Durante la pandemia empezamos por dejar de abrazar a nuestras madres y ahora parece que hemos acabado odiando al mundo, o al menos hemos acelerado el ritmo y las circunstancias que nos conducen a aniquilarlo y a extinguirnos, hasta el punto de asomarnos peligrosamente al abismo de una tercera guerra mundial.
Durante la pandemia empezamos por dejar de abrazar a nuestras madres y ahora parece que hemos acabado odiando al mundo
En lo micro estamos más irascibles, hemos incrementado el consumo de ansiolíticos y antidepresivos, nuestra salud mental se ha deteriorado. Las condiciones y la calidad de nuestra vida han empeorado, el índice de precios al consumo se ha disparado hasta el 9,8%, los salarios se han devaluado. Un capitalismo salvaje ha ido desplazando a un capitalismo social de mercado que cada vez se muestra más incapaz de aportar seguridad y servicios básicos a la población. Las élites dominantes ya solo se abrazan a sí mismas, mientras practican el abrazo del oso con las mayorías sociales.
En el panorama europeo e internacional hemos sumado a la lista interminable de conflictos bélicos la guerra en Ucrania, el aumento del gasto militar, la escalada del discurso belicista y el riesgo de una contienda nuclear. La extrema derecha ha venido para quedarse, colonizando de forma virulenta y provocando mutaciones en los cuerpos políticos y en los arcos parlamentarios europeos. Contenemos la respiración con cada convocatoria electoral y marca las agendas del panorama político e institucional con su discurso plagado de odio xenófobo, racista y machista contra las personas migrantes y racializadas, contra las mujeres y las personas con identidades, orientaciones y expresiones sexuales diversas.
Corren aires irrespirables en un mundo contaminado que cada vez se aleja más de tomar las decisiones adecuadas que afectan al cambio climático y a la sostenibilidad del planeta y de la vida en él. Nuestra respiración se contrae, sea para prevenir contagios, sea como consecuencia de tanto sobresalto. Y sin embargo, o por ello, necesitamos más que nunca de abrazos respirados.
Tan solo hace tres años, un 5 de mayo, vivimos lo que para muchas de nosotras fue seguramente el abrazo más largo y respirado. Cinco mil personas nos fundimos en un abrazo en Durango, una iniciativa de la plataforma ciudadana Ongi Etorri Errefuxiatuak que bajo el nombre de Besarkada. El abrazo de los pueblos, las personas y los derechos humanos fue replicada en diferentes pueblos y ciudades del territorio europeo. Mientras caminábamos en silencio hacia la abrazada escuchamos los nombres de cientos de personas que habían perdido la vida en la invisibilizada guerra de fronteras que la Unión Europea mantiene contra quienes se desplazan por causas forzadas, huyen del empobrecimiento y los conflictos armados alimentados desde occidente con sus armas y políticas comerciales, extractivistas y coloniales.
La próxima Marcha a Bruselas Rights! No Deaths! quizá nos ayude a no confundir el abrazo y la acogida con la lucha cuerpo a cuerpo en el campo de batalla.
Ahora, de nuevo, dentro de cinco meses, los días 30 de septiembre y 1 de octubre, junto a Ongi Etorri Errefuxiatuak, Caravana Abriendo Fronteras, Aita Mari SMH (Salvamento Marítimo Humanitario) y otras organizaciones francesas, belgas, italianas, etc., marcharemos hacia Bruselas para reivindicar frente a las instituciones europeas el cese de las muertes por migrar, todos los derechos para todas las personas y la regularización de quienes viven y trabajan en la Unión Europea. Porque, como se lee en algunos carteles colocados en los caminos que cruzan las caravanas de migrantes centroamericanas, abrazamos a quienes caminan.
No. Todo lo escrito hasta ahora no es el guión de una película pero quizá aliente a quien lo lea a prolongar sus abrazos, respirarlos, e incluso participar en la próxima Marcha a Bruselas Rights! No Deaths! u otras iniciativas. Pequeños gestos y propuestas, para airear los abrazos, los afectos y las ideas, que quizá nos ayuden a distinguir mejor a las personas de los monigotes y líderes de la ultraderecha, a dejar de aferrarnos a objetos sin vida, mirada vacía y bolsillos de felpa inaccesibles llenos de lo ajeno, a no dejarnos aturdir por experimentos mediáticos con resultados crueles, a no confundir el abrazo y la acogida con la lucha cuerpo a cuerpo en el campo de batalla.
Vayan la vida y los abrazos respirados por delante. Y tejamos iniciativas desde abajo y lo comunitario para seguir cuidándonos en estos tiempos revueltos, de corazones acorazados, sonrisas enteladas y bolsillos descosidos.
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El mundo digital es el mundo de las ideas, el cual está dominado por una absoluta frialdad. En el mundo digital no hay lugar para los abrazos, ni pare el presente del aquí y ahora. El mundo digital es la muerte, y si no me creéis echad un ojo a cómo viajamos en los vagones del metro: es un funeral todxs con su móvil, todxs vestidxs de negro, todxs siguiendo su camino sin mirarnos, tocarnos, pelearnos y lo más jodido de todo: nos negamos a dar algo necesario y gratuito que todxs tenemos: el calor humano. Dicho de otro modo: el mundo digital (Internet, móvil, TV, etc.) es el mayor alienante y elemento contrarrevolucionario que existe hoy.