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Migración
El turismo que no deja propina
Recuerdo que cuando viajé a Canarias por primera vez como turista visité a una amiga que se desplazó allí en busca de trabajo. Fuimos a cenar al restaurante donde trabajaba un colega suyo del gremio de la hostelería y me sorprendió cuando este se refería al turismo de la península como matao frente al turismo de procedencia alemana que era, sin lugar a dudas, el que más propinas dejaba. Todo ello ante la mirada, supuestamente condescendiente, de alguien que como yo pertenecía obviamente a la clase del turismo matao.
Treinta años de capitalismo neocolonial median entre una anécdota vacacional y los relatos presentes que llegan de las islas sobre manifestaciones contra las personas africanas, abusos policiales en centros de menores que viajan solos y patrullas vecinales que se organizan para atacar e intimidar a quienes se desplazan a las islas en busca de una vida digna desde el cercano continente africano; unas islas administradas por las políticas migratorias y comerciales de los gobiernos español y europeo, como consecuencia de su incorporación a la Corona de Castilla mediante ocupación militar en el siglo XV.
“Las islas Canarias nos traen el susurro de la historia de África, como el laboratorio donde arriban las primeras codicias”
Tirando del hilo de huesos -como propone Juan Diego Botto en su genial interpretación de Lorca-, que nos mantiene viva la memoria, la identidad y los cuerpos de hoy, recordamos en este caso que la mayoría de las llegadas a las islas en aquellos siglos tuvieron un carácter económico: la captura de esclavos y esclavas para ser vendidas en los mercados europeos, la repoblación con colonos europeos y la explotación económica de sus recursos.
En fiel alianza con el proceso de colonización, el capitalismo originario aceleró su proceso de acumulación de riqueza y concentración de poder desplazándose del norte hacia el sur. Y en esas estamos, acumulando muerte a la historia porque el capitalismo mata, y no mata en balde ni se conforma ya con la propina que deja un planeta al borde del colapso ecológico.
Las islas Canarias nos traen el susurro de la historia de África; es así como funcionan las islas: como los primeros indicios de tierra a la vista, como el laboratorio donde arriban las primeras codicias. La ruta migratoria canaria, como dice Txema Santana de CEAR Canarias, nos está hablando y no la escuchamos. Nos está hablando del deterioro de las condiciones de seguridad de la población civil en Mali, en Guinea y en todo el entorno del Sahel, de la crisis social que vive Marruecos, de la represión policial a la juventud y de los 45 años de ocupación del Sahara.
La ruta migratoria canaria nos está hablando de la incompatibilidad de una vida digna por causas económicas agravadas por la pandemia, un hecho que está azotando a nivel global, con muchas personas sin protección social alguna, y que está provocando desplazamientos. El impacto ha sido especialmente grave en el sector informal, muy extendido en la región y que, por ejemplo, en Senegal, emplea al 80% de trabajadoras y trabajadores mayores de 25 años.
Migración
Canarias: epicentro de la Europa fortaleza marca España
La gestión del gobierno de la crisis migratoria en las islas obedece a una política coherente con unas directrices europeas que apuntan a evitar la entrada de migrantes y privilegiar los mecanismos de expulsión. Activistas reflexionan sobre cómo responder a ese marco.
También nos habla de las consecuencias nefastas de la globalización económica y comercial y de los acuerdos de pesca entre la Unión Europea y los países del África Occidental. El pacto más reciente, de noviembre de 2020, ha supuesto grandes beneficios para la industria pesquera española, ya que al menos 28 de las 45 licencias ofrecidas a embarcaciones europeas serán para buques españoles. Sin embargo, como recoge el informe Vulneraciones de Derechos Humanos en la Frontera Sur, de Iridia, el acuerdo supone un varapalo para el sector pesquero senegalés, que genera más de 600.000 empleos directos e indirectos. La FAO calcula que los países africanos reciben 400 millones de euros al año gracias a estos acuerdos y que podrían ingresar 3.300 millones anuales si ejercieran directamente los derechos de pesca. La UE categoriza como migrantes económicos a quienes previamente ha empobrecido hasta la expulsión de su territorio con la excusa de ahorrarse una acogida digna para quienes ya han pagado con creces y por anticipado su viaje. Y no dejan propina en los hoteles de las islas, se dejan la vida.
La ruta migratoria canaria nos está hablando de las consecuencias del calentamiento global y de la desertización del Sahel. En algunos lugares ya no se puede vivir porque no hay planificación posible de los cultivos: cuando llueve, llueve torrencialmente y cuando no llueve, las sequias se prolongan interminablemente.
Migración
Mame Cheikh Mbaye “África entera está en duelo. Cada familia o cada pueblo conoce a alguien que ha desaparecido en el mar”
La ruta migratoria canaria nos está hablando, pero, en lugar de escuchar, respondemos aislando y encerrando a más de 9500 personas, sin posibilidad de salir, viviendo en carpas sobre tierras frías e inundadas. El bloqueo en el territorio insular es tal que no permite la movilidad ni siquiera de quienes disponen de documentación y no tienen ningún impedimento legal. A pesar de ser solicitantes de protección internacional y tener derecho a moverse por territorio español, a la mayoría no se les permite acceder a la península.
El campamento más grande diseñado para lo que denominan eufemísticamente la acogida humanitaria tiene previsto albergar a más de 2000 personas y se sitúa en Tenerife, junto a un aeropuerto. Estarán allí sin poder salir, con una orden de devolución, soportando el frio y el sonido de los aviones al despegar, con la incertidumbre de su futuro planeando sobre sus cabezas.
“Respondemos a la ruta migratoria canaria con al menos 1.851 muertes en 2020, aislamiento en islas cárcel, acogidas precarias, devoluciones y deportaciones”
La ruta migratoria canaria, con al menos 1.851 muertes en 2020, nos está hablando de grandes problemas de nuestro tiempo que arrastramos del pasado, y respondemos con el aislamiento en islas cárcel, acogidas precarias, devoluciones y deportaciones, repitiendo los errores de Lesbos y Lampedusa. Nos habla también de las consecuencias nefastas del monocultivo del turismo, agravadas en tiempos de pandemia, una práctica que la UE ha impuesto no solo a las islas sino a buena parte de la península, terreno abonado para la guerra entre pobres y los brotes xenófobos y racistas. De aquella globalización neoliberal, este neofascismo de mirada recortada.
Migración
La dignidad de Canarias, la vergüenza de Europa
No son tiempos de esperar propinas ni de que estas vuelvan a la normalidad viajando en low cost desde la lejana Europa o en cayuco desde la cercana África. Son tiempos de hacer memoria y encontrarnos para recuperar la identidad humana, apoyar la iniciativa social y solidaria y las resistencias de personas y colectivos que sostienen los derechos humanos de todas las personas en las islas. Son tiempos de desblanquear las mentes, de decolonizar continentes, economías y cuerpos, de decrecer en consumos que nos consumen la vida. Si, como dice Nancy Fraser, somos capaces de sacrificarnos y darlo todo por el 1%, tenemos mucho que ganar con solo poner la mirada en ese 99% en el que estamos la mayoría, sin obviar las diferentes condiciones. Solo hace falta que el lastre de tantos siglos de servidumbre nos permita sacudirnos el polvo de las cunetas para retomar el camino.