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Chile
El peor golpe para Sebastián Piñera
Con su popularidad en caída libre por la gestión de la pandemia, la mayoría de la Cámara de los Diputados votó a favor de un proyecto que permite a los chilenos retirar el 10% de los fondos de pensiones privados, el único sistema que existe en el país, un modelo que defiende el presidente Piñera y que fue duramente cuestionado en las movilizaciones de octubre.
Han pasado nueve meses desde que las protestas que estallaron en Santiago y se extendieron por el resto de Chile en apenas unos días hicieran saltar por los aires la tranquilidad bajo la que Sebastián Piñera gobernaba su “oasis de paz en un continente convulso”. Una crisis política y social seguida de una crisis sanitaria —ambas sin precedentes— que han hecho de estos nueve meses un infierno para el presidente. Nueve meses en los que ha vivido el rechazo manifiesto de la población a su Gobierno y lo que representa; una pandemia que se ha llevado la vida de 7.000 chilenos; y en los que, para sobrevivir ha tenido que llevar a cabo varios cambios de gabinete y presentar a bombo y platillo innumerables planes de recuperación económica para mejorar las condiciones de vida de la población y paliar las consecuencias de las distintas crisis.
Este tiempo no ha estado exento de reveses para Piñera, que fruto de la presión social ha tenido que prescindir de algunos de sus hombres de confianza como los ex ministros de Interior y Sanidad, Andrés Chadwick y Jaime Mañalich, y que ha recibido duras críticas de la ciudadanía, la oposición, la comunidad internacional y hasta de miembros de su propia coalición.
Sebastián Piñera es un acérrimo defensor de las AFP, un modelo de jubilaciones privadas diseñadas por su hermanos José Piñera que, a pesar de los elogios de la derecha neoliberal, se ha mostrado incapaz de proveer a los pensionistas de pensiones que alcancen el nivel mínimo de subsistencia
Sin embargo, y a pesar de todos los agravios acumulados, el golpe más duro para el cabeza del ejecutivo llegó la semana pasada en Valparaíso, sede de la Cámara de Diputados, donde esta aprobó con 95 votos de 155 el proyecto que permite a los chilenos el retiro del 10% de sus fondos de pensiones, administrados por las archiconocidas Administradoras de Fondo de Pensiones (AFP). Las AFP son entidades privadas que gestionan las pensiones de los trabajadores en Chile donde rige un sistema de capitalización individual. Este sistema, que ha sido uno de los principales blancos de crítica de los manifestantes durante estos meses, para más inri, fue diseñado por José Piñera, hermano del actual presidente. No sorprende pues que Sebastián Piñera sea un acérrimo defensor de un modelo que, a pesar de los elogios de la derecha neoliberal, se ha mostrado incapaz de proveer a los pensionistas de pensiones que alcancen el nivel mínimo de subsistencia, a la par que aumenta ilimitadamente los beneficios de las AFP.
Pero más allá del valor simbólico que tiene asestar un golpe a uno de los pilares del sistema neoliberal, directamente relacionado con la familia del presidente, lo que verdaderamente deja en entredicho a Piñera son los números de la votación, que abren una grieta en la coalición que le llevó al Gobierno y suponen un verdadero golpe para su autoridad. Trece diputados de la coalición Chile Vamos, con la que el mandatario ganó las elecciones, desoyeron las directrices de La Moneda y votaron a favor de un proyecto contra el que el ejecutivo había luchado con firmeza, hasta el punto de implicar al propio presidente en las negociaciones previas a la votación.
Más allá del valor simbólico que tiene asestar un golpe a uno de los pilares del sistema neoliberal, lo que verdaderamente deja en entredicho a Piñera son los números de la votación, que abren una grieta en la coalición que le llevó al Gobierno y suponen un verdadero golpe para su autoridad
Un fracaso, que es atribuible a diferentes causas, pero que debido a la estrategia de centrar las negociaciones alrededor de la figura presidencial, se ha personificado en Sebastián Piñera. El plan diseñado en La Moneda para mantener la unidad del oficialismo y salvar los muebles falló estrepitosamente, y el anuncio del “bono clase media”, una transferencia no condicionada de 500.000 pesos para aquellos que ganan entre esa cifra y 1,5 millones de pesos (entre 555 y 1.665 euros), no reunió el consenso esperado entre las fuerzas de la derecha. Piñera presentó el bono como una alternativa al retiro de fondos, pero ni la oposición ni los trece parlamentarios de la coalición Chile Vamos que votaron a favor mordieron el anzuelo, y finalmente la medida salió adelante.
EL FALLIDO PLAN CLASE MEDIA
A comienzos de mes el ejecutivo anunciaba un nuevo plan para hacer frente a las consecuencias económicas derivadas de la pandemia, esta vez dirigido a las clases medias. Créditos blandos administrados por el Estado, postergación de dividendos hipotecarios, subsidio para los alquileres y la ampliación del plazo para postular al Crédito con Aval del Estado —el crédito universitario que a día de hoy mantiene endeudados a miles de estudiantes chilenos— eran los cuatro pilares sobre los que se sostenía el plan diseñado por el ejecutivo para tender la mano a estos sectores medios. Estas medidas se vieron complementadas la semana pasada con el ya mencionado “Bono clase media”, una transferencia no reembolsable dirigida a los que ganan entre 500.000 y 1,5 millones de pesos, en un país donde la mediana de ingresos mensuales se sitúa en torno a los 400.000 pesos, es decir, que la mitad de la población gana cifras inferiores a esta cantidad.
¿Continuar impulsando el endeudamiento de la ciudadanía era un plan factible a medio plazo? Y más importante, ¿existe verdaderamente la clase media en un país atravesado por semejantes desigualdades?
Numerosas preguntas surgían tras el anuncio. ¿Suponían estas medidas un verdadero alivio para los chilenos? ¿Continuar impulsando el endeudamiento de la ciudadanía era un plan factible a medio plazo? Y más importante, ¿existe verdaderamente la clase media en un país atravesado por semejantes desigualdades?
La clase media chilena ha sido objeto de numerosos estudios, ya que su trayectoria histórica es una rara avis en América Latina; un continente en el que, con contadas excepciones, ha tenido un peso mucho menor en la vida nacional. La disputa de la clase media ha sido uno de los principales conflictos entre grupos políticos a lo largo del siglo XX. En las primeras décadas de siglo encarnó el proyecto modernizador y antioligárquico de Alessandri, padre de la constitución que rigió el país hasta 1980; en los 70 presionó contra el gobierno de Salvador Allende recelosa del nuevo protagonismo de la clase obrera; y a finales de los 80 se posicionó a favor de la apertura democrática votando contra Pinochet en el referéndum de 1988. Económica o sociológicamente se puede cuestionar composición, su peso sobre el total de la población, o la inclusión en ella de determinados colectivos, pero es innegable su existencia como sujeto político.
A este sujeto político en disputa permanente desde hace un siglo, volvió a recurrir Piñera con el “Plan clase media” para tratar de mantener la unidad de la derecha. Un escudo, la clase media, que ya había sido funcional en otras ocasiones ante la izquierda
A este sujeto político en disputa permanente desde hace un siglo, volvió a recurrir Piñera con el “Plan clase media” para tratar de mantener la unidad de la derecha. Un escudo, la clase media, que ya había sido funcional en otras ocasiones ante una izquierda que la ha defendido con menor ahínco, al hacer hincapié en la precariedad que afecta al grueso de la población chilena y en el aspecto aspiracional del término, alejado muchas veces de la realidad material del país.
Así, la derecha, mucho más complaciente y acrítica con el desarrollo socioeconómico post-dictadura, se ha erigido como defensora de una clase media que ha estado muy presente en sus discursos durante las últimas décadas. Poco antes de que tomara posesión del cargo, Gonzalo Blumel —actual ministro de interior— explicaba la victoria de Piñera señalando que el desprecio de Bachelet a la clase media había lastrado al centroizquierda en las elecciones. Una visión compartida por el resto de partidos del ala derecha, y que ha demostrado su rentabilidad en las urnas.
En esta ocasión no fue suficiente, y el paraguas de la clase media, capaz de reunir tantas veces bajo su ala a todo el centroderecha, no consiguió evitar el fiasco. Lo que parecía ser una mera votación en el Congreso se ha convertido en una censura al ejecutivo encabezado por Piñera, y en un cuestionamiento directo al modelo social y político defendido por el presidente y sus acólitos.
LAVÍN, LAS AFP Y UN MARATÓN ELECTORAL EN EL HORIZONTE
Como comentábamos anteriormente, las Administraciones de Fondos de Pensiones (AFP) son una de las piedras angulares del modelo neoliberal chileno. Fuertemente rechazadas por los manifestantes y defendidas a ultranza por los sectores más duros de la derecha, para Piñera, además, el tema adquiere un cariz personal al encontrarse su hermano entre los precursores de este sistema.
Pero más allá de sus vínculos familiares con el modelo AFP, lo que verdaderamente asusta al presidente es el rechazo tan tajante mostrado por el Congreso cuando el país se encuentra a las puertas de un proceso constituyente. Si no hay más aplazamientos, el 25 de octubre, fecha señalada para el plebiscito de entrada, comenzará en Chile un proceso que podría llevar a la redacción de una nueva carta magna en poco más de un año; y el sistema de pensiones, junto con la sanidad, la educación o los privilegios que aún conservan las Fuerzas Armadas, será uno de los principales temas a debatir.
El actual modelo, que deja la mayoría de las pensiones por debajo del ya de por sí exiguo salario mínimo, parecía intocable hasta hace poco, pero tras el estallido social de octubre cada vez se suman más voces críticas, lo que hace pensar que podría haber cambios importantes en una hipotética nueva constitución
El actual modelo, que deja la mayoría de las pensiones por debajo del ya de por sí exiguo salario mínimo, parecía intocable hasta hace poco, pero tras el estallido social de octubre cada vez se suman más voces críticas, lo que hace pensar que podría haber cambios importantes en una hipotética nueva constitución. El quorum de 3/5 necesario para que el proyecto pasase al Senado se alcanzó, lo que da a pensar que no todo está perdido para quienes pretenden acabar con el sistema AFP en la futura asamblea constituyente.
Para el ejecutivo, lo más grave es que incluso dentro de sus propias filas han surgido voces disidentes, que el martes pasado se situaron a favor del retiro de fondos y contribuyeron a asestarle un duro golpe al Gobierno y a las AFP.
Dentro de esta disidencia tenaz pero sosegada, cada vez suena más alto la voz de Joaquín Lavín, eterno candidato a la carrera presidencial, y en esta ocasión, el principal favorito para suceder a Sebastián Piñera. Alcalde de Las Condes —la municipalidad más rica de la Región Metropolitana de Santiago— y veterano en el mundo de la política, Lavín se ha cuidado en los últimos meses de mantener una distancia prudente del núcleo duro de la Unión Demócrata Independiente (UDI), uno de los partidos de la coalición presidencial Chile Vamos. Del mismo modo que Alberto Núñez Feijóo siempre se ha mostrado distante respecto al PP de Madrid, esquivando incluso el logo del partido en las últimas elecciones, Lavín también ha elegido mantener una postura autónoma tanto de la UDI como del propio Ejecutivo, quedando al margen de las decisiones más polémicas e incluso criticando algunas decisiones gubernamentales.
La semana pasada, el alcalde de Las Condes criticó duramente el bono clase media presentado por Piñera, el cual calificó de “insuficiente” recalcando que dejaba fuera a colectivos muy importantes. Unas palabras que no sentaron bien en La Moneda y que se suman a una lista de encontronazos entre Lavín y el núcleo dirigente de la UDI que empieza a alargarse demasiado y que no parece que vaya a frenarse. Antes del estallido de la crisis sanitaria, los ánimos ya estaban caldeados por la posición del alcalde respecto al plebiscito de entrada. A diferencia de su partido, Lavín es partidario de votar a favor de la redacción de una nueva constitución, una postura que le desmarca de las posiciones más duras de la derecha y que le permitiría capitalizar los beneficios de una más que posible victoria de esta opción en el plebiscito de entrada atendiendo a los sondeos.
En medio de un hartazgo general que nadie ha sabido capitalizar, Chile se encamina hacia uno de los periodos más importantes de su historia reciente sin líderes ni potenciales liderazgos
Así, mientras el ejecutivo se desgasta cada vez más, Lavín va cogiendo fuerzas para una maratón electoral que incluiría un plebiscito de entrada en octubre, y si vence la opción APRUEBO, unas elecciones al órgano constituyente en abril coincidentes con las municipales, y un plebiscito de salida. Todo ello coronado con una elección presidencial prevista para noviembre de 2021 que cerraría un ciclo frenético de apenas dos años que marcará el futuro del país para las próximas décadas.
El alcalde parece a día de hoy uno de los mejores posicionados para suceder a un Piñera cada vez más en entredicho, lo que no es poco en un país en el que parece no haber ningún partido ni ninguna figura capaz de aunar mayorías. En medio de un hartazgo general que nadie ha sabido capitalizar, Chile se encamina hacia uno de los periodos más importantes de su historia reciente sin líderes ni potenciales liderazgos.
En las encuestas más recientes Lavín aparece como el mejor situado con un 12% de encuestados que querrían verlo como presidente. Detrás le sigue otro alcalde de perfil radicalmente distinto, el comunista Daniel Jadue con un 9% edil de la Municipalidad de Recoleta, también en la Región Metropolitana. Cifras bajísimas a pesar de situarse en los puestos de cabeza, lo que demuestra el desencanto que reina en el país andino hacia la clase política. No extraña por tanto que encuestas como la de Criteria o TuInfluyes.com sitúen en tercera posición con un 8% a figuras outsiders del sistema tradicional de partidos como el ultraderechista José Antonio Kast o a la popular presidenta del Colegio de Médicos Izkia Siches, que ha adquirido una notable presencia mediática con la pandemia
Nadie parece capaz de resolver el puzle chileno, y cuando la ciudadanía se encuentra más politizada que nunca, más rechaza a sus representantes, que parecen estar a años luz de las demandas de la población. Se vienen meses fundamentales para el futuro del país, y urge saber quién liderará esta etapa de cambios y con qué agenda, ahora que parece cada vez más claro que no será Sebastián Piñera quien lo haga.