Maltrato animal
Ser elefante y dedicarse al turismo en Tailandia

Los elefantes en Tailandia han pasado de vivir encadenados para trabajar en la madera, a vivir encadenados para trabajar en la industria turística. Pero hay proyectos que están intentando dar la vuelta a ese turismo.

elefantes Tailandia
El joven Danai lava a Mo Dee Vanessa Anaya

Wiriko

10 dic 2018 06:21

Desde que era muy pequeño Danai, de 21 años, ha vivido entre elefantes. Cuando tenía apenas cinco y vivía en Mae Sot (provincia de Tak, Tailandia), su padre y su abuelo empezaron a transmitirle todo lo que hoy sabe sobre ellos. Después, tras pasar por la escuela, estuvo trabajando en la industria maderera durante siete años, donde era habitual usar a los elefantes para trabajar. Continuaba así una tradición familiar heredada cuatro generaciones atrás, desde que su bisabuelo empezase a cuidar elefantes.

La historia de Danai es una de entre las miles de historias que tienen detrás los mahouts o cuidadores de elefantes en Tailandia. Pero no siempre este oficio viene heredado de la familia. La prohibición de la tala forestal en 1989 propició, por una parte, que los propietarios de los elefantes dejasen de tener ingresos y que tuviesen que usarlos en campamentos de trekking, actuaciones de circo y mendicidad. Y por otra, que aumentase la migración del campo a la ciudad de una generación joven que se encontraba una industria turística en auge y por lo tanto, una oportunidad en el oficio del cuidado de estos animales. Pero las malas condiciones laborales con sueldos ínfimos y sin días de descanso han sido la norma durante todos estos años en un oficio precarizado, ya desde que la industria maderera pagara por tronco transportado, lo que no aseguraba un sueldo estable. Además, contra todo pronóstico, las condiciones de vida de los elefantes no han mejorado, ya que han pasado de vivir encadenados para trabajar en la madera, a vivir encadenados para trabajar en la industria turística.

Los elefantes en Tailandia han pasado de vivir encadenados para trabajar en la madera, a vivir encadenados para trabajar en la industria turística

Los elefantes asiáticos están considerados por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza como un animal en peligro de extinción. Y se estima que de una población que queda en Asia de aproximadamente 41.000 elefantes, el 60% está en cautividad. Según un estudio de 2017 realizado por World Animal Protection, en Tailandia, uno de los principales países receptores de turismo en la región, hay unos 3.000 elefantes salvajes y más de 4.000 en cautividad que son usados en la industria maderera ilegal, trabajo en el campo, en turismo o en los templos.

A pesar de que parecía que con el fin de la explotación forestal en los años noventa la calidad de vida de los elefantes iba a mejorar, tal y como denuncian algunas organizaciones como PETA Asia o Elephant Care Unchained, los elefantes cautivos de la industria del turismo sufren maltrato, con métodos muy estrictos y agresivos de adiestramiento para realizar actividades que son anti-naturales para ellos como la monta, el dibujo, abrazos y baños con turistas, circo y espectáculos, etc. A esto se le suman las malas condiciones en las que viven: poca movilidad por el uso de cadenas cortas cuando no están de cara al turista (de 2 o 3 metros), mala alimentación, carecen de resguardo nocturno, etc.

Los elefantes cautivos de la industria del turismo sufren maltrato, con métodos muy estrictos y agresivos de adiestramiento

Las consecuencias son de importancia vital: “Los elefantes que vienen de la industria del turismo viven menos años que los de la industria maderera, ya que, entre otras cosas, no son animales que estén hechos para cargar personas y estar sometidos a esas condiciones”, sostiene Katherine Connor, fundadora del santuario Boon Lott’s Elephant Sanctuary (BLES) en la zona de Sukhothai, al norte de Tailandia.

Por otra parte, la situación legal de los elefantes por parte del gobierno tailandés es complicada. Existen leyes que protegen a estos animales en libertad y que prohíben el comercio internacional de marfil. Pero las leyes en cuanto a los cautivos y el comercio nacional de marfil son mejorables. Mientras no exista una regulación más contundente, es difícil romper el círculo ya que el tráfico de elefantes y la permisividad de estas actividades perpetúan la situación de maltrato.

La importancia de cambiar el modelo turístico

En 2010, TUI, la compañía de turismo más grande del mundo, dejó de ofrecer actividades de entretenimiento con los elefantes. Tras empezar en Holanda, esta medida fue adoptada por todo el grupo en 2015. Fue el primer touroperador en hacerlo, lo que ha supuesto un gran paso en la mejora de la situación de los paquidermos. En Tailandia concretamente, el impacto es positivo ya que de los 30 millones de turistas que viajan al país anualmente, se estima que más de diez demanda actividades de entretenimiento con los elefantes.

“Pero queremos ir más allá. En 2016 nos unimos con World Animal Protection para poner en marcha una segunda etapa. Nos preguntábamos: ¿cómo hacerlo? Había que buscar una forma de satisfacer a los turistas y que motivase económicamente a la industria y sobre todo a los propietarios de los elefantes que tienen en este negocio una forma de sobrevivir”, afirma Elise Allart responsable de proyectos de TUI Care Foundation y una de las impulsoras de la iniciativa. Es el punto de partida de las dos organizaciones, que se han marcado como objetivo mejorar la vida de 650 elefantes en cautividad para 2020.

Siguiendo la estrategia de World Animal Protection, organización que trabaja a nivel mundial por la defensa de los animales, a grandes rasgos la alianza tiene tres formas de actuación. La primera de ellas ha sido la sensibilización a los turistas sobre la crueldad que conllevan estas actividades, para así reducir la demanda. En segundo lugar, actúan como lobby con la industria turística y con gobiernos, para conseguir el cumplimiento unas buenas prácticas en los establecimientos turísticos de la región. Y por último, están poniendo en marcha recintos “Elephant Friendly”, ofreciendo también apoyo y reconocimiento a aquellos que tienen unas condiciones realmente buenas para los elefantes, según criterios de World Animal Protection, que se encarga de hacer un seguimiento de los lugares a través de su sede en el país. Estos criterios están relacionados con la forma de obtención de los elefantes, la transparencia, si son criados o no en cautiverio, el modelo económico, el trato a los elefantes, la interacción social, las actividades ofertadas, la movilidad, el espacio en el que viven, etc.

Los proyectos que esta alianza está apoyando en Tailandia son: Elephant Valley Thailand y Boon Lott’s Elephant Sanctuary (BLES), dos lugares éticos en los que las condiciones de los elefantes son óptimos y ofrecen actividades únicamente de observación y Happy Elephant Care Valley, un recinto en vías de transición a un modelo “elephant friendly”. Las tres están al norte de Tailandia, en unas regiones muy visitadas por los turistas por la belleza de sus paisajes y están capitaneados por tres personas que tienen en común su amor por los elefantes y sus ganas de cambiar las cosas.

Ya son más de 200 empresas turísticas las que han parado de ofrecer este tipo de actividades con elefantes

Los resultados de estas acciones se están viendo. Ya son más de 200 empresas turísticas las que han parado de ofrecer este tipo de actividades en la región y el activismo es clave: “Estuvimos tratando que concertar una reunión con los representantes de Trip Advisor para pedirles que dejasen de recomendar lugares que ofrecían este tipo de actividades con diferentes animales, y no hubo manera. No fue hasta 2016, cuando hicimos una petición on-line a la que se sumaron más de medio millón de personas, que conseguimos una respuesta de la plataforma de viajes. Poco después dejaron de anunciar este tipo de sitios en su web” relata Fran Kearey, responsable de comunicación de World Animal Protection.

Elefantes Tailandia 2
Dos elefantes en uno de los proyectos de turismo sostenible Vanessa Anaya

Elephant friendly: un modelo respetuoso con los elefantes

La industria turística en torno al elefante es tan poderosa en Tailandia que la reconversión de los negocios locales que viven de este tipo de actividades turísticas es la opción más efectiva, ya que hay muchos actores en el tablero de juego —dueños de los elefantes, propietarios de los recintos y mahouts— que viven de ello. Por eso en 2017 World Animal Protection organizó un congreso que tenía como objetivo cambiar su modelo de negocio a uno que tuviese como eje central el respeto a los elefantes.

Hay algunos ejemplos pioneros que pueden inspirar esta reconversión: “Nuestro objetivo no es ser una ONG, sino ser una empresa lucrativa para mostrar a otros recintos que este tipo de negocio también es sostenible económicamente y así repercutir en la mejora del bienestar de los elefantes en Tailandia”, afirma contundente Jack Highwood, un inglés afincado en Tailandia que ha puesto en marcha Elephant Valley Thailand, uno de los primeros recintos Elephant friendly al norte de Tailandia, en la provincia de Chiang Rai, al que se puede acceder fácilmente y cuya estancia premia al visitante con detalles como tomar el café observando cómo desayuna un elefante. El objetivo final de Highwood es poner en semi-libertad a los elefantes que tienen en una de las zonas que están habilitando para ello.

“Creemos que a los elefantes les gusta abrazarnos o bañarse con nosotros, pero no es así. Son animales salvajes y no les gusta el contacto con humanos”, sostiene Katherine Connor de BLES. Por ese motivo las actividades que ofrecen en BLES, en la línea con el lugar anterior, son únicamente de observación en el entorno natural del elefante y de interacción entre ellos. El santuario, situado en la zona rural de Ban Na Ton Chan, de fácil acceso y con exhuberante vegetación, es un lugar idóneo para ello y además es otra muestra de que este formato más respetuoso con los elefantes, genera interés.

“Creemos que a los elefantes les gusta abrazarnos o bañarse con nosotros, pero no es así. Son animales salvajes y no les gusta el contacto con humanos”, sostiene Katherine Connor de BLES

¿En qué consiste esta reconversión? Happy Elephant Care Valley en Chiang Mai, es un buen ejemplo de ello. “Hay dos motivos principales por los que hemos decidido hacer esta transición. El primero es el bienestar de los elefantes. Y el segundo es la seguridad de los turistas, ya que ha habido casos de accidentes”, asegura su propietario Supakorn Taivanseh. Eig (su alias), de 34 años, tiene otros dos negocios que también quiere reconvertir si este modelo funciona. En los otros dos recintos, por lo pronto ha dejado de ofrecer espectáculos y montar a los elefantes y ahora ofrece actividades de “cuidado” de los elefantes como lavarles, darles de comer o pasear con ellos. A pesar de que esto tampoco es ideal para su bienestar, ya no ofrecen actividades que suponen maltrato al animal.

El joven Eig se inspiró en el modelo de Elephant Valley Thailand para reconvertir esta empresa familiar, que además ya no era rentable tal y como estaba planteada. Pero la idea es seguir en un negocio que empezaba hace 40 años con su tía, años más tarde con su padre y al que se unió él mismo hace tres años. Ahora es consciente de la necesidad de dar una vuelta de tuerca a lo que estaba establecido. Afortunadamente no parece muy difícil hacer de Happy Elephant Care Valley un lugar agradable para los elefantes y turistas, por su vegetación y su amplitud y sobre todo, su situación, a la que se llega tras cruzar pequeños campos y caminos que pueden incentivar la visita.

Fomentar esta alternativa, además de ser sostenible económicamente para los propietarios de recintos y de los elefantes, y de asegurar el bienestar de los animales, es beneficioso para los mahouts que son parte esencial del equipo, los que tienen toda la experiencia y conocimiento para asegurar el bienestar de los paquidermos.

Por eso Danai, que trabaja en Elephant Valley Thailand, un lugar que cuida a los elefantes, pero también a los trabajadores, puede disfrutar de unas condiciones laborales dignas, con un sueldo fijo, un horario decente (hasta las 17h), un seguro médico y formación periódica para mejorar los cuidados a Mo Dee, su hembra elefante de 41 años que fue la primera en llegar a este oasis. Danai asegura que ahora está más pendiente y pasa más tiempo con ella. Nace también una relación más cercana y fraternal con los elefantes.

Un día en la vida de Danai y de Mo Dee
Cada mañana Danai va a dar los buenos días a Mo Dee con un manojo de plátanos para luego ir a dar el primer paseo de la mañana hasta las 9. Después la deja comiendo hierba a su aire mientras él echa un ojo para ver que todo está bien. Sobre las 11:30, cuando empieza a apretar el calor, toca ducha para controlar la temperatura corporal. Tras la ducha, Mo Dee se dirige a la zona de “aperitivo” matutino. Por la tarde se repite la dinámica, hasta las 17h que se acaba la jornada de Danai. Una vez por semana a Mo Dee le toca pedicura: hay que limar las uñas para que no se enquisten y limpiar la cicatriz que tiene en el pie por pisar una mina antipersona hace 25 años en un bosque en la frontera con Myanmar. Danai aún no se encarga de la pedicura, pero está aprendiendo a hacerlo mediante una técnica de entrenamiento positivo. Mo Dee, cada día enseña a otros elefantes rescatados a actuar como elefantes, siguiendo instintos de su naturaleza robada tantos años.
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