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Literatura
Isaac Rosa: “El amor podría ser todo lo contrario al capitalismo y a la lógica de mercado en la que vivimos”
En Feliz final, mucho más que una novela romántica, Isaac Rosa presenta un relato atravesado por la lógica capitalista, la precariedad, el cinismo, el desapego y la inseguridad en la época actual.
Solo hay algo más difícil que romper con alguien a quien has querido: mirar al pasado para saber dónde se truncó todo. Regresar sobre los pasos de una relación muerta exige honestidad, paciencia y tiempo. Retroceder nunca fue tarea fácil, porque volver es un nombre de tango pero también un verbo conflictivo y además doloroso. Isaac Rosa (Sevilla, 1974) presenta una novela que disecciona el derrumbe de la relación entre Antonio y Ángela. Como si fuera un arqueólogo, el escritor va levantando capas llenas de mugre y luz, de reproches y recuerdos, de ternura y hastío. Feliz final, publicada por Seix Barral, nos escupe a la cara una historia que va mucho más allá de ser una simple novela romántica. Rosa ha cocinado un relato atravesado por la lógica capitalista, la precariedad, el cinismo, el desapego y la inseguridad en la época actual.
Feliz final es una novela que gira en torno al amor y al desamor. Partiendo de una temática tan universal, ¿qué propósito persigue?
Todo lo que rodea las relaciones sentimentales es el gran tema de la literatura, pero yo he introducido en mi novela ciertos elementos que suelen estar fuera de las novelas románticas. Buscaba una forma de contarlo que fuera diferente, tanto en lo formal como en lo estructural. He usado el amor y el desamor basándome en una idea que me gusta mucho de la socióloga Eva Illouz: “El amor es un microcosmos privilegiado para observar los procesos de la modernidad”. A menudo, mirando las relaciones sentimentales podemos entender mucho mejor el tiempo que vivimos y el tipo de sociedad que hemos construido.
¿Mirando una relación de pareja, qué conflictos pueden transparentarse de nuestro tiempo?
Yo parto de la idea que venimos repitiendo desde el 15-M, doy por hecho que lo personal es político. Creo que no podemos reservar lo amoroso a una esfera íntima, como si solo fuera un asunto de dos personas. Las condiciones materiales atraviesan las relaciones amorosas. Por ejemplo, la frase más repetida por la gente de mi entorno es “no tengo tiempo”. Es nuestro lamento permanente: todo el mundo está con la sensación de que su vida se le escapa. Para quererse bien, hace falta tiempo. Hace falta eliminar esa prisa y esa obsesión productiva en la que vivimos.
¿Su libro es una novela social?
A mí me suelen colocar la etiqueta de novela social, pero yo no hago novela social, sino política. La novela política no se limita a emitir una mirada crítica hacia un tema concreto, sino que ahonda en la forma de narrar y complejizar las decisiones formales y estilísticas. Aunque aparentemente sea menos política que las anteriores, la reflexión de fondo que plantea es política. Tiene que ver con el orden social en el que vivimos.
Carolina del Olmo dijo que no es una novela sobre el amor, sino sobre la institucionalización del amor. ¿Es una definición curiosa, no cree?
Es una expresión que suena horrible, pero a mí me parece certera: mi novela no trata sobre el amor tal y como lo entendemos habitualmente en la literatura. A la hora de narrar una historia, nos centramos en el enamoramiento inicial o en la ruptura final. ¿Por qué no hablamos de lo que ocurre en medio? Ignoramos la vía intermedia, la convivencia, lo que ocurre después del enamoramiento. Nos faltan ficciones que nos eduquen para lograr que el amor pasional que nos ha unido no sea un estado de excepción que no podemos mantener.
En su novela habla de las “medianías amorosas”, como si las relaciones amorosas en la vida real fueran mediocres. ¿Qué parte de responsabilidad tiene la ficción?
Yo no creo que nuestras historias de amor sean mediocres, sino que se achican al compararlas con las ficticias. La ficción es una parte importante de nuestra educación sentimental. Hemos sido maleducados sentimentalmente por todas esas películas, libros, canciones y por la mitología que se ha ido construyendo en torno al amor. Nos obligan a una intensidad emocional que no se adecúa a la realidad, porque siempre son historias de amor que parecen más extraordinarias que las nuestras. Cuando nos enamoramos y empezamos una relación, nos sentimos protagonistas de una película y reproducimos elementos que hemos visto en ficciones.
Yo creo que nos hacen falta representaciones de los amores que vivimos la mayoría. Nos faltan ficciones que nos eduquen para convivir sin que el amor nos acabe encerrando, como les ocurre a los protagonistas. Ellos han hecho de su amor una relación cerrada en la que están dando vueltas en torno a sí mismos. Se pasan toda la novela hablando de sí mismos.
Es un bucle: cada uno habla de sí mismo, y con versiones contradictorias. ¿Tuvo en mente el propósito de narrar un problema de comunicación en la sociedad actual?
Yo lo veía más en términos de lo que es la sustancia narrativa del amor. Toda relación tiene un elemento narrativo muy importante, construir un relato común. Dos personas enamoradas son dos personas que vienen cada uno con su propio relato, y al mirarse empiezan a contarse juntos. El final de toda relación se convierte siempre en un enfrentamiento de versiones para ver quién tiene la culpa y repartir las responsabilidades.
Yo lo que quería, más que hablar sobre los problemas de comunicación, era observar de qué manera dos personas se cuentan durante años y en el momento de la separación vuelven sobre lo vivido. En ese recuento, están viendo si todavía queda alguna posibilidad de volver a encontrarse.
Relaciona amor y economía, afirmando que el amor no es inmune al contexto socioeconómico. Los románticos seguimos creyendo aquello de “contigo pan y cebolla”. ¿El amor no lo puede todo?
Eso es lo que todos queremos creer, pero es un espejismo. También hay cierta influencia de la ficción: todas las historias dramáticas o de comedia están protagonizadas por personajes que no tienen problemas económicos y pueden concentrarse en lo emocional. En la vida real, aunque preferimos no hablar del tema, el amor no lo puede todo. Un buen ejemplo es la precariedad y la bajada de sueldos de los últimos años, que ha puesto una tensión en nuestras vidas que llega a los hogares y se manifiesta con nuestra pareja. Nos queremos mal porque vivimos mal. Si queremos construir mejores amores, tenemos que cambiar la forma de nuestra sociedad.
Su novela deja entrever una conexión directa entre el malestar amoroso y el malestar social.
Cuando algunos lectores salen tocados de la lectura, me dicen: me vas a tener que pagar el psicólogo. Yo respondo que este libro no pide psicólogo, pide terapia colectiva. Para escribir la novela, hablé con mucha gente y me di cuenta que todos tenían la necesidad de hablar de su malestar. No buscaban desahogarse, sino darse cuenta de que su dolor y su malestar amoroso no eran únicamente problema suyo. Es importante ver que no es un problema individual, es un problema general que sufre mucha gente. Hay una conexión directa entre el malestar amoroso y social, porque todo se puede explicar en clave externa. No podemos caer en la lógica tan extendida de nuestra época que justifica todo en clave de responsabilidad personal.
En una sociedad y una época donde todo es inestable y no hay certezas, abogar por amores capaces de envejecer juntos resulta subversivo.
Claro, la novela comienza con esa frase, que es un propósito: “Nosotros íbamos a envejecer juntos”. Parece que es una proclama anticapitalista que se levanta contra todo el sistema. En este tiempo de obsolescencia amorosa, en el que todo tiene una fecha de caducidad tan corta y las relaciones duran cada vez menos, ese propósito de envejecer juntos es como una enmienda a la totalidad. Por un lado, habla de “nosotros” en tiempos de individualismo. Habla de envejecer, que es algo que no se nos permite porque ahora tenemos que enmascarar el envejecimiento o apartarnos. Y, además, habla de estar juntos. Juntos es una palabra que está fuera de nuestro lenguaje en este tiempo individualista. El propósito de envejecer juntos es una forma de resistencia, una forma de resistir a esa deriva que nos obliga a estar cambiando, reinventándonos y prescindiendo continuamente de lo que nos rodea.
¿El amor es la única resistencia contra el cinismo actual?
Hoy en día tenemos un sentimiento de soledad enorme y el amor es la tabla a la que agarrarnos en un momento de naufragio social. Puede sonar algo ingenuo, pero yo creo que el amor podría ser todo lo contrario al capitalismo y a la lógica de mercado en la que vivimos inmersos. Por desgracia, termina convirtiéndose en la puerta trasera por la que se nos cuela todo eso. Vivimos en un sistema capitalista que nos quiere enamorados, porque cuando estamos enamorados consumimos más.
Dice que nos tiramos al amor con paracaídas, pero que en realidad estamos vigilantes. ¿Somos todos unos hipócritas?
Nos hemos vuelto unos descreídos del amor. Más que hipócritas, nos hemos convertido en unos cínicos. Somos ateos amorosos, ya no creemos en el amor porque nos hemos alejado del amor romántico y decimos que aquello es un invento de Hollywood. Nos relacionamos sin comprometernos demasiado porque no queremos que nos hagan daño, ni queremos vincularnos demasiado a una relación que probablemente se termine. Cuando se acaba la relación, uno piensa que hizo bien en no comprometerse porque se acabó, pero es que igual se acabó precisamente porque no te comprometiste.
Tenemos ese desapego emocional extendido, esa idea de que nuestra felicidad individual es lo primero. Construimos nuestra felicidad como un proyecto individual al margen de los demás, cuando la felicidad es un proyecto colectivo.
Afirma que somos unos cínicos pero la mayoría sigue buscando el amor como si fuera el santo grial.
Claro, esa es la paradoja. Somos todos unos descreídos, pero seguimos buscando el amor y seguimos esperando que nos salve de la soledad y la inseguridad. En este tiempo de cinismo amoroso, lo que te encuentras es gente que sufre muchísimo por amor. Gente que se hunde por amor.
¿El amor se ha vuelto un elemento más del mercado?
Claro, no deja de ser una forma de estatus social. Tener una pareja, tener un amante, o tener un buen divorcio es una forma de estatus. Esto es algo que ha estudiado muy bien Eva Illouz. Ella habla de cómo el amor se ha convertido en algo que nos da valor social. Cuando nos rechazan, nos devaluamos.
Ha mencionado antes el amor romántico. ¿Qué opina del concepto?
Es un tema que aparece colateralmente en la novela, de forma secundaria. No es que no me interese, pero creo que le damos demasiado protagonismo. Aunque todos caigamos una y otra vez en las trampas del amor romántico, ya estamos bastante prevenidos. Todos compartimos una distancia irónica hacia lo amoroso. El amor romántico se ha convertido en una especie de hombre de paja al que es muy fácil sacudir pero no tiene tanta capacidad de meterse en nuestra vida. En realidad, es un concepto que tiene cosas fantásticas pero también elementos de sometimiento y renuncia a la libertad.
Estamos eliminando todo lo nocivo, pero corremos el riesgo de cargarnos el amor romántico sin tener sustituto y perder por el camino lo que podía tener de excepcionalidad. Hay que construir nuevos imaginarios amorosos, pero por ahora lo que hacemos es eliminar todo lo que no queremos sin tener otras propuestas.
¿Qué propuestas cree que podrían servir? ¿No ha llegado a una conclusión después de narrar esta historia?
No tengo respuestas, no encuentro la receta ideal. Esta novela no sirve como manual de autoayuda. Mi libro es una especie de manual de lo incorrecto, de todo lo que debes evitar si quieres tener una relación sana que pueda prosperar. De hecho, hay algo que mis personajes hacen fatal y es encerrarse en el amor. Hay que evitar convertir el amor en una unidad que parece estar aislada del mundo. Eso pasa en la pareja, pero también en la familia. La respuesta, si alguna respuesta puede dar el libro, sería esa: una advertencia contra el amor que se encierra en sí mismo y se acaba convirtiendo en un diálogo que gira sobre sí mismo.
¿Qué soluciones podrían plantearse?
La alternativa es construir relaciones que intenten salvar los elementos de compromiso, confianza y lealtad, pero abriéndose hacia afuera y sin encerrarse. Hay que construir una trama de relaciones mucho más extensa y que no se reduzca a la pareja enamorada mirándose el uno al otro. Creo que deberíamos ser capaces de construir relaciones más ricas y más complejas. Ese encierro de dos acaba siendo algo asfixiante.
Nos queremos mal, pero ahora tenemos más libertad. Disponemos de más capacidad de elección, por ejemplo. ¿No es contradictorio?
Hay que utilizar la palabra libertad con mucha precaución. Hay que tener mucho cuidado con ella, porque suele ser un concepto vacío y a veces es una palabra trampa en la que acabamos perdiendo. Esto lo explica muy bien Marina Garcés cuando dice que buscábamos el amor libre, y hemos terminado encontrando el amor liberalizado. Garcés viene a decir que el amor libre no sirve de nada sin igualdad ni emancipación social, porque acaba dejándonos en la intemperie del mercado. Termina dejándonos a solas con el mercado y convirtiendo lo amoroso en relaciones basadas en el cálculo y en la falta de compromiso. Nos dedicamos a calcular cuánto ganamos y perdemos en la relación.
¿Cree que el feminismo puede influir de forma positiva en la construcción de nuevos imaginarios amorosos?
El movimiento feminista es el que más ha transformado las relaciones amorosas en las últimas décadas, es el que tiene mayor capacidad de transformación en todos los ámbitos de nuestra vida. Ha puesto en cuestión todo lo que las relaciones tradicionales tenían de sometimiento. Igual que ha sido decisivo para denunciar los elementos nocivos de las relaciones amorosas, creo que tiene potencial para construir nuevas formas de relacionarse. En esa discusión sobre la necesidad de nuevos imaginarios amorosos con los que sustituir el amor romántico, la palanca de transformación integral es el feminismo. El replanteamiento del amor pasa necesariamente por el feminismo.
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me ha gustado lo que dice sobre querernos mal porque vivimos mal.
Es completamente cierto creo
Esta Lucía siempre hace entrevistas a hombres. Va de feminista pero nunca entrevista a mujeres. Es una Falsa feminista. Muy mala.
"Como las relaciones de amor se dan en el patriarcado y las económicas en el capitalismo, hay un consenso, una verdad que veda el arte para ser ocupado por quienes no valen o no saben, hay una verdad que fuerza al arte a elitizarse y repetirse. Y por eso la gente más que construir mundo cuando se pone a crear se pone a simular obras anteriores…"
Eva Lazcano Caballer
https://evalazcanocaballer.wordpress.com/2015/11/18/autorias-forzosas/#more-12
“No conocemos a nadie que no trabaje más de lo que quiere o necesita. Hay quien gana más y quien gana menos, pero trabajar decimos trabajar todo el mundo más de la cuenta. Si alguno de entre nosotras está parado, aún es peor, porque debería estar trabajando y, por tanto, no se le permite el descanso, de modo que no hará sino buscar y si no encuentra, lastimarse; hasta que coja la primera mierda de trabajo que le pase por delante. Y todo porque no creería en su vida de otra manera: en otro sitio, con menos dinero, sin ese proceder imitativo que desconoce no haberse sacado de encima desde su infancia y que le impide imaginarse distinto”. Eva Fernández, “Inmediatamente después” (editorial Caballo de Troya)
a mi no me ha molado nada que diga que las relaciones dependen de la pasta q tengas...
Me gustan tanto las entrevistas q hace Lucía tolosa.esta es menos incisiva q otras pero mola tb
adoro a este escritor. es buenísimo. la entrevista brillante!!! q buen curro hacéis en el salto
Mola pero no juntaría amor y dinero, son cosas diferentes.vamos para mí al menos
Lo dices desde el privilegio de no haberlo tenido que vivir, eso está más que claro...
No estoy nada d acuerdo...mezclar amor y capitalismo es mezclar limones con peras!!
Super d acuerdo en q el feminismo transforma y seguirá transformando las relaciones de amor y las q no son de amor. A tope