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Idiomas
El feminismo y el imperialismo lingüístico centran el contraprograma al Congreso Internacional de la Lengua Española
El I Encuentro Internacional: derechos lingüísticos como derechos humanos congregó a miles de personas en Córdoba (Argentina) y puso en el centro del debate las realidades más cercanas de Latinoamérica. También huyó de la solemnidad y el enclaustramiento de los congresos oficiales.
La ciudad argentina de Córdoba acogió entre los días 27 y 30 de marzo el VIII Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE) aunque, realmente y en mayor medida, la sociedad civil del lugar se organizó para contraprogramar el evento y sacar adelante el I Encuentro Internacional: derechos lingüísticos como derechos humanos.
Tal y como el decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Juan Pablo Abratte, afirmó el martes 26 de marzo durante la inauguración del encuentro, simplemente se propuso una “reflexión amplia, situada en la realidad latinoamericana, sobre el problema de las lenguas y su articulación con políticas económicas, sociales, culturales, académicas, educativas y comunicacionales”.
De hecho, en esta primera intervención se pudieron atisbar varias alegaciones que servirían como vasos comunicantes a lo largo de todo el ciclo, tales como la denuncia de la entronización del español de España en detrimento de las demás formas que hay de hablarlo alrededor del mundo y, en palabras del propio decano, la “clara política lingüística que llevan a cabo la Corona Española, la Real Academia Española (RAE) y el Instituto Cervantes; además de empresas como el Banco Santander o BBVA, Telefónica, Iberia, la Agencia EFE o Repsol”, siguiendo línea a línea el manifiesto del Encuentro (que utiliza la ‘x’ para el plural genérico, por cierto).
Así quedó demostrado a lo largo de los cinco días que duró el encuentro, donde las cifras están a la misma altura que la calidad de las intervenciones: en torno a 200 ponentes en 40 mesas que ocuparon la mañana y la tarde del Pabellón Venezuela, en el campus universitario, a lo que se suman decenas de ponencias multitudinarios en sedes tan emblemáticas como el Sindicato Luz y Fuerza, el Museo de Antropología o el Instituto de Culturas Aborígenes, entre otras.
El contracongreso contó con personas de renombre, como es el caso de Elvira Narvaja de Arnoux, reconocida experta argentina en el campo de análisis del discurso y lingüística, que desmontó la creación de los CILE y dio las claves de las “operaciones ideológicas” que se esconden detrás de ellos, como son la de “hacer memoria, recuperar lo disruptivo y el desplazamiento hacia lo religioso y lo político”, según la profesora emérita. Afirmó que la lengua se mercantiliza y se considera un recurso económico regulado por la oferta y la demanda, además de mirar al pasado y defender que “las políticas idiomáticas proceden de hegemonías poscoloniales” aún no superadas.
Otras figuras de alto nivel fueron José del Valle, profesor de Lingüística Hispánica en el Graduate Center de la City University of New York especializado en glotopolítica (“estudio de las intervenciones en el espacio público del lenguaje y de las ideologías lingüísticas que activan, asociándolas con posiciones sociales que participan en la instauración, reproducción o transformación de entidades políticas, relaciones sociales y estructuras de poder”, según la propia Arnaux) y Horacio González, distinguido sociólogo dentro y fuera de las fronteras argentinas que entre 2005 y 2015 fue el director de la Biblioteca Nacional del país.
Los dos especialistas mantuvieron una conversación en la que se indagó sobre los discursos en torno a la norma lingüística donde se atacó a las grandes instituciones del español y se defendió que “fabricamos la lengua día a día”, en palabras de González. Del Valle recalcó que en ocasiones “deberíamos tensionar más nuestro propio discurso y buscar contradicciones en él”, haciendo referencia al déficit de autocrítica que, desde su punto de vista, tiene la intelectualidad latinoamericana: “Veo demasiada crítica al eje neocolonial sin ver las relaciones actuales entre Latinoamérica y las instituciones que posibilitan el nuevo eje”, recalcó.
El Pabellón Venezuela fue el hogar durante cuatro días de decenas de coloquios en torno a la lengua en los que se trataron temas tan diversos e importantes como la educación y la enseñanza, los medios de comunicación, las fronteras, el colonialismo o los géneros y la disidencia. Especial mención merecen las diferentes mesas dedicadas al feminismo y el lenguaje inclusivo, ya que el debate sobre el uso de palabras de nueva invención que intentan reflejar la realidad de la forma más honesta posible, como puede ser el uso de la ‘e’ en los términos genéricos, está mucho más avanzado en Argentina que en otras latitudes del globo.
De esta forma se reivindicó la posición ya dominante en las aulas, tanto de los docentes como del alumnado, en el uso de este lenguaje “como una herramienta para que las identidades fuera del binarismo se sientan representadas”, según Valeria Gamaleri, alumna de la Facultad de Letras de la UNC que coordinó la mesa sobre lengua y géneros.
El encuentro se proyectó como multidisciplinar, y así se corroboró durante su desarrollo: en la puerta del Pabellón Venezuela se establecieron algunas mesas donde integrantes de Fuegas (Feministas Unidas Elaborando Gastronomía y Afines en Sororidad) pudieron vender su comida casera, dentro del programa también tuvieron cabida performances, presentaciones de libros y revistas, recitales o talleres que acercaban al público realidades alejadas, como uno sobre poesía mapuche o de edición cartonera.
El Sindicato Luz y Fuerza, además de acoger en su salón de actos algunos de los debates más interesantes de las jornadas, cedió su techo a la feria de editoriales independientes organizada por Malas Lenguas, un colectivo que surge “como respuesta a la univocidad de sentido de las lenguas que proyectan las viejas instituciones colonialistas y sus anfitriones en nuestro país”, en sus propios términos.
En la cita editorial se encontraron decenas de expositores que acercaron al público creaciones que se salen de la línea comercial hegemónica: desde libros desconocidos hasta títulos célebres pero en ediciones sumamente cuidadas y valiosas, pasando por la venta de productos artísticos, camisetas, parches o pegatinas.
“Esta feria va más allá de lo meramente comercial. Lo importante es que la gente venga, vea el trabajo que uno hace y poder conversar. Lo mejor es la relación humana que hay entre el artista y/o vendedor y el público”, según Gastón Sánchez, encargado de la editorial Malnacido. Algo parecido expresó Lucila Mazzini, de ediciones DocumentA/Escénicas, al remarcar que lo esencial es “dar visibilidad al material y el encuentro con personas con las que compartes criterio”.
Alternativo es el mejor adjetivo que puede definir un congreso de estas características, en donde se encontraron decenas de ponentes con miles de espectadores; en donde la Facultad de Letras de la universidad pública de la ciudad tomó partido, incluso cuando la UNC también estaba reconocida como una de las sedes oficiales del CILE; en donde la entrada a las mesas y charlas era totalmente libre y gratuita; donde la utilización del lenguaje inclusivo estaba a la orden del día y todas las minorías pudieron verse representadas.
En definitiva, un espacio de consenso contra la hegemonía de las instituciones lingüísticas españolas que consiguió acrecentar la visión crítica respecto a una lengua que desde ciertos organismos quieren homogeneizar sin tener en cuenta a los hablantes de la misma. Se hizo evidente que, para muchas hablantes y lectoras, ya la RAE, siguiendo su arcaico lema, ni limpia, ni fija, ni da esplendor, y que en su lugar la ciudadanía en general y los expertos con una mirada crítica en particular se están organizando para crear esa conciencia necesaria que haga que la gente realmente sienta que forma parte de algo en continuo cambio, en constante progreso, como es la lengua.
Juan Pablo Abratte declaró, al principio del todo, su “compromiso con la liberación de las lenguas, con la democratización de todas las palabras y con el respeto extremo a la soberanía cultural de las naciones”, además de reivindicar que la “universidad pública argentina debe cuidar y promover los derechos lingüísticos como un derecho humano irrenunciable, cimiento del derecho a la identidad, a la cultura y a la soberanía de los pueblos latinoamericanos”.
Y si bien es cierto que aún es pronto para determinar el impacto de este I Encuentro internacional sobre derechos lingüísticos en relación a los derechos humanos, lo único seguro que hay es que ahora, por las calles, caminan más personas con un mayor conocimiento de lo que se esconde detrás de la organización de los CILE, y no les gusta.