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Opinión
Y el mantra del día es: “No te salves”
Dijo el poeta: “No te quedes inmóvil al borde del camino / no congeles el júbilo / no quieras con desgana / no te salves ahora / ni nunca / no te salves / no te llenes de calma / no reserves del mundo / sólo un rincón tranquilo (…)”.
En estos últimos días, en los que el genocidio de la población palestina, a manos del ejército de Israel, es cada vez más horripilante. En estos días en los que no logro dormir y apenas desconecto, sigo encontrando cuentas en Instagram desde donde se apela a buscar la luz propia, dentro de la oscuridad imperante, donde se vende un individualismo atroz que debe limpiar sus propias energías de la densidad mundial en nombre de un falso autocuidado que nos disocia de la realidad.
En estos días tan tristes, sufrir y empatizar es estar sano.
Mi autocuidado pasa por sentir dolor y por la rebeldía. Mi autocuidado pasa también por dormir mal. Mi autocuidado pasa por cuidar de la gente cercana que está como yo. Somos muchas sufriendo. Y preguntarles cada día: “¿Cómo sigues, amiga? ¿Estás mejor? ¿Logras descansar algo?”. Y recoger sus “no logro dormir”, “tengo mucha angustia”, “me siento impotente”, “lloro mucho, esto es atroz, esto es horrible”. Mi autocuidado y el suyo es colectivo y consiste en nombrar, en actuar, en no callarnos la injusticia.
La indiferencia ante el horror van muy de la mano con la prevalencia de ese individualismo new age, a veces amparado en el crecimiento personal, que podría suponer la aniquilación de la especie humana
Hace unos días, hablando con un buen amigo, llegamos a la conclusión de que ante el dolor actual era “sano” estar jodidas, porque eso implicaba que estábamos vivas. Esta conclusión es dura porque es certera y no mitiga nada el dolor, pero es sincera. Al menos no nos hemos muerto en vida. Y si vamos un paso más allá, la indiferencia ante el horror que venden nuestros gobiernos, la falta de acción totalmente previsible y atroz, van muy de la mano con la prevalencia de ese individualismo new age, a veces amparado en el crecimiento personal, que podría suponer la aniquilación de la especie humana, al menos de la parte de la especie humana que empatiza y nos permite sobrevivir.
Imagínate vivir viendo en directo como la Franja de Gaza es arrasada y la sociedad civil asesinada, miles de niños y niñas incluidas, como ocurre hoy en Palestina, y negarlo u obviarlo, apelando al bienestar individual o a salvar la economía como consigna. Imagínate dormir tranquilo.
El mantra del día es: “El mundo no es un lugar seguro porque han asesinado a más de 2.000 niños en las últimas dos semanas”. El mantra del día no puede ser nunca: “Estoy en casa y estoy a salvo, porque están lejos” ¡Qué privilegio y qué egoísmo hay en ese mantra!
Creo en el autocuidado de desobedecer. Creo en el autocuidado colectivo de la rebeldía como modo de vida
Creo en el autocuidado de desobedecer. Creo en el autocuidado colectivo de la rebeldía como modo de vida. El mantra del día es: “Aturem el genocidi a Palestina”. El mantra del día es: “CEASEFIRE!”. El mantra del día es también: “Estoy triste porque me duele el mundo y necesito hacer algo”.
Cuando empezó la masacre me sentí tan bloqueada que era incapaz de actuar, vivía en modo de supervivencia, difundía información y lloraba, esperaba las movilizaciones, me costó una semana ver la luz. Llegué incluso a creer que el genocidio era inevitable. Pensaba: un día acabará todo y alguien sobrevivirá para contarlo y esa persona que sobreviva y lo cuente permitirá al nombrarlo seguir con vida a todos los demás sobremurientes que habrán logrado salir de allí. Pero Gaza no está sola, esa es la versión derrotista de la historia y nosotras no hemos nacido para la derrota. Nosotras, las perdedoras de todas las batallas justas, siempre nos levantamos y seguimos. Aunque a medida que pasan las horas y aumentan las cifras de muertas, no siempre obtengamos consuelo, es la verdad. Seguimos. Somos la Resistencia colectiva.
Gaza no está sola, esa es la versión derrotista de la historia y nosotras no hemos nacido para la derrota
No queda otra que salir a la calle a gritar. No queda otra que abrazarse, codo con codo, con el/la de al lado, conocido o no, y formar una piña. No queda otra que creer que se puede parar, porque es la única manera de pararlo, exigir a los que nos gobiernan que se vayan que no están a la altura y decirles que si no nos hacen caso no será la primera vez que nosotras hemos logrado hacerlos caer. No queda otra que pararlo todo y ser río en las calles, día y noche.
Es un acto de salud mental, de salud comunitaria y de bienestar social, de humanidad, sentir horror ante la atrocidad y no callarse. Es un acto de autocuidado vivir en constante rebeldía ante la injusticia. Es un acto de crecimiento personal abrazar el dolor en solidaridad con las que sufren y que nunca, que nunca la barbarie nos sea indiferente y transmitir esto a nuestras hijas para que la vida en el planeta tenga un sentido más humano.
Es un acto de salud mental, de salud comunitaria y de bienestar social, de humanidad, sentir horror ante la atrocidad y no callarse
Confío en que la Barcelona antimilitarista, en que la Europa antimilitarista, impulsada por el resto de pueblos solidarios del mundo, que no tienen nada que ver con sus gobiernos, logre parar esto. En ello estamos, aunque vamos tarde.
Así que el mantra del día es hoy y siempre: “No te salves” y si te quedas equidistante y buscas tu propio refugio interior mirando hacia otro lado “y reservas del mundo / solo un rincón tranquilo (…) y te salvas / entonces / no te quedes conmigo”.