Laboral
Juventud organizada hacia una vida digna

La crisis trae una nueva ofensiva precarizadora contra la clase trabajadora, más acusada para mujeres y personas jóvenes. Tejer redes de solidaridad y construir la unidad de clase es la única opción de liberarnos.

Temporeras andaluzas Navarra
Unidad de clase frente a la desposesión del trabajo Ione Arzoz

Las circunstancias son duras y duro es lo que se nos viene encima. Aún así, en contra de lo que nos quieren hacer creer, la situación previa a la pandemia no era tampoco favorable. La juventud llevamos tiempo viendo cómo se precarizan nuestras vidas y resistiendo contra ello junto al resto de la clase trabajadora. La covid-19 ha sacado a la luz problemas anteriores, radicalizando la ofensiva precarizadora en la que ya estábamos sumidas.

“El 100% de la riqueza pública debe ponerse al servicio de las clases más humildes, para que esta crisis no la paguemos las de siempre”

El virus no entiende de fronteras pero sí de clases sociales: mientras el virus asolaba los barrios más humildes, la fortuna de los más ricos no ha parado de crecer. Desde el comienzo de la pandemia, las 23 mayores fortunas del Estado han aumentado un 16%, hasta alcanzar un valor total de 100.025 millones de euros. Para no perdernos entre cifras, basta recordar que la inversión pública de la Comunidad Autónoma Vasca en 2020 fue de 11.774 millones de euros, 8,5 veces inferior al valor de las grandes fortunas. Mientras estuvimos en casa, comprobamos que somos las trabajadoras las que creamos la riqueza, así que, ¿cómo acumulan tanto capital aquellos que no producen nada? La respuesta es sencilla: a costa de explotar a las trabajadoras, agredir de forma brutal y creciente al planeta y especular con el dinero.

El sistema público de salud está desbordado, víctima de años de políticas neoliberales privatizadoras; la educación pública, ahogada por los recortes, no garantiza la igualdad de oportunidades a estudiantes; los desahucios sin alternativa habitacional no han parado; miles de trabajadoras se han quedado sin empleo, muchas sin ningún subsidio. Aún así, en plena segunda ola, las ayudas públicas siguen dirigidas a paliar los daños de las grandes empresas. ¿A quién sino van dirigidos los fondos europeos? Es indignante que el dinero público se invierta en ayudas a las empresas responsables de los planes de precarización y deslocalización. El 100% de la riqueza pública debe ponerse al servicio de las clases más humildes, para que esta crisis no la paguemos las de siempre: la juventud, las mujeres, las migrantes, las pensionistas. En definitiva, la clase trabajadora.

“Según la última EPA, el 42,7% de las personas jóvenes vascas no tienen trabajo, uno de los peores datos de Europa”

La ofensiva precarizadora contra las trabajadoras -de la mano de la que sufren los servicios públicos- es perfectamente palpable si nos fijamos en los datos: según la última EPA de la CAV, el 42,7% de las menores de 25 años no tiene trabajo -siendo este uno de los peores datos de Europa-; entre las que sí tienen trabajo, un cuarto gana menos de 1.000 euros, según el INE de 2018; de las personas jóvenes menores de 29 años, sólo el 35% se ha independizado. La media del salario, que no hace mucho superó los 1.000 euros, dista mucho de ser suficiente para sufragar una vida digna. Aunque se pretende hacernos creer lo contrario, el desempleo, la temporalidad y la congelación de los salarios no son fenómenos estacionales creados por la pandemia, sino problemas sistémicos resultado de décadas de políticas económicas neoliberales.

La desregularización, la terciarización y el nuevo modelo de ciudad han tenido serias consecuencias en las condiciones de vida de las trabajadoras. Según el Observatorio del Gobierno Vasco de 2019, casi la mitad (47,6%) de la juventud menor de 29 años tienen un contrato temporal; el porcentaje se agudiza entre los 16 y 24 años, alcanzando el 79%. Para quienes defienden el sistema vigente es vital presentar como algo natural la precarización de la vida, ya que es un pilar fundamental para sostener una economía basada en el sector servicios. Aunque hemos experimentado un acercamiento a medidas más sociales por parte del Gobierno español, esas medidas son claramente insuficientes, en especial si tenemos en cuenta que el empeoramiento de las condiciones laborales sostiene un sistema que tiene como objetivo la acumulación de bienes.

Se nos repite constantemente que la crisis nos afecta a todas por igual y que saldremos de ella a base de hacer sacrificios. Dicho de otra forma: como ha pasado en crisis anteriores, las trabajadoras pagaremos el mayor precio mientras veremos como una minoría aumenta su capital. Esto, que se presenta como inevitable, podría perfectamente ser gestionado de otra manera. Por ejemplo, invirtiendo en la economía social, en vez de dilapidar el dinero público en ayudas a empresas que perpetúan la explotación de la clase trabajadora en beneficio de los intereses de minorías privilegiadas.

“Nuestro futuro está en juego, tenemos que organizarnos para hacer frente a quienes quieren precarizar todavía más las condiciones de vida de las personas jóvenes”

Y nosotras, ¿a dónde vamos? Es la pregunta que debemos hacernos. Nuestro futuro está en juego, tenemos que organizarnos para hacer frente a quienes quieren precarizar todavía más las condiciones de vida de las personas jóvenes. Solo una juventud bien organizada podrá encaminarse hacia una vida digna. Las luchas llevadas a cabo en los barrios y por los distintos sectores son de vital importancia, pero, además de eso, necesitamos crear espacios en los que confluyan las distintas luchas. Para ganar esta batalla, las trabajadoras no tenemos otra opción que tejer redes, aliándonos entre nosotras. Mientras el capital anima al enfrentamiento entre pueblos, nuestro objetivo es otro: la unidad de clase.

Y nosotras, ¿a dónde vamos? A transformar nuestro enfado e indignación en fuerza liberadora, porque la lucha merece la pena. ¿Te sumas?


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