Juicio del 1 de Octubre
Antoni Bayona: “Ha sido un trauma ver cómo se ha desperdiciado una gran oportunidad por culpa de la mala gestión”

Antoni Bayona, exletrado mayor del Parlament, declaró el jueves como testigo en el juicio del Procés, pero dice que fácilmente lo podría haber hecho como acusado. Declarado independentista, dice que las pasiones no deben pasar por delante de la legalidad: “Cuando no te gustan las leyes, no te las saltas, las cambias”.

Antoni Bayona
Antoni Bayona, durante la entrevista realizad después de su declaración como testigo en el juicio al Procés. POL RIUS

Hay muchos libros que deben leer los que intentan entender qué ha pasado en la política catalana en los últimos años y por qué estamos donde estamos en el debate independentista, y uno de ellos es No todo vale (Ediciones Península). Lo ha escrito Antoni Bayona, que fue letrado mayor del Parlamento en los tiempos en que se coció y aceleró la declaración unilateral de independencia (DUI) en base al referéndum del 1 de octubre.

En el texto, Bayona explica esos “errores de gestión” por los que ahora nueve políticos están en la cárcel y el presidente de la Generalitat viviendo en el extranjero, como algunos de sus consejeros y otros dirigentes políticos. Y por los que él ha tenido que declarar como testigo en el juicio que el Tribunal Supremo ha abierto por esta causa.

¿Con qué sabor de boca salió de su comparecencia ante el Tribunal Supremo?
Agrio. Responder sobre cosas que había vivido, rememorar épocas que fueron muy conflictivas —y teniendo en cuenta las posibles consecuencias de mi testimonio, reclamado por la Fiscalía y la Abogacía del Estado—, reencontrarme con personas con las que había trabajado muchos años, me impresionó emocionalmente. Fue un mal trago.

¿A lo largo de los meses movidos que vivió en el Parlament como letrado mayor vio venir que algún día acabaría compareciendo ante el Supremo?
En algún momento empecé a pensar remotamente en esta posibilidad, según cómo iban las cosas, pero intentando descartarla. Pensando que no llegaría a suceder. Tampoco imaginaba que al final la cuestión derivaría hacia unas imputaciones de la gravedad de las que se están juzgando. Llegar a una acusación por rebelión está muy fuera de la realidad de lo que pasó.

¿Temió que podría acabar compareciendo como investigado y no como testigo?
El secretario general del Parlamento y yo, que éramos los letrados que asistíamos a la Mesa y la Junta de Portavoces, nos podríamos haber visto implicados. El Tribunal Constitucional nos había advertido. Yo no lo veía como una advertencia que nos obligaba a hacer algo, pero un asesor jurídico —como era nuestro caso— tiene la obligación ética y deontológica con la persona a la que asesora de advertirle de que puede entrar en una situación que genera algún tipo de responsabilidad. Y eso hicimos.

¿Por qué no hicieron caso de las advertencias?
No era algo que pensáramos solo nosotros. Íbamos advirtiendo de las actuaciones que crearían problemas, sobre todo después de la aprobación de la resolución I/XI, que es la primera que supone la deriva final hacia la vía unilateral. ¿Por qué no nos hicieron caso? Deberían contestar ellos. Imagino que tenían un asesoramiento propio. No había comunicación.

Me consideré bastante al margen de la estrategia de funcionamiento y en la situación incómoda de encontrarme en la Mesa o la Junta de Portavoces con decisiones que ya estaban tomadas. No se contó con nosotros. Por la razón que sea no se consideró que tuviéramos que asesorar.

¿En qué momento y por qué decide que no puede continuar como letrado mayor del Parlamento? Cesó en junio del año pasado
Hubo un momento en que estaba muy incómodo después de que se aprobaran la resolución I/XI y la que implicó la primera querella de la presidenta. Al principio pensaba que todo era cara a la galería. Todo el proceso ha sido muy improvisado y creía que tal vez no pasaría de ahí pero, al ir viendo que la cosa continuaba, le dije a la presidenta que quería ser relevado y, si era posible, con discreción, teniendo en cuenta que también había dimitido el secretario general de aquella época. No se tomó ninguna decisión. Después estábamos ya en medio de la tormenta y marchar habría parecido una cobardía. Cuando todo ha pasado, y ya en la nueva legislatura, noto que no hay confianza. Coincide una doble voluntad. Yo estaba cansado y al presidente del Parlament actual, Roger Torrent, ya le va bien que me vaya.

¿Hay contradicciones con la propia ideología en un trabajo como el suyo, y en una época convulsa como lo está siendo esta?
Es una situación complicada. Tienes que actuar con independencia y objetividad en un contexto donde actúan varios grupos parlamentarios con intereses contrapuestos y que, cuando hay un problema jurídico, cada uno quiere que le des la razón. Al final del proceso la sensación de presión era muy alta.

Usted ha dicho que se considera independentista, pero que, como letrado mayor, debía denunciar la vía con la que se quería avanzar hacia la independencia. ¿A título personal piensa lo mismo?
Vista la experiencia he puesto en stand by mi propia ideología. Ha sido un trauma ver cómo se ha desperdiciado una gran oportunidad por culpa de la mala gestión. Se debería haber enfocado sin prisa y con otra estrategia. Mucha gente dice que, si no lo hacíamos así, no lo conseguiríamos. Se ha visto que así no podía funcionar. También dicen que no había alternativas. En general, en la vida suele haber siempre alternativas.

Hemos visto que la comunidad internacional se ha desentendido. Se debería haber seguido otros ejemplos. En Escocia o Canadá han sido conscientes de que estos procesos requieren mucha perseverancia, paciencia y capacidad de aguantar la frustración. Aquí, las emociones nos han pasado por encima a todos. Una salida para Catalunya puede ser la independencia, pero no confío en los que pueden gestionar el proceso, vistas las circunstancias. Critico no tanto el qué sino el cómo.

Al Bayona jurista no le satisface cómo se dirige este proceso
Como jurista me provoca un corto-circuito. Entra en conflicto con mi manera de ver el Derecho. Conozco cómo es el Estado, y cualquier Estado defenderá hasta el final su integridad territorial y, por tanto, no se puede construir este proceso sobre bases débiles. En el conflicto directo suele ganar el más fuerte.

Si los políticos que impulsaban la vía unilateral eran conscientes de que era inadecuada jurídicamente pero que dos millones de personas les seguían, ¿no era peligroso lanzarse a una declaración de independencia como la que hicieron en el Parlament?
No sé si eran conscientes. Les avisamos pero lo veían como un formalismo. Quizás creyeron más a otras personas que los asesoraron. Otra cosa es que los hechos que se han producido puedan calificarse como delitos de rebelión o sedición. Es una exageración. Es un 'No todo vale' respecto a la actuación del Estado. Mucha gente ha creído que esto iba en serio y el Estado también lo ha creído y ha tenido una reacción alérgica, más allá de lo normal. El Código Penal habla de rebelión en un sentido decimonónico y ahora estamos en otro época.

El uso de las palabras determina posiciones ideológicas en este debate. Rebelión, sedición, golpe de estado, presos políticos... Cada uno las utiliza en función de su posición e intereses.
Matizo mucho la expresión 'preso político'. Preso político es la persona que es perseguida por sus ideas. Se rememoran muchos casos de presos políticos con los que no se pueden comparar los presos de ahora. La diferencia es que estas personas, aparte de defender ideas, tomaron decisiones como poder público. Técnicamente, sin embargo, son injustamente acusadas ​​de rebelión y a la sociedad le da la imagen de injusticia, con la que estoy de acuerdo.

Se acusa a Mariano Rajoy de judicializar la política; de que, en vez de buscar soluciones políticas, les pasó la pelota a los jueces.
Se aplicará la presunción de inocencia, pero se puede especular con incumplimientos objetivos de las resoluciones del Tribunal Constitucional. Lo decidirán los tribunales. El problema está en las calificaciones exageradas. Mariano Rajoy se cerró en banda en una visión de la legalidad muy rigurosa, extrema y formalista para no ofrecer ningún tipo de salida. Pero nosotros tampoco hemos facilitado la negociación, con la manera como hemos dado los pasos. Pedíamos negociar, pero tomábamos decisiones antes. Rajoy quedaba en una situación que le permitía decir que le querían hacer chantaje.

¿Cómo han afectado estos años a sus relaciones personales en el Parlament?
Las emociones las tengo, pero me las guardo para el ámbito más privado y procuro que no contaminen mi trabajo. Lo administro bastante bienm pero las relaciones en el Parlament se han deteriorado. Desde el punto de vista de muchos, o estás en un lado o en el otro, y probablemente para algunos tenga la etiqueta de botifler [nombre dado en catalán a felipistas o borbónicos durante la Guerra de Sucesión. N. del E.]. A estos les desconcierta que diga que simpatizo con la idea de la independencia.

Cuando los sentimientos pasan por delante de la ley, la democracia se tambalea, dice.
No puedo compartir la idea de que la democracia está por encima de la ley. La disociación entre democracia y legalidad no es posible. La democracia es la que hace las leyes, y las leyes, hechas por los parlamentos, determinan las reglas de juego. Cuando no te gustan las leyes, no te las saltas; las cambias.

Me llama la atención cómo en Catalunya hemos perdido de vista cosas tan esenciales. ¿Qué haremos el 28 de abril? No proclamaremos la independencia. Son unas elecciones en las que participamos para configurar las Cortes generales. No podemos decir que la democracia es para hacerlo todo. Si entramos en este terreno, ya no hay ningún tipo de límites y no tendríamos garantía como ciudadanos ante un poder que actuase así.

Se anima a proponer salidas a este conflicto. Dice, incluso, que la Constitución tiene una cierta indefinición que permite buscar soluciones a través de espacios de decisión política. ¿A qué se refiere?
La Constitución, tal y como se concibió inicialmente, se hizo de manera muy abierta, pero desgraciadamente su aplicación ha sido en un sentido muy cerrado históricamente. Es un poco tarde, pero todavía hay un cierto margen. Tenemos que calmarnos un poco sin renunciar a nada. No hay que renunciar a la independencia. Paremos, busquemos alguna vía de solución provisional y hagamos un acuerdo con quien sea. Hay que tener un interlocutor en Madrid. Dependerá de quien salga en las próximas elecciones.

No veo realista que se ponga como condiciones indispensables a quien esté en el gobierno español el derecho a la autodeterminación, la mediación internacional y la libertad de los presos, la cual no depende de él. No puedes pedir que se acuerde el derecho a la autodeterminación cuando hace un año y medio lo hiciste por tu cuenta. Políticamente es muy poco consistente. Los ciudadanos deberían verlo.

En el libro habla de una figura jurídica que nadie ha puesto sobre la mesa: el pre-indulto.
Se podría dar. La ley del indulto es muy antigua. Llega a plantear que para el indulto no es necesario que haya sentencia firme. Se podría dar antes. Si hubiera condenas altas, quizás se podrían beneficiar de él. Aunque esto es especular pensando que los condenarán y no debemos hacerlo. Hay gente que se da cuenta de que lo que ha pasado en Catalunya no es una rebelión y cree que es como una desobediencia agravada. Se podría crear una figura que ahora no existe, entre desobediencia y rebelión. Si se les condenara por rebelión y luego se modificara el Código Penal introduciendo este nuevo delito podría haber una revisión de la sentencia.

El Derecho Penal no puede perjudicar nunca a la persona que ha sido condenada, pero sí puede beneficiarla. De todos modos, tal y como yo veo las cosas, a menos que haya una sorpresa, no debería haber una condena por rebelión.

¿Por malversación?
No tengo suficientes elementos para saber si se puede probar. De momento, no parece que sean lo suficientemente consistentes.

¿Y por desobediencia?
Creo que objetivamente se puede especular con que las hubo, sin perjuicio de la presunción de inocencia y de lo que valore el tribunal.

Termina el libro diciendo que puede pasar de todo: desde una tormenta perfecta hasta una lluvia fina y persistente. Ahora estamos en plena tormenta. ¿Derivará en huracán o se suavizará?
Una parte del independentismo, expresado por el propio presidente de la Generalitat, que ha hecho referencia al momentum cuando se conozca la sentencia, emite mensajes de movilización social. Si es así se puede crear un nuevo conflicto. No sé muy bien en qué se está pensando. Podemos tener una lluvia fina y que no pase nada o que se vuelva a complicar mucho el problema. La sentencia es una incógnita y también es una incógnita cómo la asumirán la propia sociedad y los líderes políticos.
Nadie debe renunciar a defender nada. Debería existir un independentismo que denomino 'moderado' que cambie de estrategia defendiendo lo mismo. A veces pienso que podría representarlo ERC que ha ido lanzando mensajes en este sentido, pero tampoco está muy claro y con el juicio por en medio aún es más complicado.

Se han generado ilusiones, con la idea de que todo era muy fácil y que dependía solo de nosotros. Y le estabas lanzando al Estado uno de los peores retos que le puedes hacer: tocarle la integridad territorial. Josep Fontana decía que esto normalmente termina en guerras. Es tocar el tuétano del Estado.

CATALUNYA PLURAL
Esta entrevista parte de una colaboración entre El Salto y Catalunya Plural. Puedes leer la versión original, en catalán, aquí.

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