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Iraq
La venganza a toda costa de las milicias iraquíes
Una imponente silueta hace chirriar una puerta oxidada. Corresponde a un hombre que se apoya sobre dos muletas. Su dishdasha —ropa tradicional—, maltratada por el desgaste y el tiempo, deja entrever una sola extremidad inferior. Los habitantes de Jurf al-Milh —barrio pobre de Basora en la ribera del río Chatt-el-Arab— son conocidos por sus discapacidades, causadas por las últimas minas colocadas durante el conflicto Irán-Iraq. Pero Talib Hassan Zaer no es un lisiado como los demás. Pertenece a las Hachd al-Shaabi (Unidades de Movilización Popular), y más concretamente a la milicia Asaïb Ahl al-Haq, la cual es conocida por sus secuestros, por sus estrechos vínculos con Irán y por su especial hostilidad hacia Estados Unidos. “Perdí mi pierna durante la lucha contra el Daesh, pero estoy dispuesto a volver al frente contra los estadounidenses si me lo ordenan y disfrutaré rompiendo el cuello y bebiendo la sangre de los que mataron a Qassem Soleimani y Abu Mehdi al-Muhandis”, grita. En la penumbra del salón, su mujer, envuelta en un chador negro, le mira con semblante triste.
Violencia e intimidación
Tras la muerte del líder iraní de las fuerzas de Al-Quds y del número dos de Al-Shabaab, la unidad oficial de estas numerosas facciones armadas, articulada en 2014 para luchar contra el Daesh, se rompió. El Estado iraquí, supuestamente depositario de estas fuerzas, parece estar perdiendo el control sobre ellas. Su “no reacción”, unida a la tímida respuesta de la República Islámica de Irán ante el asesinato de estas dos figuras icónicas, ha alimentado un fuerte deseo de venganza frustrado para estas milicias iraquíes. Desde entonces, algunos grupos ya no dudan en tomar la iniciativa, desafiando el marco de la ley y las oficiosas “órdenes” iraníes.
La noche del 20 de diciembre de 2020 se volvía a lanzar cohetes desde Karrada (centro de Bagdad) contra la Embajada de los Estados Unidos, situada en la “Zona Verde”. La detención de uno de los sospechosos de pertenecer a Asaib Ahl al-Haq provocó posteriormente un impresionante despliegue militar de la milicia en las calles de la capital como protesta. A continuación, los miembros del grupo publicaron una serie de vídeos amenazadores en los cuales el primer ministro iraquí, Moustafa al-Kazimi, era señalado explícitamente. En un claro momento de fragilidad, el gobierno finalmente accedió a transferir al prisionero al servicio de seguridad de Hachd al-Shaabi. Sin embargo, los ataques de Asaib Ahl al-Haq no son algo excepcional. Los Estados Unidos han contabilizado unos 60 desde enero de 2020. También han aumentado las emboscadas en las carreteras a los convoyes de suministro estadounidenses o de la coalición, con una frecuencia de seis al mes, es decir, alrededor de 75 desde enero de 2020. En estos casos se sospecha también de otras facciones, como Kataeb Hezbollah.
Sentado sobre un pequeño colchón, Hamid al-Husaini viste el uniforme militar y fusila con la mirada a cada mención del ‘diablo’: los Estados Unidos
Inna Rudolf, analista de la seguridad iraquí e investigadora del King’s College de Londres, admite que la autonomía de estas milicias se debe en parte a “la ambivalencia de la ley que rige a los Hachd al-Chaabi. Las define como parte de las fuerzas armadas del Estado, pero al mismo tiempo como un órgano independiente. Esto ha complicado la aplicación de algunas regulaciones”.
En efecto, el Estado iraquí ha ratificado la prohibición de implicarse en política o de practicar actividades comerciales para los escuadrones de los Hachd al-Chaabi. “Las formaciones alineadas con Irán también juegan con la confusión. Se asientan en el Hachd al-Shaabi y reivindican el estatuto y los privilegios correspondientes a un agente estatal, dejando al mismo tiempo a sus fuerzas armadas fuera del marco del Estado y de los Hachd. Por lo tanto, si uno de sus miembros está implicado en un ataque armado, es difícil para el Estado iraquí establecer si se trata de un delito cometido por un miembro de los Hachd o por un miembro de una milicia ilegal”, revela esta investigadora. De este modo, algunos grupos pueden seguir financiándose con los presupuestos del Estado y ser reconocidos oficialmente, a la vez que continúan realizando actividades ilegales y criminales en Iraq.
Venganza compartida
En las afueras de Basora, no lejos de la frontera iraní, un hombre de pequeña estatura, vestido de traje, entra en un imponente bloque de hormigón. La casa de Ahmed Abdul Kareem, 62 años, no es un búnker, pero se le parece mucho. El jefe de la Organización Badr en Basora —la milicia pro-iraní más importante de los Hachd al-Chaabi— se sienta en su salón, donde reina el retrato de dos iraníes: el líder supremo Ali Khamenei y el ayatollah Ali al-Sistani.
“Estamos ansiosos por vengar a Soleimani y Muhandis, y lo haremos aunque el gobierno iraquí no nos dé su consentimiento. No tienen nada que ver con esta historia...”, expresa con firmeza, antes de recoger un poco de carrete: “¿Me preguntabas por Badr o por mí? No, mi venganza será una cuestión personal y se hará independientemente de la Organización Badr, que está vinculada al gobierno”.
Inna Rudolf, “con la desaparición de Muhandis y Soleimani, todos los autoproclamados líderes de la resistencia se sienten alentados a asumir riesgos”
Sentado sobre un pequeño colchón, Hamid al-Husaini viste el uniforme militar y fusila con la mirada a cada mención del ‘diablo’: los Estados Unidos. “Cuando me enteré de que nuestros líderes Qassem Soleimani y Muhandis habían sido asesinados, fue como si me hubieran dicho que mi padre había muerto. Abu Mehdi al-Muhandis era la figura paterna de todos los combatientes aquí en Iraq”, escupe con voz ronca el comandante de la milicia Saraya al-Khorasani, también pro-iraní. “Confío en que en el futuro habrá un plan ambicioso para vengar estas dos grandes pérdidas nacionales. Y ese día, podré cortar las manos de aquellos que cometieron tan cobarde crimen”, manifiesta.
Cuando se le cuestiona acerca de la implicación de su facción en los ataques sufridos por las posiciones estadounidenses en Iraq, el hombre barre con el revés de su mano: “Estos ataques contra la embajada americana en Bagdad son de bajo nivel y pretenden ofender a la resistencia (la de los Hach al-Shaabi) en Iraq. Los responsables de esto son agentes apoyados por Estados Unidos para arruinar nuestra reputación”.
Pérdida de control central y aparición de mafias
Por su parte, Imad al-Assadi, director de la oficina de Asaib Ahl al-Haq en Basora, niega a medias los ataques de su grupo contra los Estados Unidos. “Creo que no tenemos ningún papel, directo o indirecto”, esquiva con una sonrisa. “Hay agentes [estadounidenses] en el gobierno iraquí. De hecho, uno de ellos, que había trabajado con anterioridad en la seguridad del país [el primer ministro Moustafa al-Kazimi], impide toda respuesta hostil contra los Estados Unidos. Pero créanme, encontraremos cualquier forma de vengarnos”.
De todas las fasa'il encontradas (las milicias iraquíes preexistentes en Hachd al-Shabaab y que forman parte de la organización), ninguna parece querer respetar las órdenes del primer ministro iraquí ,y menos aún querer seguir a Irán, que sin embargo debe controlar a la mayoría de sus facciones, ampliamente comprometidas con sus ideologías religiosas y políticas. Mientras que la reciente elección de Joe Biden podría hacer que los Estados Unidos volvieran al acuerdo nuclear, estas provocaciones en Iraq parecen perjudicar la causa iraní. Según Inna Rudolf, “con la desaparición de Muhandis y Soleimani, todos los autoproclamados líderes de la resistencia se sienten alentados a asumir riesgos. Sin embargo, todavía hay una convergencia ideológica con Irán porque se adhieren a toda la narrativa de la alianza de la resistencia [contra el enemigo americano e israelí] Pero en Iraq se sienten con derecho a elegir sus prioridades y batallas, que no tienen porque reflejar necesariamente los intereses del régimen iraní''.
A pesar de la pérdida de control de varios de sus intermediarios iraquíes sobre la presencia estadounidense, Teherán aún conserva la influencia ideológica, social, religiosa y política sobre ellos. La sangrienta represión de las manifestaciones del invierno de 2019 (con más de 600 muertos), ejercida en particular por varias milicias pro-iraníes, ha demostrado hasta qué punto Teherán no tenía intención de aflojar su abrazo estratégico sobre Iraq. “Incautamos cuatro drones militares a Harakat Hezbolá al-Nujaba [milicia pro-iraní] quienes planeaban usarlos contra manifestaciones en Basora”, dice una fuente de seguridad de esa misma gobernación.
En Bagdad, como en otras ciudades del país, distritos enteros se han convertido en campos de extorsión, que las facciones comparten
“En aquel momento, la sociedad iraquí estaba claramente empoderada. Había un hartazgo para con los hombres religiosos y las tradiciones conservadoras y, por lo tanto, un rechazo en bloque a Irán, una denuncia sistemática de su dominio sobre el Estado iraquí, así como su omnipresencia en el país”, analizaba Hady Mede, doctor en ciencias políticas e investigador en el CESSP, Universidad de París 1 Panthéon Sorbonne.
Adnan (que usa un nombre falso para este reportaje) sabe lo nefasto que puede resultar criticar abiertamente a Irán. Él mismo fue alto mando, durante varios años, de Asaib Ahl al-Haq. Tras varios cigarrillos consumidos en la oscuridad de una habitación, el hombre se confiesa arrepentido. “Dejé la organización... Antes de eso descubrí listas con los nombres de manifestantes, activistas y políticos locales a los que asesinar”. En ese mismo momento, decidió advertir a estos hombres y mujeres de que eran el objetivo de la milicia pro Irán. “Algunos me creyeron y huyeron a Kurdistán. Los demás están muertos”. Y es que, más que tener una agenda política y religiosa iraní impuesta por el terror, varias milicias en el seno de Hachd al-Chaabi se dedican a la extorsión.
En Bagdad, como en otras ciudades del país, distritos enteros se han convertido en campos de extorsión, que las facciones comparten. Un ingeniero iraquí dice: “Tienen una oficina no oficial en cada barrio que controlan. Allí, militantes armados vigilan a las empresas que se van creando para extorsionarlas, obligándolas a asociarse para obtener beneficios u obligándolas incluso a firmar un contrato de seguridad. Si te niegas, cierran tu tienda o te meten una bala en la cabeza. Son peores que la mafia italiana, porque no tienen ningún principio”.
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EEUU y los aliados claro, nunca abandonaran Irak y dejarla en manos de Irán, todos los países de la zona están debilitados, a expcion los del Golfo que son fieles "aliados".