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Hemeroteca Diagonal
Por qué estar en desempleo no es no tener trabajo
Si usted ha estado tanto tiempo buscando trabajo que ya ha tirado la toalla, no se preocupe, usted no está en el paro. Tampoco lo está si está buscando su primer empleo, si se dedica a tareas domésticas o responsabilidades familiares o si asiste a cursos de formación del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE, antiguo INEM). Éstos son algunos de los grupos sociales que quedan fuera de las dos estadísticas de desempleo disponibles, tanto la elaborada por el propio SEPE, dependiente del Ministerio de Trabajo, como la realizada por la Encuesta de Población Activa (EPA), dependiente del Ministerio de Economía.
Cada mes, el SEPE hace públicos sus datos sobre lo que denomina “paro registrado”. Al basarse exclusivamente en las personas inscritas como demandantes de empleo, quedan fuera automáticamente todas aquellas personas que, por el motivo que sea (por ejemplo la escasa utilidad del SEPE para encontrar trabajo), no están inscritas. En este grupo se encuentran, por supuesto, los 800.000 trabajadores sin papeles estimados por el colectivo de investigación Ioé a principios de 2011. También quedan fuera de la estadística todos aquellos que sí estaban inscritos pero no renovaron su demanda, un caso habitual entre los desempleados que han finalizado el cobro de la prestación. Estas exclusiones, consecuencia de la propia actividad del SEPE, adelgazan la tasa de desempleo en una cantidad desconocida de personas que el organismo no computa, mientras que la tasa engorda en menor medida dado que sí pueden estar incluidas como parados trabajadores ‘en negro’.
Reducir el paro con números
Sin embargo, hay otros tipos de personas desempleadas que el SEPE sí cuenta pero excluye deliberadamente de la tasa de paro. Tras las reformas emprendidas por los ministros de Trabajo Joaquín Almunia en 1985 y Jesús Caldera en 2008, no son “parados registrados” las personas inscritas que buscan un trabajo eventual que no dure más de tres meses, un empleo de jornada reducida o inferior a 20 horas semanales, los solicitantes de empleo para el extranjero o a domicilio, quienes se inscriben porque se lo exigen para entrar en un proceso de selección específico, los estudiantes menores de 25 años, los demandantes de primer empleo, los asistentes a cursos de formación, quienes rechacen acciones de inserción laboral, trabajadores agrarios subsidiados, los fijos discontinuos o parte de los trabajadores afectados por expedientes de regulación de empleo. Todos estos sectores son encuadrados en las categorías de “otros no ocupados” y “con disposición limitada”. En los datos del SEPE en julio ascendían, respectivamente, a 378.238 y 242.183. Los “parados registrados” eran 4.587.455, pero si sumamos todas las cifras nos da la friolera de 5.207.876 personas desempleadas. Estas dudosas prácticas que rebajan la cifra de personas desempleadas en el Estado español fueron criticadas por líderes del PP en su función de oposición al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, aunque tras su victoria electoral se han encargado de defender la forma en que se elabora la estadística. Efectivamente, los propios datos que no computa el SEPE, sumados a los que esconde, hacen que la cifra que ofrece sea actualmente mucho menor que la de la Encuesta de Población Activa. Para el Colectivo Ioé, los datos del SEPE “no deberían utilizarse como estadística general del empleo o matizar mucho su uso, en caso de hacerlo”.
La EPA, que publica sus resultados trimestralmente, se elabora en base a una encuesta telefónica a 65.000 hogares. Su carácter de encuesta relativiza los datos en comparación con los del SEPE, pero tiene mayor grado de aceptación que la segunda dadas sus características, homologadas a nivel de la UE. La encuesta no excluye a los trabajadores ‘en negro’, ya que sólo pregunta si existe actividad laboral, sin distinguir entre afiliación o no afiliación a la Seguridad Social. Así mismo, la encuesta no indaga sobre la inscripción o no en el SEPE. Como consecuencia, la cifra de desempleados ofrecida por la EPA en julio era de 5.693.100, 1.105.645 más que la del SEPE. La tasa de desempleo suponía un 24,63% de la población activa.
La “búsqueda activa”
No obstante, la EPA también tiene su definición particular de las personas en paro. Según su concepción, parado es quien “busca empleo activamente”, independientemente de que esté o no inscrito en el SEPE. En consecuencia, varios sectores son, según la respuesta que den, excluidos de la población activa y van a parar al baúl de los “inactivos”, junto con, por ejemplo, los jubilados. Entre otras personas desempleadas que no computan como tales, están quienes declaran que no buscan trabajo porque “cree que no lo va a encontrar”, los afectados por una regulación de empleo, quienes cuidan niños, enfermos, discapacitados o mayores, quienes se dedican a las tareas del hogar, los discapacitados que sí pueden trabajar pero creen difícil conseguirlo y quienes tienen otras responsabilidades familiares o personales.
Según Ioé, la EPA es “el reflejo de determinadas opciones estratégicas: lo que interesa es el empleo ‘de mercado’, excluyendo otras prácticas. Ciertamente la tendencia de la EPA y encuestas similares de otros países es a infravalorar el desempleo cuando introduce el concepto de ‘búsqueda activa de empleo’, excluyendo de la estadística a las personas desanimadas. Sería más adecuado introducir a quienes no tienen trabajo y desearían encontrarlo. En cierto modo, la exclusión de quienes no lo buscan, como pasa con muchas personas con discapacidades, es una forma de marginación estadística de los colectivos más marginados”. Jordi Berbis, del seminario Taifa, añade que “la definición de parado permite barrer bajo la alfombra situaciones de desempleo con pocas esperanzas de solucionarse, pero también situaciones de subocupación”. ¿Qué pasaría si la EPA cambiara sus criterios y preguntara “¿Desearías tener un trabajo remunerado?” a los encuestados? Gran parte de las personas “inactivas” pasarían a computar como “paradas”, lo que seguramente elevaría la tasa de desempleo más allá del 30%. El juego con los números permite a los sucesivos gobiernos no aumentar la siempre preocupante alarma social. Ya lo dijo Mark Twain: “Hay tres tipos de mentiras: las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas”.