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Francia
Los hijos e hijas de Francia: su abandono, la vergüenza racista de la República
La sorpresa del relato de abandono institucional racista que aquí se expone no es la existencia de personas migrantes que viven masivamente en la calle, sino del hecho de que muchos de ellos son menores de edad que el estado francés no reconoce como tal o que, a la espera de ser reconocidos, el circuito institucional no los acoge. En el marco de la acción-investigación sobre racismo y vivienda llevada a cabo por el Institut de les Desigualtats en su proyecto Deconstruyendo blanquitudes: mujeres libres de islamofobia y racismos, me desplazo a París a conocer la situación de violencia racista que desde hace meses Darío Nadal reporta en sus redes sociales dándole voz a los chicos que exigen que se les escuche y no se les abandone. El Parque de Belleville no solo ha sido testigo de la masividad de este problema, sino que en los últimos tiempos se ha convertido en la trinchera de resistencia, de reunión y de organización vecinal ante la inacción institucional y la habitual violencia policial.
La amenaza de la extrema derecha no es solo institucional sino que implica la compra de sus narrativas por parte del liberalismo francés
El ciclo político francés actual viene marcado por la acentuada violencia contra las personas migrantes y racializadas, con una especial virulencia islamófoba. La pérdida de la mayoría absoluta de Emmanuel Macron en las elecciones de junio de 2022 no fue suficientes para dar un balance positivo porque, a pesar de los buenos resultados de Jean-Luc Mélenchon, la extrema derecha de Le Pen fue la segunda opción más votada. En segunda vuelta obtuvo el 41,5% de votos, mejorando en un 7,6% sus resultados de 2017. La amenaza de la extrema derecha no es solo institucional sino que implica la compra de sus narrativas por parte del liberalismo francés. A pesar de desenmarcarse de sus discursos reaccionarios, los rebaten asegurando que la inmigración ya está siendo suficientemente controlada por ellos.
Tal y como afirma Mathieu Pastor, (militante de Marche de Solidarités y del Collectif Paris 20ème Solidaire) en un encuentro para este reportaje, los precedentes a la actual reforma migratoria son un hilo de declaraciones racistas del actual ministro del interior. En efecto, Gerald Darmanin no ha dudado en asegurar que su reforma es para ‘’hacer la vida imposible a los migrantes’’ y se enorgullece de promover ‘’la ley más dura de los 30 últimos años”. Pastor concluye diciendo que ‘’a través del debate de la inmigración estamos debatiendo el modelo de sociedad’’ y en este sentido el poder ejecutivo y judicial francés ha tomado partido en su modelo de sociedad (blanca). Ello se hace evidente, por ejemplo, con la prohibición anunciada a principios de curso por Gabriel Attal (ministro de Educación) de la abaya, un vestido ancho sin connotación religiosa usado tradicionalmente en algunos países del norte de África y la península arábiga. Otro golpe racista en este ciclo ha sido el archivo de la causa de Adama Traoré (víctima mortal de violencia policial en 2016, a los 24 años) y el asesinato policial del joven Nahel (17 años) este verano. A este último caso, hay que añadir que su autor recibió el apoyo masivo de los poderes de la extrema derecha gala, llegando a recaudar más de un millón de euros para el agente.
Opinión
Crisis en Francia Vivir quemados, incendiar Francia
En todo este marco de violencias racistas, aparece la Loi Darmanin, la reforma migratoria estrella de este gobierno. En los medios españoles se hacen eco de una medida ‘’positiva’’: la regularización de trabajadores migrantes. La primera trampa está ahí, puesto que esta regularización se hace con respecto a los trabajadores en sectores donde hay más falta de mano de obra debido, entre otras cosas, a su precariedad (algunos ejemplos son la construcción o la hostelería). Pero además, lo que invisibilizan los medios españoles son medidas como el aumento de herramientas legales para facilitar la expulsión o favorecer el ‘ius sanguini’ en la obtención de la nacionalidad. En la votación del lunes 11 de diciembre la Asamblea francesa aprobó una moción en contra de la Loi Darmanin. Esta aparente buena noticia debe leerse con especial atención, puesto que ha aglutinado el voto de las izquierdas y de la extrema derecha, que considera que la reforma migratoria es demasiado laxa. Las organizaciones antirracistas temen que el texto que se lleve a votación incorpore medidas todavía más duras, hecho que facilitaría el voto de la extrema derecha y la aprobación de la Loi Darmanin.
Sobre la violencia específica contra los menores no acompañados, se hace necesario un contexto de la línea política francesa en esta materia. Desde el año 2015, existe un aumento significativo de la entrada de menores extranjeros no acompañados. En el año 2018, ya Médicos Sin Fronteras denunciaba un reconocimiento de la minoría de edad en todo el país por debajo del 50% y reportaba que la obligación de proporcionar alojamiento inmediato no estaba siendo cumplido. En el informe de menores no acompañados de 2022 publicado este septiembre por el Ministerio de Justicia francés, se señala un aumento general del 30% respecto al 2021, con un especial aumento por el lado de las mujeres jóvenes quienes respecto al año anterior aumentaron un 73%. En este mismo documento oficial, se recoge la llegada (contabilizada) a París de 572 menores de orígenes diversos, a destacar Malí (15,9%), Costa de Marfil (13,06%), Argelia (13,03%), Marruecos y Guinea Conakry (con el mismo porcentaje de 10,7%). Los menores procedentes de países no francófonos pretenden en la mayoría de los casos llegar a Reino Unido, de ahí el alto porcentaje de menores afganos (18%) en Calais. Lo que este informe no recoge son las vulneraciones perpetradas por las administraciones francesas. Entre otros: la presencia de menores no reconocidos en los centros de retención administrativa (los CIE en España), dar citas de permiso de residencia a menores (trámite reservado a adultos y cuya aceptación implica el rechazo de facto de su reconocimiento como menores) o la espera en situación de calle hasta que dicho reconocimiento llega.
Por lo tanto, la supresión de la presunción de la minoría de edad sería la culminación en forma de ley de una práctica de hecho de las administraciones francesas. Roxanne Pitchelu, copresidenta del Centro Tara, en un encuentro para este reportaje narra que existen dos tipos de criterios para el reconocimiento de minoría: el físico y el psicológico. Afortunadamente, las pruebas médicas de pubertad para chicos y chicas habían desaparecido en 2017. Sin embargo, el máximo grado de violencia y deshumanización viene en las pruebas psicológicas. Pitchelu asegura que dichas pruebas las realizan ONGs con alto grado de financiación (también estatal) con un criterio reglamentado de aplicación variable. No solo se les expone a preguntas que les hace revivir un dolor inimaginable, sino que además en los informes de denegación de la minoría de edad las conclusiones incluyen prejuicios racistas sobre ‘’la cultura africana’’ o ‘’ciertas tradiciones que no concuerdan con el modelo francés’’.
Un ejemplo que Pitchelu relata es el informe de denegación de uno de los jóvenes que acompaña. En él, se aseguraba que no podía ser menor porque cuando hablaba de la muerte de su madre no mostraba suficiente emoción. Cuando T. (pseudónimo del jóven) leía dicho documento lloraba asegurando que él sí estaba afectado por la pérdida de su madre. Además, la copresidenta de Tara destaca que existen problemas de salud mental severa donde la asociación está debiendo acompañar a algunos chicos para que reciban asistencia psiquiátrica. A la violencia actual, cabe añadir que las audiencias de recurso contra la denegación de la minoría de edad están llegando siete u ocho meses después en los tribunales administrativos de Bobigny, Créteil y París. Casos como el del compañero A. (joven de Guinea Conakry), citado para el 16 de enero. Eso quiere decir que, mínimo, hasta el 16 de enero deberá dormir en su lugar actual (debajo de un puente a la vera del río Sena).
Ante la situación desesperante del aumento de menores en situación de calle y la absoluta desesperación de la falta de recursos de las asociaciones que los acompañan, estas decidieron ocupar una escuela abandonada en el rico distrito XVI de París (École Erlanger) con tal de hacer reaccionar al estado sobre la violencia ejercida contra la adolescencia migrante a través del abandono y las violencias policiales cotidianas. En dicha ocupación, llevada a cabo por Tara, Utopia 56, Timmy y Les Midi du Mie, que duraría entre abril y junio de 2023, hasta un total de 700 personas (sobretodo voluntarios/as y jóvenes) llegaron a convivir en ese espacio. A pesar de la ola de solidaridad que cierto sector de la sociedad parisina mostró con aportaciones de comida, talleres de boxeo, reconocimientos médicos o cortes de pelo; a medida que pasaba el tiempo, las amenazas de la extrema derecha no pararon de crecer.
El 20 de junio de 2023 cientos de jóvenes ocuparon la plaza del Palacio Real en París con sus tiendas de campaña. La ocupación del espacio público era su única arma de acción política y de demanda del fin de la violencia
En un foto-libro que recoge aquellos días Erlanger: journal d’une crise humanitaire, los jóvenes expresan el miedo a que la extrema derecha les pueda hacer daño. Ya a los dos semanas aparecieron carteles de la Reconquête (el partido de Éric Zemmour) expulsando odio a lo que ellos llamaron ‘’clandestinos’’, otros carteles acusando a las asociaciones de ‘’abrir las puertas a la inmigración islámica’’ y otros afirmando que ‘’las francesas no eran fronteras inviolables’’. Mientras las condiciones de salubridad empeoraban, empezaron a darse manifestaciones de grupos fascistas delante del colegio poniendo en grave peligro la seguridad de los jóvenes. Ante esta situación, ellos y las asociaciones decidieron abandonar la escuela a finales de junio, pero no la lucha.
Por ello, el 20 de junio de 2023 cientos de jóvenes ocuparon la plaza del Palacio Real con sus tiendas de campaña. De nuevo, la ocupación del espacio público era su única arma de acción política y de demanda del fin de la violencia. Sin embargo, empezó lo que para muchos sería el infierno: la gendarmería empezó a cargar con especial agresividad contra los jóvenes (recordemos, menores) y voluntarios. Los echaron arrastrándolos y no dudaron en hacer uso de sus armas reglamentarias de manera desproporcionada, atacando zonas vitales y destruyendo sus pocos objetos personales. En palabras de Roxanne Pitchelu, quién lo vivió, ‘’la actuación fue especialmente agresiva y violenta’’. Tal y como ella relata, después de este hecho y tras tres meses de ocupación que finalizaron —entre otros motivos— por la amenaza de la extrema derecha, las energías decayeron absolutamente.
La única alternativa que veían asociaciones como Tara es proponerles a los chicos un barrio más seguro (en relación a la amenaza de la extrema derecha) y por eso les propusieron que alojarse en el Parque de Belleville, situado en el barrio que recibe el mismo nombre y conocido por su tradición política.
Así pues, poco a poco, se empiezan a instalar en dicho parque y alrededor de su asentamiento se construye una comunidad de solidaridad vecinal que trabaja en dos ejes: organizar la ayuda humanitaria y organizar la incidencia política. Muchas veces, estos dos trabajos se interrelacionan y ejemplo de ello es la tarea llevada a cabo por mujeres africanas del barrio como Edwige Gohi, vecina marfileña del barrio de Belleville desde el año 2002. En una entrevista para este reportaje, asegura que ‘’esto que hago es político’’. Gohi explica que desde su llegada a principios de los 2000 apreció la presencia de menores en la calle y la violencia que sufrían. Ante esto, ella se acercaba a todos los que podía y los derivaba a los recursos que conocía. Cuando empezaron a asentarse los jóvenes en el Parque de Belleville después del desalojo del Palacio Real, Edwige contribuyó cocinándoles con los platos de sus países, acercando saberes desde una proximidad cultural y movilizó recogida de dinero y de ingredientes, junto con otras madres africanas del barrio.
Alrededor del asentamiento donde viven los menores se construye una comunidad de solidaridad vecinal que trabaja en dos ejes: organizar la ayuda humanitaria y organizar la incidencia política
Además de ello, participa activamente en las reuniones del barrio para organizar junto con los jóvenes el sostenimiento comunitario de la situación. Estas reuniones son un verdadero espacio político donde pensar colectivamente acciones como la del pasado 3 de diciembre. Ese día se llevó a cabo la ocupación de una sala del ayuntamiento volviendo a reclamar soluciones para los menores: una acción que concluyó con el refugio de 34 jóvenes hasta marzo. Una medida mínima y muy provisional ante la magnitud del problema.
A mediados de octubre de 2023, se produjo una evacuación del Parque de Belleville tras la que se alojó a 430 jóvenes en centros de demandantes de asilo. Allí, resguardados de las frías noches parisinas, se les dijo que para permanecer debían firmar una demanda de asilo cuando muchos de ellos no cumplían el perfil jurídico. Ante la facilidad de expulsión que daría la denegación de asilo, Avocats Solidaires aconsejó no firmar dicha demanda, así que no lo hicieron. Como consecuencia, la gendarmería se personó en los centros para expulsarlos de nuevo a la calle.
En el momento de redactar estas líneas, estos jóvenes menores viven en la calle sobreviviendo gracias al trabajo voluntario de gente joven (sobre todo) en asociaciones con recursos limitados. Son estas las que realizan un trabajo humanitario indispensable para la subsistencia mínima, puesto que en el marco de la operación —racista— de limpieza del ayuntamiento de París por los Juegos Olímpicos de 2024, los servicios municipales retiran de la calle su poco material de supervivencia. Como pude ver en primera persona, las asociaciones se personan con una furgoneta con tiendas y mantas en puntos como la plaza del ayuntamiento de París y, después de conseguirlas, los jóvenes buscan donde poder dormir esa noche. En la ciudad del lujo y el amor, se puede apreciar una evidente violencia racista institucional en relación a la situación de calle de los menores, donde las instituciones también quedan pasivas ante la existencia de familias negroafricanas con menores de alrededor de tres años, que viven cerca del Hôtel de Ville. A pesar de lo indispensable de la ayuda humanitaria, el fin de la violencia racista del estado francés y de sus brazos ejecutores (policía y servicios sociales) es la única receta antirracista posible frente tanto dolor y sufrimiento de las infancias y adolescencias migrantes.