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Cine
Todos queremos ser Tony Stark
“Creo que es un signo muy alarmante si tenemos un público de adultos yendo a ver la película de Los Vengadores y disfrutando con sus conceptos y personajes, los cuales estaban pensados para entretener a niños de doce años en 1950” - Alan Moore
En el fondo, el superhéroe es la versión actualizada de los héroes que han existido en todas las culturas, desde la Antiguedad, con Gilgamesh, Hércules y Aquiles, hasta los héroes de las leyendas medievales, como el rey Arturo o Sigfrido (incluso como el castizo Cid).
Pero el concepto de superhéroe (y con él el de héroe) dio en los años ochenta un giro hacia algo que, si quisiéramos usar un palabro de esos para impresionar al respetable, llamaríamos postmodernismo.
El fin de la polaridad
Para hablar a las claras, lo que ocurrió fue el agotamiento de la fórmula tradicional del héroe bueno buenísimo contra el villano malo-malísimo, lo que derivó en la creación de personajes psicológicamente más complejos y moralmente más ambiguos. Watchmen, de Alan Moore El Regreso de el Caballero Oscuro, de Frank Miller o la aparición de títulos como Punisher o Ghost Rider son una buena muestra de ello.
Este tipo de personajes han tardado unos treinta años en llegar al mundo del cine superheroico y, aún a día de hoy, son minoritarias las películas que siguen esta línea un tanto más oscura y, digámoslo como a Moore le gusta, más adultas. El Batman de Nolan debe ser citado como su máximo exponente, pero también, mal que le pese a su autor, la fidedigna Watchmen.Pero el esquema que la mayoría de las películas de superhéroes continúa presentando es el que Joseph Campbell formuló en su famoso libro El héroe de las mil caras, con escasas variaciones y, siempre, con una visión maniquea de la realidad, sin matices, sin grises. Es la vertiente que siguen las películas de Marvel Studios.
Podemos decir entonces que el cine continúa siendo el baluarte donde los superhéroes siguen siendo esos héroes clásicos que, no olvidemos, cumplían la función de reflejar lo que a nosotros nos gustaría ser. El superhéroe de Moore ha perdido esa misión, para convertirse en una amarga broma de lo que se es. La cuestión no es que Los Vengadores sea una película infantil (que lo es). La cuestión es que todos querríamos ser Tony Stark, pero no el Rorschach de Moore. El problema es que nos parecemos más a lo segundo que a lo primero.