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Energía nuclear
¿Y si no se hubiera abandonado la energía nuclear en los 70? I
Artículo publicado originalmente en The Seneca Effect.
Más de 60 años tras su publicación, Nuestro amigo, el átomo sigue siendo esencial en la historia de la energía nuclear. Con cierta facilidad se puede encontrar en internet el episodio de TV de Disneylandia que adaptaba el libro. Ahora sorprende, como lo hiciera en su día, el arte de la presentación que es. La industria nuclear se encontraba en una rápida expansión y aún seguiría creciendo durante un par de décadas. Con este libro se presentaba una futura Era Atómica que traería energía abundante y barata para todo el mundo. Quizás, una energía tan barata “que sería gratis”.
La cosa no funcionó. En la gráfica podemos ver las nuevas centrales instaladas en todo el mundo. El pico se alcanzó hacia 1970, y los planes para construir más debieron declinar antes de eso. Ya en los 60 el entusiasmo por la nuclear perdía impulso, en una tendencia que alcanza hasta la actualidad, pese a ciertas promesas de un renacer. (imagen de la Univ. Texas)
¿Por qué se torció la cosa? La historia se suele resumir en que los malvados Verdes iniciaron una confabulación antinuclear por motivos estrictamente ideológicos. Sin embargo, el famoso “sol sonriente” no adquirió fuerza hasta finales de los 70, cuando la industria ya vivía una caída libre. Nunca, nunca en su historia, han podido los Verdes cerrar una central que hacía dinero. ¿Por qué iban a ser ellos los responsables del fracaso nuclear? Además, con una campaña que empezó al menos una década después de que sus rivales comenzaran su descenso hacia el ocaso. ¡Malvados, pero es que encima los Verdes podían viajar en el tiempo!
Ante la luz de los datos, se observa que el sol sonriente no fue la causa, sino uno de los síntomas de los problemas que tenía la industria nuclear. Hasta los 50, había prosperado casi exclusivamente en su rama militar, produciendo bombas atómicas. La generación de electricidad para el mercado civil fue una labor adyacente, así como la producción de isótopos para la investigación y la aplicación médica. El problema era que los arsenales nucleares alcanzaban unos tamaños absurdos, más allá de toda necesidad razonable (si queremos emplear este término) de defender la nación.
Esto debía evidenciarse ya en los 50 si nos atenemos a las tendencias de crecimiento: la industria estaba saturando su propio mercado. La única solución para estimular la demanda era comenzar una guerra nuclear pero, afortunadamente, nadie se atrevió.
Hasta los 50, la industria nuclear había prosperado casi exclusivamente en su rama militar, produciendo bombas atómicas. La generación de electricidad para el mercado civil fue una labor adyacente, así como la producción de isótopos para la investigación y la aplicación médica. El problema era que los arsenales nucleares alcanzaban unos tamaños absurdos, más allá de toda necesidad razonable (si queremos emplear este término) de defender la nación.
Así pues, ¿cómo encontrar nuevos mercados para la nuclear? Con tantas bombas a mano, una solución posible era adaptarse al mercado civil y expandirse más allá de los EEUU. En los 50, el país llevó a cabo un programa que nació con el discurso de Eisenhower conocido como Átomos por la paz en 1953. La idea era diseminar tecnología nuclear por todo el mundo como forma de producir energía y otros productos de gran utilidad. La película de Disney del 56 era una ramificación del proyecto.
En retrospectiva, el programa no podía funcionar, y de hecho no lo hizo. La industria nuclear solo se encontraba con problemas, cuando uno solo ya hubiera sido suficiente para frenar su crecimiento. Todos juntos, aquello era imposible. Aquí tenemos una lista:
1. Un problema de recursos minerales.. De hecho, la historia de la valoración de reservas de uranio es fascinante en sí misma. Palmer Putnam publicó en 1953 el libro Energía en el futuro en el que llevó a cabo una de las primeras valoraciones cuantitativas sobre el potencial de la fisión en términos de reservas minerales de uranio. Abajo, un párrafo (en inglés) esencial:
Se emplea un concepto clave, “asumiendo la reproducción (breeding)”. Esto es, asumiendo que la energía se puede extraer tanto del isótopo de uranio 235 como del de 238. El resultado proveería de 1700 quads, algo así como 100 veces el contenido de las reservas (por aquella época) de petróleo y gas natural.
Ya en los 50 se entendía que el plutonio de reproducción era imprescindible para una economía basada en la nuclear. De emplearse sólo el U235 entonces las reservas se reducían a un 0,72% del total, o 12 quads. Asumiendo una muy optimista eficiencia del 30% (en serio, muy optimista) el total a obtener serían 4 quads. Antes, Putnam había establecido que el mundo necesitaría 70 Q de energía para el año 2000. Sin reproducción, no había era atómica. Así de sencillo.
Todo dependía de esta tecnología apenas desarrollada de la reproducción. Hubo un par de intentos de construir centrales nucleares reproductoras, constantes víctimas de que costaban más y requerían más tiempo. Poco a poco, la financiación, esencial para desarrollar esta tecnología, fue desapareciendo y se frenó todo intento. La central más conocida de este tipo, la Superphenix francesa, cerró en 1996. Sin reproducción, no hubo era atómica.
2. Un problema de contaminación. En los 50, no se consideraba los residuos nucleares como un problema serio, pero quedó claro que, de construirse nuevas centrales, sería necesario hacer algo con ellos. Y se empezó a entender que desmantelar una central nuclear tras el fin de su vida útil se convertiría en un proceso largo y caro. A una parte significativa de los residuos le llevaría siglos, incluso milenios, hasta volverse inofensiva. Y, en todos estos casos, ¿quién iba a pagar los gastos? Nadie respondió esta pregunta en su día y, ahora, aún no conocemos su respuesta.
3. Un problema comercial. La electricidad obtenida a partir de la energía nuclear siempre fue más cara que la producida con petróleo o carbón. Por esto, la producción de electricidad para el mercado civil precisaba de cuantiosas subvenciones para ser competitiva. Hasta 1977, la industria militar proveía parte de estos subsidios de manera indirecta, por medio de la compra de plutonio producido en las centrales, necesario para las armas nucleares. Carter abolió estos subsidios en parte porque los EEUU ya tenía demasiadas bombas atómicas y en parte para evitar la proliferación del material fisible. Para entonces, la industria ya dejaba claro que no era competitiva. ¿Y quién iba a invertir dinero en una industria no competitiva?
Continúa en la segunda parte.
Traducción de Raúl Sánchez Saura.