Energía nuclear
Ascó o los problemas de la nuclear: riesgos, peligros y accidentes

La historia de la energía nuclear en Catalunya ha estado plagada desde sus inicios por oscuros intereses económicos, riesgos por catástrofes naturales y peligrosidad para las poblaciones cercanas y el medio ambiente. El caso de Ascó resulta paradigmático para entender un insostenible modelo energético que se pretende mantener pese a que es innecesario, dañino y obsoleto, como demuestran los constantes problemas de funcionamiento de la central. 
Tanquem Ascó. Fecha de fin de licencia: septiembre 2021
Ecologistas en Acción
23 abr 2018 09:27

Ascó tiene dos reactores del tipo reactor de agua a presión (PWR): uno de 1032,5 MWe, y otro de 1027,2 MWe. Su sistema de refrigeración consta de una torre de tiro natural, dos baterías de tiro forzado y del propio río Ebro. El primer reactor empezó a operar en diciembre de 1984 y el segundo en marzo de 1986 

La central nuclear de Ascó —al igual que la de Vandellós— está gestionada por la Asociación Nuclear Ascó-Vandellós (ANAV), que está participada por Endesa e Iberdrola. El reactor I de la central de Ascó está gestionado al 100 % por Endesa, y el II en un 85% por Endesa y un 15% por Iberdrola. Por orden ITC/3372/2011 para Ascó I y ITC/3373/2011 para Ascó II, publicadas en el BOE 296 del 9 de diciembre de 2011, se renovó por diez años, a contar desde el 2 de octubre de 2011, la licencia de explotación de estas centrales. En el año 2014, 1.041 personas formaban la plantilla de las centrales nucleares catalanas de Ascó y Vandellós, gestionada por ANAV.

La historia de las dos centrales de Ascó está muy ligada a las primeras manifestaciones ecologistas de Catalunya. Juan Carranza y Balsebre (Ascó, 1928 - Santa Coloma de Farners, la Selva, IV / 1997) fue el primer alcalde de Ascó tras la dictadura franquista y uno de los principales activistas que ha tenido el movimiento antinuclear. Sastre de profesión, se casó con Maria Font, de la Fatarella, con quien tuvo nueve hijos (entre ellos el escritor Andreu Carranza y Fuente).

Desde 1974, con otros vecinos del pueblo que formaban el consejo parroquial —sobre todo con el cura Miguel Redorat, el cronista Carmel Biarnés y el agricultor Ramón Tarra—, formaron el núcleo de un movimiento local y comarcal antinuclear, entonces inédito, que pronto se expandió por todo el país. La particularidad de este movimiento fue lo que algunos cronistas como Xavier Garcia en su libro Catalunya també té Sur llamaron “la revuelta de los curas”. Junto con Mosén Redorat, se unieron a la causa antinuclear otros curas de la zona entre los que destacamos a Mosén Rebull, hijo del Patrón Mayor de la Cofradía de pescadores de L’Ametlla de Mar, quien a su vez encabezó la lucha de este último pueblo en contra de la intención de situar tres reactores en su término municipal.

La historia nuclear de España va ligada al secretismo con el que han actuado siempre las compañías eléctricas. En los municipios afectados, esta imposición originó numerosas movilizaciones ciudadanas, que estallaron con la llegada de la transición. Pero algo antes, en el año 1974 tuvieron lugar los hechos en los que quisiera fijarme en este artículo, por el ejemplo que dieron los protagonistas al resto de personas que nos movilizamos posteriormente en el resto del país. Los hechos sucedidos en el pequeño municipio de Ascó son un buen ejemplo. Las habitantes del pueblo vieron aparecer un hombre que compraba terrenos a muy buen precio en el borde del Ebro. Hicieron correr el rumor de que querían hacer una fábrica de chocolate. Cuando la compra estuvo bastante avanzada, las autoridades locales se reunieron con la plana mayor de FECSA. El cura, Miquel Redorat, indagó hasta que averiguó el motivo real de la visita. La agitación de la población fue tan grande que, en 1977, las protestas hicieron dimitir el alcalde franquista José Montaña, que había firmado, en silencio, la licencia de obras de la empresa eléctrica. Entonces, una junta gestora gobernó hasta las primeras elecciones municipales, celebradas en 1979. El movimiento antinuclear se organizó en torno a la Asociación de Vecinos, que presentó candidatura a los primeros comicios democráticos, se llevó la mayoría de votos y consiguió cinco de los once concejales del pueblo.

La historia nuclear de España va ligada al secretismo con el que han actuado siempre las compañías eléctricas.

El objetivo principal de este gobierno y de su alcalde emblemático, Juan Carranza, fue alertar de los peligros nucleares. De hecho, mientras Carranza fue alcalde los dos reactores de Ascó no se pusieron en funcionamiento. Pero la empresa, junto con las autoridades del Estado, fueron allanando el camino para que Carranza no ganara las elecciones. Siempre había dicho que en cuanto se pusiera en marcha el primer reactor él se iría del pueblo y así lo hizo. La compra de voluntades por parte de la empresa funcionó y Juan Carranza murió en el exilio de Santa Coloma de Farners. A diferencia de la batalla antinuclear de Ascó, la batalla de L'Ametlla de Mar tuvo un final feliz para sus gentes. En 1974, los agentes de FECSA ya habían comprado una buena porción de un terreno que debía destinarse a acoger el complejo nuclear. El municipio vivió una revuelta en toda regla, capitaneada por Enric Rebull, presidente de la cofradía de pescadores y padre, como he dicho anteriormente, de Mosén Rebull. En este caso, el hijo hizo de enlace de las dos batallas que se libraban en los dos emplazamientos nucleares. Según me confesó Rebull años después, la diferencia entre Ascó y L’Ametlla de Mar fue que todos los trámites burocráticos de la primera población estaban ya muy avanzados. Con igual intensidad de lucha, los resultados fueron diferentes.

Los hechos sucedidos en la Ribera de Ebro provocaron que, en 1980, se establezca la primera comisión de investigación del Parlamento relativa a la seguridad nuclear. El trabajo de compilación de la comisión, centrado exclusivamente en el caso de Ascó, duró meses y fue muy exhaustivo. Numerosas voces expertas, entre ellas las de los doctores Lloret y Correig y el mismo Observatorio del Ebro, aportaron pruebas: con los datos de la época, con el conocimiento de terremotos históricos como el de Tivissa, las fallas cercanas a Ascó no se podían considerar inactivas. Otras temáticas tratadas fueron el estudio de las aguas residuales de la central, el impacto en la agricultura o la gestión de los residuos. Las conclusiones de la comisión, sin embargo, no ponían en duda la continuidad de la central y fueron debatidas en un pleno del Parlamento muy intenso el mes de junio de 1981. Mientras que el PSUC y el PSC se mostraron críticos con la orientación política del dictamen, los votos a favor de CiU y Unión por el Centro Democrático (UCD), claramente favorables a la estrategia nuclear, sumados a la tibia postura de ERC, lograron posponer el debate sobre algunas de las alarmas destapadas. 

La diferencia entre Ascó y L’Ametlla de Mar fue que todos los trámites burocráticos de la primera población estaban ya muy avanzados. Con igual intensidad de lucha, los resultados fueron diferentes.

Desde su puesta en marcha, las dos unidades de Ascó no han parado de dar muestras de su mal funcionamiento. El último episodio mientras escribo este artículo fue este mes de abril con el hallazgo de un pozo contaminado. El presidente del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), Fernando Martí Scharfhausen, reconoció que se encontraron sustancias radioactivas en un pozo de la central nuclear de Ascó, cuyo origen están investigando. Ecologistas en Acción ha denunciado que casi con toda certeza este hecho tiene que estar ligado a una fuga radioactiva de la central, ha criticado también el hecho de que le quiten importancia y que no se notificara el suceso que se habría producido entre febrero y marzo de este año. Para el Presidente del CSN por la presencia de estas sustancias, a su juicio, "sólo hay que saber por qué ha ocurrido". Durante su intervención en la comisión de Energía, Turismo y Agenda Digital del Congreso, y preguntado por los portavoces en esta materia de PSOE y Unidos Podemos, Pilar Lucio y Josep Vendrell, respectivamente, acerca de una emergencia ocurrida el pasado mes de febrero en Ascó, Martí Scharfhausen apunta que, durante una inspección alrededor de la central de una serie de pozos de los que se recogieron varias muestras, se halló una en la que se encontraron niveles anómalos de cesio y otras sustancias.

"Lo que encontramos en ese pozo es una cosa peculiar", indicó el presidente del CSN. El CSN cuenta con un documento en el que se detalla este problema pero, a su juicio, se trata de un tema complicado porque "hay mucha tierra y mucho hormigón" y la explicación, según ha indicado, se dará cuando se haya analizado lo hallado en el pozo. Como siempre, termina el informe diciendo aquello de “estos sucesos no han tenido consecuencias para la seguridad, la salud de las personas o del medio ambiente”

La lista de sucesos notificables de Ascó es interminable, para muestra solamente resaltaremos los siguientes:

A principios de abril del 2008 Ascó 1 detecta partículas radiactivas en sus instalaciones, procedentes de una fuga producida a finales del 2007 durante la recarga de combustible de la central. Entre abril y septiembre se efectúa la investigación del suceso y la descontaminación de las instalaciones, así como un control radiológico que permite descartar cualquier efecto del escape sobre la salud y el medio. Sin embargo, el Consejo de Seguridad Nuclear y las asociaciones ecologistas acusan a los titulares de la central de ocultar información relacionada con el suceso. Lo más grave de este suceso fue que conocían la existencia de la fuga y aun así permitieron la visita de escolares a las instalaciones. Esto obligó posteriormente a medir radiológicamente a todos los alumnos que visitaron la central durante este tiempo. Pero las irregularidades no se quedaron aquí. Durante el mes de junio del mismo año, el CSN comprobó que los detectores de radiación habían estado mal calibrados como mínimo durante un año y que se manipularon durante el mes de diciembre del 2007 para permitir que volviera a funcionar el sistema de ventilación normal.

Desde su puesta en marcha, las dos unidades de Ascó no han parado de dar muestras de su mal funcionamiento. El último episodio mientras escribo este artículo fue este mes de abril con el hallazgo de un pozo contaminado.
El paro de la central debido a este incidente se prolongó hasta el final de julio, momento en el que la central, después de dos intentos fallidos por problemas con una válvula del sistema de refrigeración primario, volvió a conectarse a la red. Al final de septiembre, sin embargo, tuvo que volver a detenerse por una fuga en una tubería de control de una válvula de vapor de la turbina y, a mediados de octubre, por el funcionamiento deficiente de los sistemas de detección de gases tóxicos de la sala de control. Estos incidentes obligaron a detener la central unos cuantos días y fueron calificados con el nivel 0.

En mayo de 2017 se produce un incendio "por la caída de agua sobre los interruptores de una barra de alimentación eléctrica". La central nuclear Ascó I notificó una "alerta de emergencia", debido a un incendio en las instalaciones, según informó el CSN. La alerta se produjo a las 2.12 horas de la madrugada y fue comunicada por la dirección de la central al CSN. Por este motivo se activó la "Organización de Respuesta ante Emergencias del Consejo de Seguridad Nuclear debido a un incendio de duración superior a 10 minutos".

Según señaló el CSN en un comunicado oficial, la instalación "está parada en su programa de parada de recarga y en curso las maniobras de descarga del combustible". El incendio se produjo "por la caída de agua sobre los interruptores de una barra de alimentación eléctrica normal durante trabajos de recarga en el edificio de turbina".  El incidente representó según el regulador que "se ha perdido el suministro eléctrico normal y ha entrado en funcionamiento el generador diésel de emergencia de forma correcta". Cabe recordar que el accidente de la central de Fukushima en Japón se produjo precisamente por la falta de fluido eléctrico. Si esto hubiera sucedido con Ascó en funcionamiento hubiera habido, con toda seguridad, riesgo radiológico.

Ascó y Vandellós están situadas en lugares expuestos a dos peligros naturales: inundaciones y seísmos.

El tema no es anecdótico pues muchas de las paradas que se han producido tanto en Ascó como en Vandellós son debidas a fuertes tormentas de lluvia o de viento. Tampoco cabe olvidar que durante los movimientos sísmicos provocados por el almacén de gas, el famoso proyecto Castor delante de la costa de Vinarós, estos se detectaron tanto en las instalaciones nucleares de Ascó como de Vandellós, lo que evidencia la existencia de fallas activas en las proximidades del reactor. Ambas centrales nucleares están situadas en lugares expuestos a dos peligros naturales: inundaciones y seísmos. Si la localización de un complejo de estas características es tan importante para garantizar la máxima seguridad, ¿por qué las centrales catalanas se emplazaron en estos sitios, claramente inadecuados para la seguridad de la población?

Ascó sigue encabezando el ránking de sucesos en las centrales nucleares españolas desde que entramos en el siglo XXI, ¿hasta cuándo van a seguir tratando a la población que sufre estas instalaciones como conejillos de indias? ¿Cuándo van a decidir que lo prudencial, lo económico y lo mejor para la salud y seguridad de las personas es cerrar estas instalaciones? Son preguntas que quedan en el aire. Mientras tanto, la denuncia que Ecologistas en Acción presentó en el juzgado por la fuga de las partículas radioactivas que describo más arriba sigue esperando en un juzgado. La impunidad con que juegan estas empresas es alarmante e invita a reflexionar sobre hasta qué punto y hasta cuándo los intereses económicos de las empresas eléctricas pasan por encima de los seres humanos y del medio ambiente.

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