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Derechos Humanos
Alarmante aumento de la islamofobia
Desde el 17 de agosto, con los atentados en Barcelona y Cambrils, se han multiplicado los incidentes y agresiones de tipo islamófobo.
Un testimonio que circula por las redes sociales desde el día 17 cuenta: “Hoy me he enterado de que una amiga marroquí ha comenzado a ir a trabajar en coche. En el metro ha recibido insultos y escupitajos. Lleva velo”. Se suma a los ataques a mezquitas, marchas neonazis y agresiones a menores al grito de “moro de mierda”, como la sucedida en Puerto de Sagunto, Valencia.
La policía confirma que se ha producido un aumento de las agresiones islamófobas en los últimos días. Quienes las sufren no son solo musulmanes, también aquellas personas que no profesan el islam pero a quienes, por sus rasgos físicos o su lugar de origen, se les presupone la religión musulmana. Sufren hostilidad, rechazo, discriminación, violencia verbal y física.
Tras cada atentado terrorista, estos ataques se incrementan debido a la asociación de terrorismo e islam. Sucedió tras los ataques de París. En Reino Unido, después de los atentados de mayo en Manchester, Tell Mama, un proyecto que realiza un registro de los incidentes islamófobos en Reino Unido, señaló un aumento del 500% respecto a la media diaria.
En el punto de mira se encuentran la población migrante e hijos de migrantes y las personas refugiadas que, paradójicamente, han sido expulsadas por el terrorismo en sus respectivos países. Según la Plataforma Ciudadana Contra la Islamofobia (PCCI), durante 2016 hubo 573 agresiones islamófobas, un 106% más que el año anterior. “Detrás de las cifras se encuentran las personas que lo sufren”, explica Aurora Ali, integrante de la PCCI, que lleva desde el jueves 17 recopilando los ataques para presentar un informe a la Fiscalía de Delitos de Odio. Ali se pregunta cómo, a pesar de los estudios e investigaciones, hay quien todavía niega el racismo antimusulmán.
Se interrumpe la conversación: “Me acaban de llamar porque dos mujeres musulmanas han sido agredidas”. En el madrileño barrio de Usera, una joven musulmana de 20 años ha sufrido golpes e insultos por parte de tres jóvenes. A ese ataque y al de Puerto Sagunto se unen los traumatismos, heridas abiertas y pérdida de conciencia sufridas por tres menores marroquíes en Fitero (Navarra) tras ser agredidos y golpeados con un palo por dos personas.
Ofensas cotidianas
“Entré al trabajo, fui a comer y estaban hablando del atentado. Nada más sentarme cambiaron de tema, me sentí muy incómoda”, cuenta Salma, que trabaja como camarera en el centro de Madrid. Explica cómo al día siguiente volvieron a sacar el tema: “Decidí que tenía que hablar y uno de los compañeros comentó que esto sucede porque hay muchos derechos para todos”.Lejos de quedarse ahí —explica esta joven de 22 años— otro compañero espetó que no habría que dejarles entrar a España. “No actúan así por el atentado, son pensamientos que tienen dentro y es ahora cuando los sacan a relucir porque se sienten amparados por el contexto”, comenta.
Fahima tiene 23 años y también reside en Madrid. Desde el 17 de agosto ha recibido cinco amenazas de muerte: “Es como si la gente no quisiera dar un tiempo de luto a las víctimas, solo se centran en buscar culpables”.
Las redes sociales se han convertido en la forma más fácil de denigrar y humillar sin el riesgo de ser castigado por la ley. Así lo explica el informe Islamofobia en España (2016), que destacó la ciberislamofobia como principal problema debido a la velocidad de producción e impacto, delitos y discursos del odio que se producen en internet.
El estudio alerta de la falta de mecanismos de control del racismo online y señala a los medios de comunicación por su papel en la producción de prejuicios y estereotipos contra los musulmanes a través de la manipulación y la tergiversación del vocabulario.
Aurora incide en cómo determinados medios “están regalando el islam a unos terroristas”, y no solo aquellos con un discurso marcadamente xenófobo y racista. “Esto lo vemos cuando hablan de guerra y tratan de relacionar la violencia con la población musulmana”, comenta Siham, profesora. Explica que se marchó de Twitter porque estaba cansada de los insultos: “No pude aguantarlo”. Habla del miedo como parte de la cotidianeidad: “Soy una mujer negra, de pelo rizado, que a veces lleva hiyab e intento no hablar árabe en público, porque en cuanto se te identifica te expones a sufrir agresiones”, denuncia esta integrante de Red Musulmanas.
Los ataques a las mezquitas son, según la PCCI, cerca de 13% del total de agresiones anuales. En Montblanc, Tarragona, los muros de un centro cultural islámico amanecieron con pintadas en los que se leía “vais a morir putos moros”.
Al día siguiente, en la localidad madrileña de Fuenlabrada las pintadas pedían “muerte al islam”. Sucedió lo mismo en Sevilla, donde los mensajes eran: “Moro que reza, machete a la cabeza” o “stop islam”. Mientras que en Granada, los neonazis del Hogar Social atacaron la mezquita del Albaicín, empleando bengalas y gritando proclamas de corte xenófobo e islamófobo.
Sohaib, cofundador y portavoz de Juventut Multicultural Musulmana, asociación que nace con el objetivo de reunir a jóvenes musulmanes de Cataluña, coincide en que hay que “hablar de racismo e islamofobia durante todo el año, que es cuando los sufrimos, no solo cuando hay atentados”. Propone dar más visibilidad a lo que está sucediendo, “pero tenemos que hablar de ello desde el respeto a las víctimas”.