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Coronavirus
Los artistas callejeros sobreviven lejos de su escenario
Sin apoyos y sin poder salir, los músicos de calle pasan por una difícil situación y un futuro incierto
Hace tiempo que las calles se quedaron vacías y enmudecieron. Permanecieron durante más de 40 días en un silencio continuo que solo interrumpían los aplausos de agradecimiento infinito a las ocho de la tarde. Tras más de dos meses, recobran lentamente su vida particular, en algunos municipios antes que en otros. Las persianas de los locales se levantan de nuevo, las mesas y sillas ocupan su lugar en las terrazas y las personas vuelven a hacer del exterior su lugar de paso. Sin embargo, a pesar de este pequeño movimiento, las calles continúan deshabitadas y en silencio. Sin marionetas, estatuas humanas, teatro y, por supuesto, sin música. Las calles han perdido a sus artistas durante este tiempo y los artistas han perdido su escenario.
“Tocaba en la calle y en Fallas iba a actuar también en un balcón de la Plaza del Ayuntamiento de València donde me habían contratado”, cuenta Emilio. Equipado con un sombrero de cowboy y guitarra en mano, Emilio debería estar ahora preparándose para animar con sus versiones de los 80 y 90 a los visitantes de otras ciudades con su espectáculo Calavera’s Show, donde mezcla humor, juegos y música. Sin embargo, está trabajando en un almacén de ropa para poder llegar a fin de mes. Reconoce que él ha tenido la posibilidad de encontrar un trabajo en estos momentos, pero lamenta que “hay compañeros que lo están pasando muy mal”.
Emilio forma parte de la Asociación de Músicos y Artistas Callejeros de València, Musicarte Urbano, y lleva acumulados muchos años de formación musical y teatral. Hasta ahora tocaba en las calles de toda España e incluso le contrataban en algunos eventos y fiestas privadas que con la crisis sanitaria también se han anulado. Como todos sus colegas de profesión, mira al futuro con muchas dudas “no sabemos cuándo podremos volver a tocar y tampoco tenemos ninguna ayuda en este momento”.
La pandemia ha reavivado la petición de los artistas callejeros de encontrar una fórmula para regularizar su situación. Algunos piensan que debería existir una tasa especial: “La manera en la que trabajamos es diferente, por lo tanto debería haber una tarifa distinta”
Precisamente esta es una de las reivindicaciones de muchas personas de este colectivo, que aún se hace más urgente en momentos como el actual: encontrar una fórmula para regularizar su situación. Alan Fernández vivía en Castellón y acababa de mudarse a Madrid seis meses atrás para tocar en las calles de la capital y aprender de otros músicos. Con su guitarra y su voz atrapaba a los cientos de transeúntes que pasaban por la Gran Vía. Él es uno de los músicos que piensa que debería de existir una tasa especial: “La manera en la que trabajamos los artistas es diferente, por lo tanto debería haber una tarifa distinta”, reflexiona, “ahora mismo no estamos ganando nada y si no tienes ahorros, te encuentras en una situación muy dura”. Sin apoyos económicos por una ausencia de regulación de su actividad profesional, dicen sentirse en una especie de callejón sin salida.
El ingreso mínimo vital podría ser una de las soluciones momentáneas a esta situación que viven, pero ante esa posibilidad todavía hay mucha incertidumbre y, sobre todo, muchos problemas derivados de la espera. “De momento, no tengo ninguna ayuda y las facturas del alquiler y de la luz son de este mes y de los anteriores”, dice Carlos Albors, quien tiene dudas sobre si finalmente llegará esa renta básica o no y sus condiciones. Lleva trece años dedicándose a la música y toca la guitarra acústica con virtuosismo en las calles de València y de otros países. Continúa formándose y estudiando diariamente para seguir mejorando en la tarea de acercar el arte a todo el mundo. Con la desescalada, hay actividades que regresan a esa nueva normalidad progresivamente, pero los artistas callejeros siguen sin saber cuándo se les permitirá hacer su trabajo. “Estamos muy solos, somos un colectivo de supervivientes que ahora lo está viviendo todo en silencio, somos invisibles”, sostiene Albors mientras se pregunta si “sobrevivirán los músicos y los pintores o si se tendrán que dedicar a otra cosa”.
En España, las actividades artísticas en la vía pública están reguladas por normativas municipales cuya duración, precio y condiciones cambian dependiendo del lugar. En algunos municipios es más difícil de conseguir que en otros y no siempre resulta un trámite sencillo. Muchos músicos ya habían pedido su permiso para poder actuar en los próximos meses pero por motivos sanitarios se han suspendido hasta nuevo aviso. Carralero había tramitado la licencia trimestral para tocar en las calles de Alicante, pero ahora pone en duda que pueda volver a hacerlo en lo que queda de año: “Sin una pandemia la situación ya es difícil para los músicos de calle en el 80% de los municipios, con esta realidad aún más”.
Carralero pone en duda que pueda volver a tocar en lo que queda de año: “Sin una pandemia la situación ya es difícil para los músicos de calle en el 80% de los municipios, con esta realidad aún más”
Hace 20 años que vive de la música, también es actor y guionista, aunque ha habido momentos en los que se ha dedicado exclusivamente a tocar en la calle. Con su show de canciones infantiles Malcriando, dirigido como él mismo dice a peques “de 0 a 200 años”, también hace espectáculos en bibliotecas y otros espacios. “Cuando acaba mi jornada a veces cojo la guitarra y salgo a tocar, simplemente porque me gusta, es algo bonito y creo que es necesario, aportamos cultura y valor a la ciudad”, reivindica un artista que no entiende cómo hay ayuntamientos que deniegan licencias pero luego están dispuestos a pagar grandes cantidades por un espectáculo.
“Tenemos la calle asociada a pedir y a la miseria”, dice Miriam Domenech, “pero para mí, es mi trabajo”. Por eso, intenta cuidar con cariño el lugar en el que toca y también su imagen. Coloca una pequeña silla de madera, enciende velas y decora el espacio con telas antes de conectar con las personas a través de su música. Descubrió la magia de tocar en la calle y otra forma de percibir el espacio público en México hace seis años y, desde ese día, no ha querido dejar de hacerlo. Además de la música, Miriam explora otras disciplinas artísticas como el teatro y la pintura y hace talleres de ilustración y mediación artística en centros e institutos, aunque ha habido temporadas que ha vivido exclusivamente de tocar en la calle. Reconoce que hay gente que le pregunta por qué no toca en un bar: “También lo hago, pero si quiero que el arte llegue a todo el mundo, tengo que estar en la calle y no en un local”.
Durante los largos días del confinamiento, el arte y la cultura se han convertido en el refugio de muchas personas y ha sido necesario para sobrellevar los momentos de dureza. Cuando se necesita más que nunca, vuelve otra vez la precariedad artística laboral. Una precariedad que afecta todavía más a los artistas callejeros. Miriam, Alan, Carralero, Emilio y Carlos desean que llegue el momento de volver a salir a su escenario para inundar las calles con su música y poner la banda sonora de la vuelta a la vida. Falta saber si las instituciones se lo pondrán fácil y, sobre todo, habrá que ver si, mientras llega ese momento, dejan de ser invisibles.