COP26
Ejercicio: aprenda a escribir “combustibles fósiles” en solo 27 añitos

Balance emocional de un encuentro climático.
cadea humana apagar incendios Vigo
Cadena humana para sofocar un incendio en Vigo en el octubre de 2017. Nacho Morán

Coordinador de Clima y Medio Ambiente en El Salto. @pablorcebo.bsky.social, pablo.rivas@elsaltodiario.com

17 nov 2021 06:14

Es de recibo empezar con la parte bonita, con la épica. La primera cumbre del clima se celebró en Berlín allá por 1995. Fue la esperanzadora inauguración de una larga serie de encuentros anuales —con permiso del covid— resultado de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático adoptada tres años antes. Una dosis de ilusión, optimismo y trabajo conjunto ante la losa que aparecía sobre el futuro de la humanidad. 

La tarea era clara: que todos los gobiernos del mundo, ya sean amiguitos o no amiguitos, se juntasen para hacer frente a un problema común, con especial énfasis en los que tenían más juguetes para repartir, que habían dejado el parque hecho una mierda. “Cambio climático” venía a significar que, con el tiempo, le caería la del pulpo no solo a uno mismo, sino también al que le caía mal, pero que si se juntaban a jugar juntos conseguirían atajar lo que ya se vislumbraba entonces como el mayor reto de la historia para nuestra supervivencia como Homo sapiens, el cambio climático, ahora rebautizado más elocuentemente como crisis o emergencia climática a medida que el proceso se acelera.

Nada menos que acabar con la incertidumbre de cómo será el mundo del mañana, de lo que dependen cosechas, viviendas costeras y ribereñas, acceso al agua, alimentación, vida y sustento, entre otras menudencias, de millones de seres humanos. Y con incertidumbre hablamos de vivir con ansiedad. O ecoansiedad como se plantea en los últimos tiempos.

La decepción es una emoción compleja. Si bien puede dar paso a un estado de desencanto, una buena dosis puede, igualmente, desembocar en otros sentimientos

Si se quiere nombrar un sentimiento que agrupe a lo vivido en la inmensa mayoría —por no decir totalidad— de cumbres del clima de las Naciones Unidas sería, sin lugar a dudas, la decepción. La COP26 de Glasgow, finalizada este domingo, no ha sido una excepción.

La decepción es una emoción compleja. Si bien puede dar paso a un estado de desencanto, frustración o, incluso, depresión; una buena dosis de decepción puede, igualmente, desembocar en otros sentimientos más cercanos al enfado, la rabia o la ira. Un cabreo monumental dicho en román paladino.

Hay también quien, tras una profunda intensa y repetida decepción, resurge de sus cenizas y se pone manos a la obra con más fuerza que nunca para vencer al sentimiento de desengaño. Y es ahí donde surge la pasión, la excitación, la trepidante fuerza de quien sabe que lo que está haciendo es lo que necesita hacer. Lo que ha de hacer.

Quiza toca —cuña publicitaria precaria, aquí no hay multinacionales— dejar de leer y apoyar medios con publicidad de los grandes contaminantes y sus financiadores

Algo ante lo que nada ni nadie se puede interponer. Ni siquiera toda la capacidad monetaria, empresarial y comunicativa de un gigante petrolero, de un gobierno ralentizador de la acción climática. No ya de un Brasil bolsonariano, una Arabia Saudí —aka lo más parecido a El cuento de la criada que tenemos por la Tierra—, un Shell o un Repsol, vistos como el mismísimo coco si hablamos de materia climática. Se puede mirar hacia una moderna, democrática y muy liberal nación como es la australiana, protagonista de gran parte de las zancadillas puestas en esta y otras cumbres, junto a otras naciones como India o Sudáfrica, sin olvidar a los grandes contaminadores: China y Estados Unidos, que se disputan todos los liderazgos globales, también el de llevarnos con más ahínco a la catástrofe.

Ay, el ego. Qué bien funciona para construir carísimos juguetitos de combate y bombitas, y qué mal para erigirse como ejemplo ecológico.

Nada más lejos de mi intención decir a nadie qué tipo de emoción sentir —ni qué hacer—  tras escuchar que, tras 27 añitos de cumbres del clima de las Naciones Unidas, es el de 2021 el primer acuerdo final que hace una mención expresa a los combustibles fósiles. Sí, sí, 27. Y costó. Los países que en todo este tiempo en el que han podido hacer los deberes y desvincular su economía de actividades como dejar de extraer, procesar, comercializar o quemar carbón, gas y petróleo y no lo han hecho intentaron bloquear la frasecita hasta el final. Y no es que siquiera les obligara a cambiar sus economías. Solo se les pide, se les ruega, se les insta a ello.

Mucho lirili, poco lerele, y a los humanos más pobres que les jodan, básicamente

La COP26 ha sido otro balonazo al vacío fondo del campo. Un nuevo patadón lleno de acuerdos no vinculantes entre escasas naciones. Véase el del fin de la venta de vehículos a combustión, el de la desinversión fósil, el de la deforestación, el de la financiación pública a los combustibles sucios… Todo adornado de alfombras y logos, con los delegados de las empresas responsables de la emergencia climática rondando cual Pedro por su casa. Todo muy greenwashing. Muy bla bla bla, en lo que ya es el nuevo meme de las COP. Mucho lirili, poco lerele, y a los humanos más pobres que les jodan, básicamente.

Lo dicho, nadie es quién para decir qué sentir o hacer, aunque me quedo con lo que este martes decían desde Fridays for Future - Juventud por el Clima, la rama hispánica del movimiento más joven por la lucha climática. Poniendo sobre la mesa que las COP se han convertido en “un espacio al servicio de las élites, una fecha anual para el lavado de cara de  instituciones y empresas, que promulgan sus promesas vacías”, el colectivo remarcaba que no nos podemos permitir que, un año más, la COP no sirva para nada.

“Para alcanzar la justicia climática, las transformaciones que deben asumirse son profundas y, si no nacen de las voluntades políticas, deben ser impulsadas desde la movilización ciudadana”, nos dicen. Hablan de que “todas tenemos que formar parte de la lucha”, de exigir una transición ecológica, de participación ciudadana, de organización y de asumir que “sobre la estructura de un tejido social fuerte, construiremos un futuro justo”.

Quizá toca señalar a los culpables, atacarles donde más les duele, en el bolsillo, por ejemplo. Quizá toca apoyar o sumarse a acciones más contundentes

¿Naíf? ¿Ingenuo? ¿Utópico? Puede. Cada cual que elija. Lo que está claro es que, 27 añitos después, es eso o a por los 4ºC de calentamiento global (no, eso no queréis ni vivirlo ni sentirlo, creedme).

Quizá tienen más razón que un santo. Quizá toca, no sé, pasarse a una cooperativa de energía limpia. Pararle los pies en la comida al que, con la risita en la boca, te tacha de hippie buenista cuando se defiende una gestión de residuos diferente, una reutilización de productos, un menor uso del plástico, un cambio de costumbres, un uso más ecológico del transporte, un deja de coger el coche para ir a por el pan, un para de comprarle acciones a esa multinacional fósil… Todo eso mientras te defiende el sacrosanto mercado de la codicia y los humos fósiles, o la enésima política viejuna, ejercida por el enésimo político viejuno que solo rubrica la decisión del CEO viejuno de un sector empresarial viejuno. Un mundo viejuno que, de cumplirse lo que digan toda una serie de señoras y señores con bata y muchos estudios (se llaman científicos), pinta a viejunamente apocalíptico.

Ay, el ego. Qué bien funciona para construir carísimos juguetitos de combate, y qué mal para erigirse como ejemplo ecológico

Quizá toca señalar a los culpables, atacarles donde más les duele, en el bolsillo, por ejemplo. Dejar de votar a todo humano representante público que no tenga el frenar la emergencia climática en lo más alto de su programa (a ser posible con pruebas de su compromiso). Dejar —cuña publicitaria precaria, aquí no hay multinacionales— de leer y apoyar medios con publicidad de las grandes empresas contaminantes y sus financiadores.

Quizá toca apoyar o sumarse a acciones más contundentes como las que protagonizó Rebelión por el Clima ocupando la sede de Repsol en Móstoles, Extinction Rebellion cerrando el centro de Londres al tráfico, Greenpeace escalando depósitos de gas o Sea Sepherd abordando codiciosos pesqueros o balleneros japoneses. Quizá hay que ir incluso más allá visto que todo apunta al desastre. 

El cómo no está claro, lo que está claro es que algo hay que hacer. Y pronto.

Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra en tu cuenta.

Relacionadas

COP26
¿Qué pasó en la COP26?
Ante la escalada del colapso climático, la COP26 hizo muy poco para cambiar nuestra trayectoria y alejarnos de la catástrofe, para dejar de hacer lo mismo y para frenar el uso de los combustibles fósiles.
Opinión
No es planeta para sapiens
La destrucción que comenzó con la revolución cognitiva del sapiens hace 70.000 años solo puede terminar con otra revolución, esta vez consciente, que doblegue a los tres principales agentes responsables de la desmovilización contra el cambio climático.
COP26
COP26: Colgarse de sitios y leer documentos no es incompatible, peña.
Hay muchas cosas de la COP26 de las que podríamos hablar. Os puedo contar que he sido arrollada no menos de tres veces por John Kerry y su séquito, o que, la verdad, hace un frío bastante infernal en Glasgow. Pero de lo que en realidad puedo hablar es de la experiencia de alguien que se ha pasado la última semana revisando documentos, bebiendo IrnBru y discutiendo en Twitter.
Madrid
La burbuja del alquiler Sumar, Podemos y sindicatos de inquilinos presionan para convertir en indefinidos los contratos de alquiler
Sumar lanza una propuesta legislativa para transformar en indefinidos los contratos de alquiler, una de las principales demandas de la manifestación por la vivienda del 5 de abril. Una moción de Podemos, rechazada en el Congreso, pedía lo mismo.
Líbano
Ocupación israelí Israel incumple el acuerdo de paz y mantiene tropas en el sur de Líbano para “vigilar” a Hezbollah
El Ejército sostiene la ocupación de cinco colinas a lo largo de la frontera tras evacuar sus soldados de decenas de municipios. Miles de civiles regresan a sus casas para descubrir que lo han perdido todo.
Galicia
Galicia La Xunta de Feijóo, condenada por negar visitas a una mujer que murió de cáncer por tener covid-19
La jueza dice que la situación exigía “flexibilizar” las medidas de prevención. Falleció a inicios de 2022 en el Hospital Álvaro Cunqueiro durante los últimos meses de la administración del jefe del PP con Julio García Comesaña de conselleiro.
Egipto
Egipto Ashraf Omar continúa en prisión provisional por dibujar
Ashraf Omar, caricaturista político del medio digital AlManassa, sigue en prisión preventiva indefinida tras ser arrestado violentamente en su domicilio el 22 de julio de 2024.

Últimas

Justicia
Justicia Rubiales, condenado por agresión sexual y absuelto del delito de coacciones
18 meses de multa con cuota de 20 euros al día por un delito de agresión sexual. Es la condena al expresidente de la RFEF Luis Rubiales por los hechos ocurrido en la ceremonia de entrega e medallas del pasado mundial celebrado en agosto en Sidney.
Tribuna
Tribuna Verde de ecosocial, verde de educación pública
En nuestras aulas se ha colado una prisa ansiosa, que juzga al alumnado como un gasto, que lo dirige, poco a poco, a un mundo laboral tecnoptimista y completamente atomizador.
Más noticias
El Salto Radio
El Salto Radio Humedales necesarios
Damos un paseo radiofónico por algunos de los humedales de Andalucía, espacios fronterizos entre el mar y la tierra, tan necesarios para nuestra supervivencia. Lo hacemos con Juan Martín Bermúdez, de SALARTE y algunos oyentes.
Fascismo
Memoria antifascista Allí donde hay humo, hay fuego
A unos días de las elecciones alemanas, donde la ultraderecha acude fortalecida, un repaso sobre el proceso de desnazificación posterior a la Segunda Guerra Mundial y sus medias verdades.

Recomendadas

Feminismos
Ana Bueriberi “El activismo tiene que ser colectivo: para contribuir al cambio es imprescindible despersonalizar la causa”
La periodista madrileña Ana Bueriberi reconoce que no sintió la discriminación hasta que llegó a la Universidad. Hoy, desde el proyecto Afrocolectiva reivindica una comunicación antirracista, afrofeminista y panafricanista.
Inteligencia artificial
Militarismo La máquina de los asesinatos en masa: Silicon Valley abraza la guerra
Las fantasías distópicas sobre los futuros usos de las máquinas en la guerra están más extendidas que el relato de lo que ya está pasando en los campos de batalla.
América Latina
Extrema derecha Los soldados de Donald Trump en América Latina
Mientras algunos presidentes latinoamericanos, con mayor o menor ímpetu, intentan ponerle freno, otros tantos se arrodillan y le rinden pleitesía sin recibir nada a cambio. ¿Quiénes son los súbditos latinoamericanos de Trump?