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Cine
Juliette Chenais de Busscher: “Me gustaría que las mujeres pudieran llegar a hacer el cine que quieran”
La cineasta y fotógrafa francesa Juliette Chenais de Busscher habla de Le viol du routier, una comedia negra en la que una mujer superviviente de violación se convierte en agresora, y reflexiona sobre sexualidad y roles de género en un año marcado por las voces del movimiento feminista a nivel global.
La cineasta y fotógrafa francesa Juliette Chenais de Busscher escribe, produce, dirige, graba y monta ella misma Le viol du routier (2017), una comedia negra que cuestiona los roles de género y las estructuras sociales en relación a la sexualidad. La película, estrenada en España el pasado mes de octubre dentro de la XXI Muestra Internacional de Cine Realizado por Mujeres de Zaragoza, narra la historia de dos amigas que viajan por Europa y abusan de los hombres que allí conocen. La razón: una de ellas fue violada en el pasado y ha decidido darle la vuelta a la situación.
Con cien cortometrajes a sus espaldas y cuatro largometrajes ya rodados, Chenais de Busscher hace tiempo que decidió dedicar su vida al mundo del cine y al universo de las historias: realiza trabajos de ficción, documental y animación desde hace más de una década; es parte activa del movimiento internacional de cine independiente Kino; ha creado también las webseries Hélène et les Hameçons (2010) y Le Sexe 2.0 (2016); y tiene el nada desdeñable objetivo de dirigir un nuevo largometraje cada año. Aunque Le viol du routier no es su ópera prima en la dirección, sí es la primera de sus películas cuya producción ha llegado a completarse y la única que se ha proyectado en España.
Acompañada por Flore Abrahams, una de sus actrices protagonistas, la directora presentó en la capital aragonesa este arriesgado largometraje dentro de una programación influenciada por el contexto social y mediático actual, en la que este año se ha buscado visibilizar diversas aproximaciones a violencias ejercidas sobre las mujeres. Ahora mismo, la directora continúa buscando distribución para la película.
Estrenaste Le viol du routier en España, dentro de la XXI Muestra Internacional de Cine Realizado por Mujeres de Zaragoza. ¿Cómo definirías la película y qué te gustaría destacar del proyecto?
Le viol du routier es una película que habla de violencia sexual, pero muestra a una mujer que ha sido violada y que luego se vuelve violadora. Explica su camino para pasar de una situación a la otra. Habla también de la intimidad, de la sexualidad de las mujeres y de la relación entre hombres y mujeres. Muestra a una mujer que no es una víctima, sino que reacciona con fuerza: que no acepta ser víctima y prefiere ser agresora.
Es una película con un planteamiento muy arriesgado, pero, al mismo tiempo, es muy relevante ahora mismo, con la conversación mediática que se ha generado en torno a la violencia contra las mujeres y el movimiento MeToo. ¿Ideaste la historia desde esa perspectiva?
Escribí la película antes de que surgiera el movimiento y la rodamos en 2014. Cuando ideamos la película estábamos solas, nadie más hablaba de estas cuestiones, y me sentí orgullosa de haberla ideado en solitario, pero si la hubiésemos hecho después de todo el debate que ha surgido quizá podría haber ido más lejos aún en la reflexión y en el análisis.
No es que me pusiera ningún límite a la hora de decidir lo que incluiría, pero como nadie hablaba todavía de ello no tuve la posibilidad de pensar más allá y decir más cosas. Luego me di cuenta de que tenía este discurso dentro, igual que muchas otras mujeres, pero que no lo habíamos sacado fuera. Y estoy muy contenta de que finalmente lo hayamos hecho, pero también me sorprende porque cuando imaginé la historia aún estaba sola y ahora todo el mundo me pregunta sobre el tema porque ahora es algo actual, pero no lo era cuando lo pensé.
Comentas que no te pusiste ningún límite, pero ¿cómo decidiste hasta dónde ibais a llegar con el tipo de situaciones y el tipo de imágenes que muestras en la película?
Fue muy pragmático. La película no tuvo un guión previo, así que estuve obligada a ver los límites junto con las actrices y, sobre todo, con los actores. Las actrices estaban al corriente del tema porque se lo había explicado con anterioridad, al contrario que los actores, que no lo conocían previamente; se lo fuimos contando a medida que rodábamos. Cuando íbamos a rodar, lo hacíamos con los actores que se iban presentando en ese momento, les hablábamos del proyecto y si querían participar les contábamos allí mismo lo que se iba a grabar, la situación concreta. Entonces, he usado los límites de esos actores…
Todos los personajes son un poco ellos mismos para que sea más real, con un lado más de documental. Además, la producción de la película era muy limitada, no pagábamos a nadie, se trabajaba en las condiciones que había y no se les podía exigir más… Así que las escenas también las rodábamos con lo que ellos eran capaces de aportar.
Pero el límite no estaba solo en lo que los actores y las actrices aceptaban hacer, yo tampoco quería agredir al público. Para que el propósito fuese comprendido, el mensaje, la idea, la película debía ser vista, así que necesitaba que no fuese una película demasiado desagradable o dura de ver. Por eso elegí la estética de blanco y negro, y las escenas pornográficas están ahí pero no son explícitas porque quería que todo el mundo pudiera verlas. Por ejemplo, cuando ella cuenta la violación lo hace a través de una canción, llorando, para mostrar su sufrimiento sin que sea agresivo.
¿Qué es lo que más te sorprende de la recepción del público cuando vais a un festival y presentáis Le viol du routier? ¿Qué suele llamar más su atención?
Depende del festival. Se ha proyectado en dos tipos distintos: en festivales o muestras feministas como esta [Muestra Internacional de Cine Realizado por Mujeres de Zaragoza] y en festivales de humor negro. Son totalmente diferentes. Cuando el público es feminista, entienden enseguida el tema y se habla más de la esencia de la película. Y en los otros festivales solo se ríen, hablan de la forma, de la originalidad, y les recuerda a la película Les valseuses de Bertrand Blier, con Depardieu, una película muy famosa en Francia. Es una película muy interesante y la tengo como referencia, pero no fui consciente cuando empecé a rodar Le viol du routier, y a mitad del rodaje me di cuenta de que justamente habla de dos hombres que violan mujeres. Es una película de los años 70, muy provocadora para el público. Lo que ocurre es que las relacionan y se dan cuenta de que en mi película son las mujeres las que toman el cuerpo del hombre.
Partiendo de lo rompedora que me parece tu película y que habéis creado unos personajes femeninos que no se parecen a los que solemos ver habitualmente en el cine, me gustaría saber qué opinas de la representación femenina actual.
La encuentro triste. No hablo ahora como espectadora sino como realizadora: es natural para mí dar papeles a las mujeres porque deseo hablar de las cosas que conozco, a priori. Quiero darles papeles fuertes. [En el cine] hay muy pocos personajes femeninos importantes. Antes yo lo hacía inconscientemente, pero cada vez les doy más importancia abiertamente a sus personajes y los coloco en el centro porque hay muy pocos referentes de mujeres que sean fuertes, como Escarlata O’Hara o Carmen en la ópera.
Has rodado ya más de cien cortometrajes, pero ¿qué te llevó a dar el salto al largometraje en este momento?
Estudié cine y siempre he querido hacer largometrajes. Precisamente me ha gustado rodar tantos cortos para poder experimentar, pero nunca me había sentido preparada para dar el salto al largometraje. Busqué la solución para hacerlo con los escasos medios de los que disponía, así que he utilizado las mismas técnicas que en los cortos. La película es una road movie y cada historia con cada hombre es como si fuera un corto independiente.
Normalmente escribo y ruedo cada corto a lo largo de una semana, todo al mismo tiempo, la única diferencia en este caso es que les pedí a los actores y a las actrices que estuvieran disponibles durante un mes para poder grabar cada uno de los segmentos [de la película]. Y así es como he hecho la película, aunque luego es más complicado a la hora de pasar al montaje.
Antes de Le viol du routier hice otro largometraje y me encontré con muchos problemas en ese sentido, y el resultado no fue demasiado bueno, pero con la experiencia te das cuenta de que la única diferencia entre un corto y un largo es el ritmo; cómo mantener la atención del espectador. Por eso, el montaje de Le viol du routier nos llevó más de un año.
Si nos vamos un poco más atrás, ¿cómo y cuándo decidiste que querías contar historias y que, además, lo querías hacer como directora de cine?
Desde pequeña he querido contar historias y ser artista. Mis padres son arquitectos y yo elegí los medios de comunicación sin estar muy segura de meterme en el cine. En realidad, lo que yo quería era hacer la cosa más hermosa del mundo; en un principio creí que era la ópera. Pero después me dijeron que, en la ópera, la persona que escribe la historia y la que compone la música no suele ser la misma, y descubrí que el cine estaba mejor, porque podía hacerlo todo. El cine es más grande. Además, mi madre es muy cinéfila y adora el cine, y el interés me vino de una manera muy natural porque podía encargarme de la fotografía y de la historia, y podía hacerlo todo a la vez.
Precisamente, en Le viol du routier además de directora eres guionista, productora, montadora y te encargaste también de la imagen. ¿Te resulta más cómodo abordar un proyecto propio cuando tienes tal nivel de implicación y de control o se debe a otra cosa?
Las dos cosas. De manera inconsciente, siempre he querido hacerlo todo, pero al principio me limitaba a dirigir y otras personas se encargaban de filmar, de hacer esto o aquello. Luego me di cuenta de que detrás de todo aquello había cierta mirada que yo no podía controlar y que hacía que el resultado no fuese lo que yo quería; a veces porque era un hombre, pero también pasaba cuando era una mujer. Entonces, quise encargarme de todo, pero no me atrevía. Era casi una cuestión de tener poca confianza en lo que yo misma sabía hacer, pero poco a poco tras cada rodaje iba probando cosas nuevas y me decían que lo hacía bien, iba cogiendo fuerza. Al final me di cuenta de que quería controlar toda la visión porque vi resultados que no coincidían con lo estaba buscando, y ahora me siento orgullosa de poder hacerlo yo misma. Lo único que no sé hacer es la música, pero estaré orgullosa si algún día lo consigo…
Hablas de cómo tuviste que trabajar sobre esa falta de confianza que sentías hacia tus propias capacidades, pero ¿qué recepción te encontraste cuando estabas desarrollando la película? ¿Notaste algún trato diferente por ser mujer a la hora de sacar adelante el proyecto o para conseguir distribución?
Nunca he entrado en el sistema, no he pedido ayudas a la producción, pero es posible que lo haya hecho así por dos razones: como mujer, quizá inconscientemente doy por hecho que no me las van a conceder, que todas las plazas van a ser para los hombres, y luego también hubo un productor que me dijo algo que me dejó bloqueada. Él parecía interesado en Le viol du routier, quería producirla en el verano de 2014 cuando aún no habíamos terminado de rodarla, y a nosotras también nos interesaba contar con producción externa. Me pidió que le explicase el guión, que le explicase el proyecto, y entonces me dio su opinión sobre la película: dijo, totalmente convencido, que las protagonistas eran lesbianas. Ahí ya me sentí idiota, ridícula, porque él entendía la película de manera totalmente diferente a como yo la quería plantear; yo la había visto siempre como una historia de amistad entre mujeres. Básicamente, él era un hombre proyectando su mirada sobre las mujeres y diciendo que no se puede aceptar una amistad entre ellas. Ante esto, decidimos entre todas [junto con las actrices] que no era necesario que entrara nadie más en el proyecto y cambiase nuestra visión, porque lo que queríamos era contar una historia de amistad entre mujeres y teníamos derecho a hacerlo así. Al principio parece que lo lógico es meterte en el sistema para sacar adelante una película, pero está muy bien buscar tus propios caminos para hacer la película que tú quieres y estar orgullosa de ella. No me limito a ser directora, soy cineasta y pretendo contar las historias que yo quiero.
Cada vez se trata más abiertamente el tema de la desigualdad estructural que se da en la industria cinematográfica, pero ¿cómo ves tú la situación del cine dirigido por mujeres?
Nosotras defendemos la idea de un cine verdadero, un cine bien hecho por hombres y por mujeres, pero es cierto que gracias a los festivales dedicados al cine dirigido por mujeres te das cuenta de que estas son películas que normalmente no vemos, y, además, la mayor parte de los referentes cinematográficos son hombres. Es muy triste.
En Francia, no obstante, hay muchos organismos que promueven el cine independiente. Aun en ese ámbito, si no eres conocida no te ve nadie, no se proyectan tus películas. Es increíble el trabajo de programación que hacen, por ejemplo, en el Festival Internacional de Cine de Mujeres de Créteil, gracias a ellas nos hemos dado cuenta de que también hay que mostrar nuestra mirada. Justo antes hemos ido a comprar películas de directoras españolas para ver lo que se está haciendo e ir cambiando nuestros referentes y que no sean solo masculinos. Hace tiempo, una historiadora de cine me dijo que es normal que los referentes sean masculinos, porque nunca se estudia ni se habla de las directoras. Como cineasta creo que tengo que contribuir a cambiar esa dinámica.
Ahora mismo estamos en una muestra dedicada al cine dirigido por mujeres, ¿crees, entonces, que estos espacios todavía son necesarios?
Sí, por supuesto, porque yo misma no había pensado antes en estas cosas y son una locura. Incluso si luego criticas una película u otra de las que se proyectan en estos eventos, el hecho de poder verlas y comentarlas hace que vaya mejorando la misma producción de cine. Es necesario que haya lugares donde hacer estos intercambios.
Como directora, analizo las películas y ya estuve reflexionando sobre la que vimos ayer aquí, sobre la mirada de su directora; si era solo suya o de los miembros de su equipo. Y es importante que podamos ver una diversidad de miradas, de formas de contar historias. También creo que esta cuestión debería ir más allá de las directoras y que debería haber más mujeres en los equipos técnicos, sobre todo en la dirección de fotografía, un rol en el que aún hay muy pocas. Habría que fomentar esto más.
Luego me he dado cuenta de que muchas de las directoras cuentan sobre todo historias de personajes femeninos siendo víctimas o sufriendo, quizá es que los productores dan más fácilmente financiación a películas dirigidas por mujeres si tratan este tipo de temas. Nosotras, sin embargo, no ponemos a la mujer como víctima, usamos el humor negro, y eso no les encaja. Me gustaría que las mujeres pudieran llegar a hacer el cine que quieran, que no tengan siquiera que hablar necesariamente de mujeres, que puedan hacer cualquier cosa que les apetezca.
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Más cine con sensibilidad femenina. Y más mujeres en la industria audiovisual, sería lo mejor para este planeta.
Me gusta el espiritu de lucha de estas mujeres, para intentar cambiar la actual situacion