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Argentina
Cristina Kirchner, condenada a seis años de prisión, asume el liderazgo de la oposición peronista
Durante el primer año de Gobierno de La Libertad Avanza (LLA), no ha existido una oposición fuerte, con pronunciamientos claros y liderazgo firme frente al Gobierno ultraliberal de Javier Milei. La acefalia del peronismo tras el descalabro electoral al que lo condujo el desgobierno de Alberto Fernández podría ahora haber llegado a su fin, en particular con la designación de Cristina Kirchner como nueva presidenta del Partido Justicialista (PJ). Aun así, la ratificación en segunda instancia de su condena a prisión e inhabilitación para ocupar cargos públicos arroja una gran incertidumbre sobre su futuro político.
El Gobierno de Javier Milei concita el rechazo de amplios sectores sociales que han sufrido el impacto del achicamiento del Estado y el brutal ajuste económico. Asalariados, jubilados, trabajadores informales, estudiantes y docentes universitarios, médicos, científicos, trabajadores del Estado, personas con discapacidad. Ya son legión los sectores populares que resisten las políticas empobrecedoras del actual Gobierno. Mientras las clases opulentas obtienen ganancias siderales practicando la “bicicleta financiera” y se benefician del blanqueo de capitales, que permitió legalizar el dinero en negro sin penalizaciones —afloraron más de 20.000 millones de dólares—, los sectores populares experimentan un deterioro constante de sus condiciones de vida por la inflación acumulada durante el último año, sumada al incremento desproporcionado de las tarifas del transporte público y de los servicios de agua, luz y gas, entre otros gastos básicos.
La acefalia del peronismo tras el descalabro electoral podría ahora haber llegado a su fin, en particular con la designación de Cristina Kirchner como nueva presidenta del Partido Justicialista
Sin embargo, la contestación social a las políticas devastadoras del gobierno de Milei moviliza a miles de personas a nivel sectorial, y suele contar con el respaldo de la izquierda trotskista (FIT), pero no ha existido hasta ahora una implicación directa del principal partido opositor, el PJ, acéfalo y a la deriva desde que el ex presidente Alberto Fernández fue invitado en agosto a abandonar su dirección y presentó su renuncia “indeclinable”. Fuera de las batallas contra algunas leyes en el Congreso, la oposición peronista permaneció al margen de las nuevas luchas sociales, si bien es cierto que hubo un impulso de retorno a los orígenes del peronismo tradicional, muy activo en las redes sociales.
La designación a la presidencia del Partido Justicialista
La movilización popular contra las políticas de ajuste se ha gestado de manera espontánea, o ha sido convocada por sindicatos y organizaciones populares, sin una adhesión explícita de la oposición peronista, que hasta fin de octubre estuvo huérfana de conducción. La presidencia del Partido Justicialista (PJ) la ostentaba el ex presidente Alberto Fernández, cuya ineptitud como gobernante fue criticada desde las propias filas, y que después de meses de vivir en España y en medio de escándalos que afectaron gravemente la reputación que aún podía quedarle, se vio obligado a renunciar a la jefatura del partido.
Análisis
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En la lucha sucesoria al frente del partido irrumpió, imprevisiblemente, la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, desconcertando con esta decisión a propios y extraños. Cristina fue responsable de la designación de Alberto Fernández como presidente, y compartió con él, como vicepresidenta, una misma dupla electoral y de gobierno. Sin embargo, a mitad de su mandato -pasadas las urgencias de la pandemia- tomó distancia del presidente por profundas desavenencias en la gestión de los acuerdos de renegociación de la deuda con el FMI, entre otras cuestiones de política económica.
El capital político de Cristina Kirchner se asienta principalmente en los avances alcanzados en materia de políticas sociales durante sus dos presidencias, en continuidad con la de su esposo Néstor. A juzgar por las estadísticas de pobreza y distribución de la riqueza, estos fueron los gobiernos más equitativos que tuvo Argentina desde el restablecimiento de la democracia en 1983.
En contra de Cristina Kirchner pesan los errores en la designación de otros candidatos para disputar la presidencia situados en las antípodas de su propio pensamiento político
En contra de Cristina Kirchner pesan los errores cometidos en las designaciones de otros candidatos peronistas para disputar la presidencia, que fueron fallidas, y que habilitaron a figuras situadas casi en las antípodas de su propio pensamiento político. Fue el caso de Daniel Scioli, actual secretario de Turismo, Ambiente y Deporte del Gobierno de Javier Milei. También designó a Alberto Fernández, de cuya presidencia reniega, y a Sergio Massa, el último candidato peronista a la presidencia, exministro de Economía de Alberto Fernández, que perdió las elecciones contra Milei. Massa, de trayectoria ambivalente y camaleónica, fue tanto aliado del kirchnerismo como un ferviente opositor. Lo mismo cabría decir de Scioli y de Fernández en distintas etapas históricas.
Estas designaciones no fueron una decisión de Cristina Kirchner adoptada en la soledad de su despacho, sino el resultado de un juego de equilibrios entre las distintas organizaciones y corrientes del peronismo: el Partido Justicialista y otros partidos incorporados al Frente, los sindicatos —en particular la CGT—, las agrupaciones militantes como La Cámpora. Las tendencias más conservadoras y neoliberales han inclinado siempre la balanza hacia candidatos poco propensos a cuestionar el establishment económico nacional e internacional en los términos en que sí lo hace la ex presidenta en sus discursos.
La Cámpora, dirigida por Máximo Kirchner —hijo de los ex presidentes Néstor y Cristina—, es una organización política que se reclama heredera de la antigua Juventud Peronista y con reminiscencias de la década de 1970 en su misma denominación (Héctor Cámpora fue quien condujo la vuelta al poder del peronismo en 1973; tras ser presidente durante un breve período, convocó elecciones para ceder la presidencia a Juan Domingo Perón). Su origen se remonta al primer Gobierno de Néstor Kirchner, y fue concebida como una militancia de apoyo a su proyecto político progresista, liberado de las inercias estructurales que determinaron la actuación de los anteriores gobiernos peronistas, desde el largo período neoliberal de Carlos Menem hasta los breves o aun efímeros gobiernos que lo precedieron tras la crisis de 2001.
La designación de un nuevo presidente del Partido Justicialista (PJ) acentuó la polarización entre sectores del peronismo que eran afines y afectó a las alianzas y equilibrios del kirchnerismo
Algunos miembros de La Cámpora participan en las instituciones como representantes electos y ocupando cargos públicos. La organización, que nació como instancia juvenil, se mantiene activa como fuerza de apoyo a la expresidenta y participa en las marchas a su favor contra las decisiones judiciales que consideran arbitrarias. Además, La Cámpora siempre se ha destacado por defender sin concesiones las políticas de derechos humanos de los gobiernos kirchneristas, representando en este sentido una proyección simbólica de las luchas de los militantes de los años 70, aunque sin reivindicar ni emplear la violencia política que caracterizó a aquella época.
A pesar de su carácter pacífico, la combatividad verbal de sus miembros —expresada muchas veces en las canciones que entonan—, así como la cohesión interna de esta agrupación y su posicionamiento político ultrakirchnerista recogen no pocos rechazos en una parte importante de la sociedad, tanto entre los sectores populares y partidos políticos afines al peronismo como en el interior del propio movimiento peronista.
La lucha interna por la presidencia del PJ
La designación de un nuevo presidente del Partido Justicialista (PJ) acentuó la polarización entre sectores del peronismo que eran afines y afectó a las alianzas y equilibrios del kirchnerismo. En un acto convocado por Máximo Kirchner el 20 de septiembre en La Plata, ideado para exaltar la figura de Cristina como conductora indiscutida de ese espacio político, centenares de jóvenes de La Cámpora entonaron una canción reveladora: “Cristina es la conducción” / “Somos soldados de Perón”. Una letra simplona que concluía con un mensaje dirigido de lleno al gobernador de la provincia de Buenos Aires, Alex Kicillof: “Y si querés otra canción / Vení, te presto la mía”.
Este final alude a una vieja inquietud que Kicillof había formulado un año antes, durante la última campaña electoral, sobre la necesidad de renovar las ideas y liderazgos del peronismo. “No vamos a entusiasmar demasiado con un discurso y con una propuesta nostálgica”, dijo entonces. “Nosotros en el peronismo decimos ‘Perón, Evita, Néstor y Cristina’, y no tengo ninguna duda que fueron los momentos más gloriosos que vivió nuestro país, pero creo que tenemos que darle un carácter de época nuevo. Generacional y de época. Va a haber que componer una nueva canción, no una que sepamos todos”.
“Creo que tenemos que darle un carácter de época nuevo. Generacional y de época. Va a haber que componer una nueva canción, no una que sepamos todos”, decía el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Alex Kicillof
Se especuló entonces con que el gobernador de Buenos Aires podría tener algún interés en disputar la interna por la presidencia del justicialismo, cosa que finalmente no hizo. Pero el clima entre la familia Kirchner y Kicillof se fue deteriorando más durante el mes de octubre. Ante la posibilidad de una elección interna que confrontase a Cristina Kirchner con el gobernador de la provincia La Rioja, Ricardo Quintela, Kicillof no se pronunció ni a favor ni en contra de ninguno de ellos. Quintela se presentaba como el candidato del interior del país frente al centralismo porteño, pero quedó fuera de la contienda por decisión judicial por no haber podido reunir los avales necesarios en un plazo demasiado breve. Se esfumó así la posibilidad de que esta organización política realizase, por primera en muchas décadas, una elección interna para escoger su dirigencia política.
Aunque la correlación de fuerzas interna habría inclinado siempre la balanza a favor de Cristina Kirchner, la falta de debate y la exclusión autoimpuesta de relevantes figuras del partido como Kicillof, provocó malestar y desconcierto entre la militancia del sector más cohesionado del peronismo. Como antecedente cabe destacar que el año pasado, un dirigente considerado incondicional de La Cámpora, Andrés Larroque, ministro de Desarrollo de la Comunidad del Gobierno de Axel Kicillof, renunció a su pertenencia a esa organización y creó una nueva agrupación denominada “La Patria es el otro”, tomando así distancia de Máximo Kirchner.
En el plano ideológico no hay grandes contradicciones entre Cristina Kirchner y Axel Kicillof.
El punto central de la política económica que impulsan es, en ambos casos, la necesidad de redistribuir la riqueza en una sociedad muy desigual. Una vuelta a la idea de justicia social tan denostada por Milei y sus adeptos. Cristina Kirchner toma como marco de referencia la tradición peronista y la experiencia de sus propios gobiernos. Kicillof, autor de libros universitarios sobre la teoría económica de Keynes, también cuenta con una experiencia sólida de gobierno provincial que le permitió renovar el cargo con la mejor elección del peronismo en 2023, cuando Milei arrasó a nivel nacional.
Hay una gran diferencia en el estilo de liderazgo que ejercen Cristina de Kirchner y Kicillof. El discurso opositor de Cristina es más exaltado y propenso a contaminarse con la dialéctica descalificadora de Milei
Hay en cambio una gran diferencia en el estilo de liderazgo que ejercen. El discurso opositor de Cristina es más exaltado y propenso a contaminarse con la dialéctica descalificadora de Milei, recurriendo incluso al insulto, aunque sin llegar nunca a su nivel de degradación. La prensa derechista asegura que esta es la clase de oposición que desea tener el Gobierno de Javier Milei.
Por su parte el gobernador Kicillof se ha mantenido apartado de la pugna interna del partido, mientras sostiene la confrontación con el Gobierno nacional con un estilo más atemperado, presentando batalla en el plano de la eficiente gestión de los recursos, y asumiendo ante la población de la provincia la obligación de financiar las obras públicas abandonadas por el Estado.
Una vez designada la conducción del partido, tocaría ahora recomponer la unidad de las propias fuerzas. Más allá de las actuales asperezas, la expresidenta sabe que prolongar la disputa interna con su antiguo delfín acabaría debilitando aún más el papel del PJ como oposición al gobierno de LLA. Siete años después de que Cristina Kirchner intentase conformar un nuevo espacio político, Unión Ciudadana, desde el que pudiera cortar amarras con las viejas burocracias políticas y sindicales del movimiento peronista, su apuesta por la presidencia del Justicialismo consagra ahora su regreso a la arena política, asumiendo las lógicas de los equilibrios de poder.
Acusada de personalismo por Ricardo Quintela, su contrincante en las fallidas elecciones internas, lo que en realidad define a su conducción es la continuidad histórica con el principal rasgo característico de los liderazgos peronistas: la autoridad que emana de las palabras del líder, el cual impone persuasivamente su voluntad a las bases. En paralelo a su designación como presidenta del partido, Cristina Kirchner hizo presencia en el conurbano bonaerense, con apariciones en varios municipios que son la base social tradicional del peronismo.
En su discurso del 9 de noviembre en la localidad bonaerense de Lomas de Zamora respondió así a quienes critican su supuesta ambivalencia respecto al peronismo: “Yo nunca me saqué la camiseta, soy peronista desde muy joven y voy a ser peronista hasta que me muera”. Lo dijo como respuesta a los peronistas más conservadores que cuestionaron su vinculación histórica con el peronismo, como el expresidente Eduardo Duhalde, quien manifestó en una reciente entrevista que “Cristina nunca habló bien de Perón”, sugiriendo que en realidad lo detestaba.
Respaldo sin fisuras ante a la persecución judicial
El retorno de Cristina Kirchner a la centralidad de la escena política se produce poco antes del fallo de la Cámara Federal de Casación Penal en la llamada causa Vialidad, en la que fue condenada en juicio oral a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos. La Cámara de Casación ratificó la condena el pasado 13 de noviembre, pero todavía no es firme hasta que se pronuncie la Corte Suprema, cuyos plazos son imprevisibles. Ante esta incertidumbre y para impedir que en cualquier caso puede competir electoralmente, el macrismo (PRO) y otros aliados de Milei presentaron un proyecto de ley llamado de “ficha limpia”, que impediría ejercer cargos electivos a quienes hayan sido condenados en segunda instancia, aunque no sea en firme. Jueces y políticos opositores aúnan esfuerzos para conseguir su proscripción.
La persecución judicial contra la expresidenta recibió la condena unánime de todos los sectores del peronismo, a pesar de las disputas internas. Ningún dirigente peronista pone en duda —al menos públicamente— su honestidad. Por el contrario, el mote de “Cristina corrupta” es un viejo leit motiv del macrismo y ahora también del mileísmo. Dos días antes de la sentencia contra Cristina Kirchner por la causa Vialidad, Axel Kicillof cerró filas en su defensa contra lo que calificó como una “persecución político-judicial” concebida para proscribir políticamente a la expresidenta, en un proceso “donde no hay una sola prueba, un solo delito” comprobado. La finalidad de esta manipulación de la Justicia sería, en su opinión, “generar una estrategia de disciplinamiento a todo aquel que quiera llevar adelante determinadas políticas, determinadas obras, determinadas proyectos en nuestro país”.
La persecución judicial contra la expresidenta recibió la condena unánime de todos los sectores del peronismo, a pesar de las disputas internas
Desde un sector del poder judicial se persigue la proscripción política de Cristina Kirchner precisamente cuando su designación a la presidencia del PJ podría ser el preludio de su postulación como candidata en las próximas elecciones. Por ejemplo, podría encabezar la lista del peronismo a la Cámara de Diputados en las elecciones legislativas de 2025, y se baraja la opción a la presidencia en 2027. Acaso porque es la dirigente de la oposición con más alta estimación popular, los ataques y difamaciones de la derecha contra el peronismo se focalizan siempre en su persona.
Adhesiones y rechazos políticos
Cristina Kirchner tiene incondicionales a favor y en contra. Su personalidad polariza a los argentinos, a nadie deja indiferente. Al margen de la irregular evolución de las encuestas, que últimamente han mejorado su imagen, se sabe que hay un núcleo duro, una tercera parte de la población de Argentina, que mantiene a lo largo del tiempo un apoyo incondicional a la expresidenta. No obstante, más de la mitad de los argentinos votaron a Milei convencidos de que los problemas económicos que sufrió el país fueron un resultado de la gestión de los sucesivos gobiernos kirchneristas, sobre todo el de Alberto Fernández con Cristina Kirchner en la vicepresidencia.
En el plano interno del peronismo, la disputa por la conducción del partido aún no pudo zanjarse con un compromiso de unidad política entre los distintos sectores frente al enemigo común. El 12 de noviembre, mientras se celebraba el primer acto de reorganización del PJ presidido por Cristina Kirchner en una sede sindical (SMATA), se fraccionó el bloque de diputados de ese partido en el Congreso Nacional con la ausencia de ocho legisladores, que dejaron a la Cámara sin quorum para abordar la ley que limitaría el alcance de los poderes que adquirió por decreto el Gobierno de Javier Milei. Es evidente que a la presidenta del partido aún le resta un largo camino por recorrer para poder asentar su liderazgo en el universo contradictorio y multiforme del peronismo.